Cambio social y burocracia

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por RUBENS PINTO LYRA*

El cambio no puede limitarse a la economía y el poder. Debe abarcar todas las instituciones que sirven al orden del capital.

La izquierda quiere cambiar, sustituir un orden injusto, basado en la opresión económica, social y política, por otro, capaz de favorecer la profundización de la igualdad social, la libertad y la democracia.

Pero el cambio no puede limitarse a la economía y el poder. Debe abarcar todas las instituciones que sirven al orden del capital, necesariamente inoculadas por el virus del autoritarismo. Uno de los más relevantes es la burocracia, que se consolidó con el advenimiento del capitalismo moderno.

Tampoco puede ignorar la subjetividad de los individuos, en los que están presentes, en diferentes grados, la aceptación de los valores dominantes y una actitud conformista hacia ellos. La burocracia es una institución que se consolida con el capitalismo moderno, al servicio, por excelencia, de este objetivo.

Max Weber, su mayor teórico, al contrario de lo que mucha gente piensa, es un crítico mordaz del mismo. Dijo que “la burocracia es alienación. Es horrible pensar que el mundo estará dominado nada menos que por hombres pequeños atrapados en posiciones pequeñas y luchando por otras más grandes. Una situación que se verá dominando una parte cada vez mayor del espíritu de nuestro actual sistema administrativo. La compulsión burocrática es suficiente para llevar a alguien a la desesperación” (1984, p. 70).

La alienación se refiere a una situación en la que las personas no hablan en su nombre, no tienen control sobre su propio destino y no están incluidas en el proceso de toma de decisiones, otros hablan en su nombre. No es casualidad, destaca Prestes Motta, que “algunas de las virtudes menores del protestantismo ascético, como la integridad, la conformidad y el logro, desempeñen un papel enormemente relevante en la determinación del hombre organizacional” (1984, p.107).

Eric Fromm, en su obra el dogma de cristo, concluyó que “el sistema moderno creó al hombre a partir de una organización, un sistema de inmensas burocracias que ejercen un control suave sobre aquellos a quienes controlan, más mediante la manipulación que mediante la fuerza. No desobedece, porque ni siquiera sabe que está obedeciendo. Piensa y asegúrate de “saber” cómo ser razonable. De hecho, ¿quién puede desobedecer a una computadora electrónica? La obediencia no se reconoce como obediencia porque se racionaliza como “sentido común”, como satisfacción de necesidades objetivas inevitables. El individuo se siente pequeño ante el gigantismo de la burocracia, atrapado en sus laberintos, sin nadie a quien recurrir. Aceptar lo que prescribe, sus normas y determinaciones irracionales, en nombre de la obediencia a la razón. Cultiva la ilusión de que no está siendo manipulado” (1965, p. 156-157).

Es una percepción ilusoria, anestesiante, que hace que la maquinaria burocrática sea vista como un mal necesario contra el cual es imposible luchar. Sin embargo, aunque es un poderoso instrumento de control social, muchos “revolucionarios” reacios todavía argumentan: “¡hay otras prioridades que abordar”!

Esta actitud hacia la burocracia subestima su papel en la reproducción del orden existente, permitiéndole permanecer como está, a pesar de su alto grado de irracionalidad e ineficiencia. Claramente, desde el punto de vista del “sistema”, es racional, ya que secreta un autoritarismo del que no puede prescindir.

Pero las fuerzas que determinan la sumisión acrítica a la burocracia no son lo suficientemente poderosas como para impedir la lenta explosión del potencial creativo del hombre, y el propio deseo de realización termina convirtiéndose en un poderoso agente de cambio.

Para cambiar, los críticos de establecimiento necesitan deconstruir ficciones creadas para encubrir la realidad, pero no sólo aquellas que quieren convencer a los individuos de las incomparables virtudes del mercado. Pero también aquellos que compiten para transformarlos en meros “engranajes” de la maquinaria estatal, o de las empresas privadas.

El sentimiento de impotencia, resultante de la incapacidad de cambiarlo, continúa en el campo social y político. Acostumbrado a ser sólo un “engranaje” de la máquina burocrática, el individuo no tiene el coraje de adoptar una actitud de contestación activa contra los establecimiento.

En efecto, las posturas innovadoras e inclusivas, esenciales para la construcción de una sociedad democrática e igualitaria, son incompatibles con el arraigado conformismo que controla el funcionamiento de la burocracia actual.

En opinión de Michel Croisier, importante estudioso de la burocracia: “El desempeño de la burocracia depende de la capacidad del grupo humano que la constituye, para coordinar sus actividades de manera racional. A su vez, esta capacidad depende de la evolución técnica, pero, sobre todo, de la forma en que los hombres sean capaces de promover una cooperación efectiva” (1963, p. 9).

Entendemos que esto sólo será posible mediante el control externo de la maquinaria burocrática. Sin embargo, las iniciativas tomadas hasta ahora para hacerlo efectivo no han tenido éxito. De hecho, a nivel estatal, las defensorías del pueblo, los órganos de control interno y externo, incluso el presupuesto participativo, han fracasado rotundamente en sus intentos de simplificarlo., haciéndolo eficiente y sujeto al control de la sociedad.

Esto se debe a que provienen de la propia burocracia, de los gobernantes que la utilizan para alimentar el autoritarismo que los sustenta y de las defensorías del pueblo, que si bien obedecen al gerente, no representan, obviamente, al ciudadano. A excepción del presupuesto participativo, autonómico y democrático, que se marchitó por una correlación de fuerzas políticas cada vez más desfavorable a la izquierda.

Necesitamos propuestas que provengan de la sociedad organizada, o de partidos que avancen sus demandas en favor de instrumentos adecuados de control social, independientes de los poderes del Estado. Y que se dé efectividad y prioridad a su encaminamiento e implementación.

Sólo estos instrumentos podrán sujetar la burocracia estatal a los principios constitucionales de economía, eficiencia y transparencia en la administración. Y, de manera más general, a la democracia misma.

* Rubens Pinto Lyra Es profesor emérito de la UFPB. Autor, entre otros libros, de Bolsonarismo: ideología, psicología, política y temas relacionados (CCTA/UFPB).

Referencias


CROISIER, Michel. El fenómeno burocrático. París: Ediciones du Seuil. 1963.

FROMM, Erich. el dogma de cristo: Río de Janeiro: Zahar, 1965..

PRESTES MOTTA, Fernando. ¿Qué es la burocracia? São Paulo: Editora Brasiliense, 1984.

WEBER, Máx. economia y sociedad (Vol.II). São Paulo: Editora UNB, 2004.


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