por MARIO MAESTRI*
Entender lo que hizo mal la izquierda en el pasado, para no repetirlo en el presente, es la mejor y única manera de honrar a nuestros luchadores caídos
Para el compañero Lincoln Abreu Penna
Las clases dominantes siempre han usado las armas para defender sus privilegios. El recurso a la violencia es, por tanto, una condición para la emancipación de los oprimidos. No era la propuesta retórica de Marx y Engels que la violencia es la partera de la historia. Desde su constitución como la orientación más avanzada de la lucha anticapitalista, el marxismo planteó el asalto armado de los oprimidos al poder y se opuso a los ataques individuales y grupales, golpes de mano, etc. En Rusia, los marxistas siempre han luchado contra estos deslices. (BROUÉ, 1969.)
El rechazo del marxismo a ese tipo de violencia de vanguardia no era moral. Nació de la concepción de una revolución social a través de la difícil organización de los trabajadores para la destrucción del orden burgués y la construcción de un nuevo Estado, en el contexto de un salto de calidad en la organización y conciencia del mundo del trabajo. Seguir este camino prepara al mundo del trabajo para la destrucción del orden burgués y el establecimiento de un nuevo Estado controlado por él. La emancipación de los trabajadores es, pues, necesariamente obra de los trabajadores.
El marxismo entendió como esencial, a la insurrección de las clases explotadas, el desgarramiento de la sociedad, nacido de la exacerbación de las contradicciones de clase, en el contexto del avance de la conciencia y organización de los trabajadores. Sin embargo, incluso dadas estas condiciones, la victoria no está garantizada. La insurrección es un arte, una ciencia, en la que la Tercera Internacional buscó formar a sus cuadros, llegando incluso a publicar un manual sobre “insurrección armada”. (NAUBERG, 1970.)
León Trotsky describió, de manera más precisa, por primera vez, la desintegración social que hace posible la insurrección, luego de participar en una posición privilegiada en la Revolución de 1905, como último presidente del soviet de Petrogrado. En obras sobre esa revuelta y, sobre todo, en su Historia de la Revolución Rusa, describió la decadencia de la hegemonía del Estado, cuando una convulsión social general llegó a delimitar espacios geográficos opuestos, construyendo un verdadero “doble poder” que oponía a opresores y oprimidos. (TROCKIJ, 1905; TROTSKY, 1950; MARIE, 2009.)
En Chile, en las semanas comprendidas entre el 29 de junio (Tancazo) y el 11-S, derechistas, por un lado, y obreros y populares, por otro, no se alejaron mucho de sus barrios, territorios liberados pertenecientes a dos poderes en explosiva contradicción. La negativa de las llamadas direcciones populares a dirigir a los trabajadores al asalto al poder abrió las puertas a la masacre golpista, imprescindible para que la población se sometiera una vez más a la hegemonía burguesa y olvidara lo cerca que había estado de vencerla para siempre. (MAESTRI, 2013.)
partido contra soviet
En profundas crisis sociales, las clases dominantes, aun debilitadas, mantienen centralizados sus cuerpos de poder, con las fuerzas armadas como última trinchera. Los trabajadores deben construir, de manera acelerada, cuando hay una crisis revolucionaria, órganos para centralizar su voluntad y acción, para no colapsar. Trotsky vio en los soviets, construidos por los trabajadores en 1905, el órgano de centralización de las fuerzas insurgentes, que, según él, resurgiría con la reanudación del impulso revolucionario. En lo que tenías razón. Inicialmente, descuidó la importancia del asalto y conquista del poder por parte del partido revolucionario, la vanguardia organizada y centralizada de las clases revolucionarias. Visión compartida con Rosa Luxemburgo, una de las causas de la derrota de la Insurrección alemana de 1919. (BROUÉ, 1964.)
Vladimir Lenin, con una visión más tradicional de la lucha por el poder, abogó por una insurrección no tan necesaria para el asalto al poder. Inicialmente miró con recelo a los soviets, que temía reemplazarían al partido revolucionario que se esforzaba por construir. Los bolcheviques tuvieron poca importancia en la Revolución y en los soviets de 1905. Con las Tesis de abril de 1917, en dura disputa por la dirección bolchevique, Lenin aprobó la necesidad de una lucha inmediata por el poder, ante la “doble potencia” que se había instalado se apoderó, se disolvió, contra los trabajadores. El asalto se produjo desde los cuerpos soviéticos, en los que los bolcheviques habían obtenido la mayoría. Llegaron a ser considerados como el eje central del poder obrero en el nuevo estado que, en 1922, fue bautizado como Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas - URSS.
