¿Y qué?

Imagen: Elyeser Szturm
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Por Ronald Rocha*

Se amalgaman los términos de una triple crisis: económica, sanitaria y política.

Tan pronto como cesaron los sencillos villancicos de Navidad, los alegres fuegos de Nochevieja, las maliciosas marchinhas del Carnaval y las trágicas oraciones de la Semana Santa, impregnadas sucesivamente por los arquetipos de la cultura nacional, la transmisión automática se enganchó por el segundo año del Gobierno de Bolsonaro, en el que ya había “piscinas” instaladas. El calendario era idéntico a los anteriores, aunque se miren las remotas referencias: una salida prevista a contratiempos, arrancando y parando hasta que el motor se endurecía, como se comportaban los primeros coches de etanol en la madrugada. Sin embargo, la trama sería muy diferente, ya que la sociedad brasileña entraba en uno de los períodos más turbulentos y dudosos de su historia. Pregúntese, tomando la meme de origen palaciego al revés: “Pero, ¿y qué?”

Una primera respuesta proviene de 1978, en Clube da Esquina 2, cuando –en medio de la movilización democrática de oposición al régimen militar-dictatorial en descomposición– la canción petulante, incisiva y dramática de Milton Nascimento y Ruy Guerra narraba e interpelaba, en una dimensión histórica: “Manjares en la mesa / Vinos finos en esa piel / Y en este dolor que me quema / Sólo mi odio no está podrido / Tengo siglos de espera / En las cuentas de mis costillas / Tengo quimeras en mis ojos / Con el brillo de treinta velas / ¿Y qué? Queda la misma pregunta inversa, pero con respuestas precisas, porque, si la poesía y la música embellecen e instigan –perdurable, axiológica y abstractamente–, la política y la praxis tienen que analizar y realizar en la coyuntura concreta. Hoy se amalgaman los términos de una triple crisis.

Inicialmente, el ciclo adverso de la economía inaugurado en Brasil en 2014: son aproximadamente seis años de débil recuperación, marcados por zigzags, recaídas y males sociales, que desmienten los vaticinios, las promesas y, por qué no decirlo, las pueriles esperanzas de aquellos responsable de las políticas económicas oficiales. Una particularidad más local y coyuntural – por lo tanto, relativamente autónoma – del estancamiento planetario que sucedió al Edad de oro, componiendo la Fase B más duradera entre las ocurridas en las Ondas Largas que experimentó el capitalismo desde el siglo XVIII, cuando su lógica sociometabólica se impuso internacionalmente. En este contexto, el orden mundial transita por agudos conflictos multipolares, pero de manera contrarrevolucionaria, mientras que aquí el proceso golpista depuso a Dilma Rousseff e inició el paso a una nueva etapa de la lucha de clases, instaurada finalmente con la ocupación del Gobierno Central por la extrema derecha.

Posteriormente, la parálisis económica se intensificó por la implementación del distanciamiento social, una dura pero necesaria e ineludible respuesta médica a la pandemia del nuevo coronavirus. Se generó la recurrencia de la recesión y su inmersión abismal. Resulta que se llegó al núcleo de la valorización capitalista y también se entregó a la cuarentena. En concreto, la campaña sanitaria interfirió en la contradicción entre el carácter social de la producción y el carácter privado que prevalece en el ejercicio de la apropiación, así como, correlativamente, en la forma exclusiva y universal de realización de la plusvalía en el ámbito de la circulación mercantil, que reside en la transformación del valor del trabajo en su forma de dinero. En definitiva, para salvar vidas era necesario pagar el declive en la fabricación de bienes, en la prestación de servicios y en las operaciones comerciales, con sus consecuencias.

Finalmente, los vectores anteriores se fusionaron con la inestabilidad en la cúpula de la sociedad política, provocada especialmente por el ataque de la horda protofascista contra el Congreso Nacional, el STF, los gobernadores, los alcaldes y todos los que, por alguna razón, estaban fuera. a tono con sus agendas y timbres, entre ellos algunos integrantes del primer escalón de la Explanada: General Santos Cruz, Dr. Mandetta y el exjuez Moro, por citar solo a los más notorios. Desde 1988, las fuerzas reaccionarias jamás habían invertido con tanta virulencia contra el país, las instituciones democráticas y la población. En este contexto, las diversas clases, en pleno o en sus fracciones, incluidas las expresiones de los partidos políticos, buscan nuevos espacios para reafirmar sus intereses o reposicionarse frente a los cambios reales, incluso con calles semidesiertas y parlamentos aprisionados en el mundo virtual. . En definitiva, se configuró una nueva coyuntura política dentro de la resistencia que ya estaba en marcha.

