por MARCOS SILVA*
Comentario al libro de Ruy Castro
Todo es hermoso en este libro: portada, imágenes internas, texto entre reportaje y crónica, la ciudad misma. Escrito en una época en que el todavía hermoso Río de Janeiro sufre tanto por milicianos, gobernantes corruptos, empresarios negligentes y otros desastres nada modernos, el volumen habla de un sueño bueno, festivo, de esplendor, del espectáculo de la riqueza.
Parece una versión brasileña de la Locos años veinte o de Una fiesta movible – la segunda expresión es el título del libro póstumo de Ernest Hemingway sobre el París de la misma época (HEMINGWAY, Ernest. París es una fiesta. Civilización Brasileña).
Periodista, Castro no es ni pretende ser historiador. La Gran Guerra (1914/1918) le parece una decisión de gobernantes o estados nacionales como súbditos; la gripe española es una experiencia que afecta por igual a todos los grupos humanos (hoy sería “en el mismo barco”), sin matices de tratamiento ni perspectivas de supervivencia entre ellos.
No hay clases sociales en el libro; la primera mención de la imposibilidad de hacer algo por falta de dinero aparece en la p. 98; en este caso, Eugenia Brandão, más tarde Eugênia Álvaro Moreyra, por no haber asistido a la escuela por haber quedado huérfana de padre desde los 10 años; la mayoría de los niños brasileños con padres vivos experimentaron esta imposibilidad.
Aunque Ruy dice que la guerra fue el resultado de Belle Époque, tal expresión acaba por sintetizar tal profusión de belleza. Y, presagiando una polarización entre Río de Janeiro y São Paulo, el libro Hay una gota de sangre en cada poema, de Mário Sobral (seudónimo de Mário de Andrade), no aparece como una manifestación antibelicista brasileña.
Hay una fuerte dosis de “columna social” (género periodístico valorado en ese Río de Janeiro, dedicado a celebrar a los ricos y famosos) en la obra, que describe la cotidianidad y la vida privada de este universo –el citado espectáculo de aquellos que tenía tiempo y dinero para esas sedas, esas bebidas, esos hoteles, esos ocios. Incluso en el siglo XXI, una parte importante de la población de Río no tiene agua corriente ni un sistema de alcantarillado, pero esto desaparece en las vagas alusiones del volumen a los genéricos deficientes.
Castro presenta su Río de Janeiro a través de personajes estratégicos, con énfasis en ricas anfitrionas que controlan escenarios culturales, cuatrocientos apellidos resonantes y negros y mulatos exitosos en las más altas esferas sociales, una sutil negación del racismo y otros prejuicios; João da Cruz e Sousa, que publicó misales e broqueles en 1893 no fue invitado a integrar la Academia Brasileira de Letras, creada en 1897; pero la integración de los negros brasileños a la Prensa es reafirmada por Ruy en la p. 338. Un poco más de mala voluntad hacia las personas socialmente fracasadas, situación vista como un problema personal de cada uno; vale la pena preguntarse si tales personas fueron simplemente fracasos.
João do Rio y Lima Barreto, ubicados en escalas opuestas en estas apreciaciones, tuvieron sus textos poco interpretados, sólo referenciados. [ 1 ] José Oiticica (1882/1957), descrito por Castro, era anarquista, ateo, defendía “el divorcio (…), el amor libre (…) las uniones sin matrimonio (…), el secuestro de los bienes de la Iglesia Católica (…), la reforma agraria, la interna incumplimiento de la deuda (…)". El periodista concluye que “su otra cara, su opuesto exacto, lo salvó (…) un brillante profesor de filología y lingüística en Pedro II. Predicó la obediencia a los escritores clásicos ya los cánones de la lengua (…). Casado con todas las formalidades civiles (…)” (CASTRO, p. 95/96).
Entiendo que, en lugar de que el profesor salve al anarquista, cada “lado” existía por el “otro” de lo mismo. ¿Y por qué considerar esa militancia como una “fatalidad”? La probable respuesta está en la identificación de Ruy con valores e instituciones a los que se opone el anarquista –familia, Iglesia católica, Estado, propiedad–, que es su derecho como militante conservador.
Castro interpreta el anarquismo y el socialismo (más comunismo después) en Brasil como frutos de la difusión europea a través de la inmigración; separa a “la mayoría de estos inmigrantes (que) se dedicarían a ganarse la vida pacíficamente” de los anarquistas, perpetradores de atentados. Pierde de vista los matices entre las diferentes corrientes del anarquismo, ajenas a tales prácticas, y estima el conjunto de esos hombres y mujeres en “doscientos militantes en el país”. Luego registra las huelgas de 1917 y 1919 en Río de Janeiro y São Paulo, hablando de 50 trabajadores paralizados en la última fecha, resultado asombroso para la acción de apenas doscientos militantes...
Jóvenes talentos, casi todos con formación universitaria, periodos de estudio en Europa y prestigio en ascenso (Ronald de Carvalho, Dante Milano, Manuel Bandeira, Alberto Di Cavalcanti, etc.), merecen otra bienvenida en el libro: “Ninguno de ellos tenía problemas de subsistencia ”, activo y calidad (CASTRO, p. 123).
