por FRANCISCO PEREIRA DE FARIAS*
comentario sobre la busqueda Guillaume Azevedo Marqués de Saes
En momentos en que la presencia de militares en la coalición de gobierno en Brasil pasa a primer plano, la consulta del trabajo de Guillaume Saes, Militar y desarrollo en Brasil, proporciona una comprensión histórica de los significados y límites de las intervenciones militares en la vida política del país para sustentar este papel y su forma hoy. Como indica el autor, la “militancia política” de los militares en Brasil, desde sus inicios en la década de 1880 hasta el final del régimen militar de 1964-1985, estuvo esencialmente comprometida con el “desarrollo y la industria” y “en la medida en que sus el objetivo final, o sea, la transformación de Brasil de un país agrícola y exportador de productos primarios en un país industrial, fue logrado, su militancia en cierto modo perdió sentido” (p. 320).
1.
El trabajo de Guillaume Saes sobre los grupos militares y la vida política en Brasil presenta un contenido científico exitoso y original. Tratemos pues de ilustrar esto en algunos pasajes de su texto.
1 – “El origen de la fuerza política que luego demostrarían los militares está, por tanto, en la doble función que les tenía reservada la élite imperial: servir de agentes de la centralización imperial en el combate a las aspiraciones autonomistas de las provincias y defender la integridad del territorio brasileño ante las amenazas externas, especialmente las provenientes de la problemática región del Río de la Plata” (p. 27).
Como señala el autor, el impulso a la centralización política en este contexto de Estado imperial esclavista tiene un papel conservador: organizar el mercado nacional de esclavos, debido a las medidas de interdicción impuestas por Inglaterra. Tal centralización política sería un síntoma de la decadencia de la esclavitud en el Brasil imperial, ya que el orden social preburgués tiende a la descentralización política, debido a la vocación localista de la propiedad de la tierra.
2 – “Por tanto, además de la juventud y el consiguiente pequeño bagaje político y doctrinal de la tenientes, razones tácticas podrían estar en el origen de la postura ideológica bastante audaz del tenentismo en la década de 1920. Dado que el objetivo inmediato del movimiento era tomar el poder mediante un golpe militar apoyado por sectores de las clases dominantes, la presentación de un programa reformista radical que desafiar las bases socioeconómicas del régimen era inviable en la medida en que ahuyentaría a aliados muy solicitados en ese momento: altos mandos militares y disidencias oligárquicas. Una revolución proletaria urbana y campesina no era parte de los objetivos de los tenientes, sino una acción militar golpista, que impulsaría las reformas necesarias en el país. por la parte superior”(P. 146).
El tenentismo asumió así una nueva función política en el período dictatorial revolucionario del 3 de noviembre de 1930 al 16 de julio de 1934, dejando de ser el brazo armado de las reivindicaciones liberales de la disidencia oligárquica y de los sectores más tradicionales de las clases medias urbanas, para convertirse en el pilar principal de una política de desarrollo en el país bajo el tutela del estado (P. 161).
Puede decirse que la corriente de tenientes nacionalistas adquiere a la vez significados militares y burgueses. Desde el punto de vista militar, los tenientes continúan una tendencia del Ejército Brasileño a intervenir en la vida política, ya que el proceso de modernización y profesionalización de la organización no condujo a su apolitización, como habría ocurrido en los países europeos. Habría una tendencia secular de las clases dominantes brasileñas a utilizar el Ejército –o segmentos del mismo– como recurso político para obtener o mantener el poder (militarismo civil) (Forjaz, 1989). Así, “la definición funcional del grupo militar lo lleva a ver al Estado como la expresión suprema de la Nación; y, como categoría profesional encargada institucionalmente de velar por la soberanía del Estado, el grupo militar tiende a interpretar su propia degradación profesional y social como un indicio de atropello a la Nación” (Saes, 1984, p. 71).
Desde el punto de vista social, los tenientes nacionalistas, por su origen social, representaban los intereses de la clase media baja, expresados en una industrialización nacional no monopólica. Esta es la tesis de Guillaume Saes. Para él: “El proyecto tenentista de desarrollo de la producción nacional parecía, por tanto, excluir a las élites agrarias e industriales existentes en Brasil, y parecía optar por una solución estatal en sectores más avanzados y estratégicos de la actividad industrial –al menos en el caso del petróleo- y potenciar la pequeña industria en el sector de bienes de consumo (alimentos, vestuario y otras necesidades básicas de la población). El énfasis en la pequeña propiedad llama nuestra atención sobre la Carácter jacobino y pequeñoburgués de la ideología teniente, es decir, su tendencia hacia un nacionalismo pequeñoburgués basado en la defensa de la pequeña propiedad” (p. 202).
