manifiesto progresista

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por GRUPO PUEBLA*

Ante el agresivo nacionalismo conservador y neofascista, debemos responder con más Estado social de derecho

Como ciudadanos democráticos y progresistas, reunidos en torno a la defensa de los principios básicos de libertad, igualdad, solidaridad, soberanía y justicia social, declaramos nuestro acuerdo en este manifiesto progresista. Lo presentamos como el punto de partida de un proceso de construcción colectiva de un proyecto político alternativo para América Latina y el Caribe. Esperamos que pueda servir de referencia para la formulación de propuestas nacionales progresistas en nuestros países.

Los integrantes del Grupo de Puebla, a través de su Consejo Ejecutivo, su Consejo Latinoamericano por la Justicia y la Democracia, su Grupo Parlamentario y su Centro de Pensamiento Marco Aurélio García consideran que:

La humanidad enfrenta su mayor desafío: la vida en el planeta está en peligro. En este contexto, la trágica situación sanitaria desencadenada por el COVID-19 significó pérdidas irreparables en términos de vidas para América Latina, además de agravar y profundizar la crisis económica y social que venía arrastrando desde hace años, como consecuencia, entre otros, de golpes brutales o híbridos contra los gobiernos progresistas de la región. Asimismo, algunos gobiernos han defendido posiciones negacionistas sobre la pandemia, revelando su incompetencia y negligencia, perjudicando no solo a sus respectivos países, sino a la región en su conjunto.

La pandemia ha dejado al descubierto las profundas desigualdades derivadas del modelo neoliberal y que se reflejan en la distribución de vacunas. Estas injusticias se observan por las fuertes asimetrías en su producción y distribución y de las que depende la vida de millones de personas. La industria farmacéutica concentra la posibilidad de esta dotación, imponiendo a su antojo las condiciones de venta a los países del Sur Global, afectando incluso a la iniciativa COVAX, lanzada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para garantizar su acceso equitativo. Estamos extremadamente preocupados por la posibilidad de que los países de bajos y medianos ingresos no tengan acceso a los medicamentos. La humanidad solo podrá superar esta pandemia si invoca la solidaridad y la igualdad.

El modelo neoliberal, apoyado en la financiación del capital, promueve la extrema desigualdad y precariedad en el mercado laboral, debilita el estado de bienestar y la democracia, socava los derechos sociales, amenaza el medio ambiente, provoca crisis económicas recurrentes y ha hecho incompatibles el crecimiento sostenible y la justicia social. Su agotamiento y la consecuente crisis económica y social generaron un crecimiento de la extrema derecha en varias latitudes, lo que pone en riesgo las democracias, incluso en países con una importante trayectoria democrática. Este modelo incompatible con la vida debe ser reemplazado por otro que reivindique la solidaridad, la justicia y formas sustantivas de democracia. Necesitamos con urgencia un nuevo rumbo para los pueblos de América Latina, el Caribe e Iberoamérica.

Para ello, es fundamental recuperar la integración, la unidad y la “armonización” política, ya que, pocas veces en la historia, América Latina y el Caribe ha estado tan dividida, mientras que la unidad urge para enfrentar desafíos complejos en el corto plazo. mediano y largo plazo.

En medio de la pandemia, son muchas las amenazas contra la democracia, el estado de derecho y la separación de poderes y, en particular, las guerras legales o lawfare que afectan derechos básicos de los líderes progresistas. Es necesario hacer una defensa firme de la democracia en medio de una situación en la que el autoritarismo es una posibilidad irrefutable. Frente a este agresivo nacionalismo conservador y neofascista, hay que responder con más Estado Social de Derecho y reivindicar el Derecho Social al Estado.

Teniendo en cuenta lo anterior, proponemos:

1 – Establecer un modelo de desarrollo solidario.
Necesitamos poner en marcha un nuevo modelo solidario que garantice la consolidación de América Latina como una zona de paz en el mundo; asegurar la continuidad y fortalecimiento de sus democracias; permite avanzar en la tarea de reducir las desigualdades sociales a través de una mayor inclusión; contribuir a la internacionalización y al crecimiento estable e integral de sus economías; y hacer permanente la plena vigencia de los derechos humanos.

