por MAURÍCIO VIEIRA MARTINS*
180 años desde la escritura de Manuscritos económico-filosóficos de 1844, revisitarlos también nos reserva algunas sorpresas adicionales
En 1806, Ludwig van Beethoven completó la composición de los tres cuartetos de cuerda del opus 59 de su obra, que pasaron a ser conocidos como los cuartetos de Razumovsky. Sus estudiosos relatan que los músicos profesionales encargados de la primera ejecución de estas piezas tuvieron grandes dificultades para comprender su sonido: hablando entre ellos, inicialmente supusieron que, en lugar de cumplir la orden encargada por el conde Andreas Razumovsky al compositor, estaban enfrentándose simplemente a un juego musical aleatorio creado por él (que en realidad provocó uno de los famosos arrebatos de ira de Beethoven)[ 1 ]. Sin embargo, en nuestro siglo XXI, los cuartetos de Razumovski ocupan un lugar privilegiado entre las cumbres de la producción musical occidental: marcan una revolución en la estructura clásica de los cuartetos de cuerda, creados por músicos de la talla de Haydn y Mozart.
Poco menos de 40 años después del episodio que involucró a Beethoven y la interpretación de sus cuartetos, Marx escribió el texto que llegó a ser conocido como el Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Aquí poco importa saber si Marx estaba o no al tanto del episodio antes mencionado: lo importante es enfatizar que en 44 manuscritos Hay varios elementos para lo que ahora comúnmente se llama teoría de la subjetividad. De hecho, es allí donde podemos leer que “La formación de los cinco sentidos es obra de toda la historia del mundo hasta ahora”. Por eso, continúa el texto, “para el oído no musical la música más bella no tiene significado” (Marx, 2004, p. 110). Las consideraciones de Marx buscan resaltar que, una vez constituido, el aparato sensorial humano (“ver, oír, oler, saborear, sentir, pensar, intuir, percibir, querer, estar activo, amar”[ 2 ], en los términos del texto) interviene ininterrumpidamente sobre la realidad. Frente a quienes veían este aparato simplemente como un legado de la naturaleza (sin duda su base ineludible), Marx destaca el significado activo que está presente en él, en profunda interacción con un mundo objetivo progresivamente alterado. Si tenemos en cuenta que hacia 1806 la sordera de Beethoven ya avanzaba y causaba una gran angustia en el compositor, tendremos que coincidir con Marx en que, más que reproducir el mundo que nos rodea, nuestros sentidos también tienen su propia actividad pensante: reorganizan material previamente adquirido en la historia de los sujetos, estos no sólo reproducen la realidad, sino que crean sobre ella. En nuestro 2024, 180 años desde la redacción de 1844 manuscritos, revisitarlos también nos reserva algunas sorpresas adicionales. Porque, aunque muy criticados por la escuela althusseriana, estos manuscritos han recibido la atención de autores más recientes como Franck Fischbach, Jason Read y Frédéric Monferrand, que señalan una fertilidad aún inexplorada de la obra (por ejemplo, en su relación con B. Espinosa).
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Quien conoce el pensamiento de Marx sabe que es a través de trabajo humano que el autor afirma que no sólo cambia la realidad externa, sino también la subjetividad de quien trabaja. Aunque correcta en términos generales, esta caracterización requiere algunas consideraciones adicionales. Para uno de los aspectos más peculiares de 44 manuscritos También es para resaltar una categoría relacionada con el trabajo (Trabajar), pero que no es idéntico a él. Nos referimos a la actividad (Actividad), entendida como una exteriorización humana vital y, en rigor, mucho más integral que el trabajo. Por lo tanto, si es cierto que todo trabajo es una forma de actividad humana, lo contrario obviamente no es cierto: hay actividades humanas más allá del universo del trabajo, una circunstancia que es necesario enfatizar en nuestra época, donde casi todo el tiempo de vigilia humana es consumido para el trabajo. En otras palabras: Marx estaba interesado en mantener abierto el desarrollo de aquellas actividades humanas que no estaban dentro del circuito laboral. Quien esté dispuesto a explorar la densa estructura de 44 manuscritos descubre que Marx puso, después de todo, sus mayores expectativas en una expansión de ActividadActividad plural, polimórfica, que se relaciona con diferentes segmentos de la realidad.
