por GIOVANNI MESQUITA*
La novela “Moby Dick” de Herman Melville y la historia real del cachalote que hundió el barco Essex
Leí, por primera vez, gran parte de Moby Dick en un viaje a Río de Janeiro, en autobús. Sí, nosotros, los pobres, fuimos a Río de Janeiro en autobús. Y desde la cubierta del Pequod sólo desembarqué en Cais do Valongo. Recuerdo haber oído que los habitantes de esa ciudad, a principios del siglo XIX, tenían dificultades para dormir a causa de los cantos de las ballenas que infestaban la Bahía de Guanabara. Para celebrarlo, cetáceos de todos los orígenes se dieron un festín en este sitio.
Esta imagen de pobres diablos en camisones y gorros con pompones revolcándose en la cama en un tortuoso insomnio, causado por la lujuria de estas divas gigantes, es hermosa. Pero esta poesía se desmorona cuando nos enteramos de que aquellos que estaban descontentos con estas temporadas operísticas se alegraron cuando la codicia del mercado las acabó de manera autoritaria y sangrienta. La alegría de estas bellas arias cetáceas terminó, a la usanza shakespeariana, con Guanabara teñida de carmesí por los arpones de los balleneros.
¿Cuál sería nuestro tema, creo, las ballenas, los balleneros, el libro de Herman Melville…? ¡Es difícil decirlo! Nunca olvido el texto de Aldir Blanc, del libro Calle de los Artistas y alrededores. “Estaba con el capitán Ahab […] en busca del terrible cachalote, cuando sonó la campana…”. Perfección de figuras literarias y poéticas. ¡Salve, Aldir! Y en la pelicula El ladrón de sueños, por Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro, arponero Uno, (Ron Perlman), cuando se le pregunta por qué abandonó la caza de ballenas, responde: un día vi la mirada de una ballena. ¡Después de eso nunca más pude dar en el blanco…! El tema resuena en diferentes lugares.
No sé qué es más interesante, la magnífica novela de Herman Melville o la historia del cachalote que hundió el Essex. Para separar a estos siameses primero debes saber que son cosas separadas. En la fábula, el Essex se convirtió en el Pequod y el joven capitán Pollard se convirtió en un enojado Ahab Gregori Peck que muere impulsado por su pasión obsesiva.
El hecho es: un ballenero de la ciudad de Nantucket, Essex, a 3.700 kilómetros de la costa peruana, cerca del Ecuador, atacó a una ballena. Lanzó tres balleneros, barcos de caza, para arponear a los titanes. Durante esta tarea, uno de los barcos fue atacado por un enorme cachalote. Desfigurado, regresó al barco para reparaciones. En ese momento el mismo leviatán atacó la nave. El impacto provocó un agujero en el casco. Mientras los pocos hombres en el barco (la mayoría estaban cazando) intentaban vetar la invasión del agua, el cachalote maniobró y atacó nuevamente.
Este segundo golpe, perdón por el juego de palabras, alcanzó la proa y provocó que el barco se hundiera. Durante más de 80 días los supervivientes estuvieron a la deriva, con poca comida y agua. En los relatos del macabro suceso se dice que la misma ballena los siguió y los acechó. El hambre, la sed y el miedo pueden haber sido responsables de algunos de estos avistamientos. Las ballenas cazando balleneros eran el niño mordiendo al perro.
En aquella época, el alumbrado público de calles y edificios se realizaba utilizando grasa de ballena. Pero los perfumes y los corsés también dependían de ellos. Y de las cabezas de los cachalotes se extrajo el esperma de ballena. Creían que el animal tenía un barril de esperma en la cabeza. De ahí el nombre de esta sustancia. En realidad, este líquido ceroso en el cráneo del cetáceo, que tiene una cabeza casi la mitad de su cuerpo, sirve para la emergencia y inmersión del cachalote. Sistema similar al de los submarinos. Pero estos débiles sólo se sumergen 300 metros. El cachalote alcanza los 2.987 metros. Estos gigantes son una demostración, exhibida, de la alta tecnología producida por la naturaleza.
Pero ¿era blanca la ballena que acabó con la broma de Essex? ¡No! La imagen utilizada por Herman Melville fue la de una ballena albina “chilena”, que pasó 30 años molestando a los depredadores. sapiens En aquella época eran bautizados por ellos los titanes del mar, que se hicieron famosos entre los marineros. El cachalote blanco del Pacífico se llamó Mocha Dick.
Y la persona que siguió esta historia fue otro estadounidense, Jerimiah N. Reynolds. Su libro, el Polla de moca, fue lanzado en 1839. Reynolds describió a Mocha como: “una vieja ballena toro de tamaño y fuerza prodigiosos… blanca como la lana”. El primer registro del gigante albino realizado por Reynolds ocurrió en 1837, en el Congreso de Estados Unidos. En ese momento hablaba de expediciones exploratorias en el Pacífico.
