Recuerdos de Marta

Edgar Negret, Acoplamiento, 1966
Whatsapp
Facebook
Twitter
@Instagram
Telegram

por FILIPE DE FREITAS GONÇALVES*

Consideraciones sobre el libro de Júlia Lopes de Almeida

1.

Recuerdos de Marta, de Júlia Lopes de Almeida, es un caso típico de novela burguesa. La joven protagonista nace en una familia pobre de clase media de Río de Janeiro que se encuentra desamparada tras la muerte de su padre, provocada por la fiebre amarilla. La decadencia es inmediata: la joven y su madre van a vivir a un barrio marginal y comienzan a convivir con la chusma de la época, es decir: gente que necesitaba realizar trabajos manuales para sobrevivir. Lo que mueve la trama es el deseo de Marta de superar los retos que le impone la vida a través del mérito individual y el trabajo.

Los sentimientos que describe a lo largo de sus memorias son típicos del héroe de la novela burguesa: envidia e invectiva contra las injusticias sociales que necesitan ser superadas. Su talento individual para los estudios le permite por fin salir de la precaria situación en la que vive con su madre, primero como ayudante de profesora y después como funcionaria.

El deseo de autonomía individual y de no dependencia lo expresa explícitamente la niña: “He conseguido una posición independiente; “No necesitaré el apoyo de nadie”.[i] A esto se suma su ambición romántica, que se expresa románticamente. La joven desarrolla una fijación con un niño que no deja de mirarla fijamente un día en la escuela y, más tarde, de manera más significativa, con un pariente de su profesor, Luís, a quien conoce en un viaje para desestresarse.

El segundo caso, más desarrollado, supone una revisión de la realidad para la joven e introduce en la novela el tipo de coqueteo romántico que la perspectiva narrativa no permite. La trama combina así dos elementos fundamentales de la novela burguesa: el matrimonio por amor y el deseo de ascenso social a través del mérito. Los dos aspectos se combinan: casarse por voluntad propia y alcanzar una posición destacada en el mundo son dos caras de una misma autoafirmación individual tan típica del siglo XIX.

Pero esa no es toda la historia, como debería ser. Imitemos el argumento de Roberto Schwarz sobre la Dama, por Alencar;[ii] Puede ayudarnos a caracterizar el texto. En la periferia del drama central representado por la heroína burguesa está el mundo del favoritismo, el amiguismo y la sociabilidad brasileña. Pero como no se trata de una novela, sino de una telenovela, la periferia es también el centro: lo que parece la victoria de la escolaridad y el mérito es también el resultado de relaciones de amiguismo y favoritismo.

Quien parece entender plenamente esta dinámica es la madre de la joven narradora: ella sabe claramente que la posición de su hija depende de su conexión con su maestra D. Ana, y recurre constantemente a ella en busca de ayuda con los problemas de salud física y mental de su hija; ella sabe que el favor de alguien importante no es prescindible, como desearía su hija, e insiste en acudir a una audiencia con la Emperatriz en busca de protección; Ella sabe que, a pesar de su posición, un matrimonio adecuado sería aquel que le diera seguridad a su hija y correspondiera a su posición social y no un delirio romántico de autoafirmación.

Lo que el narrador nos presenta como una especie de lucha interminable por la superación social está, en su conjunto, en la construcción de la forma, vista como parte de la sociabilidad moldeada por el brasileño. De esto se desprenden algunas consecuencias importantes. Lo primero es que la forma en que la narradora nos presenta sus dilemas, aunque no pueda tomarse al pie de la letra, debe ser considerada en el proceso de interpretación del libro. Es decir, considerar por qué un conflicto no burgués aparece como conflicto burgués en el proceso de su recuerdo.