Una forma amplia de intercambio en la que los sujetos humanos interactúan con una gran variedad de objetos, la actividad tiene lugar en las más diversas manifestaciones de la existencia humana. Y los ejemplos que de ello aparecen en el texto dan fe de su diversidad: escuchar música es una actividad vital consciente, ver un espectáculo también, así como “sentir, pensar, intuir, percibir, querer, estar activo, amar…” ( Marx, pág.108). En cuanto al trabajo, es el modo particular de actividad que se realiza bajo presión diaria para satisfacer necesidades humanas inevitables; se refiere a la lucha de la especie por asegurar su supervivencia, con todas las consecuencias resultantes. Esto es lo que señala un pasaje breve, pero muy esclarecedor, de manuscritos donde se afirma que “toda actividad humana hasta ahora era trabajo, por tanto, industria, actividad enajenada de sí misma” (Ibíd. p. 111). Enlazando esta afirmación con otra en la que poco después se afirma que “El trabajo es sólo una expresión de la actividad humana dentro de la alienación (Entäusserung), la exteriorización de la vida (Lebensäusserung) como alienación de la vida (Lebensentäusserung)[ 3 ]”(ibid, p. 149), se destaca la distinción entre las dos categorías. El trabajo es entendido por Marx –por mucho que choque con la imagen que posteriormente se formó a partir de su pensamiento– como una actividad que también implica alienación. De ahí el llamativo título del primero de ellos. manuscritos: trabajo enajenado (o trabajo alienado)[ 4 ], una categoría con una duración larga y consistente en la obra de Marx.
Además de su dimensión laboral, insiste Marx, el hombre es un ser plural y activo: un conjunto de capacidades, aspiraciones, necesidades y, quizás más que nada, “fuerzas humanas esenciales” (Ibíd., p. 110), capacidades que sólo se desarrollan a través de la interacción con objetos en el mundo sensible. objetos en el sentido más general del término, en el sentido de todo lo que está fuera de uno mismo, definición que ciertamente abarca no sólo los utensilios de una forma determinada, sino también todo el perímetro de la realidad, incluidos los demás hombres, las mujeres y la propia naturaleza. Observemos también que el hombre[ 5 ] es formulado por Marx, inicialmente, como parte de la naturaleza (Ibid, p. 84), que explica las referencias que manuscritos hacerlo como un ser natural. Pero resulta que este ser creado por la naturaleza tiene la peculiar capacidad de interactuar con ella y modificarla. Estamos ante una singular automediación: la naturaleza, a través del hombre (su producto), interactúa consigo misma, pasando por sucesivas modificaciones. Donde inicialmente había una sola, poco a poco irá surgiendo una diferencia, una separación entre objetividad y subjetividad (subjetividad: lo que pertenece a los hombres y su acción, una “determinación del sujeto”, en un sentido preciso). Y los hombres y mujeres, ahora parte distinta de la naturaleza original, nunca dejan de automediarse. Simultáneamente transforman la naturaleza (y son transformados por ella), a sí mismos y a sus semejantes. La continua actualización de este mediador de primer orden, la actividad, provoca cambios radicales en la “esencia” de la naturaleza y del hombre.[ 6 ]. Es una historia abierta que se está creando.
La constitución del sujeto humano está, por tanto, visceralmente entrelazada con una forma de objetivación: todas las capacidades humanas, todas las fortalezas y aptitudes humanas se exteriorizan, se objetivan a través de su acción en el mundo. Esto da lugar a lo que Marx llama “naturaleza humanizada” (Ibíd., p. 110), naturaleza que ha sufrido la intervención humana. Si hoy en Manchester hay “fábricas y máquinas donde hace cien años sólo había ruecas y telares manuales” (Marx & Engels, 2007, p. 31), como nos recuerda un texto posterior, la ideología alemana -, esto ocurrió debido a una gigantesca transformación del mundo sensorial operada por la actividad humana. Es una exteriorización y actualización simultánea de las capacidades humanas: transferir el poder del sujeto al mundo real. La modificación de la exterioridad, por tanto (y ahora vemos que la exterioridad no es, estrictamente hablando, un concepto absoluto, ya que hay tránsito, interpenetración, entre lo que existe en el hombre y lo que prevalece en el mundo sensorial), y también la modificación de la interioridad, es Así se constituye el sujeto humano.
