Marcel Proust - La vida del yo

Bhupen Khakhar, Sastres, 1972.
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por RONALDO TADEU DE SOUZA*

Observaciones sobre la temporalidad, la memoria y la formación del Yo en el libro "En busca del tiempo perdido”

Así se formó la interacción abierta entre el Yo, la memoria y la temporalidad: “El sol se había puesto. La naturaleza volvió a reinar sobre Bois, de donde se propagó la idea de que se trataba del Jardín Elíseo de la Mujer; sobre el falso mundo, el verdadero cielo era gris; el viento agitó el Gran Lago en pequeñas olas, como un lago; grandes pájaros cruzaban velozmente el Bosque, como un Bosque, y lanzando agudos gritos, se posaban uno tras otro sobre los grandes robles que, bajo su corona druídica y con la majestuosidad dodoniana, parecían proclamar el vacío inhumano del bosque desposeído, y me ayudó a comprender mejor la contradicción que existe en buscar en la realidad imágenes de memoria, que siempre carecerían del encanto que da la memoria misma, y ​​de no ser percibidas por los sentidos. La realidad que había conocido ya no existía. Bastaba que la Sra. Swann no llegó exactamente igual y en el mismo momento que antes, para mí la avenida era diferente. Los lugares que conocemos tampoco pertenecen al mundo del espacio donde los ubicamos más fatalmente. No eran más que una fina tajada en medio de impresiones contiguas que componían nuestra vida en ese momento; el recuerdo de cierta imagen no es sino añoranza de cierto instante; y las casas, los caminos, las avenidas son fugaces, por desgracia, como los años”.

Es decir, según Proust, la formación del Yo tiene lugar en la oscilación afectiva entre el tiempo y la memoria. Los personajes dentro de su monólogo-romance logran emprender una empresa fascinante; se constituyen como un péndulo entre la memoria interior y la estructura extensiva de la temporalidad material. Lo que podríamos diagnosticar como una batalla, potencialmente, para terminar dando victoria y legitimidad a uno de los terribles contendientes –la persistencia de la memoria o la inaccesible tensión de la temporalidad, en Proust se entrecruzan ininterrumpidamente, de tal manera que el sujeto de En la narración , Marcel desnuda su posibilidad de configurarse en el espacio del mundo.

Es la determinación contingente del yo en la alteridad (Hegel) la que ejerce su delineación en este caso. Otro elemento que crea la vida del Ser en el En busca del tiempo perdido son los distintos caminos trazados por los distintos personajes de la arquitectura románica; cuando hacen sus elecciones de inserción en la mundanalidad, evocan para sí constelaciones de relaciones que, en intensos choques con el Yo-Marcel-Narrador-Narrado-Personaje, lo alientan a atemperar su subjetividad y vivenciar su propio Yo como tal. En este aspecto particular de la vida del sujeto proustiano, la calidad de las conversaciones con lo femenino tiene un escenario privilegiado: “Quisiera terminar el día en una de esas casas de mujeres, con una taza de té, en un departamento con paredes sombrías , como si todavía fuera la Sra. Swann […] donde brillaría el fuego rugiente, la combustión roja, la flema rosada y blanca de los crisantemos en el crepúsculo de noviembre, por momentos como aquellos en que yo […] no había podido descubrir los placeres que deseaba”.

Podemos percibir en el pasaje, el yo dentro de profundos accesos de sensibilidad – que irrumpen en el espacio placentero en el que se encuentran las divinidades femeninas, creando a partir de ahí una temporalidad latente, ya que las reacciones provocadas por la visión de las mujeres deseadas se amplifican radicalmente con el significado abreviado de las imágenes que se forman en la memoria contingente de Marcel. Es en las pasiones del personaje proustiano por sus “amantes” donde se teje la complejidad de la memoria, del recuerdo inmediato. En el microcosmos de las relaciones amorosas que el relato logra hacer emerger el yo, en la alteridad –en lenguaje hegeliano, es en la negatividad determinada del deseo que el yo se lanza a formar.

