Mónica Baltodano

Dora Longo Bahia, Revoluções (proyecto de calendario), 2016 Acrílico, pluma al agua y acuarela sobre papel (12 piezas), 23 x 30.5 cm c/u
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por SANDRA BITENCORTE & LAURA BARRERAS*

Comandante declara innegable carácter subversivo, revolucionario y político de su trayectoria y su denuncia

La voz es suave, los gestos son movidos, pero la palabra es firme. La Comandante Mónica Baltodano declara el innegable carácter subversivo, revolucionario y político de su trayectoria y su denuncia. Nacida en 1954 en la ciudad de León, Nicaragua, tercera hija de una familia de 10 hermanos, a los 15 años se incorporó al ejército, a los 18 ingresó al Frente Sandinista de Liberación Nacional, a los 20 pasó a la clandestinidad.

A los 69 años, madre de cuatro hijos, la revolucionaria Mónica emprende un viaje para denunciar las violaciones a los derechos humanos en Nicaragua bajo el cuarto mandato consecutivo del presidente Daniel Ortega. Mónica es víctima de la atroz persecución de los opositores al gobierno, que a principios de este año deportaron a 222 presos políticos y 94 personas consideradas “traidores a la patria”.

Todos perdieron sus ciudadanías. Mónica lo perdió todo: casa, ciudadanía, su registro civil, su jubilación, sus derechos, su capacidad para mantenerse y sobrevivir. Vive en Costa Rica, con la ayuda económica de sus hijos. El mordaz reportaje se produjo durante un almuerzo en Porto Alegre, con la presencia de varias personalidades del ámbito jurídico, académico, estudiantil y cultural. Uno de los organizadores fue el exgobernador Tarso Genro.

Según el exrevolucionario y líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional, el FSLN también sufre una serie de violaciones a su objeto y función: sin congresos, sin organización, ni siquiera una dirección nacional electa, se convirtió en un mero aparato de partido que fortaleció la figura personalista de Daniel Ortega y hoy atiende a él ya su esposa y diputada, Rosario Murillo.

Para el militante, sólo la incorporación masiva del pueblo al FSLN llevó al triunfo de la Revolución. Ahora, pide ayuda a la comunidad internacional, en especial al campo progresista, para que entiendan cuánto perjudica a la izquierda en su país la defensa del régimen de Daniel Ortega.

Explicó punto por punto el deterioro del espíritu revolucionario, la traición de Daniel Ortega a la revolución y la falacia sobre la supuesta lucha contra el imperialismo norteamericano como justificación de la radicalización del régimen. Con la ayuda de la docente nicaragüense, Ana Mercedes Icaza, retomamos los puntos principales del informe.

Mônica Baltodano explicó que la revolución sandinista generó muchas esperanzas, despertó una gran solidaridad internacional y tuvo algunas características que la hicieron especial: unió el marxismo con la teología de la liberación, con muchos sacerdotes que se sumaron activamente, como Ernesto y Fernando Cardenal y muchos jóvenes que empezaron trabajando en los suburbios y luego se sumaron a la lucha organizativa y armada para derrocar a la dictadura somocista. También proclamó la no alineación, reafirmando un proyecto de soberanía nacional y afirmó la economía mixta, con la propiedad estatal como eje importante, pero no exclusivo, de su proyecto de desarrollo. Tras el triunfo revolucionario de 1979, más de 50.000 jóvenes murieron luchando contra la contrarrevolución, buena parte de la estructura productiva del país quedó destruida. La búsqueda de la paz tuvo un alto costo.

Durante 16 años se sucedieron en el país tres gobiernos neoliberales. Durante este período se produjeron una serie de rupturas al interior del FSLN, que llevaron al propio partido a un proceso de alejamiento de los ideales de la revolución sandinista. Internamente, el FSLN se escindió, con tres momentos principales de ruptura: en 1995, cuando se creó el Movimiento de Renovación Sandinista, el MRS; luego, en 1998, cuando se firma el pacto entre el FSLN y el entonces presidente derechista Arnoldo Alemán, cuando Mónica Baltodano, junto con otros cuadros, abandona el FSLN, y el último en 2005, cuando se reprime a un grupo que pretendía internamente, para darle espacio a otro candidato presidencial que no sea Daniel Ortega.

Es importante entender que el primer momento de la destrucción de la revolución se dio con la eliminación de los órganos colectivos de decisión del FSLN, que dejó de ser una organización democrática y pasó a estar dominada por una sola persona, Daniel Ortega, quien controla y lo decide desde tu círculo personal y familiar.

