por MARCIA TIBURI*
Introducción del autor al libro publicado recientemente.
La disputa por la idea del mundo
De Platón a Whitehead, de los presocráticos a Isabelle Stengers, de Descartes a Wittgenstein, de Parménides a Husserl, de Giordano Bruno a Silvia Cusicanqui, la idea de mundo siempre ha estado en disputa. En determinados momentos le llevó a prisión, como ocurrió con Galileo Galilei, condenado por la Inquisición en 1633 por defender el heliocentrismo. O a la muerte en la hoguera, como le ocurrió a Giordano Bruno en 1600, quien, además de defender el heliocentrismo, afirmaba que el universo era infinito y estaba compuesto de múltiples mundos.
Siglos más tarde, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética, dos potencias nucleares, competían por el dominio imperial sobre el planeta, se creó la definición de “Tercer Mundo”, hoy en desuso. La disputa por el mundo sigue expresada en el conflicto entre la retórica de la colonización que habla del “descubrimiento de América” y la crítica anticolonial que habla de “invasión”. Parte de este conflicto es la sustitución del término “América” por “Abya Yala”,[i] como lo han hecho los pueblos andinos desde los años 1990 del siglo XX. Hoy en día, aún perdura la creencia llamada “terraplanismo”, que avanzó con el fascismo vigente, y que no es un delirio de masas más, es también una caricatura de la disputa por el concepto de mundo.
El “mundo” es un tema decisivo desde la perspectiva territorial, teológico-metafísica o económica. Por supuesto, también es siempre un tema político. Con el dominio de la política, como fundamento de la condición humana, por la ideología del economicismo capitalista, el mundo quedó reducido a un mercado, y sus partes, a mercancías, dentro de un cálculo utilitario. El utilitarismo sigue siendo la base de la mayoría de las “visiones del mundo”.
Si el mundo es un objeto o fuente de conocimiento, no podemos olvidar que es un espacio habitado y una condición para toda experiencia, incluida la propia “experiencia del mundo”. La mera mirada humana, como todas las teorías creadas sobre el mundo, proyecta más que revela algo sobre él. De hecho, algo así como “el mundo” sólo puede concebirse dentro de los límites del pensamiento, como en Kant, o de los límites del lenguaje, como sostenía Wittgenstein.
Esto significa que hay mucho más de lo que se puede concebir y, paradójicamente, el mundo que concebimos es cada vez más pequeño, dado el número de habitantes y el creciente volumen de relaciones y sus potenciales mediadores. Cuando consideramos Internet como un “mundo nuevo”, nos damos cuenta de que el mundo se establece entre la entropía y la negentropía, que, al mismo tiempo, se va haciendo más grande y más pequeño como resultado de los procesos de organización y desorganización que le dan. son constitutivos.
La idea de que los límites del mundo son “límites del lenguaje”[ii] puede visualizarse, en clave política, en la relación entre lenguaje y política como una banda de Möbius.[iii] Esto significa que, como en la famosa cinta de los matemáticos del siglo XIX, una cosa pasa a través de otra, un lado se tuerce y se convierte en el otro. Los límites del lenguaje no son sólo los límites de lo que es representable y constituye el mundo como un espacio lingüísticamente concebido.
El mundo es lo que se crea en el lenguaje, y el lenguaje define el límite del mundo, y lo que llamamos mundo viene a definir lo que podemos hacer en términos del lenguaje. Mundo y lenguaje se confunden debido a límites que en realidad son contornos. Sin embargo, es la propia definición del límite la que se rompe cuando se manipula el lenguaje, y este es un problema que nubla nuestra visión del mundo.
Podemos crear teorías y fantasías sobre el mundo, pero nunca involucrarlo o “tomarlo” excepto a través de las representaciones que tenemos de él, a través de conceptos, nociones e imágenes mentales que se nos dan o que nosotros mismos creamos, definimos o posicionamos mentalmente. y lingüísticamente. La idea de mundo es “una” idea en disputa mientras que es “la idea” la que permite el juego de dominación entre ideas.
Por ser una idea general, abarca todas las demás. Mundo es una idea matricial que define las condiciones de posibilidad de otras ideas sobre el mundo, e incluso “mundos” en plural. El mundo es un arquetipo, un arquetipo, una imagen anterior a todas las demás, continente, comprensiva, una figuración o configuración, un principio “conceptual”, una especie de “tipografía” general a partir de la cual se organizan los códigos.
Cada mundo es el conjunto de hechos que podemos reconocer, es decir, cosas que suceden y que pueden reconocerse como eventos. Determinar lo que sucede implica gestionar un mundo. El contexto simbólico-existencial es el loci donde suceden cosas que pueden ser reconocidas, en la medida en que los acontecimientos lingüísticos o los hechos, como tales, dependen de la cognición para ser leídos.
