Nancy Fraser - La crisis multidimensional

Imagen: Valeria Podés
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por FACUNDO NAHUEL MARTÍN*

Consideraciones sobre los nuevos aportes del filósofo a la crítica del capitalismo

Al menos desde la crisis financiera global de 2008, los estudios críticos del capitalismo han recuperado cierta importancia intelectual, luego de haber sido relegados en décadas anteriores, en el contexto de una “crisis del marxismo” particularmente aguda.

Los más vendidos como la de Piketty o nuevas discusiones sobre el post-capitalismo (Mason; Srnicek y Willams; Bastani) demuestran una nueva relevancia del capitalismo como objeto de discusión teóricamente informada. Este escenario de nueva relevancia de la crítica al capitalismo posibilita también un nuevo período para el marxismo. De repente, el nombre de Marx puede ser citado sin “apología” en ambientes académicos y hasta periodísticos, así como se rehabilita –con cierta timidez– el socialismo en la arena política.

Parece que la explosión de las burbujas financieras, seguida de más de una década de débil crecimiento o estancamiento económico, ha vuelto a poner de manifiesto la necesidad de una sólida teoría del capitalismo para comprender e intervenir en los conflictos políticos del presente. Quizás se abra una nueva era de intuiciones anticapitalistas, que podría profundizarse con la actual pandemia, cuya rápida propagación puede estar ligada a prácticas de depredación ambiental y la expansión planetaria de la economía con fines de lucro.

Los signos de los tiempos apuntan, al parecer, a una rehabilitación de las teorías críticas del capitalismo. Y eso implica, en muchos sentidos, una nueva ronda de relecturas críticas de Marx.

Sin embargo, las “revisitas” nunca son simples repeticiones. El marxismo tradicional no puede rehabilitarse simplemente en una de sus concepciones heredadas del siglo XX. Se trata más bien de desarrollar una nueva teoría del capitalismo que esté a la altura de los desafíos del presente y, al mismo tiempo, sea capaz de pensar la historia previa de esta forma social de manera esclarecedora.

Las nuevas aportaciones de Nancy Fraser, importante filósofa en el campo de la teoría crítica de la sociedad, se pueden delimitar en este contexto. Si su trabajo anterior involucró preocupaciones como la redistribución económica y la paridad participativa, su nueva investigación hace del capitalismo como tal el objeto central de estudio y crítica.

Fraser desarrolló esta nueva teoría en multitud de artículos, la mayoría de ellos publicados en Nueva revisión a la izquierda, compilado y traducido al español en Los talleres ocultos de la capital (Sueños traficantes, 2020), así como en el libro coescrito por Rahel Jaeggi, Capitalismo en debate: una conversación en teoría crítica (Boitempo, 2020 [2018]). Desde mi punto de vista, la teoría expandida del capitalismo de Fraser nos permite revisitar el legado de Marx con las cuestiones feministas, poscoloniales, democráticas y ecológicas propias de una teoría social crítica en pleno siglo XXI.

Una lectura del presente: crisis del neoliberalismo progresista

Nancy Fraser es una intelectual política que busca intervenir en el presente con visiones programáticas y diagnósticos críticos. Con Cinzia Arruzza y Titthi Bhattacharya, escribió el conocido manifiesto Feminismo para el 99%: un manifiesto [Boitempo, 2019], traducido a muchos idiomas.

Quizás menos conocida, su teoría del capitalismo informa un diagnóstico crítico del momento actual. Según Fraser, estamos viviendo una crisis del neoliberalismo progresista como corriente política (cuya señal sería, en el contexto de Estados Unidos, la victoria electoral de Donald Trump sobre Hillary Clinton), marcada por una crisis general del capitalismo financiero.

