por DANIEL AFONSO DA SILVA*
El debate sobre apoyar o negar la huelga en las universidades federales
Leer con aprecio, atención y cariño. “¿Por qué estamos en huelga en las universidades federales?” por los reconocidos profesores de la Universidad Federal de Bahía Graça Druck y Luiz Filgueiras. Publicado en el sitio web la tierra es redonda, este artículo ciertamente promueve la mejor, más completa y más precisa síntesis de las motivaciones de la huelga federal de docentes. Contiene una gran cantidad de números, imágenes y piezas de convicción.
Ninguna otra manifestación –a favor o en contra de la huelga; hablado o escrito- parece haber explicado las raíces de los problemas con una lucidez tan cuidadosa condensada en una complexión intelectual, moral y política tan amplia. Honestamente, no es posible soportar la brecha presupuestaria en las universidades federales y tampoco es moralmente posible validar el ajuste salarial cero para la categoría docente este año. Incluso con las adiciones lineales del año pasado, la casi negligencia actual (y siempre) sugiere algo fuertemente inmoral e incluso, constitucionalmente, tal vez, ilegal.
“La red pública de educación superior”, afirman los autores, “es patrimonio nacional y es en las universidades públicas donde se desarrolla el 95% de la investigación científica del país”. Además, continúan, “la elección de Luiz Inácio Lula da Silva como Presidente de la República en 2022 representó una victoria para el movimiento popular y la lucha por la democracia en el país, imponiendo una derrota electoral al proyecto neoliberal y neofascista”. . En consecuencia – aclaran – sería mínimamente razonable que la tercera presidencia de Lula da Silva y la quinta presidencia progresista-izquierdista-PT escuchen, reconozcan y respondan al grito de los luchadores en las plataformas, locutores, profesionales de la educación, personal docente federal. .
Pero no.
El ajuste salarial de los docentes sigue siendo nulo. El “mazmorra fiscal” sigue firme, fuerte y activo. Y el aumento presupuestario de R$ 2,5 mil millones solicitado por los rectores simplemente se disparó.
“Estos recursos”, afirman Druck y Filgueiras, “son imprescindibles para cubrir, entre otros gastos, agua, electricidad, limpieza y vigilancia, y garantizar becas y ayudas a los estudiantes, es decir, garantizar el funcionamiento básico de las universidades”. Sin ellos, subrayan, el panorama general de las universidades seguirá siendo el de “edificios derrumbados, obras inacabadas y arruinadas, falta de aire acondicionado en aulas y laboratorios, restaurantes universitarios en condiciones precarias y sin atender a todos los estudiantes necesitados, falta de viviendas para estudiantes y falta de mantenimiento de las existentes, sólo por nombrar algunos de los problemas más evidentes”.
En otras palabras, no funciona.
Y por eso, afirman los autores, “estamos en huelga en las universidades federales”.
“La huelga”, concluyen, “es un instrumento legítimo y es con la suspensión de las actividades regulares de la Universidad, que se pueden realizar reuniones, debates, asambleas, manifestaciones públicas, buscando alternativas a esta situación y construyendo un movimiento nacional. en defensa del público universitario del país”.
No puedes evitar aplaudir. ¡Enojado! Eso es todo. Mejor y más claro, imposible. Adelante.
Pero no.
Meditando más lentamente, queda claro que tal vez no sea así, aunque todo esté configurado así. El montón de pruebas y condenas que contiene el artículo es, repito, muy consistente y convincente. Pero plantea contradicciones, divergencias y diferencias. No necesariamente favorable o contrario al movimiento huelguístico. Pero en cuanto al encuadre de la discusión.
Los argumentos movilizados por los dignos maestros de Bahía, al fin y al cabo, animan a los conversos. En particular, aquellos que simpatizan con el imperativo de la huelga sin cuestionar más la profundidad de la crisis que condujo a la huelga. No se trata de los centavos. Todos saben. Pero, de vez en cuando, parece relevante decirlo.
Druck y Filgueiras lo saben. Por experimentados, experimentados, politizados, inteligentes, cultos e intelectualmente consistentes que sean, no tienen predilección por ser panglossianos. Y, precisamente por esta razón, a pesar de sus declaraciones en esa ocasión, saben muy bien –más que nadie– que los problemas federales son mucho más profundos y exigen exigencias e intervenciones que van mucho más allá del centavo. Incluso si, sin el centavo –como lo demuestran claramente y como todos sabemos–, es realmente imposible seguirlo.