Para una ceremonia de tal importancia, en la que esperaba recaudar algún dinero público para sus futuras expediciones marítimas, Jerimiah N. Reynolds le pidió a Edgar Alan Poe que revisara su discurso. Y aparentemente el señor Poe quedó bastante impresionado, tan fascinado que puso 700 palabras de este discurso en el Capítulo XIX de su Las aventuras de Arthur Gordon Pym.[i] Y aquí el terrible cachalote blanco se cruzó con el dueño de la pluma más terrorífica.
La ballena blanca “chilena” menos famosa, Mocha Dick, recibió su nombre en honor a las islas Mocha; Para los “no gauchescos” es necesario informar que “mocha” es el que no tiene guampas. Como el cachalote no tiene cuernos, el nombre era doblemente apropiado. Más de 100 veces los “correcaminos” marinos le tendieron trampas y el resultado fue un fracaso.
Cada plan infalible que se frustraba venía acompañado de un “bip-bip”, es decir, una columna de aire que hacía bailar las salpicaduras de agua a 25 metros de altura. Llevaba varios arpones en la espalda, como recuerdos De sus victorias, en las que castigó a más de treinta cazadores marinos, Mocha Dick fue finalmente fusilado en 1838. Fueron 30 años de la copa en el estante en los campeonatos contra los balleneros.
La película El corazón del mar, de Ron Howard, estrenada en Brasil en 2015, fue quizás el último momento de celebración de esta historia en la sociedad global. El título fue tomado del libro de Herman Melville, que a su vez encontré en Libro de Jonás, Yo Antiguo testamento. El lector más ateo no debe confundirlo con el episodio de Geppetto de Pinocho. La película, basada en el libro del mismo nombre, escrito por Nathaniel Philbrick y publicado en 2000, repasa el proceso de investigación de Melville.
Herman Melville era un aficionado a los asuntos marítimos. A los 17 años, al igual que Ismael, el personaje de su libro, se embarcó en barcos mercantes. Más tarde pasó un tiempo navegando por la bahía buscando luz para su sociedad. También como Ismael fue maestro. Debido a problemas económicos familiares, Herman Melville “jugó en el once”, teniendo varios trabajos.
La historia no siempre está tan bellamente elaborada como las novelas, pero es más inventiva e inverosímil que ellas. Al investigar más a fondo ese episodio, Melville se enteró de la terrible situación de los sobrevivientes de Essex. Descubrió que el grupo de náufragos había evitado partir, después del desastre, hacia las costas más cercanas, que eran las Islas Marquesas. Tenían miedo de los supuestos caníbales que vivían allí. Irónicamente, sin comida, estos cristianos terminaron convirtiéndose en canibalismo.
Esta práctica era una especie de tradición entre los marineros y se conocía como “Costumbre del Mar”. Era perfectamente aceptable que las tripulaciones de náufragos, como respuesta a necesidades extremas, pudieran probar carne humana. Sin embargo, era necesario seguir un estricto protocolo ritualístico y éste tenía dos reglas inquebrantables. La primera era comerse el cadáver de alguien que moría de forma natural debido a las graves condiciones que siempre conducían a un naufragio.
El segundo, una elección hecha por sorteo. En esta rueda de la fortuna, sin importar condición o posición, todos estaban incluidos. Resulta que, entre los supervivientes de Essex, en el momento de la selección imparcial, había 17 supervivientes, de los cuales 7 eran negros. En total fueron canibalizados 7, pero de esos 7, 5 corrieron esa suerte personas de raza negra.[ii] Con esta información, la luz de mi medidor de sospechas comenzó a parpadear como loca. Se ha vuelto obligatorio echar un vistazo a esta cuestión de las “Costumbres del Mar”.
Y mire, para sorpresa de nadie, hay informes que indican que la elección, a veces, no dependía del destino. Era común utilizar el criterio de los “más prescindibles”, y ¿quiénes serían estos? Camareros (marineros adolescentes), pasajeros (sobre todo extranjeros) y, como grupo prioritario en el menú, los negros (esclavizados o no).[iii] Oficialmente esta costumbre del mar, que fue ampliamente aceptada por los tribunales, llegó a su fin en 1884. Sin embargo, los informes de nuevos acontecimientos no cesaron hasta, como se denomina al, fin de las velas.
Así pues, como vemos, las novelas, e incluso las películas, no consiguen lustrar la vida real. Herman Melville lanzó su Moby Dick, en el este, en 1871. Para nuestro país, el libro, considerando el retraso, debió llegar aquí en una botella arrojada al mar. En Brasil sólo se publicó, traducida por Monteiro Lobato, en 1935, con el nombre Moby Dick, la bestia del mar.
