por FERNANDO BONADIA DE OLIVEIRA*
El actual Ministerio de Educación no es pionero en la práctica de proyectos que coquetean con la corrupción transparente o encubierta
Cuando Salud ganó su propio ministerio, en 1953, se inventaron las siglas MEC: se formó el Ministerio de Educación y Cultura. Era hora de una reformulación ministerial en el gobierno de Getúlio Vargas, quien en el primer momento de su gobierno provisional, en 1930, había creado el Ministerio de Educación y Salud Pública. Antes de Getúlio Vargas, algo parecido a un ministerio de educación venía del efímero Ministerio de Instrucción Pública, Correos y Telégrafos, formado poco después del golpe de Estado, en abril de 1890 y disuelto en septiembre de 1892.
Para explicar el MEC actual, sin embargo, no es necesario remontarse a 1953, después de todo, solo más tarde adquirió las características exactas de hoy, operando como un contrato y una mesa de negocios que obliga a la educación brasileña a permanecer, tanto como sea posible. , inmovilizados o incapaces de satisfacer las necesidades sociales mínimas. En las mejores épocas, el ministerio mantuvo la desigual estructura institucional de la educación con cambios medidos y paliativos, bien comedidos, que bordeaban las mejores intenciones del principio desarrollista y militar con sus políticas compensatorias; en los peores períodos, como ahora, refuerza la desigualdad educativa con fuertes retrocesos, que bordean el primitivismo más perverso de la sociedad esclavista.
Para llegar rápidamente al MEC actual, debemos redescubrir la Ley de Directrices y Bases de la Educación Nacional (Ley n. 4.024 del 20 de diciembre de 1961) que otorgó autonomía a los órganos de educación estatales y municipales, descentralizando las actividades del departamento. El resultado directo de la descentralización parece haber sido la centralización del MEC en manos de mediadores sin escrúpulos del servicio militar brasileño que, desde 1964, entraron en pactos anormales con la USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional).
La primera firma que comprometió al MEC con la USAID se realizó el 26 de junio de 1964. El pacto prometía un monto “no superior a 375 mil dólares” para apoyar, “durante dos años”, “un grupo de seis especialistas en educación que ayudaría a la Ministerio en su programa para mejorar la educación primaria en Brasil”.[i] El primer acuerdo se firmó el 23 de junio de 1965, pero “las primeras informaciones oficiales” al respecto “recién salieron a la luz en noviembre de 1966, aun así de manera fragmentaria e imprecisa”.[ii] La transparencia nunca ha sido la fortaleza de los convenios MEC-USAID. Lauro de Oliveira Lima, por cierto, afirmó en 1968: “Es la primera vez, que sepamos, que la planificación educativa de un país es objeto de secreto para las mismas personas que la utilizarán…”.[iii]
Lo cierto es que, en la muy feliz formulación de Márcio Alves, lo que se quería con la USAID era “implantar en el sistema educativo brasileño (…) la privatización, la mejor forma de frenar el desarrollo”.[iv] En 1976, la propia USAID comenzó a ver problemas para financiar proyectos educativos en el país, ya que el gobierno brasileño estaba dirigiendo inversiones predominantemente a los sectores privados de la educación. Entre esta y otras informaciones, el investigador José Wellington Germano recuerda que tales “privilegios e incentivos concedidos al sector privado” terminaron “degenerando en abusos y corrupción, alcanzando los 18 millones sólo en 1982”.[V] Son consecuencias inevitables derivadas de la transformación del Ministerio de Educación en una mesa de negocios destinada a favorecer el privatismo.
Incluso en las mejores etapas, cabe señalar, el MEC no dejó de servir a los intereses de los grupos de educación privada. Fernando Haddad, que por primera vez propuso una reforma integral de la educación brasileña, desde el preescolar hasta el posgrado (Plan de Desarrollo Educativo), asumió la dirección del MEC – como él mismo declaró[VI] – por sus méritos al dar a luz a PROUNI. PROUNI, como se sabe, funcionó como una máquina de transposición de fondos públicos que terminó por impulsar, a pesar de la transparencia presupuestaria, la red de educación privada.
El actual ministerio no es, por tanto, pionero en la práctica de proyectos que coquetean con la corrupción transparente u oculta (pública o secreta) de contratos con iniciativas privadas de todo tipo. La novedad que trae la presente acusación es que, además de la constante acción de intereses internacionales en la inmovilidad de la estructura educativa brasileña, la mesa de negocios del MEC habría contado con el protagonismo de dos pastores evangélicos que, a pedido de el Presidente de la República, reglamentó –junto al Ministro de Educación, Milton Ribeiro– los fondos del FNDE (Fondo Nacional para el Desarrollo de la Educación) a través de la solicitud de coimas. La escandalosa acusación, al igual que los convenios MEC-USAID, fue revelada por la prensa y luego, poco a poco, terminó siendo confirmada por otros innumerables testimonios.