Esta situación marca la apertura de un nuevo período de inestabilidad y conflicto a nivel global. Emergen nuevas derechas populistas, proponiendo una salida autoritaria a la situación, que apuntaría a estabilizar el capitalismo a través de patrones de dominación recrudecientes. Frente a esta alternativa, Fraser llama a la construcción de una nueva alianza de emancipación y protección social, que supere los límites del neoliberalismo progresista y se enfrente a las derechas conservadoras, habilitando una agenda de transición que podría pasar, en el mejor de los casos, de reformas parciales a alguna nueva forma. del socialismo antipatriarcal y poscolonial.

A fines de la década de 1990, el filósofo caracterizó ese contexto como postsocialista. La condición postsocialista marcaría no sólo un tiempo que vendría después del socialismo real y su caída, sino también un período de crisis de la alternativa al capitalismo. En ese momento, Fraser se proponía asumir lúcidamente el momento histórico, intentando pensarlo a contrapelo en lugar de pensarlo sintomáticamente.

Con su perspectiva dualista de redistribución y reconocimiento, trató de producir una nueva alianza de políticas socialistas (o al menos socialdemócratas radicalizadas) y políticas deconstructivas o extraño. Según el autor, el drama de la condición postsocialista fue la combinación de una regresión social de las luchas por la redistribución económica (derrotas de los sindicatos, legitimación social de las desigualdades) y la integración sistémica de los movimientos sociales contestatarios (gestación de movimientos elitistas, meritocráticos y corrientes adaptadas al neoliberalismo en movimientos feministas, LGBTQ, etc.).

Hoy, actualiza la lectura con un diagnóstico de la crisis del neoliberalismo progresista que propició este doble movimiento de desactivación e integración del conflicto social hace algunas décadas.

Em fortunas del feminismo (Sueños traficantes, 2015 [2013]), Fraser adelanta algunas consideraciones sobre su crítica al neoliberalismo progresista, utilizando, sin embargo, el lenguaje del dualismo de perspectivas que corresponde a su marco teórico anterior (y que recibió numerosas críticas). Durante la década de 60, dice, el feminismo de segunda ola se unió a otras corrientes radicales para superar el imaginario socialdemócrata que había ocultado la opresión de género.

Superando los límites de la izquierda tradicional, denunció el androcentrismo implícito en los estados de bienestar de posguerra. Después de que pasaron las energías iniciales de esta ola, hubo un creciente abandono de los ideales socialistas. Las “luchas por el reconocimiento”, siempre según Fraser, tendieron a integrarse en las agendas neoliberales en lugar de funcionar como complementos de la lucha por la igualdad económica. “Un economicismo truncado fue reemplazado por un culturalismo truncado”.

Hoy, sin embargo, perspectivas centradas unilateralmente en el reconocimiento carecerían de credibilidad debido a la crisis económica, que marca la necesidad de una política menos dualista y más equilibrada entre las agendas redistributiva y de reconocimiento. Esto se expresaría en una renovada preocupación por las desigualdades económicas dentro de los movimientos sociales que se resisten a cualquier modulación neoliberal, como vimos en la nueva ola feminista, en las protestas antirracistas y en los estallidos populares callejeros, como los que mantuvieron a Chile al borde. de abismo el año pasado.

El “neoliberalismo progresista”, que Fraser ha criticado duramente en los últimos años, surgió de la división entre las luchas centradas en la economía (que ahora llama “luchas de protección social”), por un lado, y las luchas contra los patrones culturales de dominación ( que ahora llama de “emancipadores”), por el otro. Este divorcio entre protección social y emancipación, para Fraser, dejó el camino abierto para que las fracciones progresistas de las élites neoliberales metabolizaran las demandas emancipatorias en sus propios términos, produciendo una alianza de dos a uno entre mercantilización y emancipación (liberalización del mercado más libertades individuales). contra los debilitados derechos sociales que se plasmaron en los estados de bienestar (cuya marca fue la unión entre protección social y mercantilización frente a la emancipación).

