Otros cuarenta años de locura

Imagen: Elyeser Szturm
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Por Antonio Sales Ríos Neto*

Los indicadores sociales, económicos y, sobre todo, ecológicos actuales nos dicen que tendremos una larga noche por delante. Con suerte, la visión de hiperdemocracia planetaria de Attali prevalecerá contra la posibilidad de la oscuridad temida por Hobsbawm.

El escritor portugués José Saramago, premio Nobel de Literatura (1998), durante uno de sus viajes a Brasil, afirmó que “La historia de la humanidad es un desastre continuo. Nunca hubo nada como un momento de paz”.. La historia de la humanidad siempre ha estado marcada por la necedad. Si por un lado hubo un progreso técnico-científico que permitió un considerable avance social, cultural y económico, por otro lado hubo un gran desajuste con la libertad y la dignidad humana. Sin contar que en las últimas décadas hemos adoptado un modo de vida totalmente incompatible con los procesos cíclicos de la naturaleza, que pueden comprometer (o ya han comprometido) la sustentabilidad del sistema Tierra en condiciones que aseguren la permanencia del ser humano.

Hay muchos pensadores y científicos de renombre mundial que comparten el entendimiento de que vamos a enfrentar una crisis global sin precedentes en la historia de la humanidad. Uno de ellos fue el historiador inglés Eric Hobsbawm, para quien “La historia es el registro de los crímenes y locuras de la humanidad”. En su obra “Age of Extremes: the Brief Twentieth Century”, publicada en 1994, Hobsbawm analizó cómo producía la humanidad, en el período que va desde el inicio de la primera guerra mundial hasta el colapso de la URSS (1914-1991), un "era de las catástrofes", en referencia a las dos guerras mundiales (1914-1945), y cómo, luego de una corta “edad de oro” (1947-1973), en la que los países del primer mundo vivieron un estado que promovía el bienestar social, los referentes de nuestra civilización se derrumbaron desde el mediados de la década de 70, causada principalmente por las fuerzas de una economía transnacional que debilitó los regímenes y sistemas estatales, hundiendo al mundo “en un futuro desconocido y problemático”. Para Hobsbawm, “Si la humanidad quiere tener un futuro reconocible, no puede ser una extensión del pasado o del presente. Si tratamos de construir el tercer milenio sobre esta base, fracasaremos. Y el precio del fracaso, es decir, la alternativa a un cambio en la sociedad, es la oscuridad”.

Otro pensador que sigue un entendimiento convergente es el antropólogo, sociólogo y filósofo francés Edgar Morin, quien hizo grandes aportes al avance de las nuevas ciencias de la complejidad. Morin ha advertido sobre los riesgos de continuar con el actual modelo de civilización. En su libro “¿Hacia el Abismo? – Ensayo sobre el destino de la humanidad” (2011), muestra el recrudecimiento de la crisis mundial y la incapacidad del pensamiento político actual para proponer una nueva política civilizatoria que evite caer en el caos. Para Morin, necesitamos abandonar el sueño de dominación y “sustituir la noción de desarrollo por la de una política de la humanidad y una política de la civilización”. Sin embargo, cómo hacer esto posible si, en el momento en que más necesitamos la política, ésta es capturada y bloqueada por las fuerzas del mercado. En situaciones como esta, tenemos más que nunca que refugiarnos en lo imponderable. Como dice Morín, “la puerta permanece abierta a lo improbable, aunque el crecimiento mundial de la barbarie la haga inconcebible en este momento”.