Nos encontramos ante la necesidad ineludible de implementar este modelo solidario que presupone una estrategia de transición ecológica; que reivindica el papel de la innovación, la ciencia y la tecnología y las prioriza en el gasto público; que utiliza las cadenas de valor social como mecanismo para ser competitivo y cerrar las brechas; que incorpora en sus ideales el ejercicio, con derechos y deberes, de la ciudadanía a escala regional, especialmente en momentos en que las garantías a los inmigrantes parecen cuestionadas y el mundo transita hacia nuevas formas de segregación.

2 – Recuperar el papel fundamental del Estado.
No se puede pensar en un futuro seguro, igualitario, libre y democrático si el Estado, desmantelado y debilitado por el dogma neoliberal, no recupera un papel activo y protagónico. No se trata de volver a fórmulas anteriores, sino de desarrollar su potencial como árbitro del mercado, en la distribución del bienestar colectivo, y de recuperar la gestión pública y la garantía del acceso igualitario a bienes y servicios universalmente accesibles que representan derechos tales como la salud, la educación, el trabajo, la cultura, la seguridad alimentaria, el agua potable, la vivienda social, la energía, la comunicación y la información y el conocimiento científico.

3 – Estimular la responsabilidad social del mercado.
La garantía de la empresa privada y su legítimo desarrollo incluye la obligación del Estado de asegurar la libre competencia, defender al consumidor, proteger el trabajo digno y evitar prácticas monopólicas y oligopólicas. Asimismo, favorecer los procesos de innovación compartida para garantizar la calidad de los bienes sociales públicos y eliminar las restricciones, especialmente coyunturales, a la propiedad intelectual de los bienes sociales. Por ello, alertamos sobre la posibilidad de que las patentes se conviertan en un impedimento para el acceso a la salud como bien público.

La iniciativa privada debe ser solidaria con el Estado en el respeto al cumplimiento de sus fines en materia de inclusión social, generación de empleo digno y mayor participación democrática. El mercado no puede seguir siendo el paraíso de unos pocos y el infierno de muchos (1).

4 – Asumir la salud como un bien público global.
La pandemia ha demostrado la urgente necesidad de considerar la salud como un derecho de todos y construir sistemas universales de salud pública. Además, la crisis puso de relieve la necesidad de que los Estados tengan la capacidad de producir vacunas, medicamentos e insumos hospitalarios necesarios. Por tanto, los Estados están obligados a garantizar el derecho universal a la salud pública, con acceso real y efectivo a la ciudadanía, incluidos los inmigrantes. Las políticas de salud e investigación científica, la producción y el acceso a los medicamentos no pueden depender de criterios asociados al mercado, sino de las prioridades y necesidades de nuestros pueblos.

En este orden de ideas, el acceso universal a la vacuna contra la Covid-19 debe ser una exigencia del progresismo, al que le preocupa la especulación en la distribución y el sometimiento a la lógica del mercado bajo el régimen del derecho privado. El Grupo de Puebla hace un llamado a las empresas, organizaciones y gobiernos que hoy controlan la producción y distribución de vacunas a destinar de inmediato el 10% de sus existencias para atender, en todos los países del mundo, al personal médico y de salud, quienes están en primera línea la lucha contra el virus, y la población anciana, así como con patologías de riesgo.

5 – Revisar las privatizaciones y promover más control público y menos mercado en la provisión de bienes y servicios públicos.
No sólo la salud debe ser vista como un bien público. La distribución y redistribución exclusivamente a través del mercado impide el acceso a bienes y servicios básicos a millones de personas en condiciones de vulnerabilidad, como educación, vivienda y seguridad, entre otros. Del mismo modo, la innovación, la eficiencia, el bienestar general, la justicia social, la redistribución del ingreso y la riqueza y la democracia representan ideales que sólo pueden realizarse con voluntad política, a través de la acción colectiva y no a través de mecanismos que presuponen el mercado como una interacción perfecta entre oferta y demanda.

