por MÁRÍO MAESTRI*
Un hombre entre dos mundos
Manuel Raimundo Querino nació en la aldea de Santo Amaro da Purificação, en Recôncavo Baiano, a unos ochenta kilómetros de Salvador, el 28 de julio de 1851, meses después de la abolición del comercio transatlántico de africanos esclavizados con destino a Brasil. Cuando se registrara, al menos su padre, un carpintero, sería un hombre negro libre. (CONRAD, 1985.) Por lo tanto, el niño era casi un privilegiado, nacido libre, en una tierra y en una época de multitudes de trabajadores doblegados por el cautiverio. Sin embargo, el destino jugó con el niño, llevándolo al borde de la perdición, para elevarlo, más tarde, en edad madura, a una posición de referencia en la cultura de Bahía y Brasil.
En 1855, cuando Manuel tenía apenas cuatro años, la gran epidemia de cólera que asoló principalmente la costa y las grandes aglomeraciones del Imperio del Brasil, diezmó también, en la aldea de Santo Amaro, especialmente a la población esclavizada y pobre, como siempre. Debido al flagelo, como también era común, los huérfanos pobres eran distribuidos entre familias adineradas, como “niños adoptivos”, una forma de servidumbre encubierta, que perduró después de la esclavitud. (DALLA VECCHIA, 2001.)
El niño Querino, huérfano de padre y madre, volvió a ser bendecido por la fortuna, posiblemente bajo el cuidado de un amigo de la familia. Posteriormente habría sido conducido a Salvador, donde Manuel Pinto de Souza Dantas (1831-1894), juez de los Huérfanos y futuro jefe del gabinete liberal de 1884-5, famoso por un proyecto emancipacionista infructuoso y restrictivo, le habría entregado lo dejó al cuidado de su correligionario y amigo Manuel Correia García, fallecido en 1890.
bendecido por la suerte
El “tutor” de Manuel Querino, abogado, periodista, profesor, pedagogo y diputado, había sido enviado a estudiar a París para fundar la Escola Normal da Bahia y organizar la educación primaria en la provincia. Si Manuel Querino hubiera recibido a un explorador como “padrino”, posiblemente hoy no hubiéramos sabido nada de él. Habría desaparecido en el anonimato que recaía sobre la inmensa mayoría de las multitudes de negros pobres y libres de la época, que luchaban por sobrevivir en el contexto de las mayores dificultades.
Manuel García no sólo utilizó el trabajo del niño. Era un hombre del “Siglo de las Luces”, que vivía bajo las pesadas sombras de un país de esclavos. Liberal, educador, espiritualista, emancipador, miembro fundador del primer Instituto Histórico de Bahía, transformó al huérfano en expresión de su visión del mundo, especialmente pedagógica, facilitándole la alfabetización y el oficio de pintor-decorador. cajón . Por un pelo, su ahijado no terminó con un título en arquitectura.
Es creíble que el niño no tuviera mayores dotes artísticas, no destacándose como pintor, ya que no sobrevivió ninguna obra, obra o colaboración pictórica suya, a pesar de las extensas investigaciones realizadas. También se discute la autoría de un retrato suyo, expuesto en la Sociedade Protetora dos Desvalidos, sin fecha ni firma, y algunas ilustraciones de sus publicaciones. (GLEDHILLE & LEAL, 2014: 1 y siguientes.) Manuel Querino se habría destacado, por el contrario, en ensayos con un sesgo técnico y humanista.
Dios es grande, el arbusto es más grande.
En 1864, el Imperio entró en guerra con las repúblicas de Uruguay y Paraguay. Los ciudadanos libres se embriagaron de patriotismo y abundaron los voluntarios como moscas en la miel, esperanzados en cobrar las prebendas prometidas a los defensores de la Patria, en una guerra que se esperaba próxima. El ardor nacional se desplomó cuando el conflicto resultó largo y doloroso. Luego, las autoridades policiales se vieron obligadas a acorralar a los combatientes, a menudo atados con una soga, a los llamados “voluntarios de palos y cuerdas”. Durante años, el grito “Dios es grande, la zarza es más grande” resonó en todo el Imperio de Brasil. ¡En aquellos tiempos, los quilombos eran reprimidos casi sólo con rebeldes y desertores! (MAESTRI, 2002; REIS & GOMES, 1996.)
En 1868, a la edad de 16 o 17 años, quizás escapando del servicio militar obligatorio, Manuel Querino viajó a Pernambuco y luego al interior de Piauí, donde, luego de ser reclutado, fue enviado a la Corte, para ser enviado al matadero de Prata. ¡Y, una vez más, la fortuna le sonrió! Desde el 28 de julio de 1869 permaneció emboscado en la Corte, como escribano de su batallón. Ciertamente no porque sepa leer y escribir o porque tenga una estructura ligera, como ya se propuso. Un soldado analfabeto era doblemente valorado en las tropas imperiales y Querino, aunque delgado, tendría una constitución física y una salud superiores a las de los miserables cazados por todo el país como “voluntarios”.
Es posible que el joven se salvara gracias a la intervención providencial de un protector, quizás Sousa Dantas. Cuando fue movilizado, Caxias había abandonado la dirección de los combates y fue sustituido, el 22 de marzo de 1869, por el inepto Conde d'Eu, que se unió a los liberales. Con el fin de la guerra, el 1 de marzo de 1870, mientras Solano López y unos cientos de seguidores eran masacrados en Serro Corá, Manuel Querino fue ascendido a cabo de escuadrón. En octubre fue desmovilizado como miles de otros soldados. Tenía entonces 20 años. (GLEDHILLE & LEAL, 2014; MAESTRI, 2017.)
Casi arquitecto
En 1871, año en que se aprobó la llamada “Ley de Vientre Libre”, que a nadie liberaba, de regreso a su tierra natal, el joven Manuel Querino retomó sus estudios, matriculándose en cursos de francés y portugués en el Colégio Vinte e Cinco de Março, concluyó en 1874. No se trataba de un curso nocturno de lengua, como lo demuestra su dominio de la narrativa en el nivel culto de la lengua portuguesa. Ese año se afilió al Partido Liberal, uno de sus protectores. (CONRAD, 1975.)
Después de realizar cursos preparatorios en el mencionado Colegio, ingresó en el Liceo de Artes y Oficios de Bahía, mezcla de escuela técnica y universidad, como empleado y estudiante nocturno. Para mantenerse, trabajó en proyectos de construcción, creando ciertamente murales, dibujos, pinturas geométricas y alegóricas, etc. en la pintura, el estuco, la escarola en las paredes de los edificios más prestigiosos, que fue muy utilizada en aquellos tiempos y en los siguientes.