Respecto al citado alejamiento del trabajo, uno de sus motivos más básicos es la pérdida del carácter múltiple de la actividad humana. En la medida en que Marx concibe al hombre como portador de un conjunto diferenciado de fuerzas esenciales, cada una de estas fuerzas (el “mirar”, el “escuchar”, el “gustar”, etc., en los ejemplos del texto) exige una actividad que lo exprese. Por lo tanto, es el multiplicidad –y también la posibilidad de variación-, el atributo que mejor posibilita la renovación de la acción humana. Para que haya una apropiación efectiva de la realidad humana es necesario satisfacer su condición de multiplicidad: “su comportamiento hacia el objeto es la activación de la efectividad humana (por eso precisamente es tan múltiple (muchas veces) cuántas determinaciones y actividades humanas esenciales son)” (Marx, 2004, p. 108).
Ahora bien, el trabajo alienado es precisamente lo contrario: se caracteriza por la drástica reducción de una actividad potencialmente plural. Bajo los auspicios de la división del trabajo, cada grupo de individuos, cada clase social, comienza a interactuar con un segmento muy limitado de la realidad. Al perder sus atributos de multiplicidad, el trabajo en la sociedad burguesa se caracteriza por la repetición, por el confinamiento a una rutina masacradora que vacía a sus agentes. Esto indica que, ya en un texto de la juventud de Marx, encontramos una teorización que capta el trabajo en su ambivalencia. Actividad que modifica incesantemente el perfil de la realidad sensorial, responsable de la transformación monumental de la naturaleza original y también de la objetivación de las capacidades humanas, el trabajo lo hace bajo la égida de la alienación. Las capacidades humanas se exteriorizan y emergen a la luz de la eficacia: el desarrollo de la ciencia nos da pruebas inequívocas de lo que los hombres pueden transformar su entorno y a sí mismos. Pero la ambivalencia del trabajo, su contradicción dialéctica, es que, a través de su subordinación a la lógica capitalista, las capacidades antes mencionadas se vuelven efectivas. sólo para un número muy restringido de personas; para el resto de la población aparecen como una potencia ajena, que no mantiene ni remotamente un vínculo afirmativo con su trabajo cotidiano.
Un materialismo que acoge la subjetividad
La posibilidad de la génesis de la subjetividad humana se ubica precisamente dentro de esta discusión: sólo cuando se articula con sus fundamentos objetivos más generales puede visualizarse correctamente dicha génesis. Porque el hecho es que la actividad y el trabajo humanos producen, a lo largo de la historia, un sujeto indigente, que logra diferenciarse de los lazos comunitarios prevalecientes en formaciones sociales más antiguas (un tema enfatizado por Marx en escritos posteriores, como en el planos). Es en este contexto que vale la pena señalar que el 44 manuscritos presentar un análisis de la constitución de la subjetividad, de la formación de atributos específicamente humanos de hombres y mujeres. Conviene aquí una aclaración terminológica, ya que hablar de la constitución de la subjetividad, en el siglo XXI, genera resonancias teóricas distintas a las que nos ocupan. Sería anacrónico acusar a Marx de categorías que sólo se desarrollaron en el siglo XX, como una teoría del inconsciente, de la represión original, de la cadena significante, por mencionar sólo ejemplos del psicoanálisis.[ 7 ].
Un tema amplio, que involucra varios enfoques, la subjetividad formulada por Marx se refiere a todo lo que se ubica en el sujeto humano (sus fuerzas activas, sus sentimientos, sus pasiones, etc.), en contraposición a las condiciones externas de existencia, objetivas, que preceden a la entrada del sujeto(s) en la interacción mundana. Si bien sabemos que exterioridad e interioridad son conceptos que se interpenetran, simplemente poner un signo de igual entre ellos es un procedimiento problemático y alejado del pensamiento de Marx. Porque si bien el énfasis que atribuye a la primacía de la objetividad, de las condiciones objetivas de existencia con las que cada sujeto necesariamente tiene que lidiar, es característico de su enfoque, esto no impide –más bien, delinea mejor– el contorno de la historia del campo subjetivo. De hecho, la creencia en una posible identidad entre interioridad y exterioridad, entre sujeto y objeto, es una marca del hegelianismo y sus ramificaciones, habiendo recibido críticas de Marx que vio en ello una exaltación excesiva de las capacidades subjetivas. Contra la idea de una subjetividad demiúrgica, vale la pena atestiguar su dependencia del objeto: sólo así los diferentes sujetos –y esto se aplica también a las clases sociales– podrán reconocerse en su inserción histórica real.