En los años posteriores a 1917, el concepto de insurrección armada se consolida con el advenimiento de una situación revolucionaria, agudización del anterior período prerrevolucionario, nacido del creciente agravamiento de las contradicciones sociales y del establecimiento de un “doble poder” en la sociedad . Los comunistas debían facilitar y orientar el empuje de la lucha de clases, hacia un eventual período prerrevolucionario, que sin embargo no dependía de sus deseos, pues maduró en las entrañas de la sociedad. Tuvieron que organizar, intervenir y dirigir a los oprimidos al asalto del poder, cuando estalló la “situación revolucionaria”, sin que sea tarde ni temprano, lo que podía acarrear -y acarreó- no pocas veces terribles consecuencias para los trabajadores. .
La hecatombe de la Primera Guerra Mundial aceleró una ola revolucionaria en Europa que condujo a insurrecciones obreras en Rusia, victoriosas, y en Hungría, Alemania, Italia, etc., derrotadas, por varias razones. En 1923, con el fiasco de la segunda insurrección en Alemania, la revolución decayó. Ante la nueva situación, la Internacional Comunista afinó sus políticas para superar ese período, a la espera de un nuevo impulso para la lucha de clases. (FRANK, 1979.) El hombre propone, Dios dispone. El reflujo facilitó el advenimiento del orden burocrático-estalinista, que rompería con el apoyo y sofocaría la revolución mundial, imprescindible para la protección de la URSS, como V. Lenin, L. Trotsky y todos los bolcheviques fieles a la revolución de 1917 recordado (BROUÉ, 1969).
Sumisión de trabajadores
Preocupada únicamente por la URSS, donde se asentaban sus privilegios, la dictadura burocrático-estalinista estaba interesada en mantener buenas relaciones con el mundo capitalista. Para los países coloniales y semicoloniales, definió una revolución nacional-capitalista, dirigida por la llamada “burguesía progresista”. Al final de la Segunda Guerra Mundial, Luís Carlos Prestes y la dirección del PCB llamaron a los trabajadores a “ajustarse el cinturón” y no ir a la huelga. Era revolucionario enriquecer a los patrones… (PRESTES, 2015.) La revolución socialista era para un futuro impreciso, luego de la plena maduración del orden capitalista. El mismo colaboracionismo se promovió en los países avanzados. En Italia, el PCI apoyó la amnistía para los bandidos fascistas y desarmó partidista, que controlaba y gobernaba regiones de Italia. partisanos volvieron indignados con la traición de las montañas después de 1945. (GREMO, 1995.)
Incluso cuando el estalinismo ensayó oleadas de izquierda, por diversas razones, como el llamado “Tercer Periodo”, reafirmó la colaboración de clases y dio la espalda a los trabajadores. En el pUTSCH A partir de 1935, el PCB defendió un programa antiimperialista e industrial-burgués. Sin socialismo. Y se basó principalmente en los cuadros comunistas, nacionalistas y antifascistas de las fuerzas armadas. Mantuvo a los trabajadores en la oscuridad hasta el estallido del levantamiento. El 23 y 27 de noviembre de 1935, cuando se llama a dar un golpe de Estado a la marcha, algunos sindicalistas comunistas y antifascistas creyeron que se trataba de una provocación getulista. Además del indiscutible heroísmo de los participantes, el golpe de estado trató a los trabajadores como meros simpatizantes de la revuelta y violó las condiciones objetivas y subjetivas del movimiento social. Facilitó la represión y, posteriormente, el golpe getulista de 1937, desorganizando el movimiento obrero y de izquierda durante muchos años. (PRESTES, 2001; FREITAS, 1998.) Karl Marx diría que “el camino al infierno de la revolución también está empedrado de buenas intenciones”.