Siguió a su maestro, el pintor español Miguel Navarro y Cañizares (1834-1913), con quien había estudiado dibujo, al dejar el bachillerato, para crear la Academia de Bellas Artes, el 19 de noviembre de 1877. En este instituto libre, El joven bahiano continuó estudiando mientras trabajaba como pintor-decorador-dibujante. En 1882, a la edad de 38 años, Querino se graduó como dibujante en el departamento de Arquitectura de la Academia de Bellas Artes. Durante tres años estudió arquitectura, sin graduarse, por falta de profesores en la Academia.
Vida política
Manuel Querino enseñó dibujo en el Colégio de Orfãos de São Joaquim y en el Liceu de Artes e Ofícios, y sus obras fueron premiadas con medallas, menciones honoríficas, etc. Participó en comités y juntas de examen y selección. En 1893 ingresó en el Departamento de Obras Públicas, posteriormente llamado Departamento de Agricultura, Transportes, Industria y Obras Públicas, como Oficial 3.º, sin progresar administrativamente. (GLEDHILLE & LEAL, 2014: 2; NUNES, 2007: 239.)
Manuel Querino no habría negado su apoyo al emancipacionismo y al abolicionismo, siendo más activo en unirse al movimiento republicano. En 1878 firmó el Manifiesto del Club Republicano del Salvador. (QUERINO, 2018: 144.) Según J. Teixeira Barros, su contemporáneo, estuvo entre los “participantes menos destacados del movimiento abolicionista”, con una “presencia relativamente anónima o casi imperceptible”, a nivel regional y nacional. (GLEDHILLE & LEAL, 2014: 8.) Si no me equivoco, hasta el momento no se ha identificado ningún artículo abolicionista suyo.
Manuel Querino participó de manera destacada en varias iniciativas en defensa de los artesanos, artesanos y trabajadores, su categoría profesional, cuando aún era joven y ya adulto. Era costumbre en la construcción civil que los trabajos especializados los realizaran artesanos libres, negros, mulatos, blancos y extranjeros, y los trabajos más duros los realizaran trabajadores esclavizados. Habría una fuerte separación profesional y social entre trabajadores libres y esclavizados.
Partido de los Trabajadores de Bahía
Querino ingresó en la Sociedade Liga Operaria Baiana (1876), formada bajo la tutela del Partido Liberal, con la participación, entre otros héroes, por Rui Barbosa y el Consejero Dantas, quien dirigió la Sociedad. La Liga duró poco. En 1889, en el contexto de una fuerte crisis que socavaba el trabajo urbano libre en Salvador, Querino participó en los esfuerzos por formar un Partido Socialista nacido muerto, propuesta derrotada por un diputado provincial que participó en la reunión, como era habitual. (LEAL, 2004: 114, 128, 137.) No sólo en Bahía en ese momento, el socialismo era una referencia sin contenido preciso, infame debido a la insurrección proletaria de la Comuna de París en 1871. (LISSAGARAY, 1995.)
La República reemplazó el voto censal, el derecho de los económicamente desfavorecidos, por el requisito de que el elector-candidato masculino tuviera 21 años y estuviera alfabetizado. Lo cual era inusual, incluso entre las llamadas élites de la época. La reforma mantuvo pequeño el colegio electoral, incluso ampliándolo en relación con el Imperio. Los partidos oligárquicos comenzaron a competir por el voto de los “artistas” y “artesanos” urbanos, que contaban con un buen número de personas alfabetizadas y se esforzaban por lanzar candidatos “clasistas” que representaran sus demandas a través de los canales de la vida política institucional.
El 5 de junio de 1890, en Salvador, el Partido de los Trabajadores de Bahía fue fundado por 56 “artistas y trabajadores”, categoría que incluía “sastres, sombrereros, zapateros, herreros, hojalateros, fundidores, doradores, maquinistas, tipógrafos, litógrafos”. , grabadores, impresores, encuadernadores, orfebres, albañiles, carpinteros, carpinteros, carpinteros, marmolistas, pintores, dibujantes, armadores, sombrereros, herreros”, entre otros. (CASTELLUCCI, 2010: 218.) Manuel Querino habría sido parte destacada de esa articulación, sin haber sido nombrado, sin embargo, para la “mesa provisional” de la reunión que vio el nacimiento de la asociación. (LEAL, 2004: 144.)
Nacimiento y división
A finales del siglo XIX, la producción primaria rural dominaba en gran medida en Bahía. El Partido Laborista reunió principalmente a pequeños contratistas y a varios artesanos urbanos, no pocos de los cuales establecieron sus propios negocios. El Partido estaba preocupado por la escasez de trabajo, el aumento de los medios de subsistencia, la fijación de precios de los servicios, la reducción y exención de impuestos, el establecimiento de un monopolio de las obras públicas para artesanos y artistas, etc. (QUERINO, 2018: 150.) No estaba dirigido a proletarios que buscaban unirse para enfrentar a los empleadores, propietarios de raras industrias medianas, especialmente textiles. Buscaba, sobre todo, elegir representantes de los “artistas” y “artesanos” en las elecciones municipales.
Nada más nacer, el Partido de los Trabajadores se dividió en dos “corrientes”, la de la Dirección Luso-Guarany y la “Comisión Central promotora del Partido de los Trabajadores”. La división habría surgido de diferencias y ambiciones personales, bajo la fuerte interferencia directa de la política liberal-oligárquica. Querino fue miembro, con distinción, del Directorio Luso-Gurarany, refiriéndose, años después, de manera ciertamente no exenta, a aquellos hechos y su participación en ellos, en el libro Las artes en Bahía, de 1909, en los capítulos “Operários Políticos”, “Movimento Operário na República”, “Congresso Operário”, publicados anteriormente en Jornal de Notícias y Diário de Notícias. (GLEDHILLE & LEAL, 2014: 10; CASTELLUCCI, 2010: 218; 2018; QUERINO, 2018.)
En los capítulos antes mencionados, Manuel Querino elogia al consejero Manuel Pinto de Souza Dantas quien, al generar disidencia en el histórico partido liberal, habría “plantado su tienda de lucha en los campos de los trabajadores”. Según él, “el concejal Dantas introdujo a la clase trabajadora en la política”, con la “intención de hacer contar el voto de clase”, fundando el “Liceo, Escuela de Bellas Artes”. El Consejero habría otorgado “subsidios y protección” a la “Liga Obrera” de 1876. (QUERINO, 2018: 143-4.)