La moda de las modas literarias sería una explicación, así como una cierta falsificación ideológica de la propia heroína sobre sí misma es otra. Ambas son ciertas, pero no parecen cerrar el problema porque esta intersección discursiva es un hecho práctico de la vida brasileña. Si bien la elucidación mediante la filiación de textos es en parte verdadera, no cierra el embrollo. En otras palabras, la psicología de la heroína es un elemento que debe ser considerado por su peso específico, pues, a pesar de la posible falsificación ideológica a través de la cual ella nos presenta su historia, su perfil es, en sí mismo, parte del universo de la sociabilidad brasileña.

El sentimiento de humillación constante y sus somatizaciones son una parte importante de sus características individuales. La subalternidad social imprime en su carácter, al mismo tiempo, algo frágil e intimidante. Ella está constantemente al borde del quiebre debido a los desafíos que le impone su situación, pero también insiste en mantenerse firme en la lucha necesaria para superarla, lo que logra a través de la relación un tanto enfermiza que se describe entre el personaje y sus estudios, a los que se dedica de manera exagerada, en parte para compensar su inferioridad y en parte para tragarse las humillaciones de la vida cotidiana.

Nada de esto puede tomarse en abstracto, porque en el fondo lo que allí se discute es la cuestión del trabajo. Tanto nuestra heroína como su madre trabajan todo el tiempo y su sufrimiento es, en este sentido, muy diferente al de la mayoría de los héroes de la novela burguesa europea. En primer lugar, porque en parte no son, en realidad, trabajadores, sino que son individuos de clase media baja que pretenden ascender socialmente.

Dos ejemplos: tanto Rafael de Valentin como Rastignac, los héroes balzacianos De La piel del onagro y el padre goriot, son individuos de clase media que aspiran a tener una posición destacada en la sociedad y están alejados, por decir lo menos, del universo de trabajo degradante al que está sometida nuestra heroína. En segundo lugar, incluso en los casos en que estos héroes están más próximos al mundo del trabajo, la sociedad representada no relega el trabajo manual a la condición de animalización esclavizante típica de la sociedad brasileña. En otras palabras: incluso cuando funcionan, el trabajo no es tan degradante como el que vemos aquí.

Hay también una clara diferencia en relación al universo de José de Alencar, ya que, si en su novela está el universo del trabajo manual degradante del que todos buscan escapar, en su trama no es el trabajo el elemento de ascenso social, sino el matrimonio o la herencia. Lo que espero resaltar es una cierta especificidad de la psicología del personaje dada la naturaleza específica de su posición social.

Aunque no puede ubicarse fácilmente entre los textos naturalistas, la novela de Júlia Lopes de Almeida ya pertenece al universo de representación de problemas que necesitan ser trabajados en condiciones de degradación y deshumanización que fueron populares en las novelas de Émile Zola. En el caso brasileño, la especificidad vuelve a ser matizada, pues el trabajo, por estos lares, tiene un sentido muy diferente al de corriente principal Naturalista de la época. La psicología de la joven Marta, así como la naturaleza específica de su falsificación ideológica, es la de los pobres que encuentran su lugar bajo el sol, aunque esto dependa de sacrificios y de agotamiento físico y mental. 

Esperemos un momento antes de sacar otra consecuencia. Lo que hemos visto es que la trama, que toma la forma de la clásica trama burguesa, no es, de hecho, una trama burguesa, sino que es presentada así por el narrador que enmascara a través de ella las relaciones de favor que de hecho impulsan su ascenso social. Los sentimientos del narrador, presentados como sentimientos burgueses, tampoco deben interpretarse bajo esa luz –o no simplemente– porque implican un proceso de superación en un contexto de degradación que simplemente no existe en el caso de la novela burguesa y cuya aparición en nuestra literatura era, en su momento, inédita en los términos propuestos.