Si la cosa en sí no puede ser conocida, como hemos tenido en cuenta desde Kant y Schopenhauer, una cosa puede entenderse a través de su representación. El mundo es una representación de un conjunto de representaciones. La comprensibilidad, a su vez, al ser parte del mundo, es una potencia del sujeto de conocimiento. El control de la representación de las cosas, es decir, el control de las ideas, conceptos, palabras e imágenes, es parte fundamental de los juegos de poder que actúan lingüísticamente.
Así, al conjunto de acontecimientos dentro de un contexto comprensible lo llamamos mundo. El pensamiento en sí es un acontecimiento, es decir, un hecho que puede ser objeto de comprensión y que, siendo parte del mundo, al mismo tiempo, nos permite llegar a él. El mundo es un conjunto de hechos que no piden ser comprendidos, pero que pueden ser comprendidos dentro de los límites de quien entiende. Esto significa que siempre tenemos una comprensión precaria del mundo, basada en nuestra experiencia, es decir, en los datos que nos proporcionan para que podamos comprenderlo. Es esta experiencia del mundo la que se manipula económica, teológica, estética y políticamente.
Decir que el mundo está en disputa implica afirmar que existen juegos de poder sobre la idea matriz de representación de lo universal que no se pueden negar desde el punto de vista ecológico. A lo largo de la historia, los teóricos se han centrado en la cuestión de la naturaleza humana y luego de la especie humana. Hoy se trata de pensar en términos de vida en el planeta en el que la especie humana vive de forma depredadora junto a otras.
Se producen estrategias lingüísticas y discursivas, en forma de narrativas, para impedir que las personas comprendan el mundo y su situación en el mundo. En el extremo, el control de la idea de mundo apunta a controlar el mundo como campo de experiencia, lo cual sólo es posible mediante el control del lenguaje, que sería capaz de analizar, concebir, cuestionar. En definitiva, montar y desmontar algo así como un “mundo” a partir de una idea y la forma de narrar esa idea.
Junto al lenguaje verbal, el lenguaje visual es dominante en las sociedades que componen la civilización.[iv] actual. Por tanto, debemos entender la “narrativa” como algo que crea un mundo organizado en palabras e imágenes. Este mundo implica una verdad cohesiva verbal-visual, discursiva-visual o literaria-visual. El sistema simbólico actual establece narrativas verbales-visuales dominantes para definir programáticamente todas las demás narrativas.
En este sentido, si tuviéramos que trabajar con hipótesis filosóficas, como la caverna de Platón, la Leviatán de Hobbes o la horda asesina del padre de Freud, diríamos que la primera gran narrativa fue instaurada por el macho dominante (que sigue siendo un leviatán formado por todos los cuerpos de todos los hombres al servicio del poder) como una amenaza para todos. (todos) que no sirvieron a sus privilegios. oh padre potestad [padre de familia] es un arcaísmo que sigue vigente como forma de terror tanatopolítico sobre los cuerpos amenazados dentro del sistema actual, en el que la distopía se ha naturalizado.
Más que eso, la tendencia dominante del sentido común es el imperio de la teología económico-política neoliberal en la que la distopía se ha vuelto capital. El neoliberalismo es en sí mismo una distopía que hay que superar. Contra la distopía naturalizada de una estación espacial neoliberal para que viva el 1% de la población humana, propongo la utopía de cambiar el destino del mundo habitado por diversas especies.
Dividí este libro en tres segmentos: una introducción y dos partes que presentan conceptos y preguntas que funcionan como “células madre” del pensamiento, ya que apuntan a sanar cuerpos mentales enfermos. Esta introducción –que, como las partes, también está subdividida y que algunos pueden considerar un poco larga– tiene como objetivo presentar el problema de la catástrofe naturalizada que se explica en “Código distópico”.
Es una descripción del mundo codificado a partir de la catástrofe en la que vivimos. En él, la crítica a la pesadilla y a la alucinación patrirracial-capacitalista se construye en torno a la idea de mundo. La segunda parte trata de lo que llamé “Códigos Utópicos”. En él busqué hablar de la utopía, señalando su apertura a los demás, como contrapunto natural a la ideología actual y como capacidad de crear mundos posibles más allá de la destrucción naturalizada que le da a todo un aire de distopía.
Trabajé cada uno de los temas como actos de pensamiento ordenados en secuencia. La imagen de las “cartas sobre la mesa” ayuda a comprender el método de composición del libro. Espero que los argumentos presentados puedan pintar una imagen comprensible de la distopía vivida como una realidad verdadera y como “el mejor de todos los mundos posibles” y que, sobre todo, estimulen el pensamiento. En el acto de pensar críticamente reside la promesa de cruzar la niebla provocada por las bombas de gas ideológicas que nos mantienen atrapados en el abismo del sistema y programados para obedecer.