Esto ha llevado a una combinación de “reconocimiento progresivo y redistribución regresiva”. Fraser mantiene, en su pensamiento contemporáneo, la crítica al divorcio entre redistribución y reconocimiento en la política de izquierda, reformulada como discusión con el neoliberalismo progresista. Ahora, sin embargo, añade un nuevo elemento: el capitalismo contemporáneo, y con él el neoliberalismo progresista, está en crisis.

Lo anterior también significa que Fraser diagnostica un cambio de época. En lugar de un mundo postsocialista de crisis de alternativas, vivimos en un mundo de crisis multidimensional del capitalismo neoliberal. La crisis no es meramente financiera, sino que atraviesa todas las divisiones institucionales de la sociedad. Este estremecimiento multidimensional, ahora diagnosticado más allá de toda oposición entre cultura y economía, implica una ruptura entre la acumulación de capital y sus condiciones de posibilidad no mercantilizadas, en todos los niveles. Esto nos lleva al segundo eje del pensamiento de Fraser que me gustaría destacar: la articulación de una pluralidad de conflictos sociales desde el punto de vista de una teoría ampliada del capitalismo.

Moradas ocultas detrás de la producción: hacia una teoría extendida del capitalismo

NORTE'La capital, Marx nos exhorta a dejar atrás las superficialidades de la esfera de la distribución económica y adentrarnos en la morada oculta de la producción social. Buscando resaltar el gesto de desvelamiento, Fraser encuentra nuevas “moradas ocultas” detrás de la producción de valor: la reproducción social, la naturaleza, la expropiación de las comunidades raciales, la política. Estas esferas configuran la ontología social diferenciada internamente del capitalismo.

Es un orden social único, pero no tiene una única lógica social “totalmente abarcadora” (por ejemplo, la acumulación de capital), sino lógicas diversificadas según divisiones institucionales que contienen distintos criterios normativos. El capitalismo no puede derivarse en su totalidad de la lógica del capital. Más bien, aparece como un orden institucional que vincula la explotación con la dominación racista y patriarcal, agudiza la separación entre humanidad y naturaleza, y tiene una relación contradictoria con la democracia.

Fraser parte de un enfoque marxista del capitalismo para construir una caracterización más amplia sobre esta base. El capitalismo implica la división de la sociedad en clases, la compra y venta de fuerza de trabajo como mercancía, la dinámica compulsiva de acumulación y la asignación de factores de producción a través del mercado. Estos rasgos delimitan la especificidad histórica de la sociedad del capital, que la caracterizan y diferencian de otras formas sociales preexistentes.

Los cuatro rasgos esbozados anteriormente, sin embargo, no especifican completamente el carácter del capitalismo como una sociedad estructurada en torno a la acumulación de capital, aunque no puede reducirse sin residuos a la mercantilización. Por el contrario, existen condiciones de posibilidad no comerciales para la existencia del capital, el cual, por tanto, aparece como un sujeto truncado de la vida colectiva, que tiene una dinámica ciega y compulsiva pero también carece de autonomía, dependiendo de instancias sociales relativamente autónomas para reproducirse. .

Fraser cuestiona la tesis de la universalización capitalista de la forma mercancía, con sus normas objetivas y subjetivas, que, al menos desde Lukács, ha caracterizado a buena parte del marxismo (no sólo ortodoxo). El autor nos propone pensar el capitalismo en términos de “condiciones de fondo” (condiciones de fondo) del proceso de valoración. Estas condiciones de fondo también corresponden a áreas de conflicto social en el mundo contemporáneo, por lo que la teoría del capitalismo es, al mismo tiempo, una teoría de luchas y dinámicas de antagonismo en la crisis neoliberal.

la reproducción social

La primera condición de fondo, o división institucional del capitalismo, que destaca Fraser, siguiendo al marxismo feminista, es la reproducción social. En la sociedad capitalista, la reproducción de la fuerza de trabajo se realiza en gran medida (aunque no en su totalidad) en un marco no mercantilizado, en el ámbito doméstico y predominantemente por parte de las mujeres.