Ahora bien, una de las funciones más simbólicas de la reconstrucción de la memoria (del Yo) en la novela de Proust, es la capacidad que ella, la memoria –el eco profano del pasado-presente de la existencia– representa en el combate del personaje/narrador contra el existir perverso y arruinador de la universalidad no idéntica, por eso es cautivadoramente subjetiva.Está en el procedimiento literario (estético) de instigar al pasado a saltar en la memoria deslumbrante, teniendo como chispa las interacciones afectivas con las mujeres en su vida en el momento en que Marcel logra la doble trama contenida en el En busca del tiempo perdido: entablar un diálogo crítico con su momento aristocrático e inquietante, y forjar experiencialmente el Yo y su subjetividad latente. Así, “reconocerse” en la fluidez extrínseca de la actualidad, “el en-sí recordado” (Hegel) por los momentos de la experiencia desgarrada (Idem), del otro sexo, sirve como movimiento dialéctico, temporalidad contingente que atraviesa la existencia, de la constitución del Yo en Proust.

Además, Proust se ajusta a otra lectura: la de la germinación de la subjetividad como verdadera identidad. En este pasaje podemos estilizar la interpretación que hace Gilles Deleuze de los signos presentes en el En busca...: son signos que vibran como instantes embriagados del devenir-de-sí-en-la-determinación (Hegel). Los gestos materiales de los signos se sienten como una pulsación dialéctica a través del signo del amor; sensibilidad a los signos; mundanalidad del signo; signo-arte. Así, los signos impulsan la alteración de la estructura temporal, en tanto se intercambian en la intermitencia afectiva y los recuerdos de Marcel, permitiendo al narrador-personaje erigir, brotar, las diversas circunstancias atormentadas del Yo.

Los signos sensibles, mundanos, amorosos y artísticos creados por Proust son la explicación inmanente autoimplicada del devenir-quien-es en el transcurso del tiempo, de tal manera que la vida misma no se somete a la linealidad de la vida cotidiana, pero vienen a confrontar las zonas de vacío ingenuo mimetizado por el formalismo de los Guermantes. Con estas constelaciones que forman la textura de la alteridad, entrelazando las pasiones del personaje-narrador, configuran la incontenible “universalidad sensible” (Hegel) – son hilos que oscilan entre la lentitud y el rapto que arrojan al Yo en sí mismo subjetividad. El tiempo y su red imaginaria de perceptibilidad es el instrumento arquitectonico, en el cual los variados momentos proustianos realizaran su proeza, aqui esta nuevamente la formacion del yo-el sujeto moderno.

Por eso la novela de Proust es sensible a una poética de la desesperanza que, dialéctica en la trama de otros profusos, se dice a sí misma y a la existencia el sentido mismo de su trayectoria narrativa. Las chispas que brotan en estas situaciones de angustia del sujeto, cuando se enfrenta a otros yes en el arco de los recuerdos y las miradas efectivas en Combray, Balbec y en los salones -y todas estas condiciones inmanentes de mover y sostener la En busca…como una catedral del tiempo- constituyen las pasiones decisivas que conciben el yo de Marcel o simplemente conciben a Marcel el yo legendario de Marcel Proust. Albertina y Odette; Andreé y Gilbert son impulsos experienciales condensados ​​en la exaltación del narrador al disfrutar de la interacción formativa con ellos. No se trata de ser personajes femeninos, son más bien el levantamiento de voces que enmarcan el devenir-quién-es (Robert Pippin) en la intensidad del lenguaje. En busca del tiempo perdido más que la novela de la memoria (una autoficción para algunos…) aparece en la literatura moderna de vanguardia, como la figura estética de la narración del yo que se constituye en las vicisitudes del ahora – un teórico social hegeliano-marxista consideraba la novela proustiana la inmersión del sujeto en fragmentos expresivos del “aquí y ahora” en el tiempo[ 1 ] (Adorno).

*Ronaldo Tadeu de Souza es investigadora posdoctoral en el Departamento de Ciencias Políticas de la USP.

 

Nota


[1] Sobre Marcel Proust y las referencias citadas a lo largo del texto ver, respectivamente: En el camino de Swann, verso 1, En busca del tiempo perdido, Globo, 1999; Teodoro Adorno - Breves comentarios sobre Proust, En: Notas sobre literatura, v. 1, Prensa de Columbia, 1991; Gilles Deleuze- Proust y los signos, Forense, 2003; Hegel- Fenomenología del Espíritu, En: Os Pensadores, abril de 1974; Roberto Pipino - Sobre “Convertirse en quien se es” (y fracasar): los yoes problemáticos de Proust, En: La persistencia de la subjetividad: sobre las secuelas kantianas, Prensa de Cambridge, 2005.

 

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