por JOSÉ COSTA JUNIOR*
Comentar la película dirigida por Gabriel Martins
“Nina, ¿crees que papá se enfadará si ya no quiero jugar al fútbol?” Esta es la pregunta que Deivinho le hace a su hermana, que duerme en la litera de arriba, en una noche de insomnio y que da forma y camino a la película. marte uno (Brasil, 2022, dirigida por Gabriel Martins) – Hay aquí spoilers, pero no muchos, ni decisivos. El interrogatorio del muchacho no es pretencioso, pero esconde revoluciones.
Después de ver varios videos de divulgación científica del físico Neil deGrasse Tyson, el chico comienza a querer saber cada vez más sobre astrofísica, y a alimentar expectativas y deseos, entre ellos el de componer futuras misiones espaciales (el principal se describe en el título de la película). – una posibilidad que ya no deja al fútbol como el camino principal para las expectativas de vida.
Por otro lado, el padre, un trabajador negro de clase media baja, tiene grandes esperanzas en el talento y el futuro futbolístico de su hijo. Sus experiencias y observaciones de la dinámica social de su país le permiten saber que este talento puede ofrecer cierta seguridad material futura para Deivinho y su familia, y no se puede desperdiciar.
La madre de familia es jornalera y trabaja de forma autónoma en los servicios de limpieza de la región metropolitana de Belo Horizonte. Las incertidumbres sobre lo que puede o no ocurrir en la vida y el trabajo, además del constante desprecio por su ciudadanía y dignidad, la acercan a las aflicciones y tensiones psíquicas. Nina es Eunice, una estudiante de derecho que se encuentra en una relación homosexual y quiere irse de casa lo antes posible para poder vivir. Informada, consciente de sus derechos y dignidades, su vida implica conflictos y expectativas entre sueños posibles e imposibles y las circunstancias que ofrece nuestro mundo en transición.
Incluso con el centro de la película ocupado por el sueño poco práctico de Deivinho, todos en esta familia tienen expectativas sobre la realidad que, como hemos visto, pueden no ser necesariamente las mismas, incluso para aquellos que son cercanos y se aman. Evidencia de esto es la pregunta del niño, quien sabe que ignorar las expectativas de su padre podría causar dolor y frustración.
Entre la preservación de caminos ya recorridos, seguros y que puedan mantener y ampliar posibilidades, surgen nuevas aspiraciones que implican progreso: ya sea desde la ciencia avanzada o desde la defensa de la libertad de los afectos, nuevos valores y expectativas entran en conflicto con intentos de seguridad basados en antiguos modelos existenciales. En un país cuyas circunstancias hacen impracticables planes e intereses, las expectativas de Deivinho bordean la ciencia ficción.
marte uno nos hace pensar en las razones de esto: hay motivación, hay información, hay coraje y hay disciplina: ¿qué aleja a Deivinho de la astrofísica? ¿Qué pasa con la ciudadanía? ¿Qué pasa con la dignidad? ¿Puede el fútbol por sí solo acercarlo a la plena consideración de su humanidad? Esos conflictos también están ahí, a veces en un nivel más etéreo, pero aun así nos hacen pensar de nuevo.
En este sentido, cuando nos acercamos a la vida de estas personas (y la nuestra), sus conflictos, esperanzas e historias, marte uno puede considerarse un ejercicio de lo que la filósofa Martha Nussbaum llama el “cultivo de la humanidad”. Es un conjunto de estímulos en la formación humana que implica el desarrollo de tres habilidades, discutidas en Cultivando la Humanidad (1998): (i) la capacidad de examinarse críticamente a uno mismo ya sus tradiciones y circunstancias; (ii) la capacidad de vernos a nosotros mismos como seres humanos “unidos a otros seres humanos por lazos de reconocimiento y preocupación mutua”; y (iii) una forma de imaginación narrativa, que implica la capacidad de pensar cómo sería estar en los zapatos de otra persona, de comprender el mundo desde el punto de vista del otro.
Los conflictos de Deivinho al elegir entre el fútbol y la astrofísica, las tensiones envueltas en disputas entre diferentes valores y esperanzas de esa familia llena de cariño, las duras elecciones que se harán en nombre de la posibilidad de vivir con lo –ahora– diferente, son situaciones que nos acercan y nos recuerdan nuestras vidas llenas de conflictos, debilidades y miedos – y que nos humanizan.
En la actualidad, estamos cada vez más involucrados en afectos tristes y embrutecedores, situación en la que las propuestas políticas se preocupan por fomentarlos en busca de la construcción de una sociedad autoritaria y resentida – en la que garantizarán el poder y los controles. Quizás una parte considerable de este objetivo ya se haya logrado. Sin embargo, no deja de ser aterrador y sorprendente que visiones de esta naturaleza obtengan apoyo democrático, incluso en las diversidades y adversidades en las que vivimos.
La brutalización de nuestra cordialidad, a menudo seguida por la deshumanización, apunta a la necesidad de considerar el cultivo de la humanidad a la que se refiere Nussbaum. marte uno es, en este contexto, un gran ejercicio de ese cultivo y humanización – haciéndonos pensar en nuestras propias circunstancias, los lazos que nos unen o no y la posibilidad de caminos y posibilidades de existencia. Existe el temor, sin embargo, de que ya sea demasiado tarde –quizás estos temas ya no nos llamen la atención a algunos de nosotros, tan embrutecidos– en un país dividido, temeroso de lo propio y del futuro.
*José Costa Junior es profesor de filosofía y ciencias sociales en IFMG –Campus Ponte Nova
referencia
marte uno
Brasil, 2022, 115 minutos
Dirigida por: Gabriel Martins
Reparto: Cícero Lucas, Carlos Francisco, Camilla Damião, Rejane Faria, Robson Vieira
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