Ver la luz en medio de la niebla, catapultar el pensamiento más allá de la asfixia actual, es el objetivo del proceso, que parece un juego. Para jugar, deberás mover la piedra angular del deseo contra gigantes devoradores, con sus afilados colmillos devorando la vida en su conjunto. Creo que el libro, como objeto utópico, es una buena piedra para lanzar contra las bocas abiertas de los gigantes y, así, desequilibrar el engranaje que nos mastica sin piedad.
La inquietante imagen del mundo de la que hablo en este libro requiere la ayuda de la imaginación, que promete rehacer el campo del significado como una herida que sana de adentro hacia afuera. Si la idea del mundo es una imagen manipulada en la sociedad de la administración visual, en la que la imagen es el capital mismo, liberar esta imagen es como abrir las puertas y ventanas de una prisión.
Describir la experiencia de lo que hoy se entiende por “mundo” nos obliga a avanzar hacia una fenomenología política capaz de afrontar la distopía real apuntando fuera de ella. Otra iconología política debe surgir en medio de esta fenomenología encaminada a comprender el capacitatalismo patriarcal.
Una poética-política acompaña a esta fenomenología. Es necesariamente feminista, en el sentido de proyectar un mundo de cuidado y comunión entre los seres humanos y la naturaleza. Al mismo tiempo, es comunista, en el sentido de promover la conciencia de lo común, y es teórico-crítico, en el sentido de buscar un diálogo que refuerce el lugar de la reflexión activa y transformadora del mundo. En la base, es la conciencia de lo posible como impulso de la teoría que construye una táctica de guerrilla conceptual y el nuevo diseño del mundo que buscamos.
Al releer mi propio trabajo, me doy cuenta de que encaja perfectamente en la perspectiva de los movimientos “alterglobalistas”, que se guían por la afirmación revolucionaria de “otro mundo posible”. En cierto sentido, los fundamentos de esta modesta contribución surgieron hace décadas al inicio de mi experiencia con la filosofía, cuando, muy temprano, me encontré con los “11a Tesis sobre Feuerbach”, de Marx: “los filósofos simplemente interpretaron el mundo de diferentes maneras, lo que importa es transformarlo”.[V] Estoy feliz de verme lidiando con las promesas de la juventud, una vez más.
A los lectores les deseo un buen viaje a través de las páginas que siguen, esperando que este libro sea también un vehículo que, viajando sobre el vacío, nos permita vislumbrar, más allá del abismo, otro mundo posible.
*Márcia Tiburi Es filósofo, activista político y escritor. Autor, entre otros libros, de Complejo de chucho: análisis de la humillación colonial (Civilización Brasileña). Elhttps://amzn.to/3WGJkkE]
referencia
Marcia Tiburi. Mundo en disputa. Río de Janeiro, Civilización Brasileña, 2024, 266 páginas. [https://amzn.to/3WmktRJ]

Notas
[i] En la lengua del pueblo Kuna, que habitaba entre Panamá y Colombia antes de la invasión del territorio llamado “América”, Abya Yala significa “tierra que florece”, “tierra madura”, “tierra en su total esplendor”. Organizaciones e instituciones de los pueblos andinos utilizan el término para referirse al continente americano. Ver “Pueblos indígenas en América Latina: avances en la última década y desafíos pendientes para garantizar sus derechos”, publicado en 2015 por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
[ii] Ludwig Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus, 1968, pág. 111
[iii] La banda de Möbius es una figura de la geometría proyectiva. Es una imagen útil a través de la cual el entrelazamiento del lenguaje y la política se visualiza como dos lados de una misma cinta, en la que el exterior y el interior son iguales debido a una torsión de las superficies. Retrocediendo en el tiempo, vemos que, en Aristóteles, las definiciones de zoon logikon [animal racional] y el hijo político [animal político] se parece a esta estructura. La banda de Möbius también puede ser un esbozo útil de la relación entre teoría y práctica, entre discurso y acción. Si bien nos permite visualizar el giro, el momento en el que una cosa se convierte en otra, es decir, el punto de encuentro entre dos lados opuestos involucrados entre sí, también nos sirve para visualizar el carácter de proyectividad, es decir, la conducción de un lado al otro. En este sentido, la imagen expone una topología no estática, con la que podemos pensar en temas políticos, especialmente aquellos que nos han afectado desde el “11”.a Tesis sobre Feuerbach”: cómo superar la simple interpretación del mundo y transformarlo.
[iv] Civilización tiene aquí un significado sustantivo, didáctico y retórico, ya que es una palabra conocida y no un significado cualitativo.
[V] “Die Philosophen haben die Welt nur verschieden interpretiert; es kommt aber darauf an, sie zu verändern.” Carlos Marx, Thesen über Feuerbach. [Nach dem mit dem Marxschen Manuskript von 1845 verglichenen Text der Ausgabe von 1888], 1955.
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