Por Anderson Alves Esteves
Lea un extracto del libro recién publicado Del socialismo científico al socialismo utópico.
Em Contrarrevolución y revuelta (1972), Marcuse argumentó que el Movimiento de Liberación de la Mujer (Movimiento de Liberación de la Mujer) se convirtió en una fuerza radical; en fracaso de la nueva izquierda (Scheiten der Neuen Linken?), que el movimiento era la “'tercera fuerza' de la revolución”[i] (pero sin considerar que las mujeres forman una clase social separada); en marxismo y feminismo (1974), consideró que, además de ser el más radical, quizás el movimiento fue el más “importante”[ii].
Tal sería el papel del movimiento de mujeres por la emancipación -de ellas, pero también de los hombres- que la filósofa frankfurtiana lo consideró relacionado con la perspectiva de mantener la vida en el planeta, ya que la agresividad y brutalidad de la sociedad dominada por los hombres había alcanzó un clímax destructivo, imposible de ser compensado por un mayor desarrollo de las fuerzas productivas y el control racional de la naturaleza: la insurrección de las mujeres contra el papel que se les impone sería negación de todos los niveles (material e intelectual)[iii] de clase y sociedad patriarcal.
Y como el libro y los ensayos citados tratan mucho más de la realidad norteamericana que de la Europa occidental, el Tercer Mundo o el mundo exsoviético, la discusión que hace la filósofa frankfurtiana apunta al movimiento feminista norteamericano; también vale recordar que el argumento de Marcuse se basa en una autora estadounidense (docente y militante de las Panteras Negras y del Partido de los Estados Unidos) que había sido alumna suya, a saber, Angela Yvonne Davis, fundamentalmente en el ensayo El marxismo y la liberación de la mujer y en el articulo Mujeres y Capitalismo – ensayo de marcus, marxismo y feminismo, deriva precisamente de un apasionado debate entre Marcuse y el Movimiento de Liberación de la Mujer.
En el ensayo, Marcuse, retomando y actualizando las categorías de eros y civilización, explica que el “principio de la renta”[iv], característica de la sociedad capitalista monopolista del siglo XX, es un “principio de realidad”[V] con atributos reconocidamente masculinos y agresivos, contra los que se dirige el movimiento feminista (productividad orientada al lucro, búsqueda del éxito a toda costa, eficiencia, espíritu de competencia, racionalidad funcional que rechaza cualquier pasión, “ética del trabajo” que deja a la gran mayoría de la población bajo trabajo alienado e inhumano, voluntad de poder, despliegue de fuerza y virilidad[VI]).
Marcuse, sin embargo, no plantea la tesis de una sociedad matriarcal que, con imágenes ideológicas de dulzura y maternidad femeninas, reemplazaría a la civilización patriarcal y la sociedad de clases. La ideología de esta tesis reside en fundamentar lo “femenino” en rasgos naturales y biológicos supuestamente por encima y más allá de las diferencias históricas, sociológicas y psicológicas entre hombres y mujeres; a su vez, el argumento de Marcuse apunta a otro tratamiento de la cuestión, a saber, que hubo un proceso milenario de condicionamiento social que formó una "segunda naturaleza"[Vii] que no cambia automáticamente a través de la estabilización de las instituciones sociales y que solo se resolvería superando la civilización patriarcal, la sociedad de clases, la dicotomía hombre-mujer y los valores históricos de largo plazo que sustentan esta dicotomía
Marcuse sostiene que, durante miles de años, la fuerza física como medio necesario para defender principios de realidad anteriores al imperante reducía el papel de la mujer a la actividad periódica del embarazo y el cuidado de los hijos; luego, y siguiendo estas bases, la dominación masculina se extendió desde el ámbito de origen militar a otras instituciones sociales y políticas; la mujer fue considerada un ser inferior, un auxiliar, un apéndice del hombre, un objeto sexual y reproductivo, su cuerpo y su espíritu fueron cosificados y la sexualidad fue reducida a un medio destinado a fines socialmente determinados: la procreación o la prostitución[Viii].
De hecho, pensar en lograr la completa igualdad de condiciones sociales (económicas, políticas y culturales) entre los géneros, bajo el capitalismo, es inviable, ya que la sociedad de clases mantiene el dominio de uno sobre el otro y embarga la emancipación femenina en tanto toca cuestiones estructurales de sociedad y exige la construcción de otro principio de realidad.
Lo que propone Marcuse es la “ascendencia de Eros sobre la agresión”, ya sea en hombres o en mujeres: sólo en este sentido sería correcto considerar que sería necesario feminizar al varón (cambio decisivo en la estructura de los instintos – debilitamiento de agresividad primaria en la cultura patriarcal). Fenómenos como la militarización, el aumento de la brutalidad, la fusión entre sexualidad y violencia, el ataque directo al instinto de vida que mueve a conservar y reconstruir el medio ambiente, el ataque a la legislación anticontaminación e incluso la reducción de la imagen del socialismo a mero productivismo en competencia. con el mundo capitalista muestran cómo la agresividad se canaliza hacia lo socialmente útil. En oposición a estas cualidades masculinas dominantes, propias del principio de la renta, Marcuse argumenta que las cualidades “femeninas” (receptividad, sensibilidad, no violencia, afecto, etc.) serían el dominio de Eros sobre Thanatos y la energía destructiva.