6 – Proteger a la sociedad civil y la igualdad de acceso a las redes sociales.
Los movimientos sociales, su organización, la protesta social y su libre expresión en redes deben ser protegidos y garantizados por el Estado. Dicha protección será especialmente importante en los tiempos que corren, tanto durante como después de la pandemia, cuando aumenta el descontento social derivado del empobrecimiento, la informalización del trabajo y el desempleo. Por lo tanto, el descontento y la protesta deben encontrar canales democráticos y pacíficos para expresarse. La democracia debe ser entendida como un proceso para transformar las relaciones sociales de desigualdad de poder en lazos de autoridad compartida (2).

7 – Profundización y consolidación de las democracias.
La crisis económica y social viene debilitando las democracias y los sistemas de representación política en todo el mundo. En América Latina y el Caribe, este escenario podría ser aún más crítico dada la fragilidad estructural de nuestros sistemas políticos. Defendemos reformas estructurales que fortalezcan nuestras democracias, haciéndolas más participativas e incluyentes. Por lo tanto, será necesario involucrar a los segmentos excluidos, marginados y explotados para convertirlos en actores dinámicos en el proceso de toma de decisiones públicas. Necesitamos sistemas de gobierno que fortalezcan y redefinan el papel de los partidos políticos, para que recuperen su carácter representativo, reforzando los mecanismos de participación directa y avanzando hacia democracias participativas y radicales.

8 – Resistir y luchar en la guerra híbrida.
En los últimos tiempos, la región ha sido atacada por la llamada guerra híbrida, una iniciativa liderada por Estados Unidos que consiste en alterar el rumbo de nuestras democracias. La principal estrategia de esta nueva forma de guerra consiste en golpes de Estado que, a diferencia del pasado, no se dan apelando a los militares, sino obstaculizando los poderes del Congreso y violando los derechos de los opositores con acciones como la violación de viviendas, represión generalizada e intimidación en medios de comunicación y redes sociales. Tal agresión busca acomodar a América Latina en la agenda geopolítica de Estados Unidos y puede aumentar y exacerbar la pobreza, la miseria y el hambre. Esta nueva forma de golpe de Estado se lanzó contra Dilma Rousseff, Fernando Lugo, Manuel Zelaya y Evo Morales.

9 – Rechazar las guerras legales (lawfare).
Grupo de Puebla rechaza las guerras legales (lawfare), que forman parte de la guerra híbrida y que buscan restringir los derechos de organizaciones, movimientos o partidos progresistas. Estos procesos que se han practicado, con el apoyo de Estados Unidos, contra líderes progresistas de la región, pretenden impedirles elegir y ser elegidos mediante la supresión de sus derechos al debido proceso de ley y la estigmatización de los medios de comunicación por parte de los poderes fácticos. ., que desplazó los espacios democráticos ocupados por los partidos. Los líderes progresistas tienen pleno derecho a ejercer su cargo con garantías de vida, libertad, movilidad, expresión y procedencia geográfica. Recordemos que el Poder Judicial es del pueblo, por lo tanto, debe ser rescatado como un servicio público, con jueces que defiendan este poder popular de postulados sectarios contra la ciudadanía, líderes opositores y a favor de los gobiernos de turno. En este sentido, destacamos el trabajo que viene realizando el Consejo Latinoamericano para la Justicia y la Democracia (CLAJUD), creado por el Grupo, contra la judicialización de la política y la politización de la justicia.