La ideología de autoafirmación del pobre luchador tan en boga hoy en día puede ayudarnos a entender la psicología de nuestra heroína (o viceversa, según los intereses). El conductor de iFood quien cree que es empresario de sí mismo, o de la Uber Quien se ve a sí mismo como un empresario independiente son quizás una clave para pensar la novela. Por un lado, su sentimiento de autoafirmación individual proviene de la sensación –la mayoría de las veces verdadera- de completo abandono social: como las estructuras de protección no llegan a sus demandas subjetivas y comunitarias, no le queda otra opción que tomar su vida en sus propias manos. Aunque la primera oración de la afirmación puede ser verdadera en la mayoría de los casos, la segunda oración es falsa en todos ellos. Aunque crea en semejante fantasmagoría, la agotadora rutina laboral no le llevará a ninguna parte; Por el contrario, intensificará su enfermedad social y su necesidad de reafirmación a través del trabajo.

Aquí estamos ya en la vida interior de nuestro personaje, socialmente enfermo y constantemente necesitado de sumergirse en el trabajo, tanto desde el punto de vista objetivo como subjetivo. En pocas palabras, su psicología es la ideología a través de la falsificación que promueve (en la literatura: la aburguesación de la novela) y la verdad de su ser social (en la literatura: el encuadre a través del trabajo).

De paso, hay que decir que esta mezcla forma parte de la obra en su conjunto y es achacable al autor. El libro tiene algo de exploración de procesos psicológicos reales que involucran a los pobres en una constante necesidad de afirmación en un contexto hostil y una defensa ideológica del trabajo y la educación como caminos hacia la emancipación. Se podrían esgrimir varios argumentos en relación a esta mezcla, pero me parece que, tal como está configurada, es un defecto, porque lleva la obra a embarcarse en la falsificación de la realidad y no en su develamiento crítico, lo que le garantizaría un verdadero aliento emancipador.

La narrativa del éxito relativo da peso a la ideología liberal y trabajadora que prevalecía en ese momento, en lugar de desenmascarar su ineficacia práctica. El final conciliador es preciso en este sentido: el simple reencuadre de la heroína en el mundo del favor a través del amiguismo (incluso a costa de un trabajo agotador) se acepta como una solución satisfactoria, en lugar de llevar los impulsos de libertad e independencia de la protagonista hasta sus últimas consecuencias. El problema es que esta solución sería igualmente falsa, lo que crea el cortocircuito que sólo la novela de Machado resolvió en su momento.

La falsedad de las soluciones no viene del talento ni de la capacidad, sino de la matriz práctica a la que la sociedad brasileña somete el potencial creativo: lo que obstaculiza todas las soluciones es, al final, el hecho de que en aquella época no había, ni había en el horizonte, una sociedad funcional. Las soluciones son inadecuadas no por causa de los escritores, sino por causa de la vida brasileña que, en el momento de la publicación, todavía lidiaba con el trabajo esclavo y las dificultades del surgimiento de un mercado de trabajo que permitiera un ascenso social delineado en términos burgueses.

De hecho, la solución encontrada por Machado de Assis fue precisamente cambiar la perspectiva de la propia narración, evitando el problema en torno a la cual no había síntesis posible. No es de poca importancia que una respuesta más satisfactoria a este problema sólo se encontró a partir de la década de 1930, es decir, cuando la vida nacional finalmente se vio confrontada en términos prácticos con el problema de los pobres y de su pertenencia a la sociedad brasileña.

Otra consecuencia que debe extraerse de esta contradicción entre el centro burgués y la periferia a la brasileña (no tan periférica) es una cierta sensación de aleatoriedad en el conjunto de la trama. Aquí es evidente el carácter ideológico del conjunto: la historia que nos cuenta Marta no tiene ningún valor típico para la sociedad brasileña. Típico de nuestra heroína es el destino de su amiga del barrio pobre, Carolina. Lo único que determina la centralidad que se le da a la trama es, al final, el propio deseo del autor de que esa historia sea cuente. La sensación de que la trama es aleatoria proviene entonces del sesgo ideológico de la narrativa hacia la afirmación de los valores del trabajo, la escolarización y la emancipación social de los pobres.

2.