En julio de 1893, las dos tendencias – el Partido de los Trabajadores y el Sindicato de Trabajadores – se habrían reunido en el Centro Operario da Bahia, que, al año siguiente, contaba con cinco mil afiliados, principalmente negros, morenos, mestizos y blancos. artesanos y artistas. Un número considerable de adeptos. El Centro tampoco reclutó a obreros fabriles, portuarios, ferroviarios, etc., y tendría como “honorarios, benefactores y benefactores” a miembros de la política oligárquica, que actuaron como mediadores en las demandas del Centro ante las autoridades, en la formación de comités electorales. listas, etc. Su orientación era fuertemente moderada e integracionista. (CASTELLUCCI, 2010: 211-12.)
El propio movimiento obrero, clasista, reivindicativo, huelguista, revolucionario, encaminado a organizar el mundo del trabajo urbano frente al capital, surgiría en Salvador y Bahía, como en el resto de las capitales de Brasil, en los años siguientes, bajo una dirección muy pronto hegemonizada por el anarquismo. No sólo por la fácil cooptación y control electoral que permitía el voto abierto, el anarquismo denunció y boicoteó las elecciones en la Antigua República (1889-1930) y combatió duramente a las direcciones obreras colaboracionistas. (ALVES, 1981; OITICICA, 1970.)
Todo vale electoral
La división en el momento de la fundación del Partido de los Trabajadores permanecería dentro de la organización reunificada. En general, las candidaturas del grupo mayoritario, en dirección al Centro, tendían a estar en las listas del “partido que controlaba el gobierno y el aparato del Estado”. Los pertenecientes a grupos minoritarios de oposición solían participar en elecciones con “candidatos únicos” y en las listas de la oposición oligárquica al partido de gobierno. Los candidatos del Centro rara vez se postulaban para puestos legislativos, y mucho menos para puestos ejecutivos estatales o federales, un monopolio de representantes de las clases dominantes.
Manuel Querino tuvo una destacada participación en las disputas al interior del Partido de los Trabajadores y de la Central de Trabajadores. Se presentó a las elecciones de 1890 y fue elegido miembro del Consejo Municipal (ejecutivo) en la legislatura de 1891-2. Al intentar ser reelegido para la legislatura de 1892-3, habría terminado en el puesto 22 en la votación, superado en votos por varios candidatos “clasistas”. Francisco Luiz Azevedo, herrero mestizo, con taller propio, fue elegido para el Concejo Municipal, con cinco mil votos, con apoyo oligárquico. Fue precisamente en 1993, en el apogeo de su actividad política, que Querino ingresó al servicio público.
En 1896, el Centro Operario se movilizó para las elecciones, comprometiéndose a adoptar una “postura más activa, proactiva, autónoma e independiente” y prometiendo que sus representantes sólo se ocuparían de los “intereses legítimos del pueblo”. Manuel Querino prefirió una fórmula más fiable, presentándose en la lista del Partido Republicano Federalista, oligárquico y oficialista, obteniendo sólo un suplente. La Central de Trabajadores eligió cinco suplentes. (CASTELLUCCI, 2010: 211, 221.)
Aún en 1896, debido a una grave crisis política oligárquica y renuncias en el Concejo Municipal, juramentaron suplentes del Centro Operario y Manuel Querino, suplente en la lista del Partido Republicano Federalista. En una nueva elección, el 11 de julio de 1897, Querino fue “redireccionado” al Concejo Municipal como vocal, obteniendo un elevado número de votos, siempre en la lista de la entonces facción republicana mayoritaria. Sin embargo, en las elecciones para la legislatura de 1899-1900 terminó en el puesto 23, con sólo 324 votos. En esa ocasión, varios miembros del Centro Operario, apoyados por facciones oligárquicas, fueron elegidos para diversos cargos, en el Consejo Municipal, como suplentes, para los consejos distritales, etc. (CASTELLUCCI, 2010: 226.)
La excepcionalidad de Manuel Querino
Del 7 de noviembre de 1896 al 5 de octubre de 1897, el interior del Estado de Bahía fue incendiado por la revuelta campesina de Canudos, que terminó con la masacre de concejales combatientes, sin apoyo de la población urbana. No sabemos si Manuel Querino y el Centro Operario se pronunciaron sobre la masacre de la población de la finca de Belo Monte. (MACEDO & MAESTRI, 2011.)
Tras la derrota electoral de 1899, Querino abandonó la política activa, donde había logrado relativo éxito, dedicándose a la producción intelectual. A pesar de su importante intervención en la vida política de la clase trabajadora de Bahía, es una exageración apologética proponerlo como “uno de los líderes de primera clase del movimiento de la clase trabajadora de Bahía” y un pionero del laborismo en Brasil, como lo afirman dos académicos Hardman y Leite. habría hecho, durante las celebraciones del I Centenario de la Abolición de la Esclavitud en Brasil. (GLEDHILLE & LEAL, 2014: 7) Su intervención política y los movimientos en los que participó no tuvieron un sesgo “clasista” y nunca planteó ni se preocupó por plantear un “programa laboral para el país”. El Centro de Trabajadores permaneció activo durante muchos años.
Manuel Querino tenía entonces cincuenta años. También lograría buenos resultados en su nuevo quehacer intelectual, debido a sus indiscutibles dotes de escritor y pensador y a algunos apoyos que aún no han sido suficientemente revelados. Durante su vida, Querino publicaría varios libros, varios de ellos reeditados en un período de tiempo limitado, lo que resultaba excepcional en la época, por el elevado coste de las ediciones, más aún tratándose de un autor negro.
Aparte de dos manuales técnicos y obras menores, Querino publicó en 1909 Las artes en Bahía: escorzo de una contribución histórica, que reúne sus artículos sobre el tema, con una segunda edición ampliada en 1913. También en 1909, lanzó artistas bahianos: indicaciones biográficas, de Imprensa Nacional, con reedición en 1912. La primera edición recibió un subsidio conto de réis de la Autoridad Municipal, demostrando que su paso por el mundo político había sido fructífero. En 1916, lanzado La Bahía de antaño: figuras y hechos populares, reeditado también en 1922. Y, en 1917, apareció La raza africana y sus costumbres en Bahía. Una campaña editorial que no muchos autores bahianos de su época habrían logrado realizar.
Durante su vida, Manuel Querino emprendió la difícil lucha por el progreso social de los miembros de las clases medias desvinculadas de su época, incluso cuando contaban con el apoyo de las clases dominantes. Las dificultades, como fue su caso, aumentaron cuando sufrieron el estigma del origen africano. Como de costumbre, buscó consolidar su avance en la sociedad integrándose y ganando apoyo en el mundo institucional. Para ello buscó distinguirse en el mundo de las Artes y, sobre todo, de la Literatura, camino tradicional de reconocimiento en la sociedad de la época. Lo hizo sin negar sus raíces de clase y raza, teniendo como uno de sus temas centrales la contribución africana y afrodescendiente a la construcción de Brasil.
