Navidad, ¿hambre o no hambre?

Imagen: Elyeser Szturm
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Por JUACY DA SILVA*

Nosotros también estamos motivados a estas acciones meramente asistencialistas, aunque sea por un día, imaginando que de esta forma estaremos colaborando para acabar con el hambre en el mundo.

A lo largo de cada año, repitiéndose durante décadas o incluso siglos, en casi todos los países del mundo, las personas son llamadas, convocadas, motivadas a celebrar distintas fechas “conmemorativas”, cuando, conviene detenerse un poco y reflexionar, más profundamente, qué es el significado real de tales conmemoraciones.

Podemos mencionar, solo a modo de ejemplo, algunas de estas fechas o días que nos remiten a algunos aspectos concretos de nuestra realidad: El Día de la Tierra (es que estamos cuidando como es debido a nuestro planeta, con la madre naturaleza que se está degradando rápidamente ?); el Día de la Mujer (que tanta violencia, exclusión y discriminación ha sufrido en todos los países); Día del Niño (¿realmente nos importa el destino y futuro de los niños que deambulan, son abusados, mueren de hambre en medio de conflictos, ya sean familiares o guerras?; Día de la Madre y del Padre (realmente valoramos, como merecen nuestras madres y padres) o ¿los abandonamos, especialmente al final de sus vidas?); Día de la Persona con Discapacidad (¿realizamos acciones para que estas personas puedan vivir dignamente en una sociedad inclusiva?); Día del Migrante (¿Somos conscientes de el drama que viven millones de personas, especialmente niños y ancianos que huyen de la pobreza, el hambre, la violencia, los conflictos y las guerras, en busca de nuevas oportunidades en la vida?), el Día de los Pobres (¿ocurre que nos damos cuenta de que en hecho de que miles de millones de personas viven en la pobreza y la pobreza extrema, sin la más mínima dignidad que el ser humano debería tener?)? de personas mayores está aumentando rápidamente y que la gran mayoría de estas personas sufren discriminación, prejuicios, abandono, maltrato y experimentan hambre, miseria y la pobreza?), Día del Indígena (¿cómo trata nuestro país y otros alrededor del mundo a sus poblaciones originarias, con respeto y dignidad o destruyendo sus culturas y diezmándolas con violencia?), Día del Trabajador (¿sabemos que esclavos, semi- ¿Sigue existiendo el trabajo esclavo o que los salarios que reciben la gran mayoría de los trabajadores no son suficientes para tener una vida digna? Día mundial de la paz (¿nos damos cuenta de que los conflictos armados y las guerras (verdadera estupidez humana) han cobrado vidas e impuesto el sufrimiento a decenas de millones de personas y siguen presentes en varios países?)

Estas son solo algunas fechas que nos deben llevar a reflexionar sobre la realidad que nos rodea, ya sea nuestra familia, nuestra comunidad, incluida nuestra comunidad de fe (nuestra iglesia o religión), nuestra ciudad, nuestro estado, nuestro país, en fin, la ¿todo el mundo?

Lamentablemente, todas estas fechas, incluida la Navidad, fueron paulatinamente y cada vez más siendo apropiadas por el espíritu capitalista, como fechas especiales para “apalancar” las ventas, las ganancias, la acumulación de ingresos, la riqueza en pocas manos y, masificando, alejando a la gente del concreción de la realidad cotidiana, actuando como un verdadero anestésico en la conciencia individual y colectiva.

En el imaginario colectivo, con motivo de estas fechas, parece que todo es una fiesta, que el mundo, toda la gente vivía en un gran parque de diversiones, con sus carruseles, sus norias, sus luces, mucha música, abundante alimento y alegría y todo el pueblo siempre feliz.