Un carbonario inequívoco, comentando mi simple “La huelga de profesores en las universidades federales”, también publicado en la tierra es redonda, el 15 de abril, afirmó perentoriamente que “el error de Miguel no salva a Daniel”.
El “Daniel” en cuestión somos yo y el “Miguel” de la situación, nuestro digno profesor Luis Felipe Miguel, de la Universidad de Brasilia.
Luis Felipe Miguel produjo la primera gran pieza-síntesis-intelectual-matriz de comprensión y justificación de las motivaciones de la huelga docente federal en su artículo “Por qué los docentes federales irán a la huelga”, publicado en vísperas de la insurgencia huelguística. Todas las manifestaciones –escritas o no, a favor o en contra de la huelga– que siguieron tuvieron su Insights como un truco de información, opinión y convicción.
En esta agitación, la mayoría de las intervenciones posteriores a la de Luis Felipe Miguel tendieron a repetir la tesis –muy cierta– de la extraña variabilidad de pesos y medidas adoptadas por la presidencia de Lula da Silva en la composición de los presupuestos de los servicios públicos federales. Como señaló María Cristina Fernandes, en su artículo en Valor Económico El 26 de abril, también anclados en el camino de Luis Felipe Miguel, los insurgentes en huelga suelen notar “la hierba más verde del otro lado”. Donde los miembros de la Política Federal reciben salarios netos cuatro veces superiores a los de los docentes federales, el personal de la Defensoría Pública Federal, tres veces más, y los empleados de la Hacienda Federal, el doble o casi el doble; y, aun así, recibieron, en 2024, ajustes salariales sustanciales en comparación con el ajuste cero para los docentes federales.
Directa o indirectamente, este es también el leitmotiv Del artículo de Druck y Filgueiras. Sólo vuelve a leer. Pero Druck y Filgueiras van más allá. Hacen que el argumento sea mucho más políticamente fuerte, sólido y convincente.
Si, por un lado, Luis Felipe Miguel observa que “somos -estoy seguro- suficientemente maduros para luchar por nuestros derechos sin descuidar la lucha por la democracia” y María Cristina Fernandes continúa demostrando que, al fin y al cabo, , lo que importa en las deliberaciones presupuestarias y salariales es la capacidad de limitar y presionar a las corporaciones de la función pública federal, por otro lado, Graça Druck y Luiz Filgueiras recuerdan que “la huelga es un instrumento legítimo”. Y es. Se trata de un logro social y, además, constitucional. Que sería innecesario recordar –como lo hacen Druck y Filgueiras– si no hubiéramos vivido las inclemencias de las tormentas desde las noches de junio de 2013 hasta las efemérides del 8 de enero de 2023.
En cualquier caso, quien regrese tranquilamente, con intereses y sin parte pris A mi muy modesto “La huelga de profesores en las universidades federales” comprenderán, por tanto, que, en ningún momento, amenazo ni insinúo desacreditar los argumentos del noble profesor Luis Felipe Miguel. De lo contrario, reconozco tu fuerza y tu valor.
En aquel momento y en aquel artículo él, mejor que nadie, lo dijo todo. Así que el propósito de mi demostración no era hacer un contrapunto. Lejos de ahi. Fue simplemente, por mi parte, un intento de colocar el cursor en otra parte. Avivando otras aristas del mismo debate y sacando a la luz otros radares para monitorear la misma tormenta. Como reacción, por hacerlo, recibí la reprimenda “el error de Miguel no salvó a Daniel”.
Y, por si fuera poco, esta reprimenda vino con la siguiente afirmación: “La Universidad no es un centro de producción de conocimiento, centrado en el progresismo de las socioreproducciones capitalistas, con miras a estudiar cómo superar este modelo económico. Y entonces (…) por favor, no caigamos en la reducción e imaginemos que la revolución saldrá de la universidad, de hecho ni siquiera imaginar una revolución hoy nos parece posible. Precisamente por la cobarde censura previa que todo académico de ciencias sociales (de la que se espera la teoría de la "revolución" o al menos el malestar capitalista) se impone, después de todo, es necesario tener una carrera legitimada entre sus pares y el establishment. Así, la universidad es un espacio de conformismo, de conformismo que se encuentra inquieto. (…) La universidad brasileña, salvo raros casos, es inofensiva, inocua. Aún así, algunos debaten qué podría hacer la huelga al gobierno de Lula (desgobierno). Cada gobierno tiene la academia que se merece y viceversa”.
Sí, eso fue todo.
