por MANUEL DOMINGO NETO*
El grito “no a la amnistía” expresa la voluntad democrática. Pero existe una enorme brecha entre esta voluntad y la organización de la misión de las Fuerzas Armadas para garantizar la soberanía nacional y la democracia.
Por Oswald Barroso
¿Suspenderán la ministra Luciana Santos y el ministro Camilo Santana el financiamiento a los investigadores que estudian el golpe de 1964 y la dictadura que le siguió? ¿Se impedirá a la UnB promover un homenaje póstumo a Honestino Guimarães, asesinado por la dictadura?
¿El Ministerio de Educación suspenderá sus reverencias a Anísio Teixeira y Paulo Freire? ¿Dejarán de implementar políticas contrarias a la educación cívico-militar propugnada por los fascistas? ¿Castigarán a los docentes que aluden al golpe militar en las aulas?
¿La ministra Marina Silva cancelará estudios ambientales que hacen referencia a la devastación de la Amazonia promovida por la Dictadura?
¿Coordinará el ministro Sílvio Almeida el “olvido” del terrorismo de Estado practicado desde hace más de dos décadas?
¿Ignorará la ministra Anielle Franco la homofobia y la misoginia que se practican en los cuarteles? ¿Se eliminarán los homenajes a los golpistas de los lugares públicos de las ciudades brasileñas? ¿Será retirado el busto del golpista Castello Branco del salón de la Escuela de Comando y Estado Mayor del Ejército?
La orientación del gobierno para que los agentes públicos guarden silencio sobre el golpe de 1964 es absurda e inaplicable. ¿Cómo entenderlo?
Entre ciertos demócratas se está extendiendo la falsa idea de que la contención del intervencionismo político militar debe ser operada por la Policía Federal, el Ministerio Público y el STF. El gobierno no tendría nada que ver con eso. Lula habría actuado correctamente al interceptar, a nivel gubernamental, iniciativas relacionadas con el golpe de 1964. De esta manera, habría calmado las “tensiones” y gobernado con tranquilidad.
Esta idea priva a Lula de su condición de comandante supremo de las Fuerzas Armadas, tal como lo define la Constitución. Corresponde al presidente definir las directrices para la organización, funcionamiento y utilización del aparato militar. Debe exigir que sus subordinados obedezcan la ley.
La dirección de Lula otorga una autonomía irrazonable a las Fuerzas Armadas. Las corporaciones militares no pueden ser entregadas a su propia voluntad. Esto respaldaría la noción de que los militares constituyen un poder moderador, de acuerdo con el discurso fascista. Los militares no son en última instancia responsables del destino de Brasil.
No corresponde al Comandante Supremo negociar políticamente con los comandantes. Comandos del comandante; político negocia con político. La idea de enfrentamiento entre el poder político y las Fuerzas Armadas admite insubordinación. El poder político debe ejercer la autoridad constitucional exigiendo obediencia y disciplina. Las acciones del Poder Judicial no eliminan la responsabilidad del Presidente.
La actitud temerosa de Lula hacia los cuarteles es comprensible. Todos tememos a lo desconocido y Lula, como la mayoría de los brasileños, desconoce la existencia de los militares.
Lula no parece entender que el ejército es un agente público educado para seguir órdenes. Si no los recibes, tú mismo decidirás qué hacer. Conspirará en busca de mando político. Sin darse cuenta, Lula fomenta la insubordinación en el cuartel.
Es cierto que la Policía Federal, el Ministerio Público y el Poder Judicial rodean a los militares más reconocidos como activos en la arena política. Pero se trata de un asedio limitado: todas las corporaciones tienen la responsabilidad de elegir a un promotor del desastre. El castigo a unas pocas decenas de oficiales, incluso de alto rango, será un mensaje importante, pero insuficiente.
Brasil necesita nuevos lineamientos para la Defensa Nacional. Si están bien definidas, estas directrices guiarán la reforma del aparato militar. No se trata de castigar y mucho menos promover la venganza. Se trata de preparar al Estado para ejercer su soberanía en un mundo en conflicto. En este papel, el Comandante Supremo es insustituible.
El grito “no a la amnistía” expresa la voluntad democrática. Pero existe una enorme brecha entre esta voluntad y la misión de la organización de las Fuerzas Armadas de garantizar la soberanía nacional y la democracia.
Cuando Lula tome conciencia de los problemas de la Defensa y de los asuntos militares, comprenderá que no tiene derecho a temer al soldado. No habrá ningún motivo para hacerlo. Dando órdenes claras y justificadas, el soldado servirá al Comandante.
*Manuel Domingos Neto Es profesor jubilado de la UFC y expresidente de la Asociación Brasileña de Estudios de Defensa (ABED). Autor, entre otros libros. Qué hacer con los militares – Apuntes para una nueva Defensa Nacional (Gabinete de lectura). Elhttps://amzn.to/3URM7ai]
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