Como una especie de refuerzo del carácter ideológico de la trama, hay un cierto lenguaje religioso, moralizante o monárquico que impregna la narración y funciona como mecanismo para su explicación. Un ejemplo: “¡Con qué orgullo pienso en el cuidado dedicado que las mujeres brasileñas generalmente tienen por sus amados hijos! Nunca lo rechaces, trabaja o muere por ello; corazón lleno de amor, perdonémosle los errores de educación que transmite y bendigámosla por lo que ama y por lo que sufre”.[iii] Hay algo de esto también en la expresión de impresión de la narradora cuando ve a la Emperatriz acercándose a ella: “¡Dios mío, era ella!”.[iv]

La frase es interesante en su contexto, porque permite que emerja desde el interior de la protagonista un sustrato de su formación social e individual que, conscientemente, como parte del trabajo ideológico de afirmación del trabajo y la educación como camino de emancipación, ella busca negar: va a encontrarse con la Emperatriz prácticamente porque su madre la obliga. Este tono de la novela todavía se puede notar en el carácter altruista y sacrificado de Carolina.

La atmósfera sofocante y monárquica recuerda, una vez más, a algo de José de Alencar, pero actualiza el lenguaje para hacerlo coexistir con los nuevos valores liberales de los años 1880-1890. La mezcla es singular porque es contradictoria: el lenguaje conformista de la narradora transforma su discurso en un dilema propiamente burgués de dignidad y no de emancipación, pero los valores ideológicos que están en movimiento (trabajo y escolarización) apuntan en otra dirección.

Esta disyuntiva puede ayudarnos a entender la perspectiva de la narración: Marta, establecida en su vida como profesora titular que trabaja en Engenho Novo, casada con un buen hombre que le garantiza un cierto nivel de protección, ve su historia desde el punto de vista de los ganadores relativos, es decir, aquellos que ganaron no porque realizaron su deseo de liberación e independencia, sino porque supieron encontrar su lugar en el orden social.

Se trata de una narración desde el punto de vista de los pobres incluidos, quienes, como recordó FHC en 1996, no constituyen ni la totalidad ni la mayoría.[V] El punto de vista ideológico es la justificación de la victoria individual e irrepetible, que da una nueva apariencia a la aleatoriedad: es una necesidad de un mundo social en el que el proyecto es la escisión irrealizable de la organicidad. El lenguaje conformista del texto encaja bien con este punto de vista, que es una mezcla de autocomplacencia y autoengaño.

En la edición publicada en el periódico, el autor incluye una página final que fue excluida de la edición del libro y que, creo, arroja mucha luz sobre las cosas: “Pasaron dos años y tuve una hija; Fue el primer rayo de luz que iluminó mi hogar, ¡extrañando a mi madre! La niña tenía con ella semejanzas increíbles, y cuando la besaba, pensaba a menudo, como consuelo, en la teoría de la transmigración de las almas y me decía: – ¿Quién sabe si en este cuerpecito adorado, pequeño y tierno, no está aquella gran alma inmaculada de la santa que partió? Mi hija absorbió por completo mi espíritu, cansada de sufrir, ella era el encanto, ella era el arrebato de mis días. Su padre la adoraba, ella adoraba a su padre y los tres vivíamos en la más dulce armonía: yo, resignada, mi cariñoso marido y nuestra hija, nuestra querida Cecilia, ¡siempre feliz! Para ella y para ella escribí estas páginas monótonas pero profundamente sinceras. He puesto mi vida en ellos; en ellos noté todos mis sentimientos, buenos o malos; En ellos os dejo un ejemplo sublime, que no he podido destacar como debiera, pero que es el mejor y más sagrado de los recuerdos: la bondad de la abuela”.[VI]

La ambigüedad del extracto pone de relieve la naturaleza de la revisión realizada por el autor en los dos diferentes niveles de composición que hemos identificado. La situación de la joven Marta ahora ha cambiado: tiene una hija y vive feliz con su marido. Su situación, sin embargo, se caracteriza por la resignación: se resigna precisamente porque abandona los impulsos de liberación emancipadores de la juventud.

