marxismo y filosofia

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por RICARDO MUSSÉ*

Consideraciones sobre el libro de Karl Korsch

marxismo y filosofia se publicó en 1923. Antes de adquirir la forma de libro, apareció en el periódico editado por Carl Grünberg, el “Archivo de la Historia del Socialismo y del Movimiento Obrero”, que se convirtió al año siguiente en el órgano oficial de la recién nacida Instituto instalado de Investigaciones Sociales de la Universidad de Frankfurt.

Ese mismo año, Georg Lukács publicó Historia y conciencia de clase. La afinidad de temas y propósitos entre los dos autores -evidente en la condena en bloque de ambos en el V Congreso de la Tercera Internacional- permitió que, décadas después, estos libros fueran considerados las marcas fundacionales del marxismo occidental (junto con prisión cuadernos, de Antonio Gramsci, cuya redacción es posterior).

Como indica el título, Karl Korsch se centra en el tema, hasta ahora prácticamente ignorado, de la relación entre marxismo y filosofía. Su enfoque pionero en la elección y desarrollo del tema permite vislumbrar la dimensión del impacto directo e indirecto del libro. Después de todo, a partir de entonces, la discusión teórica del marxismo –y no sólo entre los marxistas occidentales– se volvió inseparable de la reflexión filosófica, incluso en el ámbito de disciplinas específicas como la economía o la historia.

Korsch aborda ambos lados de la cuestión, tanto el lugar del marxismo en la historia de la filosofía como el papel de la filosofía en la génesis y estructura de la obra de Marx y Engels. Su punto de partida es la observación de que el marxismo fue ignorado o poco mencionado en los libros de historia de la filosofía. Hubo una brecha en el período que se extiende entre la muerte de Hegel (1831) y las corrientes filosóficas posteriores a 1850. Los jóvenes hegelianos, y Marx entre ellos, fueron designados en el mejor de los casos como ejemplos de la desintegración del sistema de Hegel.

Korsch atribuye esto a una insuficiencia tanto metodológica como ideológica. La historiografía de las ideas no logra percibir el vínculo entre pensamiento y praxis social. Es un retroceso, concomitante con el repliegue de la burguesía frente a la transformación social, frente a las teorías del idealismo alemán que buscaban enfatizar la conexión entre filosofía y revolución. De este razonamiento saca una conclusión que marcará una época: “el sistema marxista, expresión teórica del movimiento revolucionario del proletariado, debe mantener con los sistemas de la filosofía idealista alemana, en el plano ideológico, las mismas relaciones que el revolucionario movimiento del proletariado mantiene, sobre la base de la praxis social y política, con el movimiento revolucionario burgués”.

A través de esta comparación, Korsch intenta una explicación de la relación entre la doctrina de Marx y el idealismo alemán. Este movimiento filosófico fue presentado por Kautsky y Lenin -siguiendo los pasos del último Engels- como una de las tres fuentes del marxismo. Pero ninguno de ellos logró desarrollar una teoría sistemática de la posición de Marx frente a Hegel, respondiendo a la necesidad de revitalizar la dialéctica como método y, al mismo tiempo, señalar la diferencia entre sus versiones idealista y materialista.

La complejidad del problema –todavía hoy objeto de polémicas y tesis en los medios universitarios– impone una cuestión adicional: la determinación de la posición de Marx en relación con sus compañeros de generación, los Jóvenes Hegelianos, que puede significar, según el camino elegido, tanto un atajo como un camino sin fin. La agudeza de Korsch en el tratamiento de estos temas es notable, sobre todo si se tiene en cuenta que en 1923 tanto el 1844 manuscritos, como cuadernos la ideología alemana en el que Marx, en sus propias palabras, promovió "un ajuste de cuentas con su antigua conciencia filosófica".

Sin acceso a estos textos, Korsch escapa al riesgo de hundirse en detalles y matices, y va directo al grano. Esclarecer la relación de Marx con los filósofos alemanes es fundamental, pero al mismo tiempo incomprensible sin antes establecer el lugar de la filosofía en la doctrina marxista.

Esta determinación no puede realizarse separadamente de la elucidación del estatuto teórico del marxismo, es decir, de la comprensión de lo que Marx entiende por ciencia. La definición de Engels sintetizada en el lema “socialismo científico” sólo invirtió mecánicamente los pesos de la jerarquía hegeliana entre ciencia y filosofía. Korsch señala que mientras Hegel busca elevar las ciencias particulares al nivel de reflexión filosófica, Engels reduce la filosofía a una ciencia particular, encargada del estudio de la lógica formal y la dialéctica.

