por WALNICE NOGUEIRA GALVÃO*
Una mirada a las celebraciones destacadas del 25 de enero
En el marco de las celebraciones del IV Centenario, en 1954, se entregó al público el Parque de Ibirapuera, obra de Oscar Niemeyer, con la inauguración simultánea del Monumento a Bandeiras, de Vitor Brecheret. Se puso énfasis en la construcción de una gigantesca escultura de Oscar Niemeyer, titulada “Aspiral” (un juego de palabras entre espIraL y aspirar). Consistía en una espiral atravesada por un pilar, ambos verticales, simbolizando el desarrollo de São Paulo. La pieza estaba condenada a la destrucción, por motivos técnicos.
También se creó el Ballet de la Ciudad, con la colaboración de los más grandes artistas del Modernismo. El enfoque fue moderno y vanguardista, y se contrató a un coreógrafo extranjero para coordinar el trabajo. El resultado fue un proyecto que abarcaba todo el año, con cuatro programas de cuatro ballets cada uno, siendo obligatorio un ballet brasileño en cada programa. Se recurrió a arquitectos y pintores para los decorados y el vestuario, así como a compositores nativos para la música; La lista de compositores extranjeros ya muestra la tendencia: Bela Bártok, Igor Stravinsky... Todo tenía que ser moderno e incluso vanguardista: inspirarse en Ballets Rusos De Diaghilev y Nijinsky se pensó en el “ballet total”.
Además, se promulgó la ley que crea la Orquesta Sinfónica del Estado de São Paulo, bajo la batuta de Eleazar de Carvalho.
Y se lanzó un concurso para premiar la canción popular que celebra la fecha, al que asistieron miles de candidatos. Las melodías inundaron el aire, pero sobre todo ésta: cuál vino primero: el doble São Paulo Quatrocentão, del gran compositor carioca de samba Garoto, que pronto murió prematuramente. El doble vendió casi 1 millón de copias.
Los tres días de festividades incluyeron mucho entretenimiento popular en la plaza pública, en anticipación de las futuras Viradas Culturais, que anualmente celebran el aniversario de la ciudad. Todo esto hace exactamente 71 años.
Sin embargo, en el cambio de siglo, o exactamente en el año 2000, se produciría otra celebración estruendosa: la Exposición de los Descubrimientos, realizada en el 500 aniversario no en la ciudad de São Paulo, sino en todo Brasil. La elección de la ciudad de São Paulo como sede ya es una consagración de su hegemonía en el país. Las celebraciones requirieron mucha pompa y circunstancia, además de amplios recursos, y ocuparon los pabellones de Ibirapuera.
La Muestra se subdividió en nueve muestras, dada su magnitud: Arqueología, Artes Indígenas, Arte Afrobrasileño, Arte de los Siglos XVII y XVIII, Arte Popular, Arte del Siglo XIX, Imágenes del Inconsciente, La Mirada Lejana y Arte de el siglo XX. Involucró incluso a países extranjeros, siendo el más obvio Portugal, pero también a otros que tenían algo muy lejano que ver con la conquista y la colonización. Dinamarca es un buen ejemplo, origen del manto tupinambá con plumas rojas que encantaron a multitudes. Portugal, en un gesto nunca del todo elogiado, nos envió nuestra partida de nacimiento, la Carta de Pero Vaz de Caminha, que fue expuesta bajo una cúpula blindada y en una sala blanca vacía – tal es su importancia,
La Orquesta Sinfónica del Estado de São Paulo (Osesp) celebró a lo largo del año 500 los 2000 años del Descubrimiento. Para ello, se centró en la interpretación de composiciones de 23 autores locales, en el proyecto denominado Creadores de Brasil.
Bajo la batuta del maestro John Neschling, el primer concierto, el 16 de marzo, en la entonces nueva Sala São Paulo, en la Estação da Luz, presentó un programa que incluía la Concierto para Piccolo y Orquesta de Cuerdas, de Osvaldo Lacerda; el congada, por Francisco Mignone; y la apertura de Salvador Rosa, una ópera poco conocida de Carlos Gomes.
El proyecto denominado “Nau Capitânia”… tenía como objetivo crear una réplica de la carabela de Pedro Álvares Cabral, fabricada en Porto Seguro, donde desembarcó, con el auspicio del Ministerio de Deportes y Turismo. Fue un fiasco: llegó con cuatro meses de retraso, hubo un sinfín de problemas, sobre los cuales los caricaturistas se apresuraron desde aquí y más allá del mar, acabando atrayendo el epíteto de “El barco de los tontos”. Dicen que nunca logró zarpar, para deleite de los portugueses: insistieron en que los brasileños deberían haberles pedido que construyeran la carabela, ya que eran de know-how probado…
*Walnice Nogueira Galvão Profesor Emérito de la FFLCH de la USP. Autor, entre otros libros, de Leer y releer (Sesc\Ouro sobre azul). Elhttps://amzn.to/3ZboOZj]
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