Frente a la radicalización desde arriba, algunos recordaron la espléndida imagen que Marshall Berman extrajo de la Cartel en su edición inglesa de 1888, ambientada en una retórica un tanto creativa e impresa cuando Marx ya estaba en reposo, en palabras del propio Engels en el prefacio à Edición alemana de 1883, “en el cementerio de Highgate”, donde “sobre su tumba […] crecía ya la primera hierba”: “Todo lo que es sólido se desvanece en el aire”. Si se lee fuera de contexto –que se refiere a la destrucción de las relaciones anteriores por el avance del capital como relación social– tal frase podría sugerir la idea de que el Gobierno Federal, debajo de su imagen granítica, estaba a punto de caer podrido, como aquél. .“frío” diagnosticado por el jefe. Si el grupo bolsonarista mereciera algún tipo de metáfora clínica, tendría que recurrir al nombre de una enfermedad más obstinada y dañina.

En lugar de las palabras de Samuel Moore, que parametrizaron innumerables traducciones alrededor del mundo, sería más fructífero recordar el texto clásico en su forma original e integral, cuyo contenido es así: “Todo orden existente se vaporiza y toda santidad es profanada, obligando a las personas a, finalmente, enfrentar sobriamente sus condiciones de vida y sus relaciones recíprocas”. Tal complejidad, sutilmente matizada por los autores, permite buscar analogías más fecundas e interesantes, como la inestabilidad política, la decadencia de los mitos y la condena del sentido común a la percepción de los hechos como una realidad desnuda, en su movimiento incesante, en sus lazos universales y en su concreción, es decir, a salvo de impulsos escatológicos.

Considerando las graves penurias que aquejan al país, la conducta del gobierno, agudizada por el presidente convertido en jefe de las milicias paramilitares que organiza, moviliza y encubre, se ha convertido en un grave problema nacional. Si hay recesión, echa su peso sobre los hombros de los sectores más pobres, los trabajadores, las clases medias y el pequeño empresariado, eliminando políticas sociales, suprimiendo ganancias laborales y dejando a la multitud a su suerte. Si hay Covid-19, se repite casi ipsis literas la frase “Arbeit macht frei” – “el trabajo te hace libre”, colocada en el portal de Auschwitz – sabotear el esfuerzo de la campaña sanitaria y de los profesionales de la salud, así como defender medidas propias de un darwinismo social que relega a un número incalculable de ciudadanos al abandono y la muerte. Si hay una crisis institucional, lo tira todo al fondo, conspirando para “depurar” por completo a su equipo, mantener su aparato personal llamado Abin, controlar hasta el más mínimo detalle a la Policía Federal, colocar a las Fuerzas Armadas bajo su dominio privado, liquidar la derechos fundamentales y sumergiendo a Brasil en una guerra civil.

Su objetivo principal es la supresión del régimen democrático diseñado por la Constitución de 1988. Las restricciones que ayer apaciguaron los temores militares en la transición conservadora ya no satisfacen a la ultrarreacción de hoy. La contrarrevolución contemporánea necesita destruir la establecimiento, tal como lo afirman sus adherentes. Es notable cómo las circunstancias histórico-sociales se reflejan en la conciencia y la conducta individuales: aun cuando son aparentemente idénticos, los actores actúan de manera dispar. En 1974, Geisel presentó a los líderes de la Arena su plan para una transición “lenta, gradual y segura” del viejo orden a la “democracia”. Ahora, 46 años después, Bolsonaro quiere un regreso al régimen dictatorial a través de un autogolpe, pero rápido, abrupto y no tan seguro como él piensa. Uno tuvo que aniquilar físicamente la resistencia –recuerden la Masacre da Lapa, en 1976– para nivelar el campo de juego, mientras que el otro necesita destruir las instituciones existentes para desterrar a los descontentos y comenzar un baño de sangre.

