por JULIÁN RODRIGUES*
Una descripción del aire de nuestro tiempo.
El cadáver apestaba. No había ninguna autoridad pública capaz de intervenir. El sujeto murió el día 22, pero fue sepultado recién el día 26. Ocurrió en el interior de Goiás, en la apacible Goiatuba. Sin embargo, podría estar en cualquier otro lugar.
Un energúmeno (pastor) prometía resucitar en 3 días, si por casualidad moría. Su esposa creyó y prohibió el entierro en espera de la hazaña milagrosa prometida. No hubo autoridad pública capaz de intervenir y enterrar el cuerpo hediondo. Una multitud acompañó, al fin y al cabo, cantando himnos religiosos, el aplazado funeral del pastor que se jactaba de su resurrección, pero no entregó la orden.
La vida es dura, alguna vez. Resulta que las cosas son más difíciles de lo habitual. Existe un movimiento regresivo internacional que pretende trasladarnos a una época medieval, precartesiana y preilustrada. O arañamos el suelo, sin concesiones al oscurantismo, al fascismo, al irracionalismo y al fundamentalismo religioso, o pronto estaremos en Goiatuba, o peor, en Gilead.
La mejor teoría crítica, los movimientos sociales, un abanico de pensadores nos han dado herramientas para criticar y problematizar la “razón instrumental occidental”. Fresco. Importante. Dicho esto, tenemos que volver a lo básico. Conduce en apuestas. Reaccionar al vendaval neofascista, de extrema derecha, irracionalista, oscurantista, negacionista. La tierra no es plana, el hombre desciende de los monos y las vacunas funcionan. Ah, los muertos no resucitan.
Deconstruir los cimientos fundacionales de la racionalidad, la ciencia y la propia Modernidad es uno de los ejes principales de todo el movimiento de extrema derecha mundial. El auge internacional del neofascismo y similares tiene un lastre muy poderoso con el fundamentalismo religioso y con la difusión no solo de fake news, sino también del anticientificismo.
Quizás el principal legado de las revoluciones burguesas sea el principio de laicismo en el Estado y la primacía de la razón y la ciencia en el trato de los asuntos públicos. Movimientos como el Trumpismo y el bolsonarismo socavan el consenso mínimo que hemos tratado de establecer al menos desde los siglos 17 y 18. Que parte de la población de cada país sigue creencias, se aferra al pensamiento mágico, es fervientemente religioso, hasta aquí todo bien, es parte de la juego democrático. Es inadmisible la penetración de ideas anticientíficas en la “esfera pública”, y en las políticas gubernamentales.
El momento es crítico. No hay lugar para relativizaciones, problematizaciones, deconstrucciones sobre la buena vieja racionalidad. Liberales, socialistas, socialdemócratas, progresistas, anarquistas, comunistas: unámonos. En defensa de la ciencia, la razón, las discusiones fundamentadas en la evidencia, el sentido común, la tradición ilustrada y el laicismo. Antes se pone de moda esperar días para enterrar a alguien porque la persona había prometido resucitar.
La libertad religiosa no es algo que esté por encima de otros derechos humanos, mucho menos por encima del estado laico, las libertades democráticas y las políticas públicas construidas a partir de la evidencia.
¡Orad y velad!
Galaad está aquí. Galaad no está aquí.
* Julián Rodrigues es docente, periodista y activista del movimiento LGBTI y derechos humanos