Daniel Ortega regresa al gobierno en 2006, luego de ganar las elecciones de 2005 con apenas el 38% de los votos. Desde entonces se ha mantenido en el poder, siendo reelegido, a través de discutibles mecanismos, en 2011 y 2016. Este regreso al gobierno está marcado por el abandono de los principios del sandinismo, donde lo que cuenta es la conquista y mantenimiento del poder en cualquier momento. tiempo costo Y ese costo se expresa en una serie de giros que estructuran su regreso al poder: pacto con la extrema derecha oligárquica, acercamiento a la jerarquía de la Iglesia Católica, alianza con el gran capital financiero, implementación de diversos acuerdos con Estados Unidos.

La política económica de Daniel Ortega sigue todos los preceptos neoliberales; el gobierno sigue las pautas del FMI y el Banco Mundial, que lo han elogiado constantemente a lo largo de los años, incluso recientemente. Es un modelo que aumenta la concentración del ingreso y mantiene al país entre los más pobres de América Latina.

No hay nada de lucha ni de contestación, en la práctica de las relaciones, al llamado imperialismo norteamericano, desencadenado para justificar la asfixia de las voces disidentes, dice Mónica Baltodano.

En abril de 2018 estallaron una serie de protestas contra las reformas a la seguridad social que tanto gravosas eran para quienes ya estaban jubilados. Eran manifestaciones que expresaban el descontento que se había ido acumulando a lo largo de los años. Las protestas fueron brutalmente reprimidas, provocando la muerte de 355 personas en un período de tres meses.

La escalada represiva se agudizó a partir de mayo de 2021, con la proximidad de elecciones en noviembre de ese año. El régimen ordenó la detención de siete candidatos presidenciales, canceló el registro de partidos políticos que pudieran oponerse y arrestó a sus principales dirigentes, así como a líderes de organizaciones de la sociedad civil, estudiantes, campesinos, empresarios, periodistas y defensores de derechos humanos. Entre ellos, exguerrilleros históricos de la revolución de 1979, como Víctor Hugo Tinoco y los comandantes Dora María Téllez y Hugo Torres Jiménez. Este último murió en circunstancias inexplicables en prisión en junio de 2022.

Las elecciones de 2021 se dieron en este contexto: sin partidos políticos de oposición, sin medios independientes, con los principales líderes detenidos o exiliados, con el Poder Electoral totalmente controlado. Con una abstención de más del 70% (a pesar de ejercer mucha presión para que la población votara) Daniel Ortega se proclamó vencedor y asumió su cuarto mandato consecutivo, nuevamente con su esposa Rosario Murillo como vicepresidenta.

Desde entonces, el estado policial se ha profundizado en el país. En Nicaragua no hay derecho de asociación, no hay libertades políticas, no hay estado de derecho. Algunos datos corroboran la descripción que hace Mónica Baltodano: más de 3.500 ONG fueron cerradas en el último año; las reuniones de cualquier tipo están prohibidas; todos los medios independientes fueron clausurados y sus locales ocupados; la persecución política es sistemática y permanente. Actualmente hay más de 50 presos políticos, 20 de los cuales han sido detenidos en las últimas semanas. A 317 personas se les retiró la nacionalidad. También se añadieron otras medidas: cancelación de sus pensiones, confiscación de sus bienes e incluso la cancelación de sus registros civiles.

Mónica Baltodano apela: es importante que la izquierda en Brasil entienda quién es Daniel Ortega y cómo traicionó los principios de la revolución sandinista. Es necesario que la izquierda condene las violaciones a los derechos humanos que viene perpetrando, no dejando que la derecha y la extrema derecha asuman esta bandera de manera oportunista.

El discurso de Mónica, ya embargado al final del reportaje, tiene impacto en el grupo. La reacción llegó en forma de abrazos. No se puede silenciar. La voz de los demócratas progresistas, defensores de la utopía de la igualdad social y de una sociedad basada en la libertad y la justicia, debe alzarse solidariamente contra una dictadura que nació con la derrota de la revolución.

*Sandra Bitencourt es periodista, doctora en comunicación e información por la UFRGS, directora ejecutiva del Instituto Novos Paradigmas (INP).

*Laura Barreras es estudiante de administración de empresas en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS) y miembro del Levante Popular da Juventude.


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