En las décadas de 1950 y 60, los comunistas bajo las órdenes moscovitas propusieron un programa antiimperialista e industrialista, bajo la dirección de una fantasmal “burguesía progresista”. La propuesta de preparar el asalto al poder, en un período prerrevolucionario y en una situación revolucionaria, para la construcción de un orden soviético, fue vista como provocaciones izquierdistas trotskistas y luxemburguesas. Los comunistas argentinos abrazaron a la burguesía antiperonista y antiobrera y no tuvieron reparos en apoyar el golpe de 1976. El Partido Comunista de Cuba apoyó a Fulgencio Batista. En el Brasil de João Goulart, con el PCB enredado con el laborismo y el desarrollismo burgués, en vísperas del golpe, Prestes habría afirmado que los comunistas ya estaban en el gobierno y que la tentativa derechista sería aplastada irrevocablemente por los funcionarios nacionalistas. (MAESTRI, 2019.)
Dirigentes del PCB como Diógenes Arruda Câmara, Apolônio de Carvalho, Carlos Marighella, Jacob Gorender, Joaquim Câmara Ferreira, Mário Alves y la militancia comunista fueron educados bajo la hegemonía de la colaboración de clases y ajenos a la lucha por la autonomía de los trabajadores. A lo sumo, compartían y conocían la vulgata del marxismo estalinista y postestalinista, en un sesgo industrialista positivista-burgués. El 31 de marzo de 1964 todos despertaron del sueño colaboracionista, cuando la llamada “burguesía progresista” y “anticapitalista” integró de manera destacada el golpe de Estado. La derrota histórica de 1964, con repercusiones no sólo en Brasil, se produjo sin resistencia efectiva.
Reanudación de la Revolución
A partir de las décadas de 1950 y 60, vientos revolucionarios agitaron nuevamente Europa y el mundo: derrota de la intervención imperialista en Corea del Norte; independencia de Argelia; el nacionalismo de izquierda en Oriente Medio; radicalización en Palestina; avanzando la lucha en Vietnam, Camboya, Laos; situación revolucionaria en Francia, traicionada por el PCF, en 1968; Obrero-estudiante “Otoño Caliente” en Italia, en 1969, con la oposición del PCI; lucha por la independencia de las colonias portuguesas, etc. Frente al imperialismo yanqui, la revolución triunfó en Cuba, en 1959, y se definió como socialista, en 1961. El mundo volvió a respirar el aire puro de la revolución en marcha.
El imperialismo y el gran capital optaron por dictaduras militares preventivas en innumerables países, organizándolas según sus necesidades. Una realidad facilitada por la inexistencia, en cualquier región del mundo, de un partido marxista revolucionario, representativo de un sector importante del mundo obrero, que defendiera la centralidad de los trabajadores en el proceso revolucionario. Una de las pocas excepciones, transitoriamente, fue el POR en Bolivia. (LORA, 1971.) Las organizaciones marxista-revolucionarias (trotskistas), de programa socialista, eran frágiles y no pocas cayeron en la confusión. A principios de la década de 1970, el maoísmo revolucionario entró en una profunda crisis con la alianza contrarrevolucionaria de China con Estados Unidos.
Durante el tiempo que duró el impulso revolucionario mundial, se extendieron como la pólvora propuestas simplistas y simplistas de liberación social desde un pequeño grupo de guerrilleros, atrincherados en las montañas, cualesquiera que fueran las condiciones del movimiento social, y despreocupados por ellas. Orientación nacida y fomentada sobre todo por una mala explicación de las razones del triunfo de la Revolución Cubana. La óptica distorsionada de la “Serra Maestra”, en la que los trabajadores quedaron anulados por completo, fue la interpretación casi única de aquella magnífica victoria. De hecho, la columna guerrillera como forma de combate de los órdenes dictatoriales tuvo raíces anteriores a los éxitos cubanos. En Paraguay en la década de 1950, columnas de guerrilleros de izquierda, liberales, etc. (FULNA, 14 de Mayo) fueron aniquilados por la represión strosnista. Comúnmente se inspiraron en la columna comandada por Solano López, en los momentos finales del gran conflicto de 1864-70. (PÉREZ CÁCERES, 2017-19; MAESTRI, 2010.)