No hay duda: el Gobierno Federal, ilegítimo desde que asumió, ahora ha entrado en el terreno de la ilegalidad. Se dispone a dictar quiénes serán inmunizados, perdonados, investigados, condenados, sin ni siquiera cubrir el pretendido activismo policial con la ya rasgada y sucia cobertura de la ley, como lo había hecho en sus días heroicos el lavajatismo. La cola de afectados se verbaliza a diario y puebla el imaginario de la llamada “oficina del odio”. En orden aproximado, los comunistas, los partidos de izquierda en general, los liberales, los molestos medios de comunicación, los empresarios insuficientemente alineados, las religiones desviadas, las personas consideradas inmorales, los individuos que se atreven a quejarse, sus propios correligionarios, etc. en. Solo los derechistas fanáticos y los silenciosos estarían a salvo, y mira eso.

Quienes lo duden pueden revisar los precedentes históricos en los regímenes clásicos de ultraderecha: la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler. Están replicando ejemplos de las tendencias germinales e incompletas que sustentan la contrarrevolución brasileña, que dominan el gobierno central y que también afirman tener el “poder” como lo hizo Bolsonaro cuando repitió la ilusión empirista común para escapar de la responsabilidad por el autoacoplamiento. De hecho, ni siquiera han podido esculpir a su imagen y semejanza el régimen político que hasta ahora ha sido constitucional-democrático -ciertamente restrictivo-, que, además, se articula con instancias de Estado pertenecientes a la clase dominante, que es decir, controlado estructuralmente por el capital y hegemonizado por su fracción monopolista-financiera, y no a personas específicas o agrupaciones políticas individuadas. Así, tienen motivos para estar aterrados, día tras día, con la reelección que no se les quita de la cabeza y parece escaparse de sus manos.

Por eso la resistencia democrática se manifiesta no sólo en la sociedad civil, sino también en la sociedad política e incluso internamente a los órganos típicos del poder burgués permanente. Protestan no solo los partidos de oposición y las representaciones sindicales o los movimientos populares, sino también varias personalidades y fuerzas conservadoras, incluidas algunas fracciones burguesas, que influyen en los medios de comunicación, que hace un rato orbitaron el Palacio del Planalto y que incluso viven dentro de órganos clave del Estado. Los pronunciamientos van en contra de lo que viene ocurriendo desde hace mucho tiempo y ahora casi todos por fin lo han visto: los límites han sido rebasados ​​y la marcha libertadora, que ha entrado en un camino sin retorno, nunca se detendrá por sí sola: se hay que parar. Quedó claro que el comportamiento presidencial no es fortuito. Por el contrario, es un rasgo inmanente de los fanáticos de la contrarrevolución conservadora, conscientes de que la Carta Magna y la legislación infraconstitucional impiden el repliegue a un régimen dictatorial-militar similar al de 1964, “perfeccionado” por el rasgo de la autocracia personal. .

Este es el mito que fundó el proceso de autogolpe orquestado en el despacho presidencial y puesto en marcha el 15 de marzo, desafiando públicamente el esfuerzo antipandémico de su propio ministro. La lógica se repitió el 19 de abril, cuando, cínicamente camuflado con la excusa de celebrar una fecha especial, Bolsonaro pronunció un discurso frente al Cuartel General del Ejército, en Brasilia, reforzando sus objetivos explícitos en gritos y pancartas uniformadas, previamente preparadas y financiadas irregularmente. : cerrar el Congreso Nacional y el STF, así como provocar una intervención militar para reimplantar un régimen dictatorial y reeditar el AI-5, todo enmarcado en insultos dirigidos a miembros de organismos estatales y autoridades públicas. Tal despropósito es coherente con la pequeñez también inédita de la figura presidencial, que desde la “máxima autoridad” de las Fuerzas Armadas quedó reducida al mero agitador barato que siempre fue, ahora sembrando intrigas y broncas frente a los cuarteles, como así como pisotear el destino constitucional de los militares “a la defensa de la Patria” y “a la garantía de los poderes constitucionales”. Los mismos comportamientos y patrones se repitieron el 3 de mayo, acompañados de amenazas explícitas.

Cabe señalar que la defensa del régimen democrático y el rechazo a los ataques aventureros fueron tan amplios como contundentes en ambas esferas de la sociedad, civil y política. Como resultado, Bolsonaro y su grupo de fanáticos han descendido unos peldaños más en la escalera que los lleva al aislamiento. En los ambientes opositores más indignados, sugerencias de caminos y consignas centradas en la figura individual del pretendiente a tirano, el acusación, incluyendo denuncias judiciales e investigaciones de todo tipo, así como propuestas del Congreso para instituir elecciones directas inmediatas en caso de vacancia en el sillón presidencial, llegando a manifestaciones de incumplimiento como sonar cacerolas, publicaciones en redes sociales, notas de partidos y abajo varios firmados, acompañados de consignas como basta, basta, afuera y abajo, además de lineamientos contra el propósito autogolpe como detener, resistir, prohibir, derribar, etc., todos legítimos como expresiones de sentimiento democrático y las diversas inconformidades acumuladas.