Pero la corriente tenentista, decimos, también apoyó, en la medida en que no criticó tal objetivo al escalar posiciones en el aparato del Estado con la Revolución de 1930, una industrialización basada al menos en la empresa media nacional. Como señaló Nelson Werneck Sodré, a partir de la década de 20, la “pequeña burguesía”, especialmente los jóvenes oficiales rebeldes, desempeñaron el papel de “vanguardia feroz del lento ascenso político de la burguesía” (Sodré, 1985, p. 20). . Los lugartenientes nacionalistas defendieron un programa, no siempre explícito -pero en algunas ocasiones se vieron obligados a presentar sus demandas, como sucedió con el Clube 3 de Outubro, en 1931-, para transformar a la burguesía industrial brasileña en una verdadera burguesía nacional.
No todas las fracciones del capital se inclinan a adoptar una política antiimperialista. El gran capital comercial, por su inserción en el mercado de importación y exportación, tiende a asociarse con los intereses del capital extranjero y, por tanto, se muestra contrario a una política proteccionista del mercado nacional, sustentando, por regla general, la presencia de capital internacional en todos los sectores de la economía del país. El gran capital industrial, por otro lado, normalmente tiene una postura ambigua frente al capital imperialista. Por un lado, dada su vinculación con las bases de la acumulación interna, esta fracción opone resistencia a la participación del capital extranjero en ramas industriales en las que se consolida la presencia del capital nativo, como la industria manufacturera. Por otro lado, ante algún grado de dependencia tecnológica o monetaria del capital de los países centrales, la dirección industrial se opone a un programa global para desafiar los intereses imperialistas. Sólo el capital medio se vuelve receptivo a un programa antiimperialista. Pero es poco probable que esta fracción del capital pueda conquistar la hegemonía política, dada la desproporción de recursos económicos y políticos. Queda, entonces, que la burocracia estatal asuma la posición nacionalista.
Finalmente, el lugarteniente nacionalista tendría una doble característica: pequeñoburgués por su origen social; y burgués por su inserción en las tareas directivas del aparato del Estado nacional.
3 – “Surge otra cuestión respecto al Estado Novo: ¿contra quién se ejecutó el golpe de estado del 10 de noviembre de 1937? La constitución del régimen comienza, de manera introductoria, con un discurso anticomunista que advierte de la “estado de aprensión creado en el país por la infiltración comunista, que se hace cada día más extensa y profunda, exigiendo remedios radicales y permanentes”. El miedo a un golpe comunista engendrado por el fantasma del atentado de noviembre de 1935 se presenta, por tanto, como la razón principal del derrocamiento del actual régimen constitucional. Y, de hecho, el golpe de Estado estuvo precedido de toda una campaña anticomunista en los medios civiles y militares, campaña que siguió a la derrota del intento mencionado y que implicó medidas como la depuración de las Fuerzas Armadas y la detención de comunistas y personas vinculadas a la tenentismo de izquierda y la Alianza para la Liberación Nacional. El régimen constitucional inaugurado en julio de 1934 prácticamente no existió, ya que en casi todo el período comprendido entre noviembre de 1935 y noviembre de 1937 el país estuvo bajo estado de sitio, con el pretexto de combatir la subversión de izquierda. Así, la amenaza de otro golpe de estado El comunismo fue el gran pretexto para el derrocamiento del régimen en julio de 1934. Sin embargo, algunos factores de peso muestran que si oficialmente el golpe de Estado Novo fue un golpe anticomunista, su objetivo fueron otros opositores. Por un lado, los comunistas, los tenientes de izquierda y los políticos de la Alianza para la Liberación Nacional estaban en ese momento en prisión o condenados al ostracismo, y ya no representaban un peligro real para el orden imperante. Por otro lado, se acercaba la fecha de las nuevas elecciones presidenciales, previstas para enero de 1938, lo que significó el fin del gobierno de Vargas ya