por TIAGO LIMA*
Combatir el hambre y la desigualdad como prioridad mundial
La urgencia de abordar los temas relacionados con la desigualdad fue enfáticamente destacada por el presidente Lula en su discurso en francia, durante una cumbre para discutir un nuevo pacto financiero global. Su discurso contribuyó a consolidar el reposicionamiento de Brasil en las discusiones internacionales de alto nivel ya reemplazar la lucha contra el hambre como una prioridad de la política exterior brasileña.
El representante dijo: “Desde hace al menos 20 años escucho a la FAO decir que tenemos 900 millones de seres humanos que se acuestan con hambre todos los días. ¿Cómo vamos a resolver esto si no lo discutimos?”.
El hambre es un problema que afecta la dignidad humana y que afecta específicamente a dos problemas globales urgentes: la salud pública y la preservación del medio ambiente. Sin embargo, a pesar de estar presente prácticamente en todo el mundo, la distribución del hambre es bastante asimétrica, especialmente en relación con los países desarrollados.
Por ejemplo, aunque la inseguridad alimentaria y nutricional ha ido creciendo en los Estados, incluso tomando la forma de obesidad con sus enfermedades asociadas, su manifestación y magnitud es muy diferente a lo que ocurre en Brasil o Venezuela. Por otro lado, China y Rusia han estado reportando al mundo el éxito de sus políticas de seguridad alimentaria, vistas como prioridades de seguridad nacional, y esto plantea interrogantes sobre el compromiso de estas potencias emergentes para enfrentar el hambre de los demás.
De ahí la importancia de la tarea del gobierno brasileño en izar la bandera de la lucha contra el hambre y, en ese camino, será fundamental la alianza con otros países periféricos, especialmente con India y Sudáfrica. Quizás esto podría ser un resorte para impulsar IBSA.
En todo caso, el encuadre contemporáneo del hambre no puede prescindir de dos conexiones. En primer lugar, es fundamental reconocer el impacto del tema climático en la seguridad alimentaria y nutricional. El cambio climático tiene efectos directos en la producción agrícola, lo que provoca escasez de alimentos y aumento de los precios. Las investigaciones ya indican que ciertos alimentos son perdiendo su valor nutricional debido a las condiciones climáticas.
Los fenómenos meteorológicos extremos destruyen repentinamente la capacidad de los agricultores para cultivar y cosechar sus alimentos. Esto se traduce en una menor disponibilidad de alimentos y aumenta la vulnerabilidad de las poblaciones más pobres, agravando el hambre y la desnutrición. En segundo lugar, es fundamental resaltar que el hambre no es solo un problema de pobreza, sino también un problema de salud pública. Estamos experimentando, simultáneamente, la falta de alimentos nutritivos y una epidemia de obesidad que produce altos costos en términos económicos y humanos. En este sentido, combatir el hambre y promover una alimentación saludable deben ser principios innegociables de un nuevo orden mundial más inclusivo.
Sin embargo, más que señalar estas conexiones, sería importante que el gobierno brasileño trabajara para difundir la lucha contra el hambre como vector de preservación ecológica, de promoción de la salud global, en definitiva, de lucha contra las desigualdades. Lula llamó la atención sobre este punto cuando dijo que “somos un mundo cada vez más desigual, y cada vez más la riqueza se concentra en manos de menos personas, y la pobreza se concentra en manos de más personas. Si no discutimos este tema de la desigualdad, y si no le damos tanta prioridad como el tema del clima, podríamos tener un muy buen clima y la gente podría seguir muriendo de hambre en muchos países del mundo.
En otras palabras, ¿de qué manera la promoción del Derecho Humano a la Alimentación Adecuada puede contribuir a solucionar la catástrofe climática? ¿Cómo puede la promoción de una alimentación saludable ahorrar recursos para la salud pública y mejorar la productividad de los trabajadores?
El papel de los líderes políticos de los BRICS y de los organismos internacionales será crucial para avanzar en esta agenda y crear incentivos para inversiones en programas de combate al hambre, para promover la agricultura sostenible, así como para el desarrollo de políticas públicas que aborden las desigualdades sociales, creando condiciones para que todas las personas tengan acceso a alimentos nutritivos en cantidad suficiente.
La lucha contra el hambre debe ser una prioridad en la agenda internacional, ya que su impacto se extiende más allá de las fronteras nacionales. La cooperación internacional para erradicar el hambre es una forma de promover la paz, la estabilidad y la dignidad humana en todo el mundo. El valiente discurso de Lula en Francia, que critica con vehemencia el actual orden internacional como una estructura productora de hambre y desigualdades de todo tipo, es una invitación a los líderes a sumarse a un esfuerzo de transformación que es urgente y necesario.
*Thiago Lima Es profesor del Departamento de Relaciones Internacionales de la UFPB.
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