Al mismo tiempo, se profundizan las conspiraciones en la cúpula para sustituir a un reaccionario por otro considerado más dócil y astuto, apuntando al actualización situacionista sin participación popular y sin protagonismo democrático, un verdadero pacto encaminado al reciclaje conservador del régimen político ya los propósitos ultraliberales. Con la desmovilización de las masas en una fase de repliegue social y sin una fuerte presencia proletaria en el seno del enfrentamiento, las “soluciones” migran a los entendimientos y acuerdos congresionales, judiciales, militares y palaciegos, terrenos caracterizados por la mayoría y por la hegemonía del capital, en la que los partidos de izquierda y las fuerzas populares transitan con pocas posibilidades de jugar un papel decisivo o incluso relevante.

En estas condiciones, la crisis institucional es también, objetivamente, la oportunidad de salida en el marco del yugo monopolista-financiero y de la situación dependiente. Así, se justifica, yendo a veces contra el sentido común y la simplificación, la línea de basar la lucha contra Bolsonaro y su agrupación en cuatro pilares centrales: la oposición al Gobierno Federal en su conjunto y no simplemente a una o unas figuras individualmente. ; la conformación de un amplio frente democrático, nacional y progresista, dentro del cual los partidos comunistas y de izquierda sean el polo más dinámico y consistente; la movilización de las grandes masas proletarias y populares a partir de sus más sentidas reivindicaciones; y la elaboración de una plataforma de emergencia que unifique a los diferentes segmentos en contradicción con las conductas y políticas de la extrema derecha. Vale la pena desarrollar algunas reflexiones sobre pilares similares.

El Gobierno de Bolsonaro no puede confundirse con la mera suma de sus ministros y demás asistentes, aunque al conjunto se sumen los empleados de la Explanada. Tiene una calidad superior, ya que el todo es más que la simple enumeración empírica de las partes, aunque esté compilada de forma exhaustiva. La misma afirmación fue recuperada por Marx en La capital, cuando, al señalar “que no toda suma de dinero o valor de cambio […] puede convertirse en capital sin que la transformación presuponga la existencia de un mínimo”, se refirió a la “ley descubierta por Hegel en su Lógica, según el cual las variaciones meramente cuantitativas se convierten, al llegar a cierto punto, en cambios cualitativos”.

Los enfrentamientos, desencuentros y despidos, entre otros casos ocurridos o por ocurrir, prueban que la mano tiránica del patrón, respaldada por la comitiva y atada al proyecto político-social ultraconservador, centraliza la combo administrativo en íntima conexión con las fracciones más reaccionarias del capital monopolista-financiero y los intereses imperialistas, por encima de los acontecimientos del llano, incluidos los relacionados con la indefectible figura del diputado con aire de militar siempre disponible para el cambio de el guardia. Limitarse a nominar a Bolsonaro y algunos ministros, seguidos de Beltranos y Cicranans, sería convertir la táctica en una mera invectiva personalizada e inútil, centrada en citar a un enemigo que podría ser despedido al día siguiente e incluso jugar el juego de reconfiguración del palacio, es decir, admitir en la práctica un gobierno de extrema derecha sin Bolsonaro.

Con cada trazo de pluma, el Planalto se “purifica”, haciendo aún más erróneo separar el gobierno de sus delegados que, más allá de sus dimensiones personal-privadas, conforman una misma cosa. Los ministros y otros componentes, como sugiere Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, “ellos no eligen sus circunstancias” y por lo tanto tienen que doblegarse o ser defenestrados, pues son cautivos de la lógica hegemónica que los envuelve y que nunca podrán alterar sustancialmente. De hecho, el escracho ao individual coquetea con la concepción burguesa de la historia en una variante jacobina, cuyo techo en la izquierda es el democratismo radical. El ataque a Bolsonaro es necesariamente inseparable de la lucha contra su gestión en su conjunto, bajo pena de adoptar un discurso capaz de marchitarse en la posterior recomposición reaccionaria. También sería ineficaz reducir la voluntad política, simplemente, a una idea fuerte que se realizaría por repetición retórica, como en Génesis 1, versículo 1: “En el principio era el Verbo”. La táctica tiene que dialogar concretamente con las condiciones generales de la realidad política.

