por MARCIO LUIZ MIOTTO*
La falsa y absurda simetría entre nazismo y comunismo
El brasileño vivió el bochorno que le provocó cierta “influencer”, afirmando que Brasil debería aceptar la existencia de un partido nazi con el pretexto de la libertad de expresión y, poco después, declarando que dijo todo en la televisión pública porque estaba borracho, es decir, supuestamente incapaz de expresarse libremente. Casi al mismo tiempo, todos vieron a un supuesto “periodista” despedido después de realizar lo que parecía, por casualidad o no, un claro Sieg Heil.
Lo que nadie comentó es el universo “conceptual” –digamos– en el que se desarrollaron los dos discursos. Como ha sido cada vez más frecuente en Brasil, hablar de nazismo inevitablemente viene acompañado de algún comentario sobre comunismo. Pero eso no es todo (y he aquí lo esencial y lo más peligroso): el comentario sobre el comunismo tiene la función concreta de llegar a personas concretas: personas vinculadas a la izquierda en general y, por extensión, a todas y todos los que se oponen a determinados políticos. ultraderechista
La narración, por regla general, consiste, partiendo de una tesis muy bien fechada y viniendo de ciertas think tank liberaloides (confusamente liberal o libertario) que proliferaron en Brasil durante la década de 2010, hacen una defensa ingenua de la noción de “libertad de expresión” para atacar el principio mismo de la libertad de expresión (ya que el concepto de libertad de expresión presupone necesariamente la existencia de libertades que se pueden expresar, algo que el nazismo niega por principio).
Es irónico, pero el ejemplo frecuente del nazismo siempre atestigua contra el propio liberaloide. Al elegir precisamente el nazismo como objeto de su mención, logra al mismo tiempo negar cualquier principio de libertad y, peor aún, negar la Español apelación que él mismo hace a la libertad, porque la libertad apelada como ejemplar es un tipo de libertad que defiende la posesión del derecho a negar la libertad de los demás.
Con eso, la profesión de fe del liberaloide lleva consigo una curiosa confesión.
Como resultado, esto es bastante feo. Pero para compensar el despropósito, el liberaloide emprende una estrategia retórica que, si es tonta, es sin embargo muy efectiva: consiste en desviar el foco del nazismo hacia algo que sería a) supuestamente "iguales" y b) no solo lo mismo, sino “mucho peor”. Aquí es donde entra el “comunismo”.
“¿Qué pasa con el comunismo?”
Es de este agujero de donde salen tantas líneas como “¿pero qué pasa con el comunismo? ¿No mató a más de 100 millones de personas? ¿No está todavía allí, defendida por ciertas personas?
Este discurso tiene poderes mágicos, como todo buen sofisma. (1) desvía el tema y el enfoque del nazismo (ya que el tema a condenar mágicamente se convierte en el del comunismo); (2) desvía la atención del propio libertario, que se ha acorralado en defender la propiedad privada de un pensamiento que, de llevarse a cabo, redunda en la negación de la libertad de los demás; y finalmente -esto es esencial-, el discurso (3) termina haciendo analogías que son simplemente falsas, como la de suponer que el nazismo y el comunismo de alguna manera coinciden y que, al coincidir, “el comunismo mató a muchos más”.
El tema de que el comunismo sería una especie de simétrico del nazismo es absurdo, pero está bien fechado. También proviene de la proliferación de think tank liberaloide que llegó a asociar, vía neoliberalismo, a pensadores como von Mises y Hayek, todo pensamiento que involucre la palabra “Estado” a la palabra “comunismo”. Uno de los principales efectos de esta asociación continua fue que un miembro de la familia real brasileña dijo durante las elecciones de 2018 que, excepto el PSL y, quizás, la NOVO, todos los demás partidos brasileños serían "izquierdistas" porque hasta cierto punto serían ser intervencionista y, por tanto, “pro-Estado”.
Otro ejemplo importante es el intento de difundir el mensaje de que “el nazismo es de izquierda porque es estatista o intervencionista”. A pesar del absurdo histórico que representa esta tesis -porque el nazismo siempre se ha opuesto visceralmente al comunismo-, la asociación entre nazismo y comunismo estuvo pavimentada por la asociación entre todo lo que huele a la palabra “Estado” con la palabra “comunista”. Una última analogía –la más absurda– es la que se da en la simple ocurrencia de las palabras “socialismo” y nazismo. Incluso algunos periodistas llegaron a propagar el tema de que “el nazismo es socialista – y luego se fue – porque tiene el nacionalsocialismo en el nombre”, llegando incluso a decir que el partido nazi era una especie de “PT alemán” ¡por incluir el término “trabajadores” en el nombre!
También ocurre con el tema de que “el comunismo mató a muchos más”. El dispositivo consta de dos tesis falsas. El primero es un error teórico, y consiste en decir que las prácticas totalitarias (como la de Stalin) y todo el cambio de rumbo de países como la URSS reducen, resumen, captan enteramente para sí mismos el concepto de "comunismo" (como propugnan los marxistas teoría). El segundo es un error histórico, el de decir que “el comunismo mató a más”, bajo la fórmula de que, si el nazismo mató a 6 millones de personas, regímenes como Stalin mataron a 100 millones (como, por ejemplo, el periódico Los hechos ya probado por varias fuentes, ni las muertes nazis se reducen a 6 millones -una suma atribuida a las muertes de judíos- ni las víctimas del totalitarismo estalinista ascendieron a cerca de 100 millones).
resultados concretos
Pero como se mencionó, lo más grave no es la invención de figuras o conceptos. La asociación continua o maridaje incesante entre nazismo y comunismo provoca efectos muy concretos. Es impactante por su ingenuidad, pero el resultado es la realización de uno de los ideales del nazismo: la persecución de los opositores políticos tildados de “comunistas”.
Discursos en este sentido involucraron incluso a autoridades del Estado, quienes llegó a declarar (el 9 de febrero) que “la ideología nazi debe ser repudiada de manera irrestricta y permanente, sin reservas que permitan su florecimiento, así como toda ideología totalitaria que ponga en riesgo los derechos fundamentales de los pueblos y las personas, tales como el derecho a la vida y a la libertad”.
Es nuestro deseo, incluso, que otras organizaciones que promueven ideologías que predican el antisemitismo, la división de las personas en razas o clases, y que también diezmaron a millones de inocentes en todo el mundo, como el comunismo, sean alcanzadas y combatidas por nuestras leyes. .
El objetivo es claro y no es el nazismo. Con el pretexto de hablar de nazismo, se habla de “comunismo”, definido ya no como el régimen totalitario de figuras como Stalin, sino como cualquier “organización” que en algún momento se ha topado con la palabra comunismo. Movimientos sociales, partidos políticos, sindicatos, en fin, cualquier individuo que tenga algún grado de disconformidad con el gobierno puede caer en la trampa.
Es una malla curiosa: a partir de la denuncia de quienes defienden el nazismo, se termina con la denuncia de quienes fueron perseguidos por el nazismo (sin olvidar que la tesis de partida fue la de la “libertad de expresión”).
*Márcio Luis Miotto Profesor de Psicología de la Universidad Federal Fluminense (UFF).