En su escrito destacó de manera positiva las asociaciones a las que pertenecía y había pertenecido, su formación institucional y actividades profesionales. La lista es inmensa: pintor, dibujante, arquitecto, socio fundador del Instituto Geográfico e Histórico de Bahía; socio correspondiente del Instituto Histórico y Geográfico de Ceará; miembro correspondiente de la Sociedad Académica de Historia Internacional de París, con la que ciertamente mantuvo correspondencia en francés; capitán de la Guardia Nacional... (GLEDHILLE & LEAL, 2014: 4.)
La trayectoria ascendente de Querino en la vida no está fuera de lugar, en gran medida, para la época en la que vivió. Hay miles de descendientes de trabajadores esclavizados que progresaron y no sólo cuando recibieron el escaso apoyo que les otorgaban los miembros de las llamadas élites, como en su caso. Los dos escritores brasileños más destacados, Lima Barreto (1881-1922) y Machado Assis (1839-1908), reconocidos y reconocidos como escritores de ficción durante su vida, tenían una fuerte ascendencia africana. A diferencia de Querino y Lima Barreto, Machado de Assis intentó ocultar, en la medida de sus posibilidades, su mulata.
Mulatos ejemplares
En uno de sus escritos, Manuel Querino enumera a mulatos exitosos, todos muertos, seguramente para no crear problemas: “Visconde de Jequitinhonha, Caetano Lopes de Moura, Eunápio Deiró, la privilegiada familia Rebouças, Gonçalves Dias, Machado de Assis, Cruz y Souza, José Agostinho, Vizconde de Inhomirim, Saldanha Marinho, Padre José Maurício, Tobias Barreto, Lino Coutinho, Francisco Glicério, Natividade Saldanha, José do Patrocínio, José Teófilo de Jesus, Damião Barbosa, Chagas o Cabra, João da Veiga Muricí”. (QUERINO, 1918.)
En siglos anteriores había muchos mulatos, morenos, criollos negros e incluso africanos que lograron progresar en el mundo esclavista. En el siglo XVIII, los compositores mulatos, especialmente de Minas Gerais, dominaron la música barroca en el Brasil colonial, con composiciones pagadas en onzas de oro. Antônio Francisco Lisboa, O Aleijadinho (1738-1814), de Minas Gerais, hijo de un portugués y una cautiva, fue simplemente el más excelente escultor, tallista, carpintero y arquitecto mulato de su tiempo. Durante el cautiverio, por diferentes caminos, los trabajadores fabriles, luego de alcanzar la libertad, se convirtieron en pequeños y medianos propietarios de esclavos. (LUNA, 1981.)
Uno de los hombres más ricos de su tiempo, el afrodescendiente Francisco Paulo de Almeida (1826-1901), dueño de alrededor de “mil almas”, recibió el título de barón de Guaraciaba, en 1887, por parte del Estado imperial. Estos avances individuales se debieron al hecho de que la sociedad del Brasil anterior a la abolición estaba gobernada por un orden socioeconómico colonial basado en la esclavitud, no racial. Como hoy, lo que dividía a la sociedad era la propiedad, en ese momento, expresada principalmente en la propiedad de trabajadores esclavizados. Todo en el contexto del fuerte racismo contra los negros que persistió después de 1888.
Una persona negra, mulata o morena, dueña de trabajadores esclavizados, era elevada a la categoría de dueño de esclavos, a pesar de las reticencias sociales en una razón directamente proporcional a su grado de africanidad, reservas cada vez más ocultas según su nivel de riqueza. Son miles de hombres y mujeres negros que se incorporaron a los segmentos sociales medios y altos durante más de tres siglos de esclavitud, gracias a la suerte o a inmensos esfuerzos. En general, se diluyeron en la llamada comunidad blanca, a través del matrimonio, también como estrategia para consolidar el movimiento de elevación social. (MAESTRI, 2023.)
Sin embargo, los ex cautivos que progresaron siempre fueron una ínfima porción de los millones de africanos y afrodescendientes que vegetaron en esclavitud. Y, entre el primero y el segundo, dominaron las diferencias de clase y no la identidad de color. Era un proverbio en los barrios de esclavos que “un hombre negro se convierte en mayordomo y ya no se preocupa por su pareja”. En los tiempos actuales, un número poco común de trabajadores de aplicaciones se convertirán en “emprendedores” exitosos, mientras que multitudes de sus antiguos colegas seguirán siendo explotados hasta la médula. Estos casos excepcionales no debilitaron ni debilitaron, sino que fortalecieron y fortalecieron las profundas estructuras sociales que sustentan la explotación laboral.
Una obra luminosa
Manuel Querino exploró múltiples géneros de redacción de ensayos, a menudo de manera pionera: historiografía, antropología, etnografía, lingüística, memorias, periodismo, etc. Su excepcionalidad reside, esencialmente, en haber publicado, en 1918, un boceto interpretativo pionero, bajo la sociedad brasileña anterior a la abolición, con destellos de singular radicalidad – El colono negro como factor de la civilización brasileña. Una interpretación que, como es habitual, no tuvo desarrollo ni continuidad en nuestras ciencias sociales, por resultar inaceptable para las clases dominantes.
Cancelación relativa que incluyó las también luminosas obras del joven intelectual comunista Clóvis Moura, rebeliónões de los barrios de esclavos: quilombos, insurrecciones, guerrillas, de 1959, y del francés, trotskista y surrealista Benjamin Péret, de 1956, ¿Qué fue el quilombo de Palmares? (MOURA, 1959; PÉRET, 1956; MAESTRI & PONGE, 2002.) Aunque fueron conocidas y publicadas, estas obras no recibieron la aprobación de la intelectualidad hegemónica coetánea, lo que les impidió ser legitimadas y aprovechar obras basadas en sus percepciones germinales sobre la formación social brasileña.
El libro antes mencionado de Clóvis Moura fue desairado y rechazado por sus dos famosos camaradas del Partido, a quienes consultó en busca de apoyo: Édison Carneiro y Caio Pardo Júnior. Hechos a los que nos referimos, en el trabajo, con documentación aportada por el propio Clóvis Moura, en un libro publicado en honor a Clóvis Moura, de escasa circulación, y, posteriormente, de forma ampliada, en nuestro libro Hijo de Jamón, Hijos del Perro: el trabajador esclavizado en la historiografía brasileña, por. (SÁVIO, 2003; MAESTRI, 2022.)