Hoy hemos llegado a un momento de crisis histórica en el que nos encontramos en una condición de extrema vulnerabilidad, desde el ser humano hasta el planeta, y no sabemos hacia dónde vamos. Vivimos un cambio de época, el surgimiento de un nuevo paradigma civilizatorio. Según las enseñanzas del sociólogo español Manuel Castells, una época histórica cambia cuando se transforman las relaciones de producción, las relaciones de poder, la experiencia humana y la cultura dominante. La última ocurrió cuando la época histórica del agrarismo fue superada por la del industrialismo, durante el siglo XVIII. Según el investigador de Embrapa José de Souza Silva, un cambio de época es una “un momento marcado por la incertidumbre, la inestabilidad, la discontinuidad, la desorientación, la fragmentación, la inseguridad, la perplejidad y la vulnerabilidad”, que está generando los trastornos psíquicos del siglo XXI: estrés, ansiedad y depresión. El cambio de época que vivimos hoy también puede entenderse como una crisis de percepción de la realidad, en la que el método de observación dominante ya no es capaz de dar respuestas adecuadas a las múltiples y crecientes crisis a las que nos enfrentamos. Como dice la sabiduría del pueblo indígena aymara (región andina), “cuando teníamos todas las respuestas, cambiaron las preguntas”.

En las últimas décadas la humanidad se ha enfrentado a un gran dilema reflejado en la disputa entre dos cosmovisiones. Por un lado, la cosmovisión actualmente hegemónica del mundo-mercado, que a partir de la década de 80 entró en su fase globalizada y financiarizada –el llamado neoliberalismo– y ya muestra signos inequívocos de desvinculación de un futuro reconocible, especialmente en términos de sostenibilidad. .del planeta. Por otro lado, una cosmovisión contextual del mundo, que emerge paulatinamente de una revolución sociocultural silenciosa, en la que el mundo es percibido como un sistema adaptativo complejo, una red de relaciones entre diferentes formas de vida, que abraza la incertidumbre y las contradicciones de condición humana, que entiende que estamos inmersos en un sistema dinámico con múltiples dimensiones. Que entienda que la economía es solo una de estas dimensiones y que, por tanto, es necesario incluir y cuidar las otras dimensiones: histórica, ecológica, social, política, institucional, ética, estética, espiritual, entre otras, para que podemos continuar el proceso civilizatorio.

Ante este escenario de tiempos cambiantes en que vive la humanidad, quien pudo vislumbrar el desenlace más probable de la actual crisis civilizatoria para las próximas décadas fue el economista y escritor francés Jacques Attali, quien se desempeñó como asesor y asesor del gobierno de François Mitterrand y actualmente es director ejecutivo de A&A, una firma internacional de consultoría estratégica con sede en París, y presidente de Positive Planet, una organización internacional sin fines de lucro que ayuda a las instituciones microfinancieras de todo el mundo. Attali narró, con extrema destreza y claridad, en su libro “Breve historia del futuro” (2006), cómo la humanidad llegó hasta aquí y cómo se proyecta hacia el futuro, asumiendo serios riesgos de ser inviable en un futuro próximo.

Según Attali, “hay una estructura de la Historia que permite proyectar la organización de las próximas décadas”, es decir, hay patrones, reglas o leyes de la historia que “seguirá operando en el futuro, además de predecir su curso”, y que por lo tanto nos permiten predecir con razonable asertividad hacia dónde vamos. Digo asertividad porque, luego de más de 20 años de la concepción de las ideas de Attali, muy bien articuladas en su libro, es posible hoy, para el lector más atento a las transformaciones que se están dando en el mundo, observar que muchas de sus predicciones se están confirmando. La premisa principal en la que se basa Attali para entender el fluir de la historia, extraída de la información más antigua sobre la humanidad, es que “siempre actúa la misma fuerza: la de la liberación progresiva del hombre de todas las limitaciones”.

En la comprensión de Attali, siempre coexistieron tres poderes: el religioso (Orden Ritual), el militar (Orden Imperial) y el comercial (Orden Comercial), que se alternaban, controlaban las riquezas y forjaban el curso de la historia humana. Más que hablar del futuro, narra la larga historia del Orden Comercial, identificando sus patrones de funcionamiento. Una historia modelada a lo largo de los últimos 3 mil años, que se entrelaza con la historia de la relación entre las dos fuerzas que han llevado a la humanidad hasta nuestros días: el mercado y la política, que crearon la democracia de mercado y el sistema capitalista tal como lo conocemos hoy. . Esta simbiosis entre mercado y política explica la evolución de la visión económica del mundo que prevalece hasta el día de hoy. Para Attali, la “la cara más creíble del futuro” será que, para el 2060, estallarán una tras otra las tres olas del futuro: el hiperimperio, el hiperconflicto y, si no sucumbimos a las dos primeras olas, la hiperdemocracia planetaria.