No tiene sentido rebelarse aquí. Simplemente detente, siéntate y medita. Si corresponde, vuelve a leer el comentario con más calma.[i] Cuando hagas esto, te darás cuenta de que este inequívoco carbonario puede tener razón. De lo contrario, en absoluto. En un montón de cosas.
Despojado de su implacabilidad retórica y su contundente moralismo, su comentario informa una sincera estado de lugar la realidad de las universidades brasileñas y particularmente de las federales. Rompe efectivamente el maniqueísmo de la huelga. y no antihuelga y entra en pantanos cambiantes intramuros donde nadie – entre los docentes activos y con alguna posición que mantener – parece tener, hoy, el coraje de moverse.
Lo que hace en este sentido me parece muy importante. Pero esto no significa que debamos reiterar o elogiar su tono casi sarcástico al apreciar la paralizante incontinencia del ambiente académico brasileño. Ningún profesor de las universidades federales parece estar legalmente autorizado a adoptar formalmente el sadomasoquismo funcional como misión. Mucho menos, en este sentido, promover una inmolación pública de su propio sacerdocio.
Todos conocemos –o deberíamos conocer– nuestros vicios, debilidades e impurezas. Todos somos conscientes –o necesitamos serlo– de nuestros secretos internos sobre nuestros pecados intermitentes, cotidianos y veniales.
Tanto es así que nadie que sea ni remotamente prudente e informado devalúa los diversos y pesados niveles de “censura previa” –que nada tienen que ver con el decoro o la urbanidad ni con el sometimiento a jerarquías– como mecanismo de supervivencia en esta lamentablemente salvaje selva en que se ha convertido la universidad –y la sociedad brasileña– en los últimos años.
En consecuencia, la conformidad y complacencia Sí, se convirtieron en una misión. Modo de vida. Estrategia de fuga. Medios de supervivencia. Estilo de sociabilidad. No es que la universidad siga siendo un “estado”. Aunque la “carrera legitimada entre pares” así lo indica. El meollo de la cuestión pasa por reconocer que ningún sector de la vida brasileña ha sido más violado y brutalizado de afuera hacia adentro y de adentro hacia afuera que el espacio académico en su dimensión universitaria. En consecuencia, el miedo, el servilismo, el inmovilismo y la apatía se apoderaron de todo.
Quien tenga serias dudas al respecto no necesita llegar tan lejos. Tomemos como ejemplo la reacción – o mejor dicho, la falta de ella – de todas las universidades hacia la construcción de una solidaridad concreta en apoyo a las víctimas del clima de Rio Grande do Sul. Muy pocas universidades se han movilizado institucionalmente para pensar algo, decir algo, donar algo. No por falta de asombro o de sensibilidad. Pero por iniciativa. No necesariamente de ciudadanos vestidos de profesores y empleados. Éstos –sí– se movilizaron inmediatamente lo mejor que pudieron. Pero la institución como representación de todos. Esto se debe a que, como se ha establecido desde hace mucho tiempo en el servicio público federal y especialmente en las universidades: “en caso de duda, espere o no haga nada”.
Volviendo al tema después de esto, se destaca que el problema federal conlleva –conocimiento conocido– dimensiones multidimensionales mucho más complicadas, complejas y existenciales. Y, por ser así, con el debido respeto a los argumentos en contrario, el inicio de una solución consistente, duradera y permanente no parece residir en reivindicaciones ni en deliberaciones presupuestarias y salariales. No son los centavos ni los veinte.
La crisis es mucho más profunda. La pérdida sugiere una pérdida casi total. Las universidades federales se han convertido en el hombre enfermo del servicio público federal y, en esta condición, en los últimos quince o veinte años, han sido trasladadas a la UCI para enfermos terminales. Los informes médicos no son buenos. Ninguna persona consciente puede decir que no está engañada. Nada, por tanto, indica que –sólo– nuevos salarios y presupuestos podrán reanimar al paciente y darle vigor y promesas de largos años de vida.
Es lindo leer y escuchar que “La red pública de educación superior es un bien nacional y es en las universidades públicas donde se realiza el 95% de la investigación científica del país”.[ii] Pero, fíjate, a nadie de arriba le importa. Simplemente lo ignoran. No quieren leer ni escuchar. No les importa. Como resultado, reajuste cero. Un cero, eso sí, de burla, de olvido, de provocación.
De todos modos, aquí hay preguntas inconvenientes.
¿Mantener o suspender la huelga cambiará esta situación? ¿Podrá alguna de estas acciones – huelga o no huelga – aclarar los ojos y oídos de nuestros dignos representantes? ¿Sí o no? ¿Quizás o quién sabe? ¿Como?