De ahí la necesidad objetiva de un frente amplio de oposición al Gobierno Federal, que agrupe plenamente las fuerzas y segmentos en contradicción con su conducta y política. En la coyuntura actual, en la que el movimiento obrero-popular atraviesa una difícil fase de resistencia frente a un opositor truculento e implacable, la composición exclusiva en la lista de la izquierda organizada sería insuficiente para frenar el autogolpe y derrotar al prototipo. el fascismo, ya que nunca incluiría a los demócratas en su totalidad ya las grandes masas de millones. Recordemos las experiencias nacionales e internacionales, ilustradas respectivamente por la lucha contra el régimen dictatorial-militar y por el informe de 1935 al VII Congreso de la Tercera Internacional Comunista, en el que Dimitrov apoyó la política de alianza unitaria contra el flagelo encarnado en el extremo ascendente. correcto

Dos años más tarde, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, en el frente popular, el líder búlgaro reiteró la amplia unidad en la guerra civil española, subrayando que “el fascismo significa la destrucción total de los derechos democráticos conquistados por el pueblo, la implantación de un reino de oscuridad, ignorancia y destrucción cultural, las teorías sin sentido de raza y la prédica del odio”. También subrayó: “los combatientes del ejército republicano que combaten en las murallas de Madrid, en Cataluña, en la sierra de Asturias, en toda la Península, están dando la vida por defender no sólo la libertad y la independencia de la España republicana, sino también las conquistas de los derechos democráticos de todas las naciones y la causa de la paz”. Tal línea revolucionaria permitió la victoria contra el nazifascismo.

En Brasil se vienen realizando varios encuentros más o menos extensos de manera fragmentada y sectorial, pero de relevante importancia. Recientemente, ha habido algunos ejemplos prácticos: la nota Brasil no puede ser destruido por Bolsonaro, firmado por varias personalidades; el suscrito con 100 sindicatos contra la MP 936; la carta en defensa del régimen democrático, lanzada por el Foro de Gobernadores el día 19; el comunicado elaborado por el Foro de las Partes en Minas Gerais el día 21; la lucha victoriosa contra la MP 905 en el Congreso Nacional; el Primero de Mayo Unificado; y el mensaje difundido por las secciones de Minas Gerais de cinco partidos en apoyo a la iniciativa común de las centrales en el Día del Trabajo. Concomitantemente, la defensa de las libertades también se da al interior de los órganos estatales, como las decenas de solicitudes del acusación, varios juicios en el STF conforme a la Constitución, las investigaciones abiertas por la Policía Federal sobre acciones ilegales de las fuerzas autogolpeistas, etc.

Cada día es más necesario y urgente agregar tales búsquedas y acciones comunes en un foro nacional orgánico y permanente, so pena de quedar como iniciativas limitadas y menos potentes. Para ello, los protagonistas deben enfocarse en temas más amplios, buscando generar consensos y acuerdos capaces de expandir la unidad. Sería intrascendente y sectario insistir o alimentar pequeñas discrepancias y querellas sobre las minucias de las consignas o la exclusividad de un determinado instrumento jurídico. Las obsesiones con formas orgánicas preconcebidas o puntos programáticos de facciones también resultarían dañinas. Las mejores consignas e instrumentos son siempre los más capaces de aunar esfuerzos. Por lo tanto, las concesiones deben ser vistas no como negatividades que generarían incompletitud, parecerían traiciones o recordarían resentimientos, sino como positividades indispensables para la formación de consensos en torno a temas esenciales, como las libertades democráticas, la soberanía nacional, los derechos laborales y el apoyo a los segmentos más necesitados.

Sin embargo, el punto nodal reside en la movilización de las masas. La participación efectiva del movimiento proletario y popular – en huelgas, manifestaciones, procesos judiciales, disputas parlamentarias o campañas electorales, especialmente en la lucha política traducida en aspiraciones concretas – es una condición prioritaria para el éxito de la oposición al Gobierno Federal , sea cual sea el curso que tome o el modo de acción que predomine. Por tanto, sólo la unidad superior de las entidades representativas sindicales y de los diversos movimientos populares, con la presencia nuclear de la izquierda partidista, podrá forjar una fuerza material capaz de interferir en la lucha de clases de tal manera que la disputa por el espacio y el protagonismo tiene posibilidades reales de derrotar a la extrema derecha, de oponerse a los intentos de salir victoriosos y de garantizar un resultado favorable a las grandes mayorías.