Miremos telegráficamente los éxitos cubanos. Tras varios intentos, el 2 de diciembre de 1956 poco más de ochenta jóvenes guerrilleros, casi todos ajenos al socialismo y al marxismo, desembarcaron en la isla cuando ya había fracasado un proyecto planeado. golpe de estado antidictatorial. Refugiados en la Sierra Maestra, despertaron poca preocupación a la dictadura, pues no constituyeron una amenaza efectiva para ella. En los dos años siguientes se apoderó de toda la isla un período prerrevolucionario que se expresó en huelgas obreras en las ciudades y en el campo, manifestaciones estudiantiles y populares, atentados varios, etc. Las bajas sufridas en la Sierra Maestra, provocadas por las ofensivas dictatoriales, fueron sustituidas, además, por combatientes que llegaban en abundancia de las ciudades y de los llanos semirebeldes.
lucha armada incondicional
En el punto álgido de la crisis, en medio de la “situación revolucionaria”, las columnas guerrilleras fortalecidas por el levantamiento nacional descendieron a los llanos y rompieron en disolución el ejército nacional. Sin menoscabar el carácter esencial y quizás indispensable de las columnas fidelistas en la consolidación de la revolución y en su continuación hacia el socialismo, no es difícil comprender que, si la guerrilla hubiera subido al monte, y la revuelta urbana y rural no se hubiera extendido , habrían sido derrotados fácilmente. Quizás hoy serían una nota a pie de página en la historia de Cuba.
La narrativa fidelista guevarista transformó al grupo de jóvenes guerrilleros, en las cumbres de las montañas, en el “fiat lux”, en el alfa y omega de la revolución, soslayando el papel decisivo que jugaron los movimientos obrero, popular, campesino, estudiantil, etc. aumentando en todo el país. La práctica ha sido siempre el criterio de la verdad. En los años siguientes, decenas de grupos guerrilleros repitieron la receta simplista y fueron fácilmente aplastados por la represión, sin saber qué no había funcionado. Entre ellos, el foco boliviano, de Ernesto Che Guevara, dolorosa prueba de la honesta creencia de la dirigencia cubana en la desaliñada propuesta que difunden.
La orientación del guevarismo fidelista —foquismo— era descabellada: bastaba un pequeño grupo de jóvenes armados de coraje y unos cuantos fusiles para escalar las montañas, donde las hubiera, para detonar el movimiento que daría como resultado la conquista de la ciudad. y poder. Ya no eran obreros, sino que la juventud revolucionaria era ahora el motor de la historia. Esta enorme anormalidad, en todo extraña y opuesta a la orientación marxista revolucionaria de la lucha de clases y el asalto de los trabajadores del poder, llevó a la muerte y desmoralización de miles, especialmente jóvenes guerrilleros urbanos y rurales, especialmente universitarios. Algunos de ellos, colegas y compañeros míos, más o menos cercanos.
El desconocimiento casi total del marxismo —Fidel Castro se definió, ya en 1959, como anticomunista— y la juventud y falta de experiencia política de los dirigentes cubanos ayudan a comprender el disparate romántico del “foquimo”, divulgado principalmente en El folleto revoluciónción en la Revolución, de Regis Debray, de 1967, escrita tras largas conversaciones con Fidel Castro y auspiciada por el máximo comandante cubano. (FURIATI, 2001; CASTÃNEDA, 2006; DEBRAY, 1967.) El joven intelectual francés elegante radicalizado habría revelado, al ser detenido, la presencia de Guevara en Bolivia. En 1968, el cuadernillo me pasó, mimeografiado en alcohol, por un colega de la Carrera de Ingeniería de la PUC-RS, entonces del POC, ganado por la propuesta de “lucha armada incondicional”. Años más tarde, de regreso en Brasil, participaría, en el PMDB, en el robo de Rio Grande do Sul comandado por Antônio Britto, como gobernador.