Si es cierto que la esfera de la subjetividad en Marx abarca todas las fuerzas humanas esenciales, es necesario agregar inmediatamente que la formulación de 1844 no se limita a esto, pues hasta ahora todavía estaríamos en un terreno cercano al del sensorialismo feuerbachiano. ¿Qué hacen los 44 manuscritos De nuevo está presente una construcción que muestra que incluso el dominio de la subjetividad es inequívocamente activo y construido: lejos de estar originalmente dado al hombre, está constituido a través de un complejo sistema de mediaciones históricas:
[es] sólo a través de la riqueza objetivamente desplegada de la esencia humana que la riqueza de la sensibilidad humana subjetiva, que un oído musical, un ojo para la belleza de la forma, en resumen, los goces humanos, se convierten en sentidos capaces, sentidos que se confirman como esenciales. fuerzas humanas, […] La formación de los cinco sentidos es obra de toda la historia del mundo hasta ahora. (Marx, 2004, pág. 110)
Es entonces una subjetividad que fue constituido a lo largo de la historia. Comenzamos este texto comentando la dificultad que afrontaron los primeros intérpretes de los cuartetos de cuerda intermedios de Beethoven: el ejemplo no fue elegido al azar. Eran músicos experimentados y el primer violinista del grupo fue Ignaz Schupanzigh, un amigo de Beethoven que siguió muy de cerca la producción del compositor. Pero incluso para estos profesionales cualificados, el sonido producido por los nuevos cuartetos generaba malestar. Si a esto le sumamos el hecho antes mencionado de que la sordera de Beethoven ya comprometía su relación con el mundo exterior, allanamos el camino para el reconocimiento del carácter plástico del aparato sensorial, que permitió la creación de composiciones a niveles progresivamente más elaborados. En rigor, la propia expresión aparato sensorial debe modificarse para incluir también los atributos pensantes –e inconscientes, añadirá el psicoanálisis tantos años después– presentes en él. Aquí se hace evidente la pobreza de las concepciones del arte como mera mimesis fotográfica de la realidad, una concepción contra la cual G. Lukács luchó tan duramente, diferenciando vigorosamente, por ejemplo, el realismo del naturalismo.
Esta expansión activa de las facultades humanas originales tiene como uno de sus resultados la posibilidad de formas de interacción y captura de la realidad sensible que simplemente no existían en otros períodos históricos. Tú 44 manuscritos Abundan los ejemplos que pretenden dar fe del surgimiento de una apropiación singular de las diferentes dimensiones de la realidad. Ya sea en referencia a la formación del ojo estético, que puede descubrir la belleza de la forma, ya sea en la observación de que el “hombre hambriento” ignora la forma humana del alimento (incitado por la presión de la necesidad), o en relación con la Hombre “lleno de preocupaciones” que no puede acceder al sentido apropiado para “el más bello espectáculo” (Ibíd., p. 110), lo que el texto busca hacer visible es la capacidad de disfrute (género) de un sujeto históricamente constituido. Lo que hoy llamamos sensibilidad (usando la palabra ahora en el sentido de aptitud para realizar alguna actividad creativa) es el resultado de una extensa cadena de mediaciones simultáneamente objetivas y subjetivas que no son evidentes para el observador desprevenido. El llamado sujeto moderno, que tiene la capacidad de establecer una relación afirmativa e internalizada con la “belleza de la forma”, este sujeto que ya se ha desprendido de la inmediata “falta práctica” (en los términos de 1844) sólo existe a través de un proceso histórico que en realidad actualiza atributos humanos potenciales. Y el hecho de que pueda haber una regresión de tales capacidades –pensemos en las tesis de Th Adorno sobre la regresión de la audición promovida por la industria cultural– no anula en modo alguno su carácter histórico, sólo las confirma en su carácter construido y mediado. .