Aquí, sin embargo, está el talón de Aquiles de la oposición popular. Los movimientos de masas están en declive. A pesar de las importantes acciones de resistencia de los últimos años, se perdió un tiempo precioso en disputas confesionales y duelos de siglas o personalidades. Además, se han acumulado nuevas dificultades por los ataques oficiales a las entidades sindicales, especialmente con leyes restrictivas y represivas de conquistas históricas. Bajo la pandemia, el distanciamiento social y la recesión, las condiciones de vida y el desempleo han empeorado, así como se han limitado los canales de contacto entre las entidades representativas y las masas, dificultando las manifestaciones públicas. En este contexto, es necesario mantener la iniciativa de manera creativa, evitar pausas prolongadas y prepararse para grandes movilizaciones apenas se complete el ciclo de protección sanitaria, especialmente para intervenir en la crisis nacional en curso. Esta es una tarea clave en el pliegue de la coyuntura.

Con base en estas consideraciones, la lucha para vencer los intentos de autogolpe y detener el Gobierno de Bolsonaro necesita una plataforma de emergencia para salvar a Brasil, el régimen político democrático, vidas humanas e intereses populares, que debe ser establecida a nivel nacional por las fuerzas y sectores interesados, contemplando la aspectos prioritarios ante la pandemia, la recesión y la crisis político-institucional. Un ejemplo es el dique contra las ideas oscurantistas que incentivan el contagio masivo, apoyando medidas especiales para combatir, contener y controlar el Covid-19, que se despliegan en: apoyo a iniciativas estatales y municipales para superar la omisión del Planalto; centralización de los recursos disponibles para enfrentar los males de la pandemia y reforzar el SUS; eliminación de medidas hostiles a los derechos populares, al gasto social, a las empresas estatales ya la soberanía nacional.

Además, es urgente destinar, en los próximos seis meses, mayores y más integrales apoyos a las personas y familias desempleadas, informales, desanimadas, contaminadas o con personas mayores en casa, así como prohibir cualquier despido en la función pública. y en conglomerados privados, además de garantizar el apoyo a las pequeñas empresas que mantienen los empleos. También es indispensable defender la campaña sanitaria y el régimen democrático contra saboteadores privados y conspiradores gubernamentales, a través de las más variadas formas de lucha, incluida la tipificación de delitos de responsabilidad, ya sea por acción explícita o velada, o por cualquier omisión. Finalmente, es necesario, en la diplomacia, eliminar prejuicios y solicitar apoyo internacional en ayuda material, técnica y humana, especialmente a países que han demostrado práctica, calificación y conducta solidaria, como China, Cuba y Rusia.

En resumen, el centro de la táctica hoy reside en la siguiente orientación, a ejecutarse simultáneamente: aislar a los partidos y falanges que ahora dominan, operan y apoyan al Gobierno Federal; neutralizar los segmentos pragmático-burgueses que ocupan los espacios intermedios del espectro político y tienden muchas veces al apoyo fisiológico; atraer a los niveles que están inmovilizados en la conciliación; y consolidar, en un frente amplio –con flexibilidad, sentido de la mediación y formas pertinentes, nacionales, locales o sectoriales–, las fuerzas y los individuos pertenecientes al vasto campo democrático, nacional y progresista, por encima de las preferencias ideológicas, partidistas y religiosas.

Está en la agenda, por tanto, con la misma importancia que merece la lucha contra la pandemia y la protección de los más afectados, investigar los crímenes cometidos por Bolsonaro y sus cómplices, con el castigo y remoción de los responsables con los recursos disponibles. . El objetivo general de las fuerzas de oposición no es quedarse “en cuclillas en la playa de los acontecimientos” – como se autoproclamó Tenório Cavalcanti como una estrella conservadora en ascenso –, sino imponer sucesivas derrotas al gobierno reaccionario para debilitarlo, acumular en la correlación de fuerzas y crear las condiciones favorables para sustituirla por métodos que faciliten el pronunciamiento popular de la forma más democrática posible. Debe pontificar la certeza incontestable, como apunta Brecht en el poema Elogio de la dialéctica, que “las cosas no seguirán como están; / Después que hablen los dominantes / Hablarán los dominados”.

*Ronaldo Rocha, sociólogo, es director del Instituto Sérgio Miranda – Isem.

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