En 1916, a la edad de 61 años, Manuel Querino se jubiló como “oficial tercero de la Secretaría de Agricultura”, con sueldo completo. Murió en Salvador, en Matatu Grande, el 14 de febrero de 1923, a los 71 años, en el año siguiente de la fundación del Partido Comunista de Brasil – sección de la III Internacional. Al momento de su muerte dejó viuda y dos hijos vivos, Paulo Querino, artista y violinista, y María Querino, maestra. Sus amigos y cohermanos estuvieron presentes en su funeral y su muerte fue anunciada en los principales periódicos de Brasil. A partir de la década de 1930, con el impulso de los estudios antropológicos y sociológicos sobre los negros en Brasil, comenzaron a destacarse sus trabajos pioneros relacionados con la historia y las costumbres afrobahianas y afrobrasileñas. (GLEDHILLE & LEAL, 2014: 3,17.)
La centralidad del mundo del trabajo
Entre los libros más vendidos de Manuel Querino destacan los siguientes: La Bahía de antaño, de 1916, y el Arte culinario en Bahía, póstumo, de 1928. Menos destacado fue su breve ensayo, El colono negro como factor de la civilización brasileña, publicado, en forma de folleto, en 1918, por la Prensa Oficial del Estado de Bahía, y reeditado en 1955. En la portada de la publicación de 1918 se lee: “Memoria presentada al VI Congreso Brasileño de Geografía, reunido en Belo Horizonte ”, lo que habría ocurrido, sin embargo, en 6. (CARDOSO, 1919.) En 2011, el folleto fue publicado en el número 1980 de la Revista Afro-Ásia.
La escritura sintética ensaya una interpretación sociológica que, como especialmente la citada obra de Clóvis Moura, colocó al trabajador esclavizado, hegemónico hasta la Abolición, no como un objeto, sino como un demiurgo de la sociedad brasileña. Así, a nivel de interpretaciones, realiza un intento de disolver lecturas clasistas sobre el trabajo productivo y fantasmagorías racistas sobre africanos y afrodescendientes. Una visión radicalizada, a partir de los años 1970, en importantes obras sociológicas, historiográficas y económicas, con énfasis en la magistral tesis de Jacob Gorender, esclavitud colonial, 1978. (GORENDER, 2013.)
Como no podía ser de otra manera, en la articulación inicial de El colono negro (…), Querino se basó en la actual etapa de desarrollo de las ciencias sociales alienadas, en boga en Brasil y en gran parte del mundo. Al explicar las causas del proceso de civilización negro-africana y la génesis de la esclavitud, abrazó la visión difusionista del imperialismo triunfante, proponiendo que todo el avance civilizacional, con énfasis en el Continente Negro, provino de un “punto” de “difusión” cultural. .”superior”, en el pasado o presente. Se negaba así el desarrollo endógeno en el África negra. (MAESTRI, 2022 A.)
El intelectual negro de Bahía propone que los “misioneros” europeos fueron los “introductores de conocimientos indispensables al modo de vida africano” y que las “colonias portuguesas” contribuyeron al proceso civilizador del continente. En el contexto de estas visiones en sintonía con la literatura oficial de la época, registra su visión acumulativa del proceso civilizatorio, como un fenómeno tendencialmente unitario. En otro trabajo recordaba que “todas las personas” habían pasado por niveles elementales de desarrollo. (QUERINO, 2021: 14.)
Constructor de nacionalidad
El pensador bahiano también apoyó las tesis del nacimiento de la esclavitud luso-brasileña a partir de la codicia europea; el ejemplo árabe y “otras naciones europeas”; la realidad climática y la pésima calidad humana de los primeros “colonos blancos” –“convictos” “viciosos”, “soldados de prisión”-, una tesis vigente en ese momento en Brasil. También estuvo de acuerdo con la visión determinista geográfica y racial de la imposibilidad de que los europeos realicen trabajo manual sistemático en los trópicos.
Esta interpretación sería reafirmada y consagrada por Gilberto Freyre, en 1933, en Casa Grande y Senzala, a pesar de los cientos de miles de colonos europeos que trabajaron, desde el amanecer hasta el atardecer, sin derretirse, especialmente en el Centro-Sur y Sur (FREYRE, 1990.) Manuel Querino propuso: “Los portugueses abandonaron una zona templada para asentarse en una zona ardiente”. clima, diferente al de la metrópoli, serían incapaces de resistir el rigor de los trópicos, de talar bosques y despejar la tierra [...]” (QUERINO, 1918: 14).
Para él, ante la incapacidad sociobiológica y la descalificación moral del “colono blanco”, la civilización de la América lusitana nacería esencialmente de la calidad y laboriosidad del “colono negro”, tal como lo definen los negros-africanos esclavizados. trabajador, que se presenta como un verdadero “héroe del trabajo”. El trabajo productivo visto por él como acción humana cualificante y emancipadora, me arriesgo a proponerlo, desde una perspectiva marxista, salvo que me equivoque, completamente desconocida para él.
Desde 1530, durante algunas décadas, la esclavitud de los nativos había sido hegemónica en el Brasil colonial. Su sustitución por la factorización de los africanos negros se debió, también según Querino, a la superioridad del trabajador africano. (MAESTRI, 2013; MONTEIRO, 1994.) Otra tesis abrazada por Freyre en su jerarquización racial y racista de las “razas” fundadoras de la “nacionalidad brasileña”. Manuel Querino propuso que, diezmadas las poblaciones costeras de nativos, los “parásitos” portugueses, sin “amor al trabajo”, fueron a arrebatar el “brazo poderoso” y más confiable “del africano” al “granero inagotable que había sido el continente negro”, para impulsar la producción colonial de vegetales y minerales. (QUERINO, 1918: 8, 9, 16.)
A diferencia de Freyre, Manuel Querino desafió a los portugueses como agentes de civilización. La pereza sociológica del colonizador portugués habría favorecido a los “hombres de color”, iniciados exclusivamente en las artes “mecánicas” consideradas por los colonizadores y sus herederos como “castigos” e “infames”. Al resaltar el carácter civilizador del trabajo productivo, incluso en la esclavitud, en una inversión metodológica radical, reveló las esencias, por un lado, del trabajador esclavizado, constructor de la riqueza de la que estaba privado, y, por el otro, de su oponente, el esclavizador portugués-brasileño, parásito social, incapaz de sobrevivir, excepto a expensas de su anfitrión, quien, a su vez, vivió, a pesar del esclavizador.
