por AFRANIO CATANÍ*
Comentario sobre el libro de Deborah Levy
Nacida en Johannesburgo, Deborah Levy (1959), novelista, dramaturga y poeta, ha ido viendo publicados sus libros en Brasil, especialmente en los últimos años. La trilogía fue publicada recientemente. Cosas que no quiero saber, el costo de la vida e Bienes raíces, narrativas en las que sus recuerdos acaban mezclándose con reflexiones particulares y universales sobre el papel de la mujer en la sociedad occidental actual. En el primer volumen informa sobre su infancia en Sudáfrica, la vida bajo la segregación racial, el arresto de su padre, un activista político, el traslado a Inglaterra, donde aún vive.
Deborah Levy fue nominada dos veces por Premio de los orfebres, tres veces al Premio Booker y recibió, entre otros, el Premio Femina Étranger (2020). Inicialmente escribió para el teatro, siendo puesta en escena en Royal Shakespeare Company, además de tener una amplia difusión en todo el BBC, con varias obras de radio, antes de centrarse en la ficción en prosa. Compañero en artes creativas en Trinity College (Cambridge) y Royal College of Art (Londres).
hermosos mutantes, tragar geografía e billy y girLa di a conocer mundialmente, leí sus libros publicados en Brasil, mencionados en el párrafo inicial, además de El hombre que lo vio todo.
Nadando de regreso a casa (Casa de natación, 2011) llegó aquí hace diez años y recibió poca atención. En la contraportada se transcriben algunos comentarios sobre la obra. Entiendo que lo más expresivo fue extraído del El Independiente: “Esta extraordinaria novela, una profundización en la naturaleza del trauma infantil, el exilio, la depresión y la creatividad, es una inquietante exploración del significado de la pérdida y el anhelo”.
El epígrafe ya abre el camino a lo que viene después: “Por la mañana, todas las familias, hombres, mujeres y niños, si no tienen nada mejor que hacer, se cuentan sus sueños. Todos estamos a merced de los sueños y tenemos la obligación para con nosotros mismos de probar su fuerza en el estado de vigilia” (La revolución surrealista, No. 1 de diciembre de 1924).
Julio de 1994: Joe Jacobs, famoso poeta británico, llega para pasar las vacaciones con su familia en un villa de la Riviera Francesa, en los Alpes Marítimos, cerca de Niza. Lo acompañan su esposa Isabel, periodista y corresponsal de guerra, su hija Nina, de 14 años, y sus amigos Mitchell y Laura, comerciantes ingleses que están prácticamente en quiebra. Cuando llegan a la casa alquilada, conocen a Kitty Finch, una joven botánica de cuerpo escultural que, la mayor parte del tiempo, anda desnuda. Ella no debería estar allí, se inventa una excusa (que hubo un error en su reserva de hotel) e Isabel la invita a quedarse, ocupando una habitación al fondo, fuera de la casa, cerca de Jurgen, un conserje que está un poco hippie, drogadicto, vagabundo y siempre tratando de engañar al dueño del inmueble.
La incorporación de Kitty al grupo será un elemento de perturbación para este microcosmos, provocando que la tranquilidad esperada se pierda por el desagüe de la piscina, que es, de hecho, un elemento importante de la trama.
A lo largo de la narración se entenderá que la presencia de Kitty no es casual, como tampoco lo es la invitación de Isabel. Una madre ausente, siempre ocupada con sus reportajes internacionales, deja a Nina al cuidado de su padre, un poeta de origen polaco que vive en Inglaterra desde que ella tenía cinco años.
Conociendo todo el trabajo de Joe Jacobs y siendo hija de una ex señora de la limpieza del inquilino, Kitty se establece en la casa. Utilizando estratagemas, pide al poeta que lea un poema que escribió la joven, cuyo contenido acaba siendo revelador, interfiriendo en el comportamiento de la adolescente Nina y desencadenando todo un proceso de acercamiento y distanciamiento entre los agentes implicados.
El libro me recuerda La piscina (1969), una antigua película de Jacques Deray, con música de Michel Legrand y un reparto de renombre, un drama psicológico que se desarrolla en un villa Hotel de lujo, también ubicado en la Riviera francesa. La situación se vuelve cada vez más incómoda, predominan los celos y la tragedia se vuelve inminente.