Quien vuelva tranquilamente al artículo de Graça Druck y Luiz Filgueiras comprenderá que las diferencias presupuestarias y salariales fueron insoportablemente extraordinarias en el período 2014-2024. Confiando en lo que dicen y en lo que dicen es cierto, durante este período el presupuesto se redujo y los costos aumentaron. La manta, siempre corta, ahora se ha vuelto más corta y también demasiado fina. Aun así, tenga en cuenta que si el punto de partida temporal se amplía retroactivamente para abarcar veinte o treinta años (comenzando, por lo tanto, en 2004 o 1994), esta verdad que los profesores de Bahía relatan tiende a volverse aún más amargamente cierta e incluso cruel.
Contrariamente a las apariencias, hay una demolición permanente y ascendente de las universidades federales brasileñas que hoy no está ocurriendo. Ni de los últimos diez años ni de veinte años.
Sin ir muy lejos, desde agosto de 1985, cuando el fallecido Darcy Ribeiro pronunció su emblemático Universidad, ¿para qué? de reposicionar las universidades públicas en la vida nacional después del régimen militar, mientras la educación superior federal en su conjunto busca –sin encontrar– un lugar bajo el sol. No fue ni está siendo fácil. Hubo el impacto de la redemocratización –y lo abordé en mi “Mucho más allá del césped verde de los vecinos”. Luego vino el shock de la expansión, que inicialmente implicó la aceleración de la privatización de la educación y, luego, la expansión de la red público-federal – sobre esto, el artículo sigue siendo formidable “Lula y la educación superior”. Y luego el shock de la contracción y supresión sistemática de los recursos.
Y durante todo este período –con el debido respeto a quienes no están de acuerdo– la categoría docente sólo perdió. Y no simplemente “sólo” en salarios. Perdió cohesión, identidad, presencia, legitimidad, capacidad de afirmarse y vitalidad para luchar.
Para evitar ir demasiado lejos o quedar absortos en demasiadas abstracciones, volvamos al presente y plantemos nuestros pies.
En mayo de 2024, el gobierno del estado de São Paulo entabló una pulseada con las universidades estatales de São Paulo sobre el intercambio de ICMS. Al mismo tiempo, la Fapesp – Fundación de Apoyo a la Investigación en el Estado de São Paulo fue objeto de un intento similar de reducir su financiación. Intercalado en todo esto, el amable profesor Simon Schwartzman, seguramente uno de los mayores expertos en educación superior del país, escribió el artículo “Vinculación de recursos y autonomía universitaria en São Paulo”, en la edición de El Estado de S. Pablo el viernes 10 de mayo. No hace falta decir que el artículo es exquisito y formidable ni que merece una meditación profunda. Las impresiones de Simon Schwartzman sobre el tema son siempre así: ilustrativas y desconcertantes.
En el caso del embrollo de São Paulo, observa que “el [vínculo presupuestario en el caso de las universidades de São Paulo] ha sido defendido como una garantía de autonomía financiera contra la inestabilidad y la interferencia de los políticos que afectan, por el contrario, a las universidades federales”. Esta es una discusión larga y pesada. Más técnico que político. Más político que intelectual. Pero necesario y urgente. Y se trata de cómo dotar de previsibilidad, fiabilidad y armonía a la salud presupuestaria de las universidades federales.
El otro pasaje sorprendente del artículo de Simon Schwartzman quizás merezca aún más urgencia, reflexión y acción. Dice lo siguiente: “en 2022, el 78% de la matrícula en educación superior fue en instituciones privadas”, lo que indica que “el sistema actual falla desde el punto de vista de cobertura y equidad [y] también tiene problemas en el otro extremo, desde el mantenimiento y garantía de excelencia”.
Quizás este no sea el mejor lugar para iniciar una conversación más profunda sobre todo lo que evoca este extracto. Por ahora, basta con anotar el porcentaje: “78%”.
“El 78% de la matrícula en educación superior fue en instituciones privadas”. Al leer de manera crucial lo que esto representa, este porcentaje informa simple, simple y desnudamente que las universidades públicas, y en particular las federales, han dejado de poblar la imaginación de los brasileños. Eso. Sólo y sólo eso. Y si sólo partes de esta información corresponden a núcleos profundos de verdad, será una derrota brutal y sin precedentes. Derrota moral, sí. Pero esencialmente, derrota intelectual. O sea, "extraña derrota.[iii]
Si no, veamos.