Clase contra clase
La resistencia de los cautivos, en diversas formas, fue una preocupación constante para los esclavizadores, quienes la explicaron sobre todo como producto del salvajismo de los cautivos criollos y africanos. (GOULART, 1972.) En la década de 1860, en una poesía de singular radicalidad, Castro Alves definió el carácter social e individual positivo y revolucionario de todas las expresiones de esa resistencia. (MAESTRI, 2000.) Querino reafirmó esta visión y organizó las formas tradicionales de resistencia en una evolución que sugería la creciente conciencia del cautivo.
Habló del suicidio como una forma elemental de oposición a la esclavitud, superada cuando los esclavizados comprendieron que eran sus explotadores quienes debían “sufrir una muerte violenta”. Así, no “dudaron” en poner “en práctica los envenenamientos” y “carnicerías” de los verdugos, para luego recurrir a la “fuga y a la resistencia colectiva”, en “centros de trabajo” –quilombos- donde no prosperaron”. vagabundos y malhechores”. Vio el quilombo como una recreación americana de una práctica africana, debida al esfuerzo productivo del brazo fuerte de los esclavos que disfrutan de la libertad conquistada y mantenida aunque sea “por un hilo”. (QUERINO, 1918: 24-28.)
Manuel Querino propuso: “Agotado por una serie de constantes luchas, restringido por todos los medios en sus aspiraciones, pero firme, resuelto, confiado en su ideal, el esclavo africano no se desilusionó, no desesperó; Probó otro recurso, en realidad más acorde con el espíritu de conservación: la confianza en el propio trabajo”. (QUERINO, 1918: 29.) Uno de los capítulos del ensayo está enteramente dedicado a las formas de liberación a través del esfuerzo productivo.
Un hombre entre dos mundos
Posiblemente en un esfuerzo por acomodarse al mundo intelectual de la época, del que formaba parte, Querino vuelve a la tesis de la única severidad relativa de los esclavizadores y la plena dedicación del cautivo a la familia del propietario, dos visiones dependientes de la interpretaciones de la esclavitud por parte de los propietarios de esclavos, dominantes en su época. Respecto al castigo, escribió: “El castigo en los molinos y las granjas, aunque generalmente no era refinado en maldad y perversidad, a menudo era severo y, a veces, cruel. Pero los caballeros que abusaron de esto fueron señalados con repulsión social”. (QUERINO, 1918: 19.)
También defendió la propuesta de entrega incondicional del cautivo doméstico a la familia del esclavizador. “Fue en la casa del terrateniente donde el hombre negro expandió los sentimientos más nobles de su alma, colaborando, con el amor de sus padres, en la creación de la tierna descendencia de sus amos y amos, con el cultivo de la obediencia, la aceptación, el respeto. para la vejez e inspirar simpatía, e incluso amor, a todos los miembros de la familia”. (QUERINO, 1918: 34)
Su visión apologética de las relaciones entre los cautivos domésticos y sus esclavizadores fue ciertamente también una respuesta a la demonización de los cautivos urbanos y domésticos, en los últimos tiempos de la esclavitud, cuando los sectores cafetaleros se esforzaban en venderlos para trabajar en el cafetal. plantaciones, donde había una penosa escasez de armas (para los propietarios, por supuesto). Las vígran verdugos: fotos de la esclavitud, de 1869, de Joaquim Manoel de Macedo, es un excelente ejemplo de literatura en prosa de ficción, que sirvió para difundir la propuesta de trasladar cautivos de las ciudades y hogares a la industria cafetera. Cuando se publicó la novela, con sus brujos africanos envenenados y sus mucambas pervirtiendo a damas vírgenes, Manuel Querino tenía dieciocho años. (MACEDO, 1991.)
Querino nació bajo esclavitud, sólo superada cuando tenía 37 años. En las últimas décadas de su vida, se alejó de la actividad productiva directa para vivir de la enseñanza y el servicio público, muriendo cuando las interpretaciones avanzadas del mundo social ofrecidas por el proletariado moderno comenzaron a afianzarse en Brasil. En el contexto en el que vivió, Querino no pudo ir más allá de una lectura obrera, plebeya y democrática del mundo, que, en su caso, en el período posterior a la abolición, asumió un programa social integracionista.
El radicalismo de Castro Alves (1847-1871) y Luis Gama (1830-1882) fue producto de la lucha por la destrucción de la esclavitud, cuando el abolicionista asumió un carácter revolucionario. Un abolicionismo que Querino apoyó pero al que no cedió, tal vez porque lo alejaría del camino de vida que él mismo se había definido. Se necesitarían cuatro décadas, la consolidación de la hegemonía del capitalismo y la centralidad de la contradicción entre trabajo y capital en Brasil, para que Clóvis Moura y Benjamin Péret avanzaran en sus visiones revolucionarias pioneras sobre la formación social brasileña.
El mundo del trabajo
Manuel Querino describió, de manera pionera, el escenario social de un mundo nacido en la esclavitud y en la oposición de explotadores y explotados por posiciones diferentes en la estructura social, impuestas por la coerción. A dar este salto de calidad analítica le habría ayudado haber trabajado en la construcción, como artesano, durante muchos años, aún bajo esclavitud, antes de ascender a la categoría de maestro y servidor público.
En la segunda mitad del siglo XIX, en la construcción, los trabajos que requerían el dominio de técnicas artesanales eran comúnmente realizados por trabajadores libres –negros, mulatos, mestizos, blancos, extranjeros–, mientras que las tareas más duras recaían en los trabajadores esclavizados. También durante la Antigua República (1889-1930), pintores, decoradores, etc. Trabajaron en la pintura y estuco de los edificios de mayor categoría, en los techos de madera, aplicaron scariola en las paredes, etc. (GUTÍRREZ, 2004.)
Manuel Querino se centró en la esclavitud buscando rescatar la centralidad del africano y afrodescendiente esclavizado, cuando treinta años atrás, el trabajador esclavizado se había extinguido como categoría social y el trabajador negro libre, su descendiente, vivía en condiciones difíciles, en una Sociedad-economía predominantemente rural semicolonial, bajo los pesados legados heredados de la esclavitud. (MAESTRI, 2021.)
Manuel Querino hablaba del cautivo negro-africano con la mirada fija en su descendiente afrobrasileño a quien, en algunos casos, veía casi como una regresión social en relación con el africano. Una visión quizás inspirada en el esplendor de un productor africano nacido en una sociedad libre, en contraste con sus descendientes, nacidos y criados en una sociedad esclavista patógena. Definió al colono “blanco” como un ser parásito y a los africanos y afrodescendientes libres y esclavizados como un ejemplo de creatividad y trabajo duro.