Nos encontramos entonces ante una retroacción de la actividad sobre el sujeto que la realiza. Años más tarde, al escribir La capital, Marx volverá a este tema: “Al actuar sobre la naturaleza externa y modificarla mediante este movimiento, él [el hombre] modifica, al mismo tiempo, su propia naturaleza. Desarrolla los poderes que yacen latentes en él y somete el juego de sus fuerzas a su propio control” (Marx, 2013, p. 255). Aquí tenemos la génesis de un proceso de subjetivación. Y, un añadido fundamental, tales cambios en la subjetividad son perfectamente capaces de transmitirse a las generaciones humanas posteriores. A diferencia de la evolución biológica en sentido estricto, donde la modificación a lo largo de la vida de un individuo de ciertos caracteres es difícil de heredar por su descendencia, las transformaciones culturales tienen un carácter más plástico y acumulativo. Consciente de esto, y con un toque de ironía, un biólogo con conocimientos del marxismo como Stephen Jay Gould podría escribir que “la evolución cultural humana, en fuerte oposición a nuestra historia biológica, es de carácter lamarckiano” (Gould, 1990, p. 71). ). Heredamos de nuestros antepasados una habitus, un conjunto de disposiciones internalizadas, que actualizan continuamente las transformaciones históricas en el ser humano. Cabe señalar que este registro no tiene carácter valorativo: así como la sensibilidad musical puede transmitirse, dadas ciertas condiciones, a las generaciones posteriores, las estructuras opresivas, como el patriarcado, se actualizan produciendo subjetividades propias de ellas.
Regresando a 44 manuscritos, en ellos aprendemos que el campo de existencia del sujeto se amplía cuando éste, mediante la sucesiva exteriorización de sus fuerzas humanas, se desprende del dominio de la necesidad y logra alcanzar el disfrute del objeto específico con el que interactúa. La relación entre la capacidad subjetiva y el objeto singular con el que interactúa se vuelve clara, especialmente porque “el significado de un objeto para mí (sólo tiene significado para un significado que le corresponde) llega precisamente hasta donde llega mi significado” ( Ibídem, pág. Esta observación tan general adquiere su referencia empírica cuando Marx recuerda que:
Un objeto se vuelve diferente para el ojo que para el oído, y el objeto del ojo es diferente del del oído. La peculiaridad de cada fuerza esencial es precisamente su esencia peculiar y, por tanto, también el modo peculiar de su objetivación, de su ser vivo objetivo-efectivo. (Ibídem, pág. 110)
El tema de la multiplicidad se reitera aquí: presupone una comprensión de lo humano como un conjunto múltiple de fuerzas, impulsos, deseos y capacidades singulares que exigen una actividad polimorfa y no fija para que esta pluralidad pueda expresarse. Sólo así es posible desarrollar una interacción efectiva entre cada sentido humano y el objeto con el que interactúa. Si el ojo disfruta de manera diferente que el oído, si el tacto establece una relación de objeto diferente de la del gusto, esto ocurre porque la subjetividad humana encuentra, después de todo, su fundamento necesario en el campo de la diversidad objetiva real. Más allá de eso, es pura abstracción, pura creación de aquellos filósofos que creen en la posibilidad de una subjetividad incorpórea, “sin ojos, sin dientes, sin oídos, sin nada” (Ibid, p. 135).
El reconocimiento del carácter potencial múltiple de las capacidades humanas hace que la concepción de la riqueza humana aparezca de otra manera, considerando que el “hombre rico es al mismo tiempo el hombre que carece de la totalidad de la manifestación humana de la vida” (Ibid, p. 112-113). ). Esta subjetividad requiere, por tanto, exteriorizarse, ver actualizadas sus diferentes capacidades. Exteriorización que se siente como necesidad, como urgencia de la esencia que exige su despliegue como existencia. Es una concepción afirmativa de la subjetividad la que defiende Marx, lo que también explica su repulsión hacia la sociedad burguesa. Porque este último, en lugar de proporcionar las condiciones para la expansión del ser, en lugar de engendrar “al hombre en esta riqueza total de su esencia” (Ibid, p. 111) produce, por el contrario, individuos privados de una exteriorización de la vida humana. El trabajo alienado, forma parcial de actividad vital consciente, confina al individuo a una interacción con un número muy restringido de objetos; la rígida división del trabajo amortigua el flujo de actividad. Lo que fue la producción de vida ahora se ve como su atrofia; Razones adicionales para que Marx afirme su proyecto socialista.