Di Cavalcanti merece una atención especial como organizador de la Semana de Arte Moderno de São Paulo de 1922: animó a Anita Malfatti a exhibir sus pinturas expresionistas, presentó a Oswald de Andrade a Malfatti, sugirió esa actividad a Paulo Prado (que reunió patrocinadores de São Paulo), garantizó la presencia carioca en el evento, con nombres tan importantes como Heitor Villa-Lobos, Manuel Bandeira y Ronald de Carvalho, entre otros.
La fuerte presencia de Di Cavalcanti en la Semana de Arte Moderno es tradicionalmente reconocida. El énfasis de Castro significa resaltar la primacía de Río de Janeiro en la modernidad brasileña. Además, se destacan las posturas conservadoras de Mario de Andrade, con énfasis en el moralismo católico, sin mencionar el homoerotismo.
Valdría la pena pensar en un proceso que fuera más allá de la dualidad Río de Janeiro/São Paulo y abrazara al país: Pará (Ismael Nery – referido en fotografías y texto, ya en la época en que vivía en Río de Janeiro), Río Grande do Norte (Luís da Câmara Cascudo), Pernambuco (Vicente do Rego Monteiro, mencionado en el texto, con énfasis en París), Minas Gerais (Carlos Drummond de Andrade, mencionado en el texto), Rio Grande do Sul (Augusto Meyer) y otros. Câmara Cascudo aseguró el contacto entre Mario de Andrade y los vanguardistas argentinos, con quienes mantuvo correspondencia. Tales estados no eran satélites de São Paulo y Río de Janeiro, de todos ellos podía nacer la Modernidad.
La información sobre mujeres escritoras y pioneras feministas se restringe al universo de las élites, sin mencionar el anarcofeminismo como el universo de las demandas específicas de las mujeres trabajadoras por derechos. Cuando dice que “las mujeres de Río (…) salían a trabajar”, el autor menciona “oficinas, comercios y servicios públicos” (p. 275), desconociendo desde antes las fábricas y cultivos de los más pobres.
En un sentido similar, los comentarios sobre el campo teatral ignoran la puesta en escena en espacios distintos a las salas formales, parte de la militancia anarquista, socialista y comunista. Una de las feministas de élite, Deolinda Daltro, fue satirizada por Lima Barreto en la novela Numa y la ninfa a través del personaje Florinda Seixas, que dirigía manifestaciones públicas de indígenas borrachos – Castro no lo registra, aunque lo indica en el libro (p. 348). Al mencionar a Chico Guanabara, fanático del Fluminense, “mestizo, profesión de capoeira – matón a sueldo (...) casi un sinvergüenza” (p. 297/298), el personaje Lucrécio Barba de Bode, de la misma novela, con algunos de estos rasgos y falta de futuro, también podrían ser recordados.
El escritor presenta abundante literatura erótica producida en la época y concluye que “el sexo, aun clandestino, no era pecado”, aunque destaca una revista del género con el nombre La manzana, alusión a la culpa bíblica: el pecado excitado. Y los adjetivos sobre estas obras (“casi todas magníficas”, p. 228) mantienen al lector escaso de argumentos. El problema se repite en el enunciado sobre “Je ne arrepentirse rien”, de Louis Guglielmi y Edith Piaff, es un plagio de “Amar a uma só mulher”, de Sinhô (p. 379), que sería más comprensible si se acompañara de partituras e identificación de notas y compases.
El libro termina con la llamada Revolución de 1930, sin mencionar el crack de la Bolsa de Valores de Nueva York en 1929 y la gran crisis económica mundial que siguió. Una declaración final resume la concepción de Río de Janeiro como el centro del país: “Río había hecho su parte, había hecho avanzar a Brasil”. (pág. 426). Siendo una ciudad que recibió brasileños de todos los estados y extranjeros de muchos países, ¿quién hizo avanzar a Río?
Era una modernidad bajo la Ley de Represión del Anarquismo (gobierno de Epitacio Pessoa), Estado de Sitio (gobierno de Person y Arthur Bernardes) y Ley de Celerada (gobierno de Washington Luís), pero esto apenas aparece ni figura en las páginas de Castro.
Rio de Ruy es fascinación y buenos buzos.. [2] ¿Hermoso clima? Para la mayoría, tal vez fue temporal...
* Marcos Silva Es profesor del Departamento de Historia de la FFLCH/USP.
referencia
ruy castro. Metrópolis junto al mar – Río moderno en la década de 20. São Paulo, Companhia das Letras, 2019.
Notas
[1] No hubo tiempo para que Ruy incorporara, por ejemplo, SANTOS, Poliana. El pueblo y el paraíso de los ricos – Río de Janeiro, 1900/1920 – Crónicas y otros escritos de Lima Barreto y João do Rio. Tesis de doctorado. FFLCH-USP.
[2] Cfr. BARTHES, Rolando. "Estructura de buceadores", en: Ensayos críticos. Traducción de Antonio Massano e Isabel Pascoal. Lisboa: Ediciones 70, 2009.