La primera ola, el hiperimperio, comenzaría a gestarse entre 2025 y 2035, cuando tendríamos un mundo policéntrico en el que EE. UU. perdería su condición de centro económico mundial y las fuerzas del mercado, representadas por las empresas transnacionales, lo abrumarían el estado. El Orden Mundial"unificará en torno a un mercado planetario, sin Estado”. No es casualidad que se introduzcan nuevos conceptos como “necropolítica” y “necropoder”, del filósofo camerunés Achille Mbembe, y necro-Estado, del filósofo brasileño Vladimir Safatle, para explicar y comprender las debilidades del Estado actual. . También ha habido consenso en la comprensión del creciente fenómeno de la toma del Estado o del poder político por parte de las grandes corporaciones financieras. Para comprender mejor este tema, vale la pena leer el libro “La era del capital improductivo: la nueva arquitectura del poder, bajo la dominación financiera, secuestro de la democracia y destrucción del planeta”, del economista Ladislau Dowbor, quien revela, apoyado por muchos fuentes de investigación, tal como opera hoy al capital financiarizado que dicta el funcionamiento del mundo.

Luego, entre 2050 y 2060, vendría la segunda ola, el hiperconflicto “mucho más destructivo que todos aquellos, locales o mundiales, que le habrán precedido”, una serie de guerras de extrema violencia, como derivación de una de las reglas de la historia identificadas por Attali: “después de la violencia del dinero, vendrá, como ya está ocurriendo, la violencia de las armas”. Sabemos que en ausencia del Estado, que tiene la función de garantizar el orden, desaparece toda posibilidad de encauzar y dominar la violencia. Si sobrevivimos a estas dos oleadas, Attali cree, mostrando un cierto esfuerzo de optimismo para evitar lo que teme que pueda ser el futuro, que existe la posibilidad de inaugurar la hiperdemocracia planetaria hacia 2060, cuyos principales protagonistas, ya en activo hoy, serían transhumanos y sociedades relacionales, fuerzas altruistas y universalistas, con una visión contextual del mundo, que “tomará el poder a nivel mundial, por una urgencia ecológica, ética, económica, cultural y política".

Tendríamos que soportar, por tanto, unos cuarenta años más de locura, en una peligrosa combinación de crisis (económica, política, social y climática) que se retroalimentan, con un potencial catastrófico sin precedentes en la historia de la humanidad, que podría llevarnos a una situación de colapso ¿Y ahora José? ¿Cómo afrontar la posibilidad de aguantar tanto tiempo sin Estado y sin democracia, conviviendo con crisis tan profundas y devastadoras? ¿Qué hacer ante la posibilidad de un flagelo humanitario anunciado para las próximas décadas, que podría arrastrarnos hacia un colapso civilizatorio? Hasta entonces, solo nos queda a cada uno de nosotros reflexionar sobre cómo nos estamos relacionando con el mundo que nos rodea. Ya sea desde una visión económica del mundo, a priori autodestructiva, o bien desde una visión contextual del mundo, que otorga centralidad a la vida ya la cultura del cuidado por los demás, por la Tierra y por todo lo que está vivo.

Los indicadores sociales, económicos y, sobre todo, ecológicos actuales nos dicen que tendremos una larga noche por delante. Con suerte, la visión de hiperdemocracia planetaria de Attali prevalecerá contra la posibilidad de la oscuridad temida por Hobsbawm.

*Antonio Sales Ríos Neto es Ingeniero Civil y Consultor Organizacional

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