En efecto, el alcance del movimiento feminista es mucho mayor que la superación de la dicotomía hombre-mujer dentro del orden establecido (y la consiguiente igualdad entre géneros para competir entre sí y desangrarse, pues las características agresivas y competitivas de los hombres serían compartidas por mujeres para conservar un trabajo y conseguir un ascenso), sería una fuerza para hacer de la vida un fin en sí mismo, para desarrollar los sentidos y el intelecto sin el vínculo con la agresividad, para liberar la sensibilidad y el intelecto de la racionalidad de dominación – esta es la “creatividad receptiva opuesta a la productividad represiva”[Ex] y al principio de la renta, el papel revolucionario de la mujer en la construcción de una sociedad cualitativamente diferente.
Basándose en Angela Davis, Marcuse argumenta que el movimiento de liberación de la mujer es la antítesis del principio de ingresos.[X]. En términos de economía psíquica, la agresividad primaria persistiría, pero perdería la característica específicamente masculina de dominación y explotación: las características “femeninas” dejarían de ser específicamente de un género y pasarían a ser parte integral de la infraestructura de la sociedad como un todo, material y económico, intelectual, y estaría dirigido contra la explotación y la dominación (lo que significa que no sería una apología de la debilidad y la sumisión).
Por eso Marcuse considera que el Movimiento de Liberación de la Mujer se ha convertido en una fuerza radical: trasciende la esfera de la necesidad y el desempeño agresivos, de la organización social y la división de funciones establecidas por la división de la jerarquía del trabajo imperante; busca la igualdad no solo dentro de la sociedad establecida, sino un cambio en la estructura misma en la que ni hombres ni mujeres son libres. Así, la liberación de la mujer sería trascendental porque rompería con la dominación fortalecida por el uso social de su constitución biológica (se supone que el embarazo y la maternidad son función natural de la mujer -lo mismo que ser esposa, una vez que se produce la reproducción dentro de la estructura de la familia monógama patriarcal (fuera de esta estructura, la mujer es vista como mero entretenimiento) y porque combate la degradación de la mujer como objeto sexual: la explotación sexual es un tipo primario y original de explotación, tal como lo explicaba la teoría marxista; el movimiento de liberación de la mujer la combate, pero sin caer en la ilusión de que la sociedad burguesa lucharía contra ella, ya que su continuación en vigor es la perpetuación del “principio masculino”.
El mercado transmite la reducción de las mujeres (y de los hombres) a objetos sexuales aun con (1) la disminución histórica de la imagen de la mujer como esposa y madre y con (2) la reducción de las facultades individuales concretas a la capacidad de trabajo abstracto, que establecía la igualdad abstracta entre hombres y mujeres [en el caso de las mujeres la abstracción era incompleta (estaban ligadas en menor medida al proceso material de producción y se ocupaban plenamente en las tareas del hogar)]. Bajo la sociedad de mercado, el cuerpo siguió apareciendo como un objeto deshumanizador (la mujer parece estar aprovechándose del macho dominante como sujeto agresivo al que se ofrece y, por lo tanto, es sometida; tal imagen descuida que, en un contexto sexual relación, los dos géneros son sujeto y objeto[Xi], concomitantemente), como mera publicidad, como energía erótica y agresiva en ambos sexos y como reducción de las facultades individuales a la capacidad de trabajo abstracto.
“La imagen actual de la mujer como objeto sexual es una desublimación de la moralidad burguesa, característica de una 'etapa superior' del desarrollo capitalista. También aquí se universaliza la forma de la mercancía; ahora invade dominios que antes estaban protegidos y santificados. El cuerpo (femenino) visto e idealizado plásticamente por Playboy se convierte en un bien deseable con un alto valor de cambio. Desintegración de la moral burguesa, tal vez... pero cui bono? Cierto, esta nueva imagen corporal promueve las ventas y la belleza plástica puede no ser la real, pero estimula necesidades estético-sensuales que, en su desarrollo, deben volverse incomparables con el cuerpo como instrumento de trabajo enajenado. El cuerpo masculino también se convirtió en objeto de creación de imágenes sexuales, también plastificado y desodorizado… un limpio valor de cambio. Después de la secularización de la religión, después de la transformación de la ética en una hipocresía orwelliana, la 'socialización' del cuerpo como objeto sexual es, quizás, uno de los últimos pasos decisivos hacia la conclusión de la sociedad del intercambio: la conclusión que será el principio del fin?”[Xii].