Extendiéndose como una mancha de aceite
Luego leyó con furia los clásicos sobre la Revolución Rusa, que presentaban las dificultades de los bolcheviques para conquistar y organizar a los trabajadores urbanos y rurales, en los avatares de la revolución. Vi en el “foco”, extendiéndose como una mancha de aceite, la historia de la carochinha en sesgo revolucionario. Entonces, la oposición y el disgusto social con la dictadura en Brasil recobraron fuerza, pero estábamos a años luz de una crisis revolucionaria. La clase obrera se mantuvo a medias en movimiento. En los siguientes diez años, en Brasil, Chile y Europa, me integré a grupos marxista-revolucionarios que defendían el asalto militar al poder, en las condiciones generales para ello. Pero se opusieron rotundamente a las propuestas autocidas de acciones armadas de vanguardia que propusimos, nacidas principalmente del aventurerismo, la inmediatez y el romanticismo pequeñoburgués.
En esta polémica convencimos a algunos compañeros y compañeras del sinsentido de esa propuesta, eventualmente salvándoles la vida o impidiéndoles conocer terribles e innecesarios sufrimientos físicos y morales. Teníamos razón al decir que el enfoque rural y urbano nunca funcionaría y sería un gran desastre personal y político. Pero nos faltaban elementos para explicar el éxito de la Revolución Cubana. En aquella época no teníamos internet, que hoy da información inmediata y exhaustiva de todo, si la buscamos bien.. Solo más tarde encontré, en el magnífico ensayo de Vânia Bambirra, La revolución cubana: una reiterpretación, publicada por primera vez en Chile, en 1973, un relato sobre la amplia situación que convulsionaba a toda la isla, integrando así a la Sierra a esta totalidad. (BAMBIRRA, 1973, 1975.)
El guevarismo de Fidel fue la negación total de la concepción marxista de la centralidad de los trabajadores en la lucha contra el capital. Y, por tanto, la necesidad de la organización de los trabajadores de las ciudades y campos para el asalto al poder, en el contexto de la maduración de la crisis revolucionaria, tal como se propone. Para el foquismo no importaban las condiciones objetivas y subjetivas de la lucha de clases y la organización y conciencia obrera. En cualquier lugar, en cualquier situación, la lucha armada de un pequeño grupo de militantes produciría las condiciones revolucionarias, que se extenderían, creando fuerzas armadas revolucionarias capaces de asaltar el poder. En Lucha en la oscuridad, Jacob Gorender denominó a esta concepción “lucha armada incondicional”, es decir, bajo cualquier condición. (GORENDER, 2014.)
En Brasil, el Foquisto tenía algunos miles de adherentes. Expresó las visiones del mundo de los soldados, marineros y suboficiales de izquierda y nacionalistas purgados de las fuerzas armadas por los líderes golpistas. Y galvanizó el espíritu de sacrificio, aventura e inmediatez de los jóvenes, cuando retomaron su oposición a la dictadura, a partir de 1966. En general, entre los primeros y los segundos, la formación política y la experiencia eran escasas. Y, en Brasil, la clase obrera nunca había conquistado una verdadera centralidad político-social, bajo el dominio del laborismo y el pecebismo. Para la juventud, el “foquismo” era una opción protagónica, con resultados inmediatos, al trabajo mezquino, silencioso, impersonal, semicubierto, de larga duración, apoyando la reorganización autonómica de los trabajadores. En reflujo desde 1964, el mundo del trabajo se mantuvo completamente al margen de las acciones militaristas, incluso en los casos en que ocasionalmente simpatizaba con ellas. Eran extraños y opuestos a su esencia clasista.
escapar hacia adelante
La falta de educación y práctica marxista revolucionaria en el PCB permitió que este se derrumbara como un castillo de naipes tras el golpe de 1964, sin que ninguno de sus disidentes volviera al hilo rojo revolucionario abandonado a fines de la década de 1920 o se adhiriera a diferentes versiones de “ lucha armada incondicional”. Opciones armadas que no nacieron del estrechamiento de las posibilidades de organización de los trabajadores, por la represión dictatorial. El mundo del trabajo fue simplemente abandonado, surgiendo nuevos Prometeo de la revolución. Intelectuales pequeñoburgueses radicalizados llegaron a proponer el lupem-proletariado, los desocupados, los miserables, la juventud, etc. como la nueva vanguardia. La definición mayoritaria de la lucha armada “antiimperialista” y de “liberación nacional” mantuvo el sesgo colaboracionista de alianza con los sectores patrióticos de la “burguesía nacional”.