El trabajo reproductivo garantiza la reproducción de la fuerza de trabajo, incluyendo también los procesos de subjetivación que conducen a la formación de comunidades ya la interacción social significativa. La división entre la producción de mercancías y la reproducción social es una condición generalizada del capitalismo. Esta división institucional pertenece específicamente a esta sociedad: en otras sociedades históricas, la actividad social y económica está directamente orientada a la producción para la subsistencia, sin separar la producción de valor de la reproducción social.

Fraser argumenta que el capitalismo tiene una tendencia estructural hacia la crisis de reproducción social. Las contradicciones sistémicas del capitalismo no solo se desarrollan dentro de la acumulación de capital (tasa de ganancia decreciente, sobreproducción, etc.). El capitalismo tiene contradicciones estructurales y tendencias a la crisis también en la interacción entre la esfera de la reproducción social y la producción de mercancías. La compulsión hacia la acumulación ilimitada tiende a desestabilizar el proceso de reproducción social en el que, contradictoriamente, se basa.

La combinación de separación, dependencia y rechazo entre ambos circuitos es una fuente constante de inestabilidad social, ya que la dinámica de acumulación tiende a socavar los cimientos de la reproducción social que, al mismo tiempo, presupone como su condición institucional.

Expropiación y racismo

La segunda condición institucional del capitalismo se vincula con el imperialismo y el racismo, que Fraser considera parte integral de la sociedad capitalista, así como la dominación de género. El capitalismo, como ha argumentado Fraser durante décadas, no suprime las jerarquías de estado. Por el contrario, marca políticamente a algunos sujetos como menos que proletarios: sujetos que pueden ser objeto de expropiaciones directas y violentas por medios públicos o privados.

Esta separación está atravesada por la racialización y el imperialismo. Las divisiones entre colonos e indígenas, entre “blancos” y poblaciones racializadas, constituyen una marca perdurable de los procesos de expansión capitalista, que se basan, por tanto, no sólo en la explotación del trabajo formalmente libre, sino también en la expropiación sin compensación de trabajadores, los “otros del hombre civilizado”.

Las dinámicas de racialización se organizan internacionalmente, delimitando núcleos y periferias globales del capitalismo, mientras que la expropiación y la explotación a veces coexisten dentro de un mismo Estado. La expropiación de las comunidades, por lo tanto, no es una condición histórica pasada anulada por la historia posterior del capitalismo. Es uno de sus mecanismos constantes, una “acumulación por otros medios” del “decomiso bruto”.

La separación entre sociedad/naturaleza y ecología-mundo

La separación entre explotación y expropiación reduce una parte de la humanidad misma a estado de menos que humanos, es decir, de mera naturaleza disponible para ser expropiada.

La identificación de los “nativos” con la naturaleza no es casual ni accidental. El capitalismo instituye una relación dual (de separación y anexión) con la naturaleza, que se vincula a la dinámica global de expropiación y racismo. Los capitalistas expropian “gratuitamente” porciones de la naturaleza ubicadas en sus fronteras de expansión, tratándolas como materia de libre disposición y uso, como un “regalo gratuito” que no es necesario compensar en términos de valor. La constante anexión de la naturaleza, como fuente de riqueza y basurero, acompaña la acumulación de capital en cada ciclo histórico.

En este punto, Fraser sigue de cerca los desarrollos de Jason W. Moore en El capitalismo en la red de la vida (2015). El capitalismo, como cualquier forma social, organiza y produce mediante de la naturaleza Sin embargo, crea una división históricamente sin precedentes entre sociedad y naturaleza (esta separación tiene una historia previa en Occidente, pero con el capitalismo alcanza dimensiones cualitativamente nuevas). A la larga, esto también produce contradicciones ecológicas.