Así, la crítica de Marx a la propiedad privada no se centra sólo en las distorsiones económicas más visibles que produce: una concentración brutal del ingreso en manos de unos pocos en marcado contraste con la pauperización de la mayoría de la población. Implica también la denuncia de una forma de sociabilidad que impide a hombres y mujeres producirse como tales, limitados como están a una forma extremadamente unilateral de implementar la vida. Potencialmente, los hombres son una pluralidad de capacidades y fuerzas objetivas esenciales, pero la lógica capitalista restringe estas capacidades y vincula a cada individuo a un solo predicado suyo.
Respecto a la recurrente mutilación de la subjetividad humana, cabe señalar también la persistencia de la crítica de Marx, a lo largo de su obra, a las consecuencias de los imperativos de la productividad capitalista vinculados a la división del trabajo y la propiedad privada. Años después de escribir el 44 manuscritos, Ya estoy en eso La capital, encontraremos una vez más una divergencia fundamental en cuanto a las deformaciones provocadas por la división del trabajo en la industria manufacturera entre sus trabajadores:
[La manufactura] paraliza al trabajador, lo convierte en un fenómeno, promoviendo artificialmente su capacidad de atención a los detalles mediante la represión de un mundo de impulsos y capacidades productivas, del mismo modo que, en los Estados de La Plata, se sacrifica un animal entero sólo para eliminar la piel o el sebo. (Marx, 2013, p.434)
El sustrato filosófico de estas contundentes palabras de Marx es precisamente su concepción de las capacidades humanas como potencialmente plurales – adquisición duradera de 44 manuscritos -, requiriendo un conjunto variado de objetos a ejercitar. Por otro lado, sabemos que a partir de la tercera parte del siglo XX surgieron teorías que predecían una disminución creciente en el uso de la fuerza de trabajo humana. Aunque con diferencias significativas, compartían la idea de que una mayor automatización eliminaría cada vez más el uso de mano de obra humana. En 1999, el grupo alemán Crisis, que tuvo a Robert Kurz como uno de sus más destacados representantes, utilizó palabras provocativas para referirse a la supuesta disminución de la venta de fuerza de trabajo humana: “La venta de fuerza de trabajo mercantil será tan prometedora en el siglo XXI como la venta de fuerza de trabajo humana”. vagones de correo en el siglo XX”.
Es necesario reconocer que el curso histórico no ha confirmado esta predicción. Nada de eso. Lo que tenemos en nuestro siglo XXI es una configuración histórica que conlleva un desarrollo tecnológico sin precedentes que coexiste con multitudes de trabajadores precarios y mal pagados. En lugar del fin de la sociedad del trabajo, asistimos a una ampliación de la jornada laboral incluso en aquellos períodos que tradicionalmente constituían tiempo libre: fines de semana, vacaciones, turnos de noche (tal es el horizonte de una jornada laboral imparable, que merece hoy el justo repudio de activistas e intelectuales de izquierda). Por no hablar de aquellos que se hunden en el desempleo puro y simple, constituyendo lo que el sociólogo Zygmunt Bauman alguna vez llamó con el incómodo nombre de desechos humanos: los restos de una sociedad que no encuentran las condiciones para vivir y ejercer su potencial de vida.
La dura actualidad del trabajo enajenado y la mutilación de subjetividades que conlleva nos hace pensar que el retorno a ciertos textos fundacionales de Marx permite examinar la génesis de una configuración histórica que hoy alcanza su paroxismo. El caso es que en 1844, con 25 años -y aún lejano, muy lejos de sus grandes obras de madurez-, el joven Marx, en su primer contacto con la Economía Política, se mostró dispuesto a revisar su herencia filosófica para mejorar Visualice la hidra que se formó frente a él. El lector contemporáneo que recorre, sin prejuicios, estos densos 1844 manuscritos, incluso con sus límites reales, podrás presenciar allí, en el nacimiento, la fuerza de un pensamiento que surge. ¿Es excesivo decir que este encuentro propiciado por Marx entre Filosofía y Economía Política cambió parte de la historia del pensamiento?
*Mauricio Vieira Martins Es profesor titular del Departamento de Sociología y Metodología de las Ciencias Sociales de la UFF. Autor, entre otros libros, de Marx, Spinoza y Darwin: materialismo, subjetividad y crítica de la religión (Palgrave Macmillan). Elhttps://amzn.to/3OVvPJb]
Versión abreviada del artículo “Los 180 años de 1844 manuscritos de Marx”, publicado en la revista Verinocio.
Referencias
GOULD, S.J. El pulgar del panda. Londres: Penguin Books, 1990.
