Calamar y el monstruo militar

Imagen: Prensa AgruBan
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por CARLOS TAUTZ*

No hay otra forma de que el poder civil trate a los uniformados que dándoles órdenes, no bendiciones.

No se conoce una sola idea del ingeniero José Múcio Monteiro sobre el complejísimo tema de la defensa nacional. Pero, aun así, Múcio Monteiro recibió del graduado presidente Lula la misión estratégica de jugar, desde el 1º. Enero de 2023, precisamente el Ministerio de Defensa, una cartera crítica desde el punto de vista político, que, a juzgar por el historial de sus ocupantes en los últimos seis años, debe pasar hasta la posibilidad de que Lula finalice o no su próximo mandato.

Los que entienden del tema avalan: en la práctica, Lula entregó la cartera a los militares, cuando eligió para encabezarla un político alejado de su círculo más cercano y sin suficiente peso político para encabezar el Ministerio y sus generales. Esos mismos que, cómplices de terroristas, alimentan (literalmente) a la turba apostada en el Cuartel General del Ejército en Brasilia, de donde salieron los uniformados con camisetas de la CBF para incendiar la ciudad, momentos después de la diplomacia del nuevo Presidente este lunes (12).

“La elección del Ministro Múcio no refleja la decisión del poder político, el poder del Estado, de ejercer el mando supremo de las fuerzas armadas. Más bien, refleja el intento de conciliación, y esa conciliación es imposible. O le va el político al militar o le va el militar al político”, analizó el historiador Manuel Domingos Neto, en un artículo publicado en el sitio web la tierra es redonda. Profesor jubilado de la Universidad Federal de Ceará, Manuel Domingos Neto ya presidió la Asociación Brasileña de Estudios de Defensa (Abed). “La tutela (militar) ganó”, resumió, coincidiendo con Domingos, exdiputado federal José Genoíno, expresidente del PT, en la elección de Múcio.

 

Coraje

Al egresado Presidente, alguien necesita reiterarle lo que ya le dijo Celso Furtado en el n.o. 1 del periódico Brasil de traje (2003), poco después de la toma de posesión del PT en su primer mandato: “Lula va a necesitar mucho coraje”, enseñaba el mayor economista brasileño de todos los tiempos. En el caso de José Múcio Monteiro, la enseñanza de Celso Furtado significa que, por poco que Lula quiera pelear, no hay otra forma de que el poder civil trate con los uniformados que dándoles órdenes, no bendiciones. Y que el orden unido ahora debe ser volver a gobernar Brasil según su Constitución, al contrario de lo que quieren los ridículos tiranos que engendraron a Jair, la bestia abyecta producida y alimentada por el Ejército.

Pues bien, el egresado presidente hizo una elección radical en sentido contrario a la valentía cívica que le exigía Celso Furtado. La elección de José Múcio Monteiro demuestra que Lula volvió a practicar la atávica manía brasileña de la conciliación servil, y que el nuevo presidente no quería aprender nada de la amnistía concedida en 1979 a torturadores y generales canallas. Está haciendo lo que está haciendo, hasta hoy. Alguien necesita orientar a Lula para que lea a Florestan Fernandes, el más grande de nuestros sociólogos, fundador del PT, que enseñó más o menos lo siguiente: lo que no se resuelve vuelve.

También es cuestionable lo que realmente hará en el campo de la defensa alguien cuya única gran contribución a la historia nacional tuvo lugar en 2016. Rousseff los “pedales fiscales” y así proporcionó la “base técnica” para el golpe. Ahora, ganó un puesto de la más alta sensibilidad política de Lula, tanto fuera como dentro de Brasil.

 

Lucha en las sombras

La defensa está a cargo de operar políticas para disuadir amenazas externas en un mundo que está experimentando un cambio de hegemonía en términos globales. Al mismo tiempo, José Múcio Monteiro también tendrá que lidiar con cuadros uniformados tan poderosos como desconocidos, conectados con las fuerzas armadas de países centrales del sistema internacional y acostumbrados a luchar en las sombras y en los intersticios del Estado brasileño. . El futuro ministro aún tendrá que decidir qué hacer con los miles de militares que Jair Bolsonaro acuarteló en las nóminas oficiales.

Los generales ganan hasta 1 millón al mes, según el sitio web Congreso en foco. Este es el caso de Braga Netto, el exvicecandidato en la boleta de Bolsonaro y comandante de la intervención militar-financiera en Río de Janeiro en 2018 – hasta hoy no ha dado cuenta de si y cómo se habrían gastado R$ 1,2 mil millones gasto presupuestado para esta aventura. A su vez, Augusto Heleno, el ridículo jefe del espionaje oficial que también se embolsa cientos de miles de reales cada 30 días de la viuda, escapó en 2017 de un millonario escándalo en el Comité Olímpico Brasileño, del que fue vicepresidente por R$ 80 mil mensuales. La pequeña multitud tenía “derecho” a los restos del botín. Alrededor de 79 mil plazas fueron entregadas ilegalmente por el Ministerio de la Ciudadanía con ayuda de emergencia de R$ 600, según el TCU.

 

La guerra de leyes

Al dejar toda esta situación a alguien tan del agrado de los militares (Múcio incluso fue elogiado por el vicepresidente Mourão), Lula está alimentando al monstruo. Le permite crecer en autoridad, incluso después del asalto generalizado a las arcas públicas, en particular a la de Sanidad, como ha demostrado el CPI sobre la COVID-19. El presidente graduado parece haber olvidado ya hasta el golpe de Estado que sufrió Dilma Roussef hace apenas seis años y no ve el magnicidio político del que es víctima ahora mismo, justo al lado, en Argentina, la vicepresidenta Cristina Kirchner. Por cierto, queda poco para otra tanda de golpes a base de lawfare apuntan simultáneamente a presidentes progresistas en Bolivia, Chile, Colombia y Venezuela.

Si todavía no entiendes cuál es la estrategia de lawfare, Lula debería consultar a Cristiano Zanin, su propio abogado penalista y uno de los principales expertos en el tema a nivel internacional. O simplemente puede recordar los fraudes practicados por bandas de jueces, jueces y fiscales. Lo llevaron a pasar 580 días ilegalmente, por persecución política, en los calabozos de la Policía Federal en Curitiba, bajo la guardia pretoriana de Sergio Moro y Deltan Dalagnol, este último aún sin rendir cuentas ante la Justicia.

Lula, escucha a Manuel Domingos Neto y José Genoíno. Recuerda a Celso Furtado y Florestan Fernandes. O simplemente releer al incomparable Guimarães Rosa: “El fluir de la vida lo envuelve todo, la vida es así: se calienta y se enfría, se aprieta y luego se afloja, se calma y luego se inquieta. Lo que ella quiere de nosotros es coraje".

*carlos tauz es periodista y doctorando en historia por la Universidad Federal Fluminense (UFF).

 

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