10 – Defender a Cuba, Nicaragua y Venezuela de la agresión e injerencia de potencias o terceros Estados.
Varios de los países de la región han sido objeto de acciones tendientes a la desestabilización mediante la imposición de bloqueos, sanciones económicas y políticas unilaterales contrarias al derecho internacional. Estas posiciones anacrónicas y desactualizadas son aún más graves en el contexto de la crisis sanitaria, pues afectan el acceso a insumos, medicamentos y medios para contener la pandemia. El Grupo de Puebla considera tales posturas como una agresión a los sectores más vulnerables de nuestros pueblos, así como una amenaza al proceso de integración. El progresismo promueve soluciones alineadas con la resolución pacífica de conflictos, la no intervención y el apoyo a soluciones democráticas, pacíficas y negociadas.

11 – Promover una lucha eficaz contra la corrupción política.
Grupo de Puebla entiende que la lucha contra la corrupción pública -y su contraparte privada- comienza con el rescate del concepto de servicio público y la erradicación por parte del Estado de las prácticas de mercado que convertían las decisiones gubernamentales en subastas privadas de bienes y servicios públicos. En el caso específico de la corrupción política, propone, como paso inicial, el pleno financiamiento estatal de todas las campañas políticas. Finalmente, en esta lucha contra la corrupción, es necesario llamar la atención sobre las pérdidas que generan los “paraísos fiscales”, que dificultan el seguimiento de los fondos retirados de las garantías públicas y potencian las estrategias de acumulación de capital por parte de las empresas transnacionales.

12 – Generar cadenas de valor social. La creación de valor, a través de la reindustrialización, debe partir del desarrollo de cadenas de valor social de pequeñas y medianas empresas que actúen asociando eslabones productivos incluyentes y ambientalmente sostenibles. Este proyecto debe ir acompañado de más inversión en innovación, en el desarrollo de infraestructuras regionales y en la creación de más instalaciones logísticas en un entorno internacional en el que “vender” ha pasado a ser más importante que “producir”.

13 – Promover la igualdad, eliminar la pobreza, crear empleos dignos, aumentar los salarios e implementar políticas sólidas para la inclusión social y la eliminación de la división sexual del trabajo.
Debemos trabajar para promover activamente la igualdad social y erradicar la pobreza mediante la creación de trabajo digno, el reconocimiento del trabajo asistencial, el aumento de los salarios base y la implementación de políticas integrales de inclusión social enfocadas en el nuevo ciclo de crecimiento y en un modelo de desarrollo solidario.

14 – Establecer la Renta Básica Solidaria.
El Grupo de Puebla propone, como punto de partida para enfrentar la crisis social agravada por la pandemia, que ha sumido a millones en la pobreza, una Renta Básica Solidaria Temporal (RBS), por el período que duren los efectos económicos y sociales de la pandemia. RBS debe complementar los programas de transferencia de ingresos existentes. RBS cubriría a los 83 millones de latinoamericanos que quedaron en la pobreza extrema tras la pandemia: 16 millones más tras la pandemia y los 214 millones que ya se encuentran en la pobreza, según datos de la CEPAL.

15 – Promover la justicia fiscal.
Para recuperar el papel del Estado será necesario impulsar reformas fiscales progresivas, con impuestos directos y progresivos sobre la renta y el patrimonio, la eliminación de exenciones y la penalización de la evasión fiscal, aliviando la carga fiscal de los más pobres, las clases medias. y las PYMES (pequeñas y medianas empresas). Por otro lado, se deben generar impuestos más progresivos a las grandes empresas y actores del sistema financiero que generan más ganancias.

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), como consecuencia de la evasión fiscal, la región pierde cada año el equivalente al 6,3% del PIB regional, por lo que la implementación de un programa de este tipo resulta factible, ya que siempre que se adapten a las diferentes realidades económicas y sociales de cada país,

Es importante fijar metas fiscales para implementar una política económica solidaria. Nos hacemos eco del llamado de la Comisión Independiente de Reforma Tributaria de las Empresas, para que las que más ganancias generen paguen un impuesto del 25% para financiar la pospandemia.