Estos mismos impulsos serán caracterizados a continuación como sus “malos sentimientos”: la envidia de la niña rica y su muñeca, la indignación por la situación en la que viven, la humillación de vivir en una situación de pobreza y exclusión, la rabia por tener su situación económica como un claro impedimento para sus implicaciones románticas – todo ello es visto ahora como el conjunto de “malos sentimientos” que ella coloca junto a los buenos. Ahora bien, son precisamente estos sentimientos los que la impulsaron hacia adelante y la caracterizan como una heroína burguesa, pero ahora son repudiados desde el punto de vista de un lenguaje religioso y moralizante.

Todo esto se resume en la santificación de la figura de la madre, que lo habría sacrificado todo en nombre de su hija. Ella se esfuerza en varias ocasiones para brindarle a la joven Marta las condiciones físicas y mentales para seguir su carrera como maestra. Ella es desinteresada, pero también sensata, como ya hemos visto por su adhesión práctica y consciente al universo del favor. Ella es también el verdadero coste del proceso de reubicación de su hija: trabaja hasta matarse para que la niña pueda alcanzar su posición en la vida. Su bondad cristiana también fue correspondida por la piedad de su hija después de su muerte.

Comparando esto con las tramas de la novela europea, pensemos en la maldad intransigente de Rastignac en relación con la situación de su familia, que trabaja hasta morir para que él pueda seguir su ascenso parisino en el padre goriot; Pensemos también en la joven Pauline que se sacrifica en nombre de los delirios intelectuales y amorosos de Rafael de Valentin en La piel del onagro. El héroe burgués, sin embargo, es despiadado hasta el final; De lo contrario, no tendría la fuerza para la autoafirmación completa. Esto es precisamente lo que le falta a nuestra heroína y lo que caracteriza el sofocamiento de su impulso emancipador. Un cierto sentimiento de piedad está implícito en la trama de las novelas que hemos citado, pero no es dominante; Por el contrario, para que la forma de la novela se realice, es necesario que sea suplantada por los nuevos valores que marcan el mundo burgués.

Pero el pasaje puede y debe leerse todavía bajo otra luz: revela una parte significativa de esa psicología del pobre exhausto pero victorioso. El sentimiento de piedad filial se transforma, siempre en lenguaje religioso, en una especie de proyección de la abuela sobre su nieta. Se vislumbra aquí un peculiar sentido de familia, basado en la comunión de los sufrimientos. La relación entre madre, hija y nieta está marcada por el compartir el sufrimiento; Es cierto que parece interpretado religiosamente, pero esto no cambia el hecho subyacente de su contraparte material.

Al contrario: el atuendo tan religioso que utiliza este sentimiento familiar es típico de las clases populares. Esto no debe ocultar el hecho de que tal sentimiento, si se acuña en relaciones prácticas de compartir el sufrimiento, es parte significativa de ese mismo polo de la sociabilidad brasileña, que la abarca desde su base material hasta su apariencia ideológica.

La deficiencia del texto es que no aborda adecuadamente el tema, es decir, interpreta la propia psicología de la madre de forma uniforme y superficial. Al simplemente santificarla, en lugar de problematizar sus motivaciones y acciones, en lugar de incorporar problemáticamente el lenguaje religioso que hace surgir este sentimiento familiar de compartir el tormento, el texto se “alencariza” y opta por una solución que coquetea con el atraso.