Para quien no comprenda el por qué de la presencia de pastores evangélicos en el MEC (o que se sorprenda de ello), basta recordar la primera impresión que el profesor Luiz Carlos de Freitas registró en su sitio web, Evaluación educativa, el 3 de enero de 2019, cuando el gobierno de Bolsonaro no había cumplido ni una semana en el cargo. Según él, después del emprendimiento reformista que había ocupado el ministerio con espacios cada vez mayores desde 2016, había llegado el turno de los “nuevos evangelizadores”. Al referirse al artilugio ministerial creado por el MEC de Bolsonaro en el primer segundo de su toma de posesión, señaló: “El artilugio bolsonarista reunió a conservadores, que podríamos llamar 'nuevos evangelizadores', asociados a un puñado de ingenieros”; el equipo se comprometió a "desmantelar el ministerio y no, como cabría esperar, gestionar la educación".[Vii]
Por eso, no es de extrañar que la histórica mesa de negocios del MEC se haya volcado ahora hacia los intereses evangélicos, apoyando la asignación de recursos y esfuerzos del ministerio a la fabricación y distribución de biblias o actividades similares. Quienes conocen la historia del MEC no pueden, en efecto, sorprenderse cuando descubren la existencia de pagos de coimas para financiar la educación en los municipios; no le sorprende en absoluto saber que la atención del ministro Milton Ribeiro se ha centrado (como él mismo dijo[Viii]) primero en los municipios que “más lo necesitan” y solo luego en los “amigos del pastor Gilmar”, este último amigo del propio presidente.
Incluso antes del primer mes del gobierno de Bolsonaro, ya era posible prever una reducción aún mayor de los poderes del Estado en la conducción de los destinos de la educación brasileña. Se vio que el nuevo equipo ministerial se encargaría de velar por la “evangelización”, es decir, defender una estrategia ideológica en la que la cartera estaría totalmente dedicada “a unas pocas actividades con miras a un escenario en el que el gobierno abandona el proceso de gestionando la educación en todos los niveles, actuando como inductor/regulador de la privatización (bonos, tercerización, homeschooling)”.[Ex]
Lo que no se podía imaginar era que con la propagación del nuevo coronavirus (y el consiguiente estado de pandemia) se formaría el escenario perfecto para que muchas reses pasaran por varios ministerios, incluido el de Educación. Con las escuelas cerradas y las iglesias abiertas, el contexto favoreció aún más la acción canalla que siempre ha sido práctica de las dictaduras: corromper política y administrativamente a las instituciones educativas, y acusar de corrupción política y administrativa a todos aquellos que se levantan para defender la educación pública, gratuita y democrático.
Lo que hace aún más desastrosa la trama del más reciente escándalo es que la situación de tener tan vil corrupción, descubierta en medio de la agitación electoral, termina por encubrir la realidad: no fueron los actuales directivos quienes inventaron la corrupción en el MEC. Dondequiera que haya un ministerio funcionando como mesa de cambio entre fondos públicos e iniciativa privada, la corrupción seguirá desfilando, de forma más o menos aparente. No se trata, pues, de un problema específico de gestión del MEC, sino de pensar en la refundación del MEC, que tiene –vale decirlo– un marco técnico respetable para ello.
*Fernando Bonadía de Oliveira es profesor de filosofía de la educación en la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro (UFRRJ).
Notas
[i] Alves, Marcio Moreira. El bebé MEC-USAID. Río de Janeiro: Gernasa, 1968, p. 79.
[ii] Lima, Lauro de Oliveira. Prefacio. En: Alves, Márcio Moreira. El bebé MEC-USAID. Río de Janeiro: Gernasa, 1968, p. 7.
[iii] Ídem, pág. 8.
[iv] Alves, op. cit., pág. 14
[V] Germán, José Wellington. Estado militar y educación en Brasil (1964-1985). Sao Paulo: Cortés; Campinas: Editora da Unicamp, 1993, p. 204.
[VI] Vea los primeros minutos de la entrevista que le dio el ministro al Canal Instituto Unibanco. Disponible: https://www.youtube.com/watch?v=2SUL3BLYXUA
[Vii] Freitas, Luis Carlos de. Los “nuevos evangelizadores”. Evaluación Educativa (03/01/2019). Disponible: https://avaliacaoeducacional.com/2019/01/03/os-novos-evangelizadores/
[Viii] Ver “Ministro de Educación dice priorizar amigos de pastores…”. Red Brasil Actual (22/03/2022). Disponible: https://www.redebrasilatual.com.br/politica/2022/03/ministro-educacao-pastores-pedido-bolsonaro/
[Ex] Freitas, “Los Nuevos Evangelizadores”.