16 – Refinanciar la deuda externa y apoyar un mecanismo financiero internacional para superar la crisis.
Los países latinoamericanos podrían apoyar, cuando lo consideren necesario y con carácter voluntario, el refinanciamiento de la deuda externa ante organismos internacionales de crédito y acreedores privados. Se estima que un refinanciamiento de la deuda externa regional a dos años, suponiendo que todos los países lo soliciten, movilizaría recursos por más de US$ 250 mil millones, lo que ayudaría a financiar la reconstrucción de la estructura productiva cuyo costo se estimó entre 10% y 12% del PIB en los próximos años.

Al mismo tiempo, podríamos apoyar un esfuerzo financiero internacional para superar la crisis, con la participación de organismos multilaterales, como el Banco Mundial y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), o bancos regionales de desarrollo, para acceder a un programa de recursos y créditos para impulsar las inversiones y retomar el crecimiento económico regional. Esta apuesta dependería de una negociación global y podría estar sustentada en una arquitectura financiera internacional al servicio de la economía real y la creación de empleo, financiada con impuestos a la movilidad global del capital, como la Tasa Tobin e impuestos a las grandes empresas de plataformas digitales.

17 – Recurrir a la emisión directa de los bancos centrales a los gobiernos.
Los países europeos están demostrando que en casos de calamidades como la que estamos pasando es legítimo financiar programas con recursos de transmisión. El espacio que dejan las tasas de inflación negativas y la necesidad de ampliar la demanda para reactivar la economía y reconstruir el tejido social justificaría plenamente este mecanismo en algunas economías de América Latina y el Caribe. Una idea que se debe contemplar es la eliminación de la regla fiscal y que los gobiernos, y no la banca privada, manejen directamente los recursos para la recuperación.

18 – Establecer una nueva política económica solidaria.
La política social no puede subordinarse a prioridades económicas coyunturales. La región requiere de una política económica contracíclica, generosa en tiempos de escasez, sujeta a las prioridades sociales en términos de empleo y equidad, sustentada fiscalmente en impuestos progresivos y con control soberano de las entradas y salidas de capital internacional. Los gobiernos progresistas de principios de siglo demostraron que se podía lograr la estabilidad macroeconómica sin sacrificar los objetivos de crecimiento e inclusión social.

19 – Generar empleo y desarrollo garantizando la estabilidad macroeconómica y rechazando la austeridad.
Las políticas ortodoxas de austeridad hacen un enorme daño a nuestras economías y sociedades, especialmente en un entorno de contracción económica, estancamiento del comercio mundial y agotamiento de la inversión privada. Creemos que es obligación del Estado garantizar una política macroeconómica que combine el control de la inflación, la generación de empleo digno y la promoción del desarrollo sostenible. En muchos casos, esto implicará la modificación de los objetivos de la política monetaria por parte de los bancos centrales con una autonomía que depende de la protección del interés general y colectivo.

20 – Establecer una nueva arquitectura financiera regional.
El Modelo de Desarrollo Solidario (MSD) podría basarse en una nueva arquitectura financiera regional capaz de garantizar su independencia. Esta estructura estaría compuesta por una red de bancos regionales que serviría al financiamiento sectorial y al resurgimiento de la idea del Banco del Sur. Se necesita una ampliación del actual Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR) para financiar la balanza de pagos. La región debe liberarse de las condicionalidades del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Para operaciones financieras de infraestructura y proyectos de desarrollo tecnológico, se buscarían alianzas temporales con bancos internacionales, especialmente en países del Sur Global, como las organizaciones que atienden a los Brics y agencias financieras asiáticas, que ya han mostrado interés en apoyar inversiones en América Latina. y el Caribe. El escenario de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) podría utilizarse para promover acuerdos de pago en monedas nacionales o fortalecer los mecanismos existentes.