Veamos la cuestión de esta manera: el abogado Miranda, con quien se casará Marta, es un hombre de unos “cuarentones”[Vii] quien se interesa por la hija del planchador a partir de unas cartas que lee. El discurso de la madre, de hecho, indica cierta malicia en la ruptura de confianza entre ambos al haber mostrado a una desconocida textos que estaban dirigidos a ella: “(…) mi orgullo de madre me aconsejó cometer esa indiscreción… hacía tiempo que sabía qué clase de hombre era Miranda: he trabajado para él durante diez años, ya ves… nunca me ha pagado mal, nunca se ha quejado ni se ha quejado, siempre ha sido un caballero, como si pudiera adivinar en mí los principios que tenía”.[Viii]

El orgullo que sentía por su hija le aconsejaba indiscreción, pero, en las frases siguientes, el orgullo pronto se ve reenmarcado por el interés de emparejar a su hija con un cliente que, si bien era considerado un “caballero”, también era un buen pagador y nunca había sido un quejoso. La propia madre señala lo inapropiado de su edad: “quizás sea demasiado mayor para ti, pero sería un excelente marido, serio, honesto y delicado…”[Ex]. En su racionalización de la situación, la narradora nos informa que se enamoró de las cartas que había escrito bajo la influencia del amor de Luís (su verdadera implicación romántica) y que leerlas “despertó en él la idea de que Marta valdría algo en un hogar doméstico…”.[X]

La madre sigue sopesando los pros y contras del matrimonio, viendo, por un lado, la edad inadecuada de un hombre de casi cincuenta años para su hija de veintipocos años, pero considera que, además de las cualidades ya mencionadas, tendría que ser “delicado”. Lo que el adjetivo indica es la posibilidad de violencia en un matrimonio donde la inadecuación era mayor de lo que ella podía determinar. La bondad de la madre, como podemos ver, es más matizada: actúa como una especie de casamentera para su hija, buscando y seduciendo al novio que considera adecuado dadas las circunstancias.

Hay señales de una zona gris en su comportamiento; Ella actúa sin tener en cuenta la fidelidad de su hija cuando le muestra sus cartas íntimas y considera de manera más o menos abierta la posibilidad de mitigar la violencia a la que estaría sometida la niña. Eso sin hablar de que el abogado Miranda, muy probablemente, la conquista tratándola con cierta distinción, adivinando los nada miserables principios de esa miserable mujer.

La sentencia plantea también otra posibilidad: ¿podría el abogado Miranda haberse ganado la confianza de la madre para finalmente convencer a su hija, veinticinco años más joven que él, para que se case con ella? El texto no permite decir sí, y quizá ni siquiera permite plantear la pregunta con un nivel de crudeza tan fuerte, pero es precisamente en esta imposibilidad donde reside el bloqueo, la “alencarizacion” del libro: no figuran los intereses reales, los movimientos efectivos de los sujetos, construidos por una confrontación entre su forma ideológica (en este caso, la dignidad y la bondad concebidas religiosamente) y la dinámica concreta de la sociedad.

La propia referencia a José de Alencar aquí es injusta con el nativo de Ceará: su narrativa tiende a ser mucho más directa y ambivalente en relación a los deseos de los personajes que lo que sucede en una novela de Júlia Lopes de Almeida.[Xi] Si hay “alencamiento” ésta se reduce a tensión psicológica y social.

3.

Como debería ser evidente, la lectura que estoy haciendo no es “culturalista”, es decir, no le interesa comprender cómo se construyen imágenes estereotipadas de grupos subordinados para luego proceder a deconstruir ese conjunto de imágenes reductivas, originarias de una sociedad autoritaria, colonialista, etc. Lo que me interesa es el modo en que el autor intenta dar forma artística al contenido social y, más concretamente, el significado de los errores cometidos en el proceso.

El contenido, como he intentado mostrar, no es obvio, sino que se refiere a una cierta configuración psicológica, típica de una sociedad esclavista. Recordemos una vez más el argumento: Marta es una mezcla de cierto heroísmo necesario para triunfar en la vida en circunstancias tan adversas y un cierto carácter frágil que proviene de los golpes casi siempre insuperables que recibe del destino. El movimiento de la novela gira en torno a estos dos términos, no en una especie de alteración, sino en una intersección autoimplicada.