que, según la constitución, no podía ser reelegido. La presencia de un fuerte candidato a la sucesión presidencial como Armando de Salles Oliveira, un político paulista que se presentó en nombre del constitucionalismo liberal, significó la posibilidad de un retorno al poder de los representantes políticos de los intereses cafeteros paulistas y un obstáculo para la implementación de una política de industrialización, con, por ejemplo, el fin del uso de recursos gubernamentales para financiar actividades industriales y su uso para financiar la economía cafetera, como se hizo en la Antigua República. Además, Getúlio y sus aliados militares aspiraban a la constitución de un orden político que trajera la estabilidad necesaria para una política de desarrollo acelerado, ya que en el período 1930-1937, aunque se habían tomado medidas en el sentido de crear condiciones favorables a la desarrollo de la industria nacional – constitución de un aparato estatal más centralizado, creación de organismos oficiales dedicados al estudio, planificación y financiamiento del desarrollo industrial, nacionalización de las riquezas del subsuelo y de las cascadas – no se había hecho nada concreto, por ejemplo, en cuanto a la introducción del acero a gran escala y exploración petrolera. Para ello, era necesario neutralizar a la oposición ligada a los intereses agromercantiles, que podía actuar en el Congreso y en la vida partidaria y así seguir bloqueando los proyectos industriales del gobierno. La tesis del peligro comunista tenía, por tanto, la función de, al mismo tiempo que se neutralizaba la oposición liberal-oligárquica unida en torno a Armando de Salles Oliveira, obtener el apoyo del resto de las clases dominantes brasileñas, temerosas de una crisis social. revolución, y las Fuerzas Armadas en su conjunto, que en otro contexto no apoyarían –al menos en lo que respecta a su ala legalista– un proyecto dictatorial como este” (2014-16).
En resumen, el trabajo de construcción científica de Guillaume Saes es exitoso porque, entre otros aspectos y como lo demuestran los ejemplos anteriores, logra equiparar la difícil cuestión metodológica de articular la explicación funcional y la determinación motivacional de las prácticas de grupos e individuos. Tal articulación de causalidades distintas quizás encuentra un patrón de construcción análogo en el trabajo científico de Sigmund Freud, La interpretación de los sueños..
2.
La obra de Guillaume Saes, a pesar de su construcción eficiente y original, no parece conectar, al menos explícitamente, el programa nacional-desarrollista, apoyado por los militares brasileños, a los intereses globales o comunes de la clase capitalista. El autor nos dice:
“Para nosotros, sin embargo, la crisis de hegemonía no significó el surgimiento de un Estado neutral por encima de las clases, sino un Estado controlado por una burocracia militar exponente de un proyecto industrializador aliado a una dirección política de origen oligárquico que, por su formación, castilhista -a la vez progresista y autoritaria- y por haber percibido el momento histórico que atravesaba el país -decadencia irreversible del orden dominado por la élite agromercantil e inminente advenimiento del orden industrial-, optó por situarse, tanto en 1930 y en 1937, al frente del proceso revolucionario de transformación socioeconómica del país” (p. 220).
“En el caso del Estado Novo [1937-45], el énfasis estaba en sectores más avanzados de la actividad industrial, como la siderurgia a gran escala y la industria petrolera. Se descarta a la burguesía nacional como agente único o principal en la implementación de estos dos sectores, y aparece aquí el Estado con un papel decisivo, ya sea como interventor directo (empresas íntegramente estatales o mixtas) o como coordinador de actividades. Si los militares republicanos de finales del siglo XIX se presentaban como defensores de los intereses de la burguesía industrial brasileña, el grupo militar del Estado Novo pretendía crear un nuevo sector industrial, independiente de la propia burguesía nacional -aunque fuera aceptado como participante minoritario en un proyecto dirigido por el estado” (p. 318).