21 – Implementar una nueva industrialización y transición verde.
En términos de generación de empleo, se debe buscar un nuevo modelo de desarrollo basado en la sustitución de la actividad extractiva por una nueva industrialización bajo los parámetros de la sustentabilidad ambiental y en términos de transición ecológica. Asimismo, debemos trabajar en una reforma rural integral que garantice el acceso a la tierra de los campesinos y campesinas, apoyando la agricultura familiar y campesina, impulsando una agricultura baja en carbono orientada a la producción de alimentos saludables y compatibles con el medio ambiente, con criterios de incremento de la productividad basados ​​en nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Esto implica un apoyo más amplio a las demandas del ambientalismo en su lucha contra los transgénicos, en la defensa de la biodiversidad y en la protección de reservas ecológicas gravemente amenazadas.

22 – Incluir el buen vivir o vivir bien como paradigma.
Volviendo a las enseñanzas de los pueblos originarios, el concepto de sumak kawsay (vivir bien) o suma qamaña (vivir bien) debe ser adoptado como referente para mejorar la calidad de vida en el marco de una fraternidad histórica, cultural y espiritual. Esta noción de los pueblos originarios andinos coincide con la propuesta del Papa Francisco de fomentar la fraternidad mundial, dejando de lado la "cultura de los muros" que termina esclavizando a quienes los construyen, encerrándose en sus propias cárceles, si deja espacio para el reconocimiento de el “otro”, base de la convivencia global (3).

23 – Promover la construcción de ciudadanía.
El concepto de ciudadanía tiene que ver con el lugar donde se nace y se vive y el derecho a tener derechos, así como la posibilidad de ejercerlos en cualquier parte del mundo. La libre movilidad de las personas en un espacio geográfico es la esencia de la integración en el siglo XXI. ¿Cómo entender la exigencia permanente de facilitar la movilidad de bienes, servicios, capitales y datos frente a los obstáculos puestos para impedir la movilidad de las personas? Movilidad para nacer, trabajar, estudiar, conocer, elegir, ser elegido o elegido, jubilarse o morir dignamente. La construcción de la ciudadanía latinoamericana, a través de la eliminación de todas las barreras que impiden el ejercicio de sus derechos en la región, constituye el desafío más importante del siglo XXI. La meta es que, al final del proceso, no queden inmigrantes, sino ciudadanos de la región y del mundo.

24 – Garantizar el acceso a la información, la libertad de expresión y promover un orden informativo más democrático.
La proliferación de información no se ha traducido en un acceso masivo y equilibrado. Hace unos años se pensaba que las plataformas y las redes sociales servirían por sí mismas a las causas populares y ampliarían la participación democrática. La realidad nos muestra un cuadro casi monopólico de grandes conglomerados cuya llegada fortalece sus modelos de negocio basados ​​en la obtención y venta de datos y perfiles personales y facilitando discursos antidemocráticos. Esto no solo amplió las brechas desde una perspectiva intersectorial, sino que también permitió la injerencia ilegal en los procesos electorales. Hoy, amplios sectores de la sociedad se ven privados del acceso a la información ya las nuevas tecnologías. Debemos trabajar para democratizar las comunicaciones de forma que el acceso a la información ya las nuevas tecnologías de la información y la comunicación se garantice como un derecho y se protejan los datos de todas las personas.

25 – Fortalecer la convergencia hacia la integración.
El Grupo de Puebla propone un proceso de convergencia de sus actuales mecanismos de integración subregional (4) hasta llegar a un escenario de articulación y diálogo en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), donde participan 34 países de la región. A partir de la matriz de convergencia, diseñada por la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), se identifican las potencialidades, duplicidades y especialidades de cada organismo para definir el campo de acción de una CELAC revitalizada, empoderada a través de una Secretaría General, con apoyo técnico, que represente la región ante un sistema multilateral de gobierno. La convergencia no supone la eliminación de foros, convenios u organismos de coordinación regional, sino una articulación dinámica de aquellos que conforman el universo de la integración en América Latina y el Caribe.