En regiones de América muy urbanizadas, o sin montañas, hubo un ensayo de adaptación del foquismo rural a las ciudades, como en el caso de Tupamaros en Uruguay, VPR y ALN, de Marighella, en Brasil. O manual de guerrilla urbana, de Marighella, de 1969, fue una especie de traducción, para la ciudad, de las directrices de revolución en la revolución, de Debray, al campo (MARIGHELLA, 1969.) Sin embargo, las organizaciones militaristas urbanas generalmente tenían como objetivo estratégico el establecimiento de guerrillas rurales. En Brasil, los involucrados directa e indirectamente en acciones armadas nunca superaron, en un momento dado, en el mejor de los casos, un puñado de miles, en un país con poco más de noventa millones de habitantes, en 1970. Fue un movimiento de vanguardia que él desconocía la repercusión-aceptación del movimiento social, permaneciendo ajeno a él y despreocupado de él. La caída de la dictadura sería acelerada, a mediados de la década de 1970, por el fuerte resurgimiento y activismo del movimiento obrero y campesino, que involucró a decenas de millones de brasileños y luego dio origen al MST, al PT y a la CUT , las dos últimas entonces respectivamente anticapitalistas y clasistas, organizaciones que, para bien o para mal, siguen marcando la historia actual del país.
La derrota de la lucha armada fue política y no militar. En Cuba, en 1957-59, la crisis revolucionaria general desmanteló las fuerzas armadas y alimentó las filas guerrilleras, como hemos visto. En Brasil, los militantes abatidos por la represión y el desánimo no fueron reemplazados, y las ya pequeñas organizaciones armadas se desarticularon cada vez más. Aquellas organizaciones, inmersas en los conceptos de “lucha armada incondicional”, se despreocuparon del fin del ciclo recesivo “castelista”, impulsado, en el período posterior a 1967, por el “desarrollismo botado” de los generales en servicio, arriba todos, de la gran capital de São Paulo. La aceleración del crecimiento económico (“Milagro”) aisló a los guerrilleros urbanos, ahora expuestos como peces nadando en el asfalto. Los dispositivos fueron "volados" por las quejas de los vecinos. Desde 1970, los universitarios cruzaban la calle para no tener que saludar a un compañero militante, como si fuera un leproso. (MAESTRI, 2019.)
Los juicios de brotes rurales fueron denunciados por mujeres campesinas asustadas por extraños jóvenes armados y barbudos que deambulaban por el bosque aparentemente sin rumbo fijo. El aislamiento de Guevara en Bolivia fue un ejemplo paradigmático de la total impropiedad de la “lucha armada incondicional” y la creencia en la solución de las contradicciones sociales a partir de la disposición, determinación y valentía individual. A fines de 1970, cubrí un “punto” en la Praça da Matriz, en Porto Alegre, con uno de los últimos militantes del VPR en Rio Grande. Un chico incluso más joven que yo, sin duda un estudiante de secundaria. Me criticó por no unirme a la lucha armada, que estaba en un avanzado proceso de disolución. En Chile supe que, poco tiempo después de nuestro encuentro, había sido detenido y “deshonrado” en la televisión, para no ser torturado o tal vez para salvar su vida. Siempre me asombró la devastación de ese hombre casi adolescente, flaco, flaco, que había soñado con seguir el camino victorioso de Fidel, Guevara y sus guerrillas, y había terminado, en el más profundo aislamiento, perseguido por poderosas fuerzas militares, mientras parte de la poblacion comenzo a emborracharse con el alboroto de la expansion economica. (SILVA, 2021.)
represión para todos
Las acciones ejemplares de “propaganda armada”, “expropiaciones bancarias”, “secuestros”, etc. significó que las organizaciones dedicadas a la reorganización de los trabajadores fueran igualmente reprimidas. La fina malla de la red lanzada por la represión capturó grandes peces y lambaris. Con el escandaloso intento de secuestro de un consular estadounidense en Porto Alegre, la flor fina de la represión aterrizó en el estado, que gozó de una paz, aunque relativa, y acabó con casi toda la izquierda organizada.