Parece señalar como solución al anatema lanzado por el “racismo científico” a la nación brasileña, debido a su población negra y mestiza, la superación racial y social de las categorías africana y portuguesa. (RODRIGUES, 1977.) Propone como principales “grandezas” y recursos del país la “libertad del suelo”, como era tradicional, y el “talento del mestizo”, que era nuevo. Era, en este sentido, “mestizo”. Como ejemplo de esta riqueza nacional de recursos, enumera a magníficos mestizos.
Manuel Querino, una revolución para el lenguaje
El lenguaje que utiliza Manuel Querino en su narrativa es un aspecto magnífico pero poco estudiado de su producción. En una época en la que en el ensayismo dominaba el lenguaje pomposo, científico y rebatidor, escribió de forma pulcra, directa, precisa y sencilla. Sus escritos registran a un escritor de recursos que no produjo narrativas más largas debido a la falta de condiciones materiales y de tiempo. Su mayor aporte fue desvelar, como se proponía, la verdadera esencia del trabajador esclavizado en el “esclavo negro”, como demiurgo de la sociedad nacional, más allá de las visiones de clase de su época, que se perpetúan en muchas lecturas actuales.
Algunas de sus obras, siempre escritas con perfección, constituyen un elogio igualmente poderoso para los millones de africanos esclavizados que construyeron la nacionalidad, en una época en la que estaban muriendo en el tradicional abandono y la pobreza que conocían los viejos trabajadores, especialmente los ex cautivos. Querino es consciente del manto de olvido que se extiende sobre el pasado con la desaparición de las últimas generaciones de africanos esclavizados en Brasil. (QUERINO, 2021.)
Sobre todo, pero no sólo, en El colono negro como factor de la civilización brasileña, Asumiendo la apariencia de lingüista, Querino sintió la imposibilidad de presentar las nuevas realidades sociales profundas que había revelado utilizando el lenguaje y las categorías generadas en el proceso de exploración social que criticaba. En el ensayo en cuestión, su escrito registra la necesidad de revolucionar las formas lingüísticas tradicionales para expresar el contenido nuevo y esencial del fenómeno que desveló. (CARBONI Y MAESTRI, 2005.)
Querino designa al habitante de África como “africano”, y no anacrónica e ideológicamente como “negro”, concepto que se utiliza sólo cinco veces en la obra en cuestión. Ciertamente intuyó que la forma “negro” borraba el hecho de que, en África, hasta la llegada de los europeos, no había “negros” y “negros”, sino africanos de diferentes tradiciones culturales, divididos por múltiples diferencias nacionales, étnicas, generacionales. , sexual, económico, social. Las poblaciones africanas se volvieron “negras” sólo en relación con los voraces europeos que desembarcaron en las costas del continente.
Incluso décadas antes de la redacción El colono negro (…), el término “africano” funciona como sinónimo de “esclavo”, categoría que utiliza catorce veces, utilizando con menor frecuencia “africano esclavo” y “africano esclavizado”. Manuel Querino sólo utiliza la categoría “esclavo” cinco veces, de forma aislada, para referirse a africanos o afrodescendientes que fueron hechos esclavos. Por lo general, para sustituir el término “esclavo”, se utiliza la categoría “colono negro” o “colono negro” e incluso “héroe del trabajo”. También utiliza los términos “negro” o “preto”. El término “esclavo” se utiliza para designar, sobre todo, a los trabajadores esclavizados en Grecia y Roma.
lengua esclavizada
La categoría “colonos negros” es una sugerencia pertinente para definir la calidad del trabajo de los productores africanos y afrodescendientes directos en las granjas industriales. Sin embargo, confunde al trabajador africano y afronacional esclavizado con el campesino negro libre, de antes y después de 1888, diluyendo las distintas formas de explotación que conocían. La categoría “colono blanco”, utilizada alguna vez, no se refiere a la producción, sino al acto de colonizar. “Por eso el colono blanco vino (de Portugal a Brasil) con el espíritu atormentado por la codicia […]”. Y las dos categorías no registran la oposición de clase entre ellas, entre el esclavizador y el esclavizado.
Querino supera esta contradicción utilizando comúnmente el participio pasado para describir al hombre y a la mujer sometidos a esclavitud: “africanos esclavizados” o, sobre todo, “esclavizados”. Esta forma verbal sugiere un agente oculto, el esclavizador, que esclaviza a alguien, el esclavizado, que había conocido la libertad o era, por naturaleza, un ser libre. Esta forma está empezando a utilizarse hoy en día en las ciencias sociales.
Manuel Querino intuiría que el uso de la categoría “negro esclavo” y “negro” enfatizaba el color “negro” y “negro” de la piel de los trabajadores fabriles africanos y afrodescendientes, devaluado ideológica y socialmente, en relación a un “ color blanco”. , prestigioso. Así, el mencionado uso del participio pasado, puro, es decir, esclavizado, diluye el supuesto carácter servil que sugiere la sustantivación o adjetivación, como ocurre, parcialmente, en las formas de origen aristotélicas –“esclavo negro” y “esclavo africano” y, plenamente, en la palabra “esclavo”. (CARBONI Y MAESTRI, 2005.)
El esfuerzo de Manuel Querino por superar el lenguaje heredado de la esclavitud se opuso al ocultamiento o velo de las contradicciones sociales que permitían las formas nominales y las inflexiones del vocabulario, cuestión que sólo hoy despierta el interés que merece. En este sentido, “esclavizador” es el nombre que mejor explica la esencia del explotador de trabajadores esclavizados. Al igual que los términos “esclavo” y “esclavizado”, las formas “esclavizador” y “esclavo” también tienen insinuaciones semánticas que ocultan el acto de explotación.
A través del sufijo “ista”, el nominativo “esclavista” describe a un ser partidario de la esclavitud, como institución, y no como agente activo para lograr ese orden, a través de la sumisión y explotación violenta del trabajador esclavizado para su beneficio. Las sustituciones de “negro”, “negro”, “esclavo” por “trabajador esclavizado”, por un lado, de “amo”, “esclavo-amo”, “esclavista”, etc., por “esclavizador”, por uno el otro, restablecen la conexión histórica, en el contexto de sus determinaciones singulares, entre los explotados y exploradores de ayer y de hoy. Recompone el hilo de Ariadna que une, en la diversidad, todas las formas de trabajo y explotación.