26 – Promover la integración latinoamericana soberana.
Los espacios de integración regional deben tener como objetivos principales la preservación de la región como zona de paz, la construcción de ciudadanía, la promoción del desarrollo común, la vigencia de los Derechos Humanos, la consolidación de la soberanía y el fortalecimiento del mercado regional. Asimismo, es fundamental dar un nuevo impulso a la integración latinoamericana para que, en conjunto, los países de la región recuperen su autonomía frente al Fondo Monetario Internacional (FMI) y las instituciones del capital financiero internacional, como las clasificadoras de riesgo. ., que, bajo amenaza de revisión de la evaluación por país, provocan crisis cambiarias y comprometen el desempeño soberano de la política económica. También es necesario priorizar los Derechos Humanos frente a las obligaciones derivadas de los tratados de comercio e inversión y vincularlos al respeto de las normas sociales y ambientales, evitando que los procesos de arbitraje internacional vulneren los derechos de las personas, los pueblos y la naturaleza.

27 – Apoyar la reforma del sistema de Naciones Unidas para fortalecer el multilateralismo y la multipolaridad.
Grupo de Puebla apoya la ansiada reforma del sistema de Naciones Unidas existente para fortalecerlo. Síntomas de su debilitamiento son: falta de financiamiento de su subsistema social (Unesco, OIT, FAO, entre otros); el enfoque excesivo de sus operaciones militares de mantenimiento de la paz; las condiciones sociales impuestas por los organismos que integran su subsistema económico (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y Organización Mundial del Comercio); y la ausencia de sistemas democráticos de toma de decisiones en sus órganos políticos (Asamblea General y Consejo de Seguridad). Al apoyar la necesaria reforma del sistema de Naciones Unidas, el Grupo de Puebla reitera también su apoyo al multilateralismo como fórmula de convivencia global, su rechazo a las hegemonías y la necesidad de crear un orden internacional más simétrico, justo y multipolar.

28 – Impulsar la revolución del conocimiento.
La nueva industrialización y un nuevo modelo de desarrollo sostenible exigirán que el conocimiento se convierta en la fuente de los cambios económicos, sociales y políticos aquí propuestos. La región debe invertir masivamente en una educación pública de calidad en todos sus niveles, para que cuente con una ciudadanía informada como base de un modelo de desarrollo basado en la solidaridad y la innovación. El Grupo de Puebla se propone llevar la inversión en ciencia y tecnología al 2% del PIB en 2030, una meta flexible y adaptada a las distintas condiciones de los países de nuestra región. Asimismo, sugerimos la composición de una Misión Científica que identifique y priorice los campos a los que debe dirigirse este esfuerzo, con énfasis en la investigación biológica, el desarrollo de cadenas de valor social, la calidad de los servicios sociales, la atención de enfermedades tropicales, el desarrollo de vacunas y medicamentos, la conservación de la biodiversidad, el desarrollo de energías alternativas y la protección de bosques y aguas. El Grupo de Puebla también propone que los países realicen inversiones significativas en inclusión digital, como instrumento para impulsar la promoción de la educación y la difusión de la información.

29 – Presentar una agenda cultural para las identidades.
La integración nace de la identidad. El Grupo de Puebla rechaza el paradigma de una cultura única y global y defiende la multiculturalidad como vía de convivencia regional con la alteridad que implica el reconocimiento del otro. Para respetar esta identidad diversa e incluyente, es necesario construir una agenda cultural regional que valide raíces, narrativas y valores comunes, apoye a los gestores y trabajadores culturales y promueva industrias culturales que, además de explicitar dichos contenidos identitarios, los hagan productiva social y económicamente.

30 – Promover la igualdad de género como motor de transformación progresiva.
La crisis sanitaria ha visibilizado, ante gobiernos y ciudadanos, las graves situaciones de desigualdad y discriminación que viven las mujeres, en especial las pertenecientes a comunidades étnicas, campesinas, trabajadoras informales y adultas mayores, entre otras. La pandemia, medidas sanitarias como el confinamiento domiciliario, afectan a mujeres, niños y adolescentes en dos aspectos: la violencia, que se agravó por la necesidad de convivir con los agresores y la imposibilidad, en muchos casos, de pedir ayuda y acudir a las instancias. de administración y justicia. Y, en segundo lugar, el impacto en su autonomía económica, dado que muchas mujeres forman parte del sector informal de la economía que se ha visto muy afectado por la crisis sanitaria. A esto se suma la discriminación en el trabajo; la limitación de los derechos sexuales y reproductivos; la falta de reconocimiento del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado que realizan, y la falta de igualdad de acceso y participación en la esfera pública. La omisión y la lenta reacción de las autoridades para restituirles sus derechos y su dignidad agravan la situación.