La determinación de triunfar en la vida se ve contrarrestada por las circunstancias y las circunstancias son cambiadas por la determinación de triunfar en la vida, en un circuito que, obviamente, termina sin cambios sociales más significativos, pero sí con un cambio en la posición relativa de la narradora dentro del universo que creó. Este contenido es nuevo en relación al conjunto de la novela romántica brasileña y, si no me equivoco, a la propia novela de Machado.

Lo que parece haber es contenido en búsqueda de forma. Digámoslo de esta manera: La apariencia social del personaje está bien caracterizada, así como sus rasgos psicológicos más llamativos; Lo que falta es una manera de dar una salida adecuada a ese contenido, es decir, no reducirlo a ideología. Intentemos caracterizar el intento del autor y sacar conclusiones de él.

El libro de Júlia Lopes de Almeida es una novela. La novela es un género corto que sitúa en el centro de la representación un único conflicto, determinado por un único grupo de personajes, sin necesidad de una caracterización social amplia. Lo opuesto al romance en todos los sentidos. György Lukács nos dice que la forma de la novela suele aparecer en casos de surgimiento de una nueva sociabilidad (inicio del desarrollo del mundo burgués: Boccaccio) o en casos de agotamiento de ciertas formas sociales (caso de la decadencia del mundo capitalista en su tiempo: Ernest Hemingway y Joseph Conrad).[Xii]

Es una forma extrema de expresar aquello que todavía no es, pero que podría llegar a ser, o aquello que ya no puede ser. Precisamente por ser una forma de extremos, la novela se caracterizaría siempre por la reducción de los elementos narrativos a lo esencial. El caso de la caracterización expansiva del universo social es ejemplar: no puede ocurrir, en el primer caso, porque este mundo, que todavía puede llegar a ser, no existe y, en el segundo caso, porque el mundo que realmente existe no tiene significado humano.

El texto de Júlia Lopes de Almeida pretende un carácter novelesco, pero es imperfecto en casi todos sus aspectos. El conflicto se centra en la historia de Marta y su madre, pero hay un cierto contrapunto entre el destino de la niña y el de su compañera de barrio, Carolina; El universo del favor aparece como una caracterización del mundo social en el que se desarrolla el conflicto; El conflicto del ascenso social aparece desmembrado y reflejado, al menos, en la cuestión amorosa.

El problema es que, para ser caracterizada como novela, todo lo que en el caso de la novela representa demasiado desarrollo acabará significando muy poco desarrollo: el mundo social no se despliega del todo, el conflicto del personaje no se matiza en otros destinos posibles y típicos, etc. Es, pues, una novela imperfecta.

La imperfección de la novela, que caracteriza el aspecto informe que asume el contenido, debe ser considerada en términos de su significado positivo: no hay una sociedad que termina ni otra que comienza, aunque la necesidad es de ambos procesos: que termine la sociedad esclavista del favor y que comience una sociedad del trabajo. Ninguna de estas cosas está sucediendo: la sociedad del trabajo se está instaurando sin suplantar al mundo del favor, lo que, por supuesto, altera ambos términos de la relación. Esto es precisamente lo que indica la forma de la novela imperfecta, que se convierte, además de en un defecto de forma, en un mecanismo de comprensión de la propia sociabilidad que se configura.

Caracterizando aún más la imperfección, podríamos decir que, en correspondencia con el aspecto cuasi-novela (el otro lado de la cuasi-novela), es precisamente la ideología liberal la que parece impulsar la narrativa. La perfección de la novela sería, en este sentido, la desvelación de un mundo que ya no puede ser, lo que exigiría una visión del universo del favor mucho más mordaz que la cristalizada en la obra.