La pluma de Deborah Levy es mordaz: en las primeras páginas detalla que Isabel, en su profesión de corresponsal de guerra, “salvó vidas de cuerpos hinchados que flotaban en los ríos (…) Al parecer, la audiencia televisiva aumentaba cuando ella aparecía en las noticias”. La madre de Nina “desapareció en el norte de Irlanda, Líbano y Kuwait, y luego regresó como si acabara de salir a comprar un litro de leche”.
Isabel siempre fue la primera de su clase en la escuela primaria de Cardiff, Gales. Ahora tenía casi 50 años –su marido, el gran poeta, tenía 57– y, en la práctica, “…era una especie de fantasma en su casa de Londres. Cuando regresó de sus diferentes zonas de guerra y vio que en su ausencia el betún o las bombillas habían sido almacenados en lugares diferentes, lugares similares, pero no iguales a donde estaban antes, se dio cuenta de que ella también tenía un lugar de transición. en la casa. Para hacer las cosas que eligió hacer en el mundo, corría el riesgo de perder su lugar como esposa y madre, un lugar desconcertante atormentado por todo lo que había sido imaginado para ella, si decidía ocuparlo”.
Entonces Joe podría decirle a Isabel que “cuando abandonó a su pequeña hija para dormir en una tienda de campaña con escorpiones, él entendió que tenía más sentido que le dispararan en una zona de guerra que escuchar sus mentiras en la seguridad de su propio hogar. . Aún así, sabía que su hija había llorado por ella cuando era pequeña y luego aprendió a no llorar porque eso no la devolvía”.
La casa de Nina en el oeste de Londres no era precisamente acogedora, ya que “su padre siempre estaba en la oficina. Su madre siempre estaba de viaje, sus zapatos y vestidos estaban ordenados en el armario como si hubiera muerto”. El padre recibió a sus amigas en su propia casa y, cuando se marcharon por la mañana, metió las sábanas en la lavadora.
Mientras tanto, la joven Kitty tenía acento del norte de Londres y sus dientes frontales estaban torcidos. “Cuando no tartamudeaba y se sonrojaba, parecía como si hubiera sido esculpida en cera en un oscuro taller de Venecia. De todos modos, era “la chica inglesa pelirroja”.
Madeleine Sheridan, la vecina que observa todo, le comenta al cuidador Jurgen sobre Isabel y Kitty: “Creo que quiere que la linda loca distraiga a su marido para finalmente poder dejarlo”. La propia Madeleine, una médica inglesa jubilada que acababa de cumplir 80 años, da su diagnóstico: Nina Jacobs tendría que elegir de cuál de los dos podría prescindir. “¿No entendió Isabel que su hija ya se había adaptado a la vida sin la presencia de su madre?”
No contaré pasajes relevantes que conduzcan al final de la historia. Pero puedo decir que en las últimas tres páginas Nina Jacobs es la narradora. Vive en Londres, es el año 2011, tiene al menos 30 años y recuerda a su padre, siempre soñando con él. Dice que ambos aprendieron a arreglárselas juntos. “Lavó mis túnicas, medias y camisetas, cosió botones de mis abrigos, buscó calcetines perdidos e insistió en que nunca debía tener miedo de la gente que hablaba sola en los autobuses”. Cree que necesita decirle a su padre que cuando lee biografías de personajes famosos, sólo le interesa “cuando escapan de sus familias y pasan el resto de sus vidas superando ese hecho”.
Ah, casi lo olvido: Nina tiene una hija, aunque no revela su edad. Y nos recuerda la imposibilidad de determinar cómo pueden ser los sueños. Aunque quiere que los sueños de su hija sean buenos, sabe que no tiene control sobre ellos. "Digo esto todas las noches, especialmente cuando llueve".
*Afranio Catani Es profesor jubilado de la Facultad de Educación de la USP y actualmente es profesor titular de la misma institución. Profesor visitante de la Facultad de Educación de la UERJ (Campus Duque de Caxias).
Referencias
Débora Levy. Nadando de regreso a casa. Traducción: Léa Viveiros de Castro. Río de Janeiro, Rocco, 2014, 160 páginas. [https://amzn.to/3ULbEAd]

La piscina (Las piscinas, 1969). Dirigida por: Jacques Deray. Guión: Alain Page, Jacques Deray, Jean-Claude Carrière. Música: Michel Legrand. Reparto: Alain Delon, Jane Birkin, Maurice Ronet, Romy Schneider, Paul Crauchet.
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