Esto también sucede con la Navidad, que nos remite al Dios encarnado, al “Niño” Jesús, al Mesías tan esperado por los profetas del Antiguo Testamento, al Cristo que liberó a la humanidad de sus pecados, al Cristo que predicó el amor y nunca el odio y la violencia; a Cristo que no nació en una lujosa mansión, en una lujosa maternidad o en un hotel cinco estrellas, un “resort” donde sólo los millonarios o multimillonarios pueden asistir y darse el lujo de complacer sus placeres momentáneos; pero sí, Él vino al mundo en forma de una familia de migrantes pobres, sin las condiciones económicas y financieras mínimas para ser acomodados dignamente, sin ningún tipo de asistencia materna para que Nuestra Señora pudiera dar a luz a este niño, este niño que, a lo largo de su vida adulta, aun predicando sólo el amor, terminó siendo condenado, injustamente arrestado, torturado y crucificado, pero eso cambiaría el rumbo de la historia y de la humanidad; nació en un establo, es decir, en el rincón de un corral, entre los animales, ciertamente no un lugar acogedor, pero que todavía está en el centro de la historia humana.

Sin embargo, la figura de este Cristo humilde y liberador, que vivió y convivió con los pobres, los excluidos, las prostitutas, los enfermos, los maltratados y los oprimidos, dio paso a Santa Claus, un anciano amable que con mucha destreza se convirtió en el centro figura de gran marketero navideño, utilizada de la 'mejor manera posible' y con todas las técnicas de propaganda y persuasión apalancándose en el mercantilismo, consumismo, materialismo, despilfarro (alimentario principalmente) y alienación por parte de personas que a lo sumo piensan que “fuera” de nuestras casas, de nuestros barrios cerrados, de alto estándar, de lujosos departamentos, que no solo momentáneamente, sino a lo largo del año y de los años, simplemente ignoran que hay más de 2,3 millones de personas en el mundo viviendo en la pobreza, de las cuales casi un billón están en extrema pobreza y literalmente muriendo de hambre, no solo en Nochebuena o el día de Navidad, sino durante los 365 días de cada año, durante décadas, siglos.

La Iglesia Católica a través de Caritas Internacional y en Brasil, la CNBB a través de Caritas Nacional y sus representaciones en Arquidiócesis, Diócesis y Parroquias, del mismo modo que prácticamente todas las demás Iglesias, Religiones, sectas o filosofías y organizaciones no gubernamentales, filantrópicas han llamado la atención sobre el hecho de que millones de personas en Brasil en este año 2022 no tendrán qué comer, no celebrarán la Navidad, son más de 33 millones los que están sufriendo el dolor del hambre a diario; más de 120 millones de personas que viven en la pobreza, millones de desempleados, millones de subempleados, millones de niños hambrientos, cientos de miles de personas que no tienen un techo donde vivir dignamente y que hacen calles, viaductos y plazas, marqueses sus “hogares”, que viven en completo abandono y en las condiciones más abyectas, lejos de lo que exige la dignidad humana.

Generalmente en esta época de Navidad nos despertamos para ofrecer alguna colaboración encaminada a hacer que la vida de estas personas, aunque sea por un solo día o una noche, sea solo para una pequeña porción de esta gran masa de pobres, hambrientos y miserables. personas que viven casi en lo oculto en nuestro país o que como “buenos cristianos” pretendemos no ver y seguimos ignorando su existencia durante todo el año, a veces muy cerca de nosotros, como la figura de Lázaro en la puerta del rico.

De hecho, es como a lo que se refiere el mismo Cristo cuando habla de las "migas" que caen de la mesa de los poderosos, para dar de comer a los animales, a nosotros también nos motivan estas acciones puramente asistencialistas, aunque sea por un día, imaginando que así, estaremos colaborando para acabar con el hambre en el mundo, en nuestro país oa veces cerca de nuestros hogares. Gran error.

Caritas Brasileira/Nacional lleva años planteando la cuestión de la caridad como fuerza transformadora de nuestras relaciones en la sociedad e, históricamente, en la Iglesia Católica, del mismo modo que prácticamente todas las demás Iglesias y Religiones suelen realizar una gran labor asistencial, a veces incluso tratando de sustituir las funciones de las instituciones públicas, de los diferentes niveles de gobierno o del Estado (sentido amplio de los términos y no de unidades geográficas).

Prueba de ello es la Campaña de la Fraternidad, que se realiza todos los años y, periódicamente, lo hace en el ámbito ecuménico, teniendo como temas diversos aspectos de la realidad socioambiental de Brasil, incluido el hambre, como ocurrió en 1985 y, nuevamente, en este nuevo año 2023, que se acerca, en el que el tema será Fraternidad y Hambre.