Esto se debe a que, dadas las condiciones históricas, la nueva forma social no estaba, de hecho, en el horizonte, lo que dejaría a la novela con la posibilidad de revelar la inhumanidad del pasado. Obviamente, esto implicaría quitarle al narrador cualquier visión edulcorada de su propia vida, lo que transformaría el texto en algo distinto de lo que en realidad está escrito. Este otro texto, de hecho, nunca fue escrito en los términos en que el autor planteó el problema, dejando como solución artística última la ironía de Machado, que, consciente de la imposibilidad, dirige su mirada sarcástica a lo que realmente sucede, es decir, al polo de las élites sociales verdaderamente activas en el mantenimiento del orden social.

La novela imperfecta corresponde, pues, a la forma perfecta del desplazamiento que Machado hace de la novela desde su tiempo a los problemas de la periferia. Pero esto es sólo una verdad a medias, porque el contenido específico, la psicología del pobre configurada por el autor, si no me equivoco, no tiene igual en la novela de Machado, es decir, constituiría una figura nueva más allá de su universo ficcional.

Los ascensos sociales en Machado de Assis son fruto del matrimonio (Capitu), de la suerte (Nóbrega) o de la manipulación (Palha), pero nunca del trabajo o del exceso de trabajo. En Artur Azevedo tenemos una brutalización animalizante pura y simple, con diferentes grados de significación (João Romão). El caso figurativo, a menos que me equivoque (probablemente), es único: no se trata de ascenso social en el sentido de enriquecimiento y prominencia social (João Romão), sino de simple estabilización media de la vida lograda a través de un trabajo agotador.

En lugar de los delirios de grandeza que a veces aparecen en las visiones de injusticia de la madre contra un pasado de prominencia, la simple estabilización de la vida. Es muy probable que haya algo delirante en la trama (su carácter de ideología simple y pura), pero no me parece que no tenga también su momento de verdad, aunque sea en la mera ambición proyectiva: que un destino de este orden fuera posible. La imperfección de la forma indica claramente que esta posibilidad está prohibida o, al menos, que no se hace nada para realizarla, salvo, tal vez, la escritura de la novela.

*Filipe de Freitas Gonçalves Es doctor en Estudios Literarios por la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG)..

referencia


Juliá Lopes de Almeida. Recuerdos de Marta. Nueva York, Nueva York: Penguin Books, 2024, 136 páginas. [https://amzn.to/3D27qiG]

Bibliografía


CÁNDIDO, Antonio. Formación de la literatura brasileña: momentos decisivos (1750-1870). Río de Janeiro: Oro sobre azul, 2013.

CARDOSO, Fernando Henrique. “El régimen no es para los excluidos”. Folha de São Paulo, 13 de octubre de 1996. Disponible en: Folha de S.Paulo – “El régimen no es para los excluidos” – 13/10/1996.

MALLORCA, J. Solzhenitsin. Cambridge: The MIT Press, 1971.

SCHWARZ, Robert. Al ganador, las patatas: Forma literaria y proceso social en la novela brasileña temprana. Nueva York, Nueva York, 34.

Notas


[i] Julia Lopes de Almeida, Recuerdos de Marta, P. 106.

[ii] Roberto Schwarz, Al ganador, las papas, gorra. 2.

[iii] Julia Lopes de Almeida, op. cit., P. 104.

[iv] Ibidem, P. 98.

[V] Fernando Henrique Cardoso, “El régimen no es de los excluidos”. Folha de São Paulo, 13 de octubre de 1996. Disponible en: Folha de S.Paulo – “El régimen no es para los excluidos” – 13/10/1996.

[VI] Julia Lopes de Almeida, en. cit., pág. 125.

[Vii] Ibidem, P. 106. 

[Viii] Ídem, ibídem.

[Ex] Ibidem, P. 107.

[X] Misma misma.

[Xi] Ver Antonio Cándido, Formación de la Literatura Brasileña, P. 540, 548.

[Xii] Véase George Lukács, Solzhenitsin, P. 7, 10. 


la tierra es redonda hay gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR

Ver todos los artículos de

10 LO MÁS LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

Ver todos los artículos de

BUSQUEDA

Buscar

Temas

NUEVAS PUBLICACIONES