Una rápida evaluación de los datos del Sistema Unificado de Selección (SISU) indica que cerca del 50% de los aspirantes a estudiantes universitarios calificados para matricularse en universidades federales abandonan sus estudios en favor de universidades privadas o simplemente no continúan con su formación, lo que aumenta la población de “Nem-Ni” –los que no trabajan ni estudian– en el país.
Además, de quienes se matriculan en cursos federales, menos del 50% van más allá de los primeros tres o cuatro semestres. La evasión, pues, poco a poco se fue imponiendo no sólo en el talón, sino en toda la pierna del Aquiles federal.
Sí: la crisis sanitaria 2020-2021 sigue influyendo en todo, incluido este tema. Pero su inferencia no debería ser tan grande ni tan estructurada. Lo que Graça Druck y Luiz Filgueiras llaman “capital financiero” y “proyecto neoliberal y neofascista” también debe ser responsable de este mal presagio, de que el tiempo nublado provoque condiciones climáticas adversas. Pero ciertamente no del todo. No parece oportuno retomar aquí toda la ruidosa discusión sobre las asimetrías entre la educación universitaria y las emergencias del mercado laboral.
Una discusión en la que, de hecho, Graça Druck y Luiz Filgueiras, en Brasil, son expertos, decisivos y líderes. Pero en algún momento las variantes sobre este tema tendrán que tomar forma dentro de las proposiciones. De lo contrario, todo se arruinará. Los contribuyentes tenderán a aumentar su terrible deseo de apoyarnos y (re)legitimarnos.
Saliendo del hervor del presente y recurriendo a otras conclusiones, hace más de cuarenta años que el eterno Darcy Ribeiro acuñó la máxima que afirma que “La crisis de la educación brasileña no es una crisis: es un proyecto”. Si tiene razón –y no hay razón para imaginar que no la tenga– la evasión masiva, el ajuste salarial cero y la insuficiente recomposición presupuestaria son proyectos sociales.
Confieso que no sé si es posible validar el refinado argumento de Bernard Charlot que sugiere que “la barbarie ha vuelto”.[iv] Sería otra conversación muy amplia mediada por muchas declinaciones. Pero cuando se trata de nuestro crisol, que son las universidades federales, definitivamente hay un verdadero caos universitario. Tanto es así que Paulo Martins de la Universidad de São Paulo preguntó “¿Para qué sirve la universidad?” y nadie parece haber podido responder todavía.
Sintonizar el debate con este diapasón, apoyar o negar la huelga se convierte en una navegación extraña. Navegación en ceñida. Sin brújulas y sin dirección. Lo cual, por supuesto, no elimina la legitimidad de todas las acciones de huelga federales o de la negación de huelgas. Sin embargo, desgraciadamente, simplemente, de manera sincera, indirecta pero insistente, echa agua en los molinos de quienes, especialmente fuera de los muros, consideran que “la universidad brasileña, salvo casos raros, es inofensiva, inocua. Aún así, algunos debaten qué podría hacer la huelga al gobierno de Lula (desgobierno).
*Daniel Alfonso da Silva Profesor de Historia en la Universidad Federal de Grande Dourados. autor de Mucho más allá de Blue Eyes y otros escritos sobre relaciones internacionales contemporáneas (APGIQ). Elhttps://amzn.to/3ZJcVdk]
Notas
[i] Ver el comentario completo en https://jornalggn.com.br/crise/a-greve-dos-professores-das-federais-por-daniel-afonso-da-silva/ .
[ii] No corresponde problematizar este “95%”. Especialmente en términos de calidad. Pero quizás valga la pena reconocer que ciertamente proviene de otros lugares además de los federales.
[iii] Marc Bloch, reaccionando caliente La caída de Francia ante la ofensiva de Alemania en 1940 dio cuenta de que se trataba de un “extraña derrota” [extraña derrota]. Y, en ese sentido, aseveró que “Ningún chef no piensa en esta guerra. En otros términos, le triomphe des Allemands fut, essentiellement, une victoire intellectuelle et c'est peut-être ce qu'il ya là de plus grave“[Nuestros líderes no sabían cómo pensar en la guerra. En otras palabras, el triunfo de los alemanes fue, esencialmente, una victoria intelectual, que es probablemente lo más grave].
[iv] CHARLOT, Bernardo. La cuestión antropológica en la Educación cuando regresa la época de la barbarie. Educar en Revista, Curitiba, Brasil, v. 35, núm. 73, pág. 161-180, enero/febrero. 2019.
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