Por LEONARDO AVRITZER*
El periodismo de opinión como práctica de descalificación del oponente
Brasil tiene un periodismo de opinión muy curioso. Por un lado, parece suplir la deficiencia de nuestra prensa en el área investigativa o en la producción de artículos basados en hechos. Por otra parte, no está claro su papel en un debate sustancial de ideas que puede, de hecho, potenciar la formación de una opinión pública informada y pluralista. En particular, cuando los espacios de los principales vehículos de comunicación se movilizan exclusivamente para agresiones gratuitas, se perjudica a la democracia.
Este parece ser el caso de las críticas que recibí del periodista de opinión (o dueño del medio) Mino Carta, refiriéndose a un artículo que publiqué en esta columna de la UOL sobre la obra de Raymundo Faoro. La crítica de Carta, como lo es a su estilo y conocimiento incluso del reino mineral, no implica ninguna discusión de ideas, reduciéndose a la descalificación de algunos intelectuales brasileños - todos ellos, por cierto, poseedores de importantes contribuciones a la política debate en nuestro país país. Entre los criticados está el que te habla –y a quien Carta se refiere como “un cierto profesor, Leonardo Avritzer”.
Es curioso el ímpetu descalificador de Carta frente a quien muchas veces se moviliza como fuente para los periodistas de su propia revista. También es preocupante el escaso conocimiento que tiene Carta de mis opiniones, lo que sugiere que no es un lector habitual del periódico que lleva su nombre y que dice editar.
Carta me ataca porque me atreví a criticar a un amigo suyo, Raymundo Faoro. Este parece ser el único argumento del supuesto editorial. Erróneamente, Carta cita un pasaje de un artículo de opinión que escribí, en el que criticaba a Faoro y su obra “Os Donos do Poder”. Vuelvo a mi punto y aprovecho para explorar la crítica que hice, basada en tres elementos.
En primer lugar, sostengo que Faoro presenta una visión incorrecta del concepto de estatus patrimonial, que para su autor, Max Weber, es una categoría histórica, que existió en un período determinado, y que con Faoro se transforma en una categoría atemporal, que existiría desde el año 1000 en Portugal hasta la actualidad en Brasil. En segundo lugar, critico a Faoro por no darse cuenta de que una definición del estado patrimonial no podría sobrevivir a las transformaciones del estado portugués entre los años 1000 y 1800. Después de todo, Portugal era un reino rural y militar que se convirtió en una de las principales potencias comerciales europeas. y participó en la formación de un imperio de ultramar que, en algún momento del siglo XVII, se extendía desde América y África hasta Asia. Por lo tanto, no es concebible que la estructura del estado portugués se haya mantenido sin cambios durante este período. Es el tercer error de Faroo el que considero el más grave: la idea de que este estado portugués fue transferido a Brasil en 1808 y en ello estaban las razones por las que no experimentamos una república democrática e impersonal. Argumento que este es un concepto erróneo porque el imperio brasileño es la síntesis entre el deseo de la monarquía portuguesa de preservar el poder y el deseo de las élites brasileñas locales de mantener la esclavitud, repeliendo el establecimiento de la igualdad civil en el país.
En una palabra: Brasil no puede entenderse, por tanto, sin resignificar los hechos de la independencia y la elaboración de una Constitución sin que se instituya en el país la correspondiente estructura de derechos, destacando el crimen cometido contra la igualdad civil. Y ese me parece que es el error de quienes se dicen liberales en Brasil -y que tienen a Faoro como mentor-: suponer que nuestros problemas con la igualdad residen solo en el Estado y el sistema político, o en lo que comúnmente se llama apropiación privada. del público
El tipo de liberalismo privatista instaurado en el país está en la base del ataque al Estado de derecho que hemos presenciado en los últimos años –y en defensa de la antipolítica. Sergio Moro puede entenderse en esta clave, aunque sea parcialmente, pero no Jair Bolsonaro. Por lo tanto, nunca he afirmado que Bolsonaro sea un legado de Raymundo Faoro. El bolsonarismo no es nada liberal. No es más que la continuación de una tradición militar que en ocasiones se asocia al privatismo, como vemos en los casos de Pazuello y Salles. Este es el núcleo de mi argumento que, al parecer, Carta no entendió.
Además, la crítica a las ideas de Faoro no es, como lo hace parecer Carta, personal, dirigida al “insustituible amigo fraternal”. Por el contrario, el debate de ideas, tan central en el papel que puede asumir la prensa en los regímenes democráticos, y que parece ser muy bajo en Brasil, es el motor de mi actividad. Criticar a Faoro es tomar en serio sus argumentos y eso es valorar el trabajo intelectual y construir nuevas explicaciones a partir de las anteriores, y en ocasiones en oposición a ellas. Quizás la dificultad de Carta en este punto habla de cómo necesitamos repensar el lugar de las críticas y los choques de ideas en el país.
Finalmente, una pequeña nota sobre París. Hay, de hecho, una cierta fascinación entre la intelectualidad brasileña con las universidades francesas. No parece ser mi caso, ya que hice mi formación en Estados Unidos. Aun así, reconozco que Francia tiene grandes universidades y que la Sorbona es una de ellas. Mino Carta parece añorar la época en que Francia era una provincia del Imperio Romano llamada Galia... y no tenía universidades.
*Leonardo Avritzer Es profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la UFMG. Autor, entre otros libros, de Impases de la democracia en Brasil (Civilización Brasileña).