GREENBERG, Robert. Lunes de Historia de la Música: Milord Falstaff. 2020. Disponible en: https://robertgreenbergmusic.com/music-history-monday-mlord-falstaff/
GRUPO KRISIS. Manifiesto contra el trabajo. 1999. Disponible en: https://edisciplinas.usp.br/pluginfile.php/7829978/mod_resource/content/1/Manifesto%20contra%20o%20Trabalho%20-%20Grupo%20Krisis.pdf
MARTINS, Mauricio Vieira. Marx, Spinoza y Darwin: Materialismo, subjetividad y crítica de la religión., Palgrave Macmillan, 2022
______________ Los 180 años de 1844 manuscritos por Marx. Verinocio, v. 29, núm. 2, págs. 24-67; Julio-diciembre de 2024.
MARX, Carlos. Manuscritos económico-filosóficos. São Paulo: Boitempo, 2004.
__________. La capital, Libro I. São Paulo: Boitempo: 2013.
__________. “Ökonomisch-philosophische Manuskripte aus dem Jahre 1844”. In: MARX, Karl; ENGELS, F. Trabajos, Banda 40. Berlín: Dietz Verlag, 1968.
MARX, K. Y ENGELS, F. la ideología alemana. São Paulo: Boitempo, 2007.
MESZÁROS, István. La teoría de la alienación de Marx. Londres: Merlin Press. 1986.
Notas
[ 1 ] El relato más detallado de este episodio se puede encontrar en Greenberg: 2020.
[ 2 ] Marx, 2004, pág. 108.
[ 3 ] Traducción corregida según el original en alemán. Vale la pena señalar que la ideología alemana reitera la comprensión del trabajo como una actividad enajenada. Basta recordar que cuando Marx y Engels presentan su proyecto político de revolución comunista, afirman que esta última “se vuelve contra la revolución comunista”. forma de la actividad existente hasta entonces, suprime la trabajar y supera [aufhebt] la dominación de todas las clases mediante la superación de las clases mismas” (K. Marx & F. Engels, 2007, p. 42). La situación social que busca este proyecto es aquella en la que los individuos alternan sus actividades productivas, no restringiéndose a una sola de ellas.
[ 4 ] La traducción de la palabra alemana. alienación para los portugueses es objeto de una controversia interminable y, en nuestra opinión, realmente indecidible (incluso por razones históricas y filológicas). En este artículo alternamos entre las dos traducciones más frecuentes: alejamiento e alienación. Mayor aclaración sobre el Albardilla y Entäusserung – categorías utilizadas alternativamente por Marx – se pueden encontrar íntegramente en mi artículo citado en la primera nota de este texto.
[ 5 ] Siguiendo la terminología marxista de 1843-1844, la expresión el hombre se utiliza aquí sin ninguna calificación más explícita. Ya en La ideología alemana, en el ámbito de la polémica con Feuerbach, podemos leer: “él [Feuerbach] dice 'o hombre' en lugar de 'hombres históricos reales'” (Marx y Engels, 2007, p. 30). Se trata de un claro esfuerzo por circunscribir mejor una singularidad histórica: se cuestionó la generalidad del “hombre”, hacia sus determinaciones temporales y sociales. Por otro lado, es un logro innegable del movimiento feminista reclamar con razón una mayor precisión en esta designación, llamándonos a invocar a hombres y mujeres. mujeres históricos y reales (así como aquellos que no se reconocen en una sexualidad binaria). Si en este artículo se mantuvo la terminología de Marx, fue por la razón obvia de que no me correspondía modificar los términos de un texto producido en otro momento histórico. Dicho esto, vale la pena recordar que Eleanor Marx, la hija de Marx, fue una de los muchos intelectuales y activistas que combinaron productivamente marxismo y feminismo, en lugar de verlos como contradictorios.
[ 6 ] En cuanto a las categorías “esencia” y “fuerzas esenciales”, coincidimos con la afirmación de István Mészáros: “Marx rechazó categóricamente la idea de una 'esencia humana'. Pero mantuvo el término, transformando su significado original, volviéndolo irreconocible” (1986, p. 13-14).
[ 7 ] Desarrollé este aspecto más lentamente en el capítulo 5 de mi libro. Marx, Spinoza y Darwin: materialismo, subjetividad y crítica de la religión.
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