Es justo decir que en su propio país, a Herman Melville no le fue mejor: murió sin que su libro más famoso fuera reconocido ni se vendiera bien. Ni siquiera sé si fue suficiente para pagar las facturas de investigación. Al parecer, sólo cuando William Faulkner y Albert Camus empezaron a enamorarse del libro, éste empezó a ser tomado en serio, primero entre los anglosajones provincianos y luego en todo el mundo.
Para mí personalmente, como lector y crítico, leer a Herman Melville es muy liberador. No parece respetar nada. Te explico. Salta de lecciones de clasicismo y biología, de reflexiones filosóficas y religiosas, de citas bíblicas o literarias, a la vida cotidiana de las personas de su tiempo, relatando el comportamiento trágico y burlón de la tripulación. Por boca de Ismael relata, de manera directa y sencilla, neurosis, su relación abierta y amorosa con el polinesio y ex caníbal Queequeg.
Ya duerme en posición de cuchara, con el arponero, en la primera noche, en la “Estalagem do Jorro”[iv]. Según él, como si estuvieran casados. Es muy interesante ver cómo él, el narrador, pasa del miedo, debido a la condición caníbal de Queequeg, a un vínculo de amor.[V]. Melville no llega a decir que es amor carnal, pero el amor es amor...
La caza de ballenas fue un desastre para esta especie. En el siglo XIX se mataron cientos de miles de ballenas. Al final de la película No Corazón del mar, el personaje Thomas Nickerson le dice a Herman Melville: “Tengo entendido que un hombre en Pensilvania cavó un hoyo recientemente. Y encontró petróleo, no puede ser... petróleo en el suelo, quién lo diría. Y efectivamente esto ocurrió en 1859, de esta manera la antigua compañía ballenera dio paso a la compañía petrolera.
Durante algún tiempo los cetáceos tuvieron paz. Sin embargo, esta industria destructiva regresó con venganza al final de la Primera Guerra Mundial. Y para colmo, la modernidad de los barcos propulsados por combustibles fósiles y cañones arpones. En la primera mitad del siglo XX se mataron tres millones de ballenas. En 1986, entró en vigor una moratoria internacional determinada por la Comisión Ballenera Internacional (CBI) para poner fin a la caza de ballenas.
Hasta donde sabemos, tres países están boicoteando la medida. Por ejemplo, Japón permite y subvenciona la caza de mamíferos. Para 2018,[VI] Su afirmación era que los animales sacrificados estaban siendo utilizados para investigaciones científicas. A partir de 2019, Japón perdió por completo la vergüenza y anunció que continuará cazando porque esta práctica es una marca de identidad japonesa. Lo sé... Dinamarca e Islandia nunca se adhirieron, ni siquiera fingiendo, a la Moratoria Internacional. Larga vida al lucro.
En cualquier caso, entre pérdidas y daños, la reducción de matanzas fue drástica. Desde la prohibición y hasta finales del siglo pasado, esta cifra se redujo a unos diez mil. Sin embargo, la tendencia es que este número vuelva a crecer, para gloria de la cultura japonesa. En estos dos siglos se extinguieron la ballena gris del Atlántico Norte y la ballena franca de las costas europeas. Y la ballena franca del hemisferio sur casi se extinguió, y su población global se redujo a 300 individuos. Y el ser más grande de todas las edades que ha vivido jamás en el planeta, la ballena azul, también tiene su población muy reducida y está en riesgo de extinción.
Mocha Dick, siguiendo el probable destino de su especie, fue masacrada. La ballena de Melville habita eternamente los mares de nuestra imaginación, navegando en la fantasía generada por la grandeza de los océanos. En muchos sentidos, la existencia de “nuestros” cachalotes expone la condición humana. Seguimos entre la necesaria coexistencia con la historia fría y objetiva y la imprescindible proyección hacia las cosas que no son, que no fueron y que no serán... o mejor dicho, que pueden ser o no ser. Al igual que los titanes, que viven en ambos mundos, bajo el agua y en la superficie, lamiendo la sal de los mares o bebiendo los horizontes, nosotros somos...
* Giovanni Mesquita Es historiador y museólogo. Autor del libro Bento Gonçalves: del nacimiento a la revolución (Suzano).
Notas
[ii] https://en.wikipedia.org/wiki/Essex_(whaleship), en esta página podrás acceder al nombre y destinos de la tripulación del Essex.
[iii] ARTÍCULO La delicada cuestión del canibalismo en tiempos prehistóricos e históricos G. Richard Scott y Sean McMurry, P. 232. Disponible aquí.
[iv] Las palabras “Jorro” y “arpoador” entraron en esta frase de manera casual y no quinserística.
[V] MELVILLE, Herman. Moby Dick, o La Ballena. Traducido por Irene Hirsch y Alexandre Barbosa de Souza. Nueva York: Routledge, 34. Pág. 2019
[VI] https://gizmodo.uol.com.br/japao-caca-comercial-baleias/
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