Así, el movimiento de liberación de la mujer, al denunciar el "principio masculino" en relación con la sociedad burguesa, se caracteriza a sí mismo como una fuerza catalizadora para la emancipación de mujeres y hombres en su intento de romper las cadenas de la mera igualdad (incompleta) de obra abstracta entre los sexos: “La mujer tiene la promesa de la liberación. Es la mujer que, en el cuadro de Delacroix, sostiene la bandera de la revolución, conduce al pueblo por encima de las barricadas. Ella no usa ningún uniforme; sus pechos están desnudos y su hermoso rostro no revela ningún rastro de violencia. Pero tiene un rifle en la mano, porque todavía tiene que luchar para poner fin a la violencia”.[Xiii].
La mujer libre es la sociedad libre: la transformación de la producción y de las necesidades no puede darse sin que el propio progreso sea (re)pensado en términos de receptividad, de goce de los frutos del trabajo, de emancipación de los sentidos, de pacificación de la sociedad y de la naturaleza ; en definitiva, la abolición del sistema patriarcal. La oposición que hace el Movimiento de Liberación de la Mujer es una antítesis femenina de los valores masculinos, una alternativa social e histórica de construcción en sentido emancipador. De hecho, Marcuse proyecta un “socialismo femenino”[Xiv], un “socialismo feminista”[Xv]?
Em Contrarrevolución y revuelta, el Autor consideró engañosa la expresión: la abolición de la sociedad patriarcal no exige la atribución de cualidades específicas, sino la promoción de cualidades en todos los sectores de la vida social, en el trabajo y en el ocio. La liberación de la mujer sería la liberación del hombre, una necesidad para ambos. Pero en marxismo y feminismo, es menos reticente con el uso de la expresión y considera que expresa el papel revolucionario del movimiento feminista: le da otro sentido, ya que no lo reduce a un agente para lograr la igualdad entre los géneros dentro del orden establecido, sino levanta la bandera de subvertir las normas y valores del principio de renta y, así, contribuye a la construcción de una nueva sociedad regida por un nuevo principio de realidad. El movimiento vincula así la demanda de nuevas sensibilidades con la dinámica de las capacidades productivas de la sociedad, la utopía con la realidad; también exige, para evaluar la posibilidad y la necesidad de este nuevo principio de realidad, criterios distintos de los propios de la moral burguesa.
*Anderson AlvesEsteves es profesor del Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología de São Paulo (IFSP).
Extracto del libro de Anderson Alves Esteves, Del socialismo científico al socialismo utópico: el proyecto emancipatorio de Herbert Marcuse – política y estética en las décadas de 1960 y 1970. Curitiba, CRV, 2020.
Notas
[i] "'Troisieme force' de la révolution”. MARCUSE, H. “Échec de la nouvelle gauche” En: Actual. Trans. de Jean-Marie Manière, París: Gaalilée, 1976, p. 30
[ii] "Importante:”. MARCUSE, H. “Marxisme et feminisme” En: Actual. Trans. de Jean-Marie Manière, París: Gaalilée, 1976, p. 39
[iii] MARCUSE, H. “Échec de la nouvelle gauche” En: Actual. Trans. de Jean-Marie Manière, París: Gaalilée, 1976, p. 31
[iv] "príncipe de la rendición”. MARCUSE, H. “Marxisme et feminisme” En: Actual. Trans. de Jean-Marie Manière, París: Gaalilée, 1976, p. 40
[V] "Principio de realidad”. Igual, pág. 40
[VI] Igual, págs. 44-45.
[Vii] "segunda naturaleza”. Igual, pág. 42 (entre comillas en el original).
[Viii] Ídem, pág. 47.
[Ex] "La creatividad receptiva opuesta a la productividad represiva”. Igual, pág. 50 (énfasis del autor).
[X] Ídem, pág. 53.
[Xi] “La agresión positiva del macho está socialmente condicionada, al igual que la pasividad positiva de la mujer. Pero subyacente a los factores sociales que determinan la agresividad masculina y la receptividad femenina subyace un contraste. natural: es la mujer quien 'encarna', en sentido literal, la promesa de la paz, de la alegría, del fin de la violencia. La ternura, la receptividad, la sensualidad, se convirtieron en características (o características mutiladas) de su cuerpo, de su humanidad (reprimida). Estas cualidades femeninas bien pueden estar determinadas socialmente por el desarrollo del capitalismo. El proceso es verdaderamente dialéctico”. MARCUS, H. Contrarrevolución y revuelta. Trans. de Álvaro Cabral, Río de Janeiro: Zahar, 1973, p. 79.
[Xii] Igual, págs. 78-79.
[Xiii] Ídem, pág. 80.
[Xiv] "socialismo femenino”. MARCUSE, H. “Échec de la nouvelle gauche” En: Actual. Trans. de Jean-Marie Manière, París: Gaalilée, 1976, p. 33 (entre comillas en el original).
[Xv] "'socialismo feminista'”. MARCUSE, H. “Marxisme et feminisme” En: Actual. Trans. de Jean-Marie Manière, París: Gaalilée, 1976, p. 55 (entre comillas en el original).