La acumulación presupone la libre y en principio infinita disponibilidad de la naturaleza como recurso. Pero también desestabiliza las sucesivas ecologías en las que se organiza, socavando cada vez más sus propias condiciones de posibilidad. Una vez más, las contradicciones del capitalismo no se limitan a la acumulación de capital. Incluyen las contradicciones entre la acumulación y sus condiciones de posibilidad o de fondo, en este caso, las condiciones ecológicas.

economía y política

La última condición básica del capitalismo es la política. En pocas palabras, la explotación del trabajo libre presupone una poder publico separado, que delimita y facilita las relaciones contractuales entre los particulares en el mercado. Esto configura una separación entre economía y política también propia del capitalismo (en otras sociedades históricas es normal ver fusionarse inmediatamente el poder político y el económico).

La diferenciación entre economía y política es, por tanto, estructuralmente necesaria para el capitalismo. Esto lleva a la contradicción entre capitalismo y democracia, que fue el tema de Ellen Meiksins Wood. La desigualdad de clases y la lógica compulsiva de la acumulación tienden a constreñir la política, que el capitalismo presupone como relativamente autónoma de la economía. La legitimidad democrática es entonces cuestionada o, más bien, periódicamente socavada por los imperativos de acumulación. Esta contradicción se refiere al carácter ciego, “automático” del capital como sujeto social que se mueve de forma autónoma (con su lógica compulsiva del valor que pone valor), por un lado, y a sus condiciones políticas de legitimación (basadas en los ideales de igualdad y la autodeterminación democrática de la sociedad), por el otro.

Fraser profundizó estas tesis en el artículo “¿Crisis de legitimación?(2015), en el que Jürgen Habermas vuelve a analizar la crisis política del capitalismo neoliberal. El autor se preocupa especialmente por una serie de reacciones sociales ante la crisis de legitimación, que pueden dar lugar a actitudes conservadoras o reaccionarias, desde la resignación “realista” al capitalismo hasta la adhesión al “populismo autoritario”, capaz de conectar con el descontento con la futilidad. de la política frente a los ciegos mecanismos del capital.

En estos casos, la crisis de legitimidad parece entrar en una espiral catastrófica donde las herramientas para responder a las dinámicas del capitalismo (por ejemplo, el poder público) serían erosionadas por las propias dinámicas del capital, llevando a la población a desilusionarse con la política democrática. y entregar el poder a líderes autoritarios que, en última instancia, están llamados a empeorar toda la situación.

Agencia, estructura y perspectivas emancipatorias

Más arriba traté de reconstruir cómo Fraser aborda la multiplicidad de conflictos sociales del presente, desde una teoría ampliada del capitalismo capaz de historizar esta forma social. Fraser propone cuestionar el capitalismo (y, tendencialmente, superarlo) desde una radicalización de la ideología democrática que combine protección social y emancipación.

Finalmente, resaltaré cómo articula dos tensiones propias de cualquier teoría crítica de la sociedad, a saber: las tensiones entre agencia y estructura y entre lógica e historia. Fraser reconstruye la historia del capitalismo a partir de las sucesivas estabilizaciones provisionales de las contradicciones institucionales que constituyen el orden social. Esto marca una restricción estructural general y un abanico de posibilidades de acción.

En el marco de la sociedad capitalista, es necesario articular las distintas divisiones institucionales de cada época en el ámbito de su “núcleo lógico”, que es la acumulación de capital como necesidad compulsiva o ciega (si la acumulación o cualquiera de sus condiciones de interrumpida, toda la sociedad entra en crisis). Mientras no se supere el capitalismo, la organización del orden institucional en torno a las dinámicas de valorización debe ser repuesta en cada fase histórica. Sin embargo, los términos precisos de esta articulación del orden institucional, el trazado de sus límites a cada paso, son contingentes y dependen de los conflictos sociales, de las iniciativas políticas exitosas o fallidas y de las luchas temporalmente coaguladas.