Las organizaciones armadas sufrieron generalmente una terrible represión, a veces también por intereses económicos. En Porto Alegre, un delegado se quejó de que, cuando desmanteló el “aparato” trotskista, encontró sólo libros, una máquina de escribir, mimeógrafos que funcionan con alcohol. ¡Y no una polla! Policías y militares se enriquecieron al apoderarse de los millonarios fondos expropiados por las organizaciones armadas, ¡el equivalente hoy a decenas de millones de dólares! Eran torturadores, asesinos y ladrones.
A mediados de la década de 1970, el balance era nefasto. En Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, Bolivia, Perú, etc., decenas de miles de jóvenes en particular habían sido inmolados en una propuesta de lucha armada incondicional, en los campos y las ciudades, a contrapelo de la historia. Europa y Estados Unidos también fueron golpeados por propuestas foquistas y guerrilleras. las Brigadas Rojas y Primera Línea, en Italia; la Fracción del Ejército Rojo en Alemania; Direccion de accion e Células Comunistas Combatientes, en Francia; el Ejército Rojo Japonés; la Organización Comunista 19 de Mayo, la Weather Underground y el Ejército de Liberación Negro en los Estados Unidos. Si no me equivoco, como en Brasil, ninguna de estas organizaciones sobrevivió a la derrota total, corrigiendo su actuación, en constancia de la total vacuidad de sus propuestas.
La negación del principio de la centralidad obrera en la revolución y la rusticidad política de los principales dirigentes de las organizaciones armadas, no todos jóvenes, en el contexto del avance de la revolución mundial, contribuyeron a la amplia difusión de las propuestas políticas de nivel que eran ajenas al marxismo y al mundo del trabajo. A estos determinantes hay que asociar la presión y la adhesión, especialmente de los jóvenes de las clases medias radicalizadas, a este “pret-a-porter” revolucionario. En Europa, en 1975, jóvenes militantes vibraban con la “lucha armada incondicional” en América Latina, explicandome que bastó armar a los favelados para iniciar la revolución.
Es comprensible que intrépidos combatientes como Carlos Lamarca y Carlos Marighella se embarcaran y adelantaran propuestas de lucha “armada incondicional”. Lamarca era un soldado profesional, preparado para el combate armado, sin experiencia política previa. Marighella, una figura política madura con poca formación política, había abrazado el colaboracionismo estalinista y postestalinista a lo largo de su vida política. Ante el fracaso general de lo que había creído durante décadas, saltó de una propuesta en la que el partido eso fue todo, por otro en el que el partido no fue nada. Sin embargo, líderes políticos como Ernest Mandel y Livio Maitan, destacados estudiosos del marxismo, herederos directos de una tradición política que aborrecía el aventurerismo, apoyaron sin reservas estas prácticas, con énfasis en Argentina y Chile. Contribuyeron a que miles de militantes terminaran en el exilio, prisión, tortura, muerte. Sin embargo, no siguieron pautas similares para Europa. Y, después de que terminó el desastre, nunca realizaron una autocrítica real y consecuente, que recomendaría alejarse de cualquier posición de liderazgo.
marighella
La película “Marighella”, de Wagner Moura, ya ha sido definida como un apasionante bang-bang de identidad de izquierda. Supone la glorificación de la oposición militarista a la dictadura, a través de la presentación plano de intrépidos protagonistas que sacrificaron sus vidas al caer por el callejón sin salida de la “lucha armada incondicional”. Una opción con consecuencias muy graves para el movimiento social, para la lucha de clases y para la izquierda en Brasil y América Latina. En su enfoque emotivo y lineal, la película no permite la menor comprensión de los hechos históricos que aborda. Eso lo logró magistralmente la película “Lamarca”, de Sergio Rezende, con Paulo Betti. En cierto modo, “Marighella” y su evaluación acrítica y romántica son producto de la enorme depresión de la izquierda marxista brasileña, de la pujanza de oposicionismo colaboracionismo, de la actual enorme hegemonía ideológica de las clases explotadoras. “Atrévete a luchar, atrévete a ganar” es correcto y necesario. Pero, entendemos lo que hicimos mal en el pasado, para no repetirlo en el presente, es la mejor y única manera de honrar a nuestros luchadores caídos.
* Mario Maestro es historiador. Autor, entre otros libros, de Revolución y contrarrevolución en Brasil: 1500-2019 (Editor FCM).
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