La eliminación de todas las formas de invisibilidad, violencia, opresión y discriminación contra las mujeres, niñas y adolescentes debe ser un compromiso ineludible. Y es precisamente por ello que la perspectiva de género y derechos humanos, la interseccionalidad y la promoción y protección de los derechos humanos de las mujeres debe ser una seña de identidad del progresismo.

31 – Lucha contra el racismo estructural y todas las formas de discriminación.
Además de luchar contra el patriarcado, será fundamental luchar contra el racismo estructural y todas las demás formas de discriminación, como la lesbofobia, la homofobia, la transfobia y todas aquellas relacionadas con la orientación sexual y la identidad de género, que generan enormes desigualdades y enfrentan a mujeres y hombres. .condiciones extremas de vulnerabilidad, violencia y exclusión. Nuestro objetivo debe ser construir sociedades posraciales, pospatriarcales, profundamente igualitarias y no discriminatorias.

32 – Alcanzar y preservar la paz.
Como expresión de fuerzas progresistas, el Grupo de Puebla alienta cualquier iniciativa que conduzca al establecimiento o fortalecimiento de la paz en las naciones latinoamericanas, en el continente y en el mundo. Rechaza el uso de la violencia en cualquiera de sus formas, la incitación al odio, la intervención extranjera o la promoción de la guerra para imponer el dominio de grupos de poder nacionales o transnacionales. También fomenta la reorientación de los recursos que actualmente utilizan los Estados para la producción, compra o venta de armas, destinándolos al sistema de salud y educación. Asimismo, insta a todos los gobiernos de la región a contribuir a la prohibición internacional del uso de armas nucleares en el planeta, evitando su proliferación, así como a incentivar el desmantelamiento de los arsenales nucleares.

33 – Apoyar la movilización social.
Grupo de Puebla apoya las movilizaciones sociales como una expresión genuina de inconformismo y cambio que debe ser garantizado como un derecho. Por su parte, el Grupo expresa su preocupación por la militarización de las respuestas a las protestas sociales. La movilización social es un derecho y una garantía inscritos en los sistemas democráticos, para quienes el uso desproporcionado de la fuerza para combatirla constituye una grave amenaza a la democracia.

Finalmente:

Nuestro deber, como progresistas, es leer, entender y comprender el poderoso, pero doloroso mensaje de parar, reflexionar y seguir adelante que nos deja la pandemia. Nos urge trabajar en un proyecto político que conmueva y convenza a los sobrevivientes del viejo modelo de que aún existen utopías alternativas posibles en América Latina y el Caribe. La utopía posible que nos reúne hoy es la construcción de un nuevo ser latinoamericano progresista: más solidario socialmente, más productivo económicamente, más participativo políticamente, más pacífico con la naturaleza y, sobre todo, más orgulloso de su condición de ciudadanos de América Latina y el Caribe.

* Grupo Puebla es un foro político y académico integrado por representantes políticos de izquierda.

Notas


(1) Luiz Inácio Lula da Silva.

(2) De Sousa Santos, Boaventura (2017). Democracia y transformación social. Bogotá: Siglo del Hombre Editores.

(3) Encíclica hermanos todos, 2020.

(4) Comunidad Andina, Unasur, Mercosur, Organización del Tratado de Cooperación Amazónica, Alba, Caricom, Alianza del Pacífico, Asociación de Estados del Caribe y SICA.

Publicado originalmente en el sitio web de Grupo Puebla [https://www.grupodepuebla.org/pt/manifiesto-progresista-del-grupo-de-puebla/]

 

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