Las sucesivas fases históricas del capitalismo son, pues, diferentes modulaciones de un orden social básico reconstruido anteriormente como modelo. Los términos específicos negociados en cada una de estas fases dependen, a su vez, del encuentro contingente entre la acumulación de capital y las luchas fronterizas, que delimitan las bisagras móviles y las fronteras negociables en el orden social. Cada estabilización transitoria del capitalismo implica así una síntesis de agencia y estructura, en la que se sintetizan provisionalmente ontologías diversas pero estructuralmente sustentadoras.

Las diferentes condiciones de fondo del capitalismo tienen sus propias gramáticas normativas y ontologías diferenciadas. La política no está directamente subordinada a la lógica de la mercancía, así como la reproducción social no se rige simplemente por la dinámica de la acumulación, etc. Esto no significa que estas variadas divisiones institucionales sean puros reservorios de normatividad emancipadora. Simplemente marcan la heterogeneidad interna y la propensión a la inestabilidad del orden institucional.

El capitalismo “funciona”, en cada época, en la medida en que articula estas lógicas sociales diferenciadas en un marco unitario, como articulación “necesariamente contingente” y transitoria de elementos heteróclitos. La tensa síntesis entre agencia y estructura, condensada como una frágil tregua institucional en cada época del capitalismo, es lo que permite también el despliegue de una racionalidad estratégica: una inteligencia programática de izquierda que permite conectar las luchas sociales a las dinámicas mayores del capitalismo y su potencial abolición.

Reformulando las ideas de Karl Polanyi, Fraser distingue un “triple movimiento” entre mercantilización, protección social y emancipación, de cuya resolución depende la estabilización periódica del orden institucional.

El ciclo fordista estuvo marcado por la alianza entre protección social y mercantilización, en detrimento de la emancipación social. El capitalismo neoliberal, en cambio, fue posible gracias a una alianza entre mercantilización y emancipación, que incorporó parte de las críticas y demandas emancipatorias de los movimientos sociales y la nueva izquierda de los años sesenta, metabolizándolas en formatos individualistas y meritocráticos. Esto marcó un período de neoliberalismo progresista en el que la expansión del mercado parecía ofrecer oportunidades para versiones domesticadas de los movimientos sociales.

Hoy, este ciclo neoliberal-progresista ha entrado en crisis, en el marco de una crisis general del capitalismo financiarizado. Los populismos de derecha, pero también las explosiones callejeras del antirracismo, el feminismo, el ecologismo y, en general, las protestas contra una vida que se vuelve insostenible, son signos de un capitalismo neoliberal agotado que se encamina hacia una gran transición.

La gran transformación de época que estamos experimentando hoy no es necesariamente progresista o poscapitalista, pero tiene potencialidades contradictorias. La explosión de expresiones políticas en los extremos del espectro (populismo de derecha contra movimientos sociales con enormes desarrollos en las calles) revela el momento de crisis y el antagonismo entre sus posibles caminos de resolución.

La estabilización sistémica se hace posible cuando se alían dos de los tres movimientos capitalistas posibles, en detrimento de un tercero. En estos casos es posible condensar la dinámica de la lucha hacia un orden social provisional pero viable. Tal vez la transición a una sociedad poscapitalista comience con un movimiento similar de dos contra uno en la dinámica social en curso.

Si es posible aprovechar el momento histórico antes que los populismos de derecha y otras alternativas autoritarias, la clave está en producir una alianza de protección social y emancipación que pueda articular las luchas fronterizas y la lucha de clases en una serie de reformas no nacionales reformistas. cuyo horizonte final es la superación del capitalismo como orden institucional patriarcal, racializado y destructivo para la sustentabilidad de la vida.

*Facundo Nahuel Martín. es candidato a doctorado en filosofía en Universidad de Buenos Aires.

Traducción: Fernando Lima das Neves

Publicado originalmente en: jacobinlat.com

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