Malthus y las langostas

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por JOELSON GONÇALVES DE CARVALHO*

Afortunadas las sociedades contemporáneas que pueden darse el lujo de discutir, filosóficamente, si fue Dios quien murió o si fue Nietzsche.

los saltamontes

Mientras escribo, veo en las noticias la amenaza de la llegada de un enjambre de langostas hambrientas a Brasil. ¡Sí, saltamontes! Ni siquiera habíamos podido celebrar la salida de Abraham Weintraub de aquí, hay una nube de los llamados ortópteros para dar mayor dramatismo a las expectativas respecto al futuro próximo. Finalmente, otra palada de cal sobre la tumba de la esperanza: ¡maldita sea la curiosidad de Pandora!

Cuanto más se acerca nuestra realidad nacional a una trama distópica, mayor es nuestra licencia poética en comparaciones que, antes, no tendrían el más mínimo sentido. Así, será fácil comprender (y perdonar) el por qué de las asociaciones que algunos (muchos) harán (y ya están haciendo) entre la posible llegada de la langosta y las diez plagas bíblicas a Egipto. Solo faltaba la plaga de langostas para darle un aire más apocalíptico a la ya de por sí lúgubre situación brasileña. ¡Ahora ya no hay más!

el escolástico

Es un hecho poco preocupante que la defensa de un Estado laico coexista con las tensiones derivadas de la libertad religiosa. Este es uno de los fenómenos de la democracia que, en el caso de Brasil, puede ser ilustrado por la existencia de un grupo evangélico en el parlamento, significativo en número, compuesto por políticos de diferentes partidos. El hecho realmente preocupante es cuando, reforzando el oscurantismo en el que estamos sumidos, la escolástica se presenta como la respuesta del Estado a los problemas de nuestro tiempo.

Por un defecto en mis antecedentes, voy a buscar cobijo en Economía Política. Con Adam Smith aprendemos la importancia de la división y especialización del trabajo en la riqueza de las naciones. Los conflictos sociales no fueron negados en su obra, pero debido a la fuerza mística y mítica de una “mano invisible”, el “mercado”, idealizado y deificado por Smith, tendría la capacidad de armonizar estos conflictos. Al final, nuestra acción individual y egoísta sería redimida por el libre mercado en pleno funcionamiento. Adam Smith, profesor de lógica en la Universidad de Glasgow, intentó pero no pudo escapar de la jaula del escolástico.

Paradójicamente, fue el clérigo anglicano Thomas Malthus quien enseñó que “jugar a Pollyana” no era una opción, anticipándose así, por más de 100 años, a una crítica al clásico de Eleanor H. Porter.

Malthus es generalmente presentado como un pionero en la crítica de la errónea y equilibrante ley de los mercados de Jean-Baptiste Say y uno de los primeros, si no el primero, en intuir los posibles problemas de demanda efectiva insuficiente y, como tal, un precursor de la demanda efectiva insuficiente. Keynes. Pero es cierto que es más conocido por su teoría de la población en la que: “La población, cuando no se controla, crece en progresión geométrica. Los medios de vida crecen solo en una progresión aritmética” (Malthus, 1996, p. 246). En definitiva, un futuro oscuro: más gente que comida es igual a hambre, guerras y plagas.

Una catapulta a la realidad contemporánea

Dos tipos de control cabrían en los problemas señalados por Malthus, a saber: preventivo y positivo. En cuanto a los controles preventivos, podemos decir que Malthus también se anticipó a la ministra Damares Alves, proponiendo la abstinencia sexual como política de reducción de daños. En cuanto a los controles positivos, éstos serían más costosos para los pobres e infelices, sobre quienes recaería con mayor severidad la miseria, el hambre y la peste.

Esta idea maltusiana de controles positivos funciona como una catapulta temporal que golpea a Brasil en la cara: Bolsonaro, nuevo coronavirus, negacionismo científico, gabinete de odio, crack, milicias, censura, neofascismo... Irónicamente, tenemos un buen proveedor de hidroxicloroquina y eso le basta al presidente, porque “Dios es brasileño y la cura está ahí”.

Ya se ha escrito mucho sobre la total falta de preparación del presidente Bolsonaro para enfrentar la pandemia que azota a Brasil. Suas falas públicas são revoltantes e só para aguçar a bílis dos que ainda tem estomago e fígado cabe lembrar que, para ele, em falas públicas: o vírus foi (está) superdimensionado e, portanto, não podemos entrar em uma neurose como se fosse o fin del mundo. Es necesario frenar esta histeria fomentada, incluso, por algunos gobernantes para perjudicar la economía.

Incluso cuando era imposible negar la calamidad sanitaria, Bolsonaro logró sorprender: “Yo no soy sepulturero”; “todos mueren un día” y “Yo soy el Mesías, pero no hago milagros”. Todos, insisto, discursos públicos de un presidente de la república que, con su “ficha atlética”, en caso de estar contaminado, no tendría por qué preocuparse.

¿Solo por Dios?

Afortunadas las sociedades contemporáneas que pueden darse el lujo de discutir, filosóficamente, si fue Dios o Nietzsche quien murió. Triste Brasil donde quien muere es el pueblo, en particular los pobres, negros y vulnerables.

Como los quijotescos molinos aún impiden una articulación coordinada de las fuerzas progresistas de este país para avanzar orgánicamente con la agenda del juicio político y como las instituciones democráticas de derecho continúan con su ensordecedor silencio, sólo podemos pasar, de texto a texto, de vivir em vivir, repitiendo la letanía, vitoreando para que no vengan las langostas y no gane Malthus.

*Joelson Gonçalves de Carvalho es profesor de economía en el Departamento de Ciencias Sociales de la UFSCar.

Referencias 

MALTHUS, TR Principios de economía política y consideraciones sobre su aplicación práctica: ensayo sobre la población. São Paulo: Nova Cultural, 1996. (Colección Los Economistas).

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