Sin embargo, subyacentes a las medidas de centralización política e intervencionismo industrializador, están los objetivos comunes a la clase capitalista en su conjunto, a saber, la integración nacional de facciones burguesas y la interiorización de las bases de acumulación de capital. En relación al proceso de integración nacional, el capital industrial compite a nivel interregional y redefine sus segmentos en la división nacional del trabajo; básicamente, el capital industrial periférico, menos competitivo, se traslada a ramas que conservan su mercado regional. A su vez, el capital mercantil dirige la producción agrícola a los mercados regionales, pasando también por un doble proceso de competencia y unificación sectorial. Las relaciones de las burguesías regionales toman la forma, en una primera fase, de articulación comercial, en la que la burguesía de la región polo suministra productos manufacturados a las regiones periféricas a cambio de producción agrícola controlada por el capital mercantil en la región dependiente. En este contexto, las políticas de Estado -como la política fiscal, monetaria, crediticia, cambiaria- evitan producir efectos que agraven las desigualdades regionales, que suelen ser inevitables en el ámbito del mercado por la ley de concentración de capitales, e incluso adoptan medidas compensatorias (transferencias de recursos, programas de inversión) a las burguesías periféricas. Puede decirse, entonces, que el aparato de Estado promueve, en este período histórico, el equilibrio de intereses o el interés común de las fracciones regionales de la clase capitalista.
En cuanto al proceso de internalización de las bases de acumulación de capital, las empresas estatales de la industria de bienes de capital contribuyen a la seguridad del aparato estatal, posibilitando la independencia en la producción de armas y suministro de combustibles, y, por tanto, completar las bases de acumulación de capital. en el país. Así, la autosostenibilidad de la economía capitalista exige no sólo internalizar la industria de producción pesada (acero, petróleo, electricidad), sino también reservar el núcleo de ese sector para capitales de origen nacional, en beneficio de la economía brasileña en su conjunto. , es decir , de todas las fracciones burguesas (industrial, comercial, bancaria).
Quizás una de las razones de esta ausencia del nexo argumentativo sobre el carácter burgués del nacionalismo económico militar reside en que el autor tiende a identificar el nacionalismo burgués sólo con los valores estructurales del Estado de tipo histórico: derecho igualitario y burocratismo meritocrático. . En otras palabras, los militares nacionalistas estarían comprometidos con el interés político general -preservación del Estado burgués, reproducción del trabajo asalariado- de la burguesía, pero no necesariamente estarían guiados por los intereses económicos de esta clase propietaria. Ahora bien, tales normas estructurales imponen que la política del Estado converja, de una forma u otra, a los intereses económicos de la clase propietaria de los medios de producción social. Una primera forma es aquella en la que la política del Estado cubre principalmente los intereses de la fracción hegemónica dentro de la clase dominante. En este caso, la burocracia estatal puede exigir, en beneficio de la estabilidad política, el sacrificio de intereses secundarios de la fracción hegemónica, pero nunca de sus intereses estratégicos. La segunda forma de implementar los valores funcionales del Estado burgués a través de sus políticas se refiere al contexto en el que tales políticas no están guiadas por el proyecto estratégico de ninguna fracción de la clase capitalista. En este otro caso, la burocracia estatal puede oponer los intereses estratégicos de cada una de las fracciones capitalistas, pero sin extrapolar el interés económico común o global al conjunto de la clase capitalista. Este interés global de la clase dominante es lo que permite dar coherencia al proyecto económico de la burocracia en el Estado sin funcionamiento hegemónico y permite llevar adelante el análisis del nacionalismo militar como un nacionalismo burgués – político y económico.
En todo caso, esta consideración de la obra del autor no disminuye la calidad de su construcción científica sobre el papel de los militares en la formación del capitalismo en Brasil.
* Francisco Pereira de Farias es profesor de Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Federal de Piauí. Autor de Estado burgués y clases dominantes en Brasil (1930-1964) (Editor CRV).
Referencias
Guillaume Azevedo Marqués de Saes. Militar y desarrollo en Brasil: un análisis comparativo de los proyectos económicos de los oficiales republicanos de finales del siglo XIX, los tenientes y la cúpula militar del Estado Novo. 2011. Tesis (Doctorado en Historia Económica) – Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas (FFLCH) de la Universidad de São Paulo (USP), São Paulo, 2011. [https://teses.usp.br/teses/disponiveis / 8/8137/tde-08052012-122314/pt-br.php)]
FORJAZ, MCS Tenientes y Fuerzas Armadas en la Revolución de 30. Río de Janeiro: Universidad Forense, 1989.
SAES, D. Clase media y sistema político en Brasil. São Paulo: TA Queiroz, 1984.
SODRÉ, NO tenentismo. Porto Alegre: Mercado Abierto, 1985.