Buen y mal uso
En los últimos años, Manuel Querino ha despertado mayor interés en los círculos académicos e intelectuales, debido al valor de su producción, atención antes semimonopolizada por los estudiosos bahianos, enamorados de este valioso intelectual producido en su tierra natal. Esto permite un acceso más fácil a sus escritos y una mejor comprensión de su vida. A pesar de nuevos y valiosos estudios, como la tesis doctoral de la historiadora Maria das Graças de Andrade Leal, todavía no contamos con una biografía exhaustiva de este destacado pensador. Nos falta una recopilación y publicación minuciosa y exhaustiva de sus artículos escritos en periódicos y revistas. A pesar de algunas obras valiosas, si no me equivoco, nos falta información más precisa sobre su vida como obrero de la construcción y sus años de activismo político.
Este mayor conocimiento también nos permitirá comprender mejor el salto de calidad analítica dado en El colono negro (…), de 1918, y su inserción en la tenue y poco conocida línea de interpretación crítica del orden esclavista portugués, luso-brasileño y brasileño desde el siglo XVI. Las opiniones críticas sobre la esclavitud cuidadosamente silenciadas, reprimidas y canceladas por las clases sociales dominantes.
Manuel Querino ciertamente pertenece a la línea de intelectuales portugueses, luso-brasileños y brasileños que expresaron, directa o indirectamente, en el mundo de las representaciones, a los trabajadores esclavizados en oposición al orden esclavista que los oprimía. Entre ellos destacan el gramático y cristiano viejo Fernão de Oliveira (1507-1581), en una forma más oblicua, el cristiano nuevo y judío António Nunes Ribeiro Sanches (1699-1783), el paradójico charqueador de esclavos portugués-rionesco. grandense Antônio José Gonçalves Chaves (c. 1781-1837), el poeta Castro Alves (1847-1871). (MAESTRI, 2022.)
Los millones de Querinos perdidos
En el contexto de este Primer Centenario de la muerte de Manuel Querino, se ha adelantado una lectura pragmática, utilitarista y oportunista, que utiliza la vida del magnífico intelectual bahiano, con objetivos político-ideológicos reduccionistas. En esta evaluación, Manuel Querino sería un excelente ejemplo del camino a seguir para la ascensión social individual de los afrobrasileños en el contexto del actual orden social capitalista. Sería una especie de patrocinador del tan publicitado “emprendimiento negro”, promovido día tras día por los principales medios de comunicación y otros aparatos e instituciones de las grandes empresas.
Nesse corta e cola oportunista da história, para uso aleatório no presente, não são poucos os que apontam o intelectual negro baiano como um exemplo incontornável dos resultados magníficos das ações de “discriminação positiva”, em geral, e das “políticas de cotas” universitárias , en especial. Manuel Querino habría podido superar el probable destino miserable de un niño negro pobre en el mundo esclavista, sólo gracias a la protección individual con la que podía contar, niño, adolescente y adulto, por parte de miembros prominentes de la clase dominante.
Hay una pizca de verdad en esta propuesta. Si no fuera por este apoyo, el niño Manuel posiblemente habría desaparecido en el torbellino del anonimato que absorbió a millones de otros Querinos abandonados a su suerte en la esclavitud y después de la Abolición. Fueron las oportunidades excepcionales las que le permitieron progresar en su esfuerzo por lograr la movilidad social, a pesar de los enormes obstáculos que enfrentó, en una sociedad esclavista y post-esclavitud llena de barreras sociales y prejuicios raciales. Y así, podrás obtener muchas victorias individuales y aportes sociales.
Estas lecturas borran una realidad inevitable. Manuel Querino nació en la comunidad negra libre y fue impulsado por el excepcional apoyo que recibió. Esto le permitió desarrollar su inteligencia y determinación, progresar, primero, como artista-artesano, en una sociedad esclavista, y, más tarde, como maestro, político, escritor y funcionario público, en el período post-esclavitud. Se integró así, con relativo éxito, en los frágiles segmentos medios del fin del Imperio y de la Antigua República.
Libre y esclavizado
Habiendo nacido libre, Manuel Querino pudo seguir un camino, aunque difícil, completamente prohibido a los esclavos. En los casi cuarenta años que vivió, libre, bajo esclavitud, millones de africanos y afrodescendientes esclavizados, para poder liberarse, tuvieron que huir a un quilombo, al otro lado de la frontera, para intentar emular a la población negra en el zonas rurales y ciudades. Para las personas esclavizadas, las puertas de la libertad se abrían más comúnmente tras la muerte, la vejez improductiva o después de ganar o comprar la manumisión, rota por el trabajo duro.
Para los cautivos que nacieron y vivieron bajo esclavitud, una sociedad altamente formulada, el camino hacia la libertad no fue una alfabetización imposible y, en última instancia, poco funcional, como ya se ha sugerido. Aún hoy, el nivel de educación de las clases trabajadoras ha aumentado significativamente, sin que esto se corresponda con una disminución de la explotación, el desempleo, el mal empleo, los bajos salarios, etc. En todo el mundo desarrollado ya tenemos decenas de miles de graduados y posgrados uberistas, entre ellos, no pocos historiadores. Lo que interesaba a los cautivos era liberarse del cautiverio, individualmente o en grupos, y destruirlo, cuando fuera posible.
Mutatis mutandis, Multitudes de personas explotadas y marginadas de todos los colores viven hoy en una situación algo similar a la de los cautivos en el pasado. Para ellos, no importa si algún afortunado asciende en la despótica sociedad nacional, si ellos siguen hundidos en todo tipo de dificultades. Manuel Querino definió al trabajador como el demiurgo del mundo de su tiempo, cuando vivía bajo el atraso material de la esclavitud y la posabolición. Hoy, cuando la riqueza improductiva se desborda en forma descarada en el mundo y en Brasil, es un accidente proponer a los explotados como objetivo la promoción social de unos pocos privilegiados, verdaderamente afortunados, consolidando la sociedad de clases.
De nada sirve abogar por que se suban unos cuantos más, generalmente en la segunda y tercera clase del tren de la felicidad de los privilegiados, que a pesar de tener sitio para todos, sigue avanzando medio vacío, con el esfuerzo de los explotados como su locomotora. La lucha por la emancipación social debe ser un movimiento que avance y se fortalezca, abrazando inexorablemente, en el aquí y ahora, a todos los que están subordinados, sin privilegios ni excepciones. En Brasil hay más de diez millones de jóvenes “entre 15 y 29 años que no estudian ni trabajan”. (Clase extra, 11/12/2023.) Nada contra que alguien grite y exija al Estado que riegue sus hortalizas, siempre y cuando no diga demagógicamente que pretende hacer llover en el huerto de todos.
* Mario Maestro es historiador. Autor, entre otros libros, de Hijos de Cam, hijos del perro. El trabajador esclavizado en la historiografía brasileña (Editora FCM).
Artículo escrito con el apoyo del lingüista. florencia carboni .
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