Korsch, sin embargo, no considera que este tema, la definición de la dimensión teórica del marxismo, esté abierto a discusión. Constituye una de las señas de identidad del marxismo, uno de los pilares de la estructura que permite concebirlo como una unidad que se desarrolla en el tiempo. Pero, ¿cómo es posible ubicar allí una esencia si históricamente el marxismo se ha presentado bajo formas teóricas y prácticas diversas y hasta contradictorias?

La solución propuesta por Korsch es sencilla y al mismo tiempo bastante ingeniosa. Primero, elige y por defecto a un tiempo en particular, el Manifiesto del Partido Comunista (1848), en el que Marx presenta su doctrina como “expresión teórica de una práctica revolucionaria”. Luego, reconstituye la trayectoria del marxismo como un relato de las variaciones a las que estuvo sujeta esta fórmula.

La novedad del libro radica, por tanto, en el hecho de asociar la desviación política de la directriz revolucionaria a cambios en la delimitación del estatuto “científico” del marxismo. Despliega así un tópico rutinario en el arsenal retórico de corrientes contrarias al reformismo socialdemócrata, reemplazando, sin embargo, la habitual condena moral y voluntarista por una explicación a la vez teórica e histórica.

No Cartel, el ámbito teórico, concebido como “teoría de la revolución social”, se organiza como una “totalidad viviente”, imposible de compartimentar en disciplinas específicas como la historia, la economía, la política, los estudios culturales, etc. En la obra de madurez de Marx, los diversos elementos de este todo adquieren cierta autonomía, ya se trate de las diferentes ciencias entre sí, o de la teoría frente a la práctica social.

En los epígonos, sin embargo, hubo una fragmentación de la “teoría unitaria de la revolución” en “una suma de conocimiento puramente científico sin ninguna relación inmediata –política o de otro tipo– con la praxis de la lucha de clases”. Despliegue simultáneo del predominio del reformismo, expresión de las reivindicaciones económicas de los sindicatos y de la línea política de la Segunda Internacional. Esta situación, supone Korsch, sería remediada por un movimiento de retorno a la obra de Marx, liderado por Lenin y Rosa Luxemburg, al que marxismo y filosofia sólo propone añadir algunos elementos nuevos.

La dimensión teórica de la “teoría de la revolución” se manifiesta, por tanto, como una determinación que concibe el “marxismo como totalidad”. Con esto, Korsch presenta una convincente explicación del lugar de la filosofía en la doctrina marxista. No sólo constituye uno de los elementos a movilizar en el conocimiento de la totalidad, sino que la conjugación de las distintas ciencias específicas exige en sí misma superar la división intelectual del trabajo, algo cercano a la modalidad de filosofía que se practicaba en la década de 1920, antes este conocimiento siguió el augurio de Engels y lo redujo a ciencia especializada.

Basado en una nueva interpretación tanto de la XI tesis sobre Feurbach al igual que el lema del joven hegeliano “no se puede superar la filosofía sin realizarla”, Korsch rehabilita la crítica filosófica –más allá de su papel en la génesis de la doctrina de Marx– como un momento decisivo en la lucha de clases. Considera fundamental ampliar la lucha económica y política mediante la incorporación de la dimensión cultural. Este es uno de los muchos puntos en común entre Korsch, Lukács y Gramsci.

El marxismo occidental surgió en medio de un vigoroso movimiento de transformación social, representando la doctrina de Marx como una "teoría de la revolución". Paradójicamente, la explicación de la dimensión teórica de esta concepción, en particular la revalorización de la crítica a la ideología, transmutada de Historia y conciencia de clase en una crítica a la reificación, involuntariamente permitió que sus procedimientos resultaran los más apropiados con motivo de la estabilización del capitalismo y la integración del proletariado.

*Ricardo Musse Es profesor del Departamento de Sociología de la USP. Organizado, entre otros libros, China contemporánea: seis interpretaciones (Auténtico).

Publicado originalmente en Revista de reseñas No. 1, segunda fase, en marzo de 2009.

 

referencia


Karl Korsch. marxismo y filosofia. Río de Janeiro, Editora UFRJ, 2008, 170 páginas.

 

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