por RICARDO ANTÚNES*
En Brasil, los nostálgicos de la dictadura militar salieron de sus armarios podridos, día tras día propagando el virus del odio
Thomas Mann escribió dos novelas italianas: la primera, muerte en venecia, y el segundo, mario y el mago, ambos con el telón de fondo de la magnífica ciudad italiana.
al hablar de mario y el mago, Thomas Mann afirmó que no le gustaba que su “historia fuera considerada una sátira política”, dejando de lado su “plan artístico”. Fue perseguido, exiliado y su obra se convirtió en un libelo contra el nazifascismo.
Su personaje principal, el Cavaliere Cipolla, era una “figura impresionante y siniestra”, un “virtuoso andante”, mezcla de “artista cómico” y “bufón de la corte” dotado de “algo anormal en su conformación”. En esta criatura –“ni en la actitud, ni en los gestos, ni en la forma de comportarse”– se podía ver “la más mínima tendencia personal a bromear o incluso a hacer el payaso”. Por el contrario, “se expresó con una gravedad severa, un rechazo a cualquier humor”. Algo extraño para un supuesto cómico, pero bastante plausible para un prototipo fascista.
Además de la “mueca arrogante” y los “labios alargados”, la dicha-cuya tuvo un gesto insólito que, sin embargo, impactó a la audiencia. Cuando fumaba, lo hacía "en remolinos grises entre sus dientes puntiagudos y podridos". Lo que no impidió que fuera recibido por tantos admiradores: “charla muy amable… El hombre aún no había hecho nada, y su discurso ya se apreciaba como un talento”. ¡Un mito!
Y en medio de los tensos movimientos que siguieron en su acción, al ser interpelado por un “joven de pelo africano”, gritó: “Basta de bromas… No vamos a admitir que se burlen de la ciudad frente a los extranjeros”. ”.
Mandar y obedecer fue su lema: “un solo principio, una unidad indisoluble” entre la “idea de pueblo y la del líder”, teniendo este último “el papel supremo, la tarea más ardua y extenuante” de transformar la “voluntad en la obediencia y la obediencia en la voluntad”.
Cuando Thomas Mann publicó su novela (1930), el fascismo de Benito Mussolini ya estaba en el poder, y el nazismo de Adolf Hitler seguía el mismo camino. Dos experimentos abyectos que figuran entre las mayores atrocidades experimentadas por Occidente. Casi cien años después mario y el mago, amenaza con extenderse como una plaga en diferentes partes del mundo.
En Brasil, los nostálgicos de la dictadura militar salieron de sus armarios podridos, propagando día tras día el virus del odio. Vale la pena recordar que Mussolini también adoraba las motocicletas. Otra calca grosera, en la que los blancos ricos salen en estampida, montados en la parte trasera de motocicletas (mili)ciatas, bajo la mirada cautelosa de los pobres asalariados, exudando una sabia desconfianza de clase, que debe decidir las elecciones presidenciales.
Con la pandemia mezclándose con el pandemónium, con casi 700 muertos, la palabra genocida ha vuelto a la palestra, sumándose al sentimiento popular de que la política es el espacio preferencial de los ladrones. Incluso cuando está vestido como un mago y un payaso.
Surge un dilema casi hamletiano: ¿Cavaliere se fraguó inicialmente como un genocida o como un ladrón? Al estilo de Frankenstein, una extraña aglutinación nos ayuda a responder: es un “genopio” (una mezcla de genocida y larapiano) o su opuesto, un típico “larácido"?
ricardo antunes es profesor titular de sociología en la Unicamp. Autor, entre otros libros, de Capitalismo pandémico (boitempo).
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