marielle duerme

Imagen: ColeraAlegría
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por LUIZ ROBERTO ALVÉS*

Anderson también. Depende de nosotros mirar

En el último rincón de Muerte y vida severina hay: “…es difícil defender/ sólo con palabras la vida (…)”. Esta es una época en la que hay muchos más discursos que temas, ya que estos son asfixiados por los codos que mediocren los sujetos, los hechos y las ciencias. Observamos, sin embargo. Durante la vigilia, aparecen Marielle y su amiga-trabajadora, vivas con una intensidad que arroja luz sobre innumerables muertes sin respuesta en el hermoso mediocre país.

Codazos asfixiantes, como proyectiles, han producido sus propias narrativas y también innumerables veces han hecho morir en el olvido y el cansancio los gestos de la vida familiar y social.

Este país sufre una sucesión de muertes, lo que no garantiza que en un futuro próximo sobreviva como entidad que cobija a un pueblo. Una de las muertes es por olvido, que implica cansancio. Un antiguo dicho del Medio Oriente dice que “La memoria es el pilar de la redención y el olvido el comienzo de la muerte”. Es posible, por tanto, que la dinámica agonizante esté muriendo entre muchos discursos y ciertos gestos. La memoria redime porque hurga, mueve, señala, sugiere, cuestiona. Sin embargo, el tiempo puede traer aburrimiento y conducir a gestos cotidianos repetitivos, menos vivos y ya amordazados por una conciencia debilitada. Ahí te mueres, o sobrevives.

El dicho oriental tuvo una fuerza vital en los retornos de migrantes, en las recuperaciones poéticas, en las revueltas y en la construcción de discursos innovadores. Nunca olvidar es el orden social. Evidentemente, también para no olvidar el mal, pues éste engendra nuevos hechos, cuya complejidad recrea el olvido en el corazón y la razón humanos.

Marielle duerme. Nosotros vemos. Su muerte envía hilos de energía a la memoria, a pesar de las persistentes oleadas de olvido. Su muerte fue tan política como políticas fueron todas las muertes ordenadas por los terratenientes y que destruyeron personas, familias y comunidades en el Brasil rural. En la gran mayoría de los casos, silencio y olvido, pues la energía que aún existe tiene chispas limitadas frente al mediocre país. Es el dolor de la familia pequeña, que a veces da gracias a Di-s por la vida.

A pocos años de la muerte de Marielle y Anderson, se puede ver que el virus político que se apodera de las salas, cajones, documentos e investigaciones policiales de Río de Janeiro ya contagió los pulmones de cada investigador, estableció un límite de acción. pues una por una de las autoridades, contuvo los gestos y cortó el discurso de todos los involucrados. Mucho peor aún si hay sobornos y otras formas de corrupción en el fenómeno, contra las cuales nada existe ni se sabe. Sobreviene el todo vale del mal en el país podrido. Sólo quedaba la familia sufriente y un movimiento aún vigilante que se extendía por las conciencias del inmenso territorio, bajo continuos riesgos.

Ciertamente, ninguna excusa está justificada: crimen perfecto, fuerzas ocultas, altos poderes. Pero se está creando el proceso atroz del olvido, la matriz de la mortalidad en la Colonia de sesmarias, en el Imperio de la baronía y en la República de los militares incompetentes. También habría alguna excusa para las innumerables muertes –políticas, pues liquidan la ciudadanía y la Constitución– de campesinos, cuyo mayor gesto amenazador es la búsqueda del derecho al trabajo en la tierra que es suya.

La muerte de Marielle-Anderson y su investigación señalan la decrepitud de este territorio social. De nada sirve que el ministro Barroso venga a hablar de instituciones sólidas y, tal vez, a convencer a algunos, como sugiere aquel refrán oriental una lectura de la totalidad de los fenómenos. Quien es incapaz de descubrir a un asesino (poco importa, ante la muerte, si es el autor principal o el ejecutor) que está entre el pueblo de la república es, estructuralmente, incapaz de nada. El crimen contra lo humano, el crimen contra el trabajador no puede operar en la aritmética, sino en la razón de los sentidos y finalidades de las estructuras hechas para el bien de la totalidad. ¿Por qué CBN mantiene este “comercial” por la democracia en el aire? Una ignominia.

Ante la muerte de personas y el final de su vida en poliso en el eito y su ocultación poco queda por aprovechar: grandes intenciones, ciranda económica, bancadas de diputados, justicia burocrática. En todo, como por un quiebre o corrupción estructural, quedará la huella de la injusticia, del vilipendio de los atravesados ​​por balas y cuchillos, de un país que da dos pasos adelante y cuatro atrás.

Todo está relacionado con todo. No se trata solo de una prerrogativa política, sino de un valor universal, también físico, bastante presente en la literatura popular y en la memoria generacional. Negar el derecho a la verdad incluso en la muerte significa la autonegación de la sociedad y la cultura. No puedo seguir adelante. En vano los esfuerzos circunstanciales. Sólo el radicalismo puede dar respuestas. La moderación, las formas, las soluciones ocasionales, los “a ver”, los arreglos Ejecutivo-Legislativo-Judicial, etc., todo eso va muriendo, como sufre la autoasfixia de un país injusto.

*Luis Roberto Alves es profesor titular de la Facultad de Comunicación y Artes de la USP.

 

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