Pues bien, Caritas, después de años de analizar la realidad nacional, ha buscado identificar las causas de la pobreza, el hambre y la miseria y, así, no solo promover acciones asistenciales o asistenciales, sino profundizar en estos temas.

Para ello, desarrolló una metodología que establece tres niveles: la asistencia caritativa, que tiene como objetivo “dar el pescado”, es decir, asistir de inmediato a quienes padecen hambre, sed o pobreza extrema. En esta categoría se incluyen todas las acciones con diferentes nomenclaturas, como, por ejemplo, “Navidad sin hambre”, el mero reparto de una pequeña “cena navideña”, unas bolsas de la compra o marmitex, pero que acaban poco después y la gente vuelve a tener hambre.

El segundo nivel es la caridad promocional, que busca “enseñar a pescar”, es decir, en lugar de una mera asistencia, busca ofrecer condiciones para que los pobres, los miserables, los hambrientos puedan calificar para “competir” en el mercado laboral. , (programas de empleo y renta), aún sabiendo que el desempleo y el subempleo son mecanismos utilizados por el sistema capitalista para tener la llamada “fuerza de trabajo de reserva”, que ayuda a mantener los salarios siempre degradados, empujando a la masa de trabajadores a la miseria en que viven.

Finalmente, el tercer nivel es la caridad liberadora, que significa “pescar juntos”, es decir, luchar y caminar, como lo hizo Jesús, junto a los pobres, excluidos, hambrientos, miserables, agraviados para ayudarlos a despertar su conciencia y darse cuenta de que algo anda mal con ellos. las sociedades en las que viven o simplemente sobreviven, comprendan las verdaderas causas de la pobreza, la miseria, el hambre, la violencia, los prejuicios, la discriminación racial, la exclusión social, política, económica y cultural y se den cuenta de que tales males solo pueden abordarse verdaderamente a través de acciones públicas y participativas. Políticas , transparentes y democráticamente establecidas que promuevan la inclusión, la dignidad, la justicia social, la justicia ambiental, la justicia racial y de género y una sociedad con equidad y amor.

El Papa Francisco ha insistido en varios de sus pronunciamientos y textos (Encíclicas) sobre la naturaleza del bienestar, siempre enfatizando que esta forma de actuar sirve mucho más para tranquilizar nuestras conciencias en relación a todos los problemas mencionados en esta reflexión y no promueve cambios estructurales. .que realmente transformen esta realidad.

Para el Sumo Pontífice, la única forma de acabar de una vez por todas con estos males es a través del trabajo decente, con salarios justos, condiciones dignas y garantías de progreso y bienestar para todos. Esto se puede ver, por ejemplo, cuando enfatiza sus tres “Ts”: tierra, techo y trabajo.

Entre sus propuestas están las de “reforzar” los modelos económicos, de ahí su propuesta de nuevos paradigmas contenidos en la Economía de Francisco y Clara; en el Pacto Mundial por la Educación, en Laudato Si' en cuanto al mejor cuidado de nuestra Casa Común (planeta tierra) y Ecología Integral; en la Exhortación Apostólica “Querida Amazonia”, en la Encíclica hermanos todos, donde incluso cuestiona la concentración de rentas, bienes y riquezas, todo ello, en el contexto de la Doctrina Social de la Iglesia.

¡Solo así podremos, un día, quién sabe, tener, de hecho, no solo una Navidad sin hambre, sino un mundo sin pobreza, sin hambre y sin miseria durante todo el año y todos los años!

Pero esto sólo llegará cuando, de hecho, seamos capaces de unir nuestra fe con nuestras acciones socio-transformadoras, en el contexto de nuevos paradigmas, incluyendo la participación y la práctica de la verdadera caridad liberadora y no solo la caridad y la caridad manipuladora, que no hace más que reforzar la llama “status quo” y no transforma las estructuras que generan todos estos males sociales, económicos y políticos.

Creo que esta debería ser una forma de reflexionar más profunda y críticamente sobre la verdadera naturaleza y el significado de la Navidad, como dijo Jesús poco antes de su terrible experiencia: "Este es mi mandamiento: ámense los unos a los otros como yo los amo" y " Esto os mando/os mando, que os améis los unos a los otros". Evangelio de San Juan, 15:12 y 17.

*Juacy da Silva es profesor titular jubilado de sociología en la UFMT.

 


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