por RODRIGO VIANA*
La conversación que mueve el tablero político y asusta a la derecha
El último mes del terrible año 2021 comienza con el marco político casi fijado para 2022. João Dória ganó el pulso del PSDB, y por estrecho margen será el candidato de un partido decadente. Dória tiene la máquina paulista, mucho dinero y tiene cierta simpatía por sectores tradicionales de la élite paulista.
Sérgio Moro ocupó todos los espacios que generosamente le otorgaron los medios tradicionales: es el candidato de Globo y de tajadas importantes del mercado financiero, además de sumar a esos militares que sueñan con el bolsonarismo sin Bolsonaro. Todavía en la extrema derecha, Bolsonaro se deshizo del traje “antisistema” y abrazó el Centrão, uniéndose al PL, mientras veía caer sus índices de aprobación por debajo del 20%.
El movimiento más importante, sin embargo, tuvo lugar en la oposición. Lula dio señales, en una entrevista a la radio de Rio Grande do Sul, de que la alianza con Geraldo Alckmin pasó de ser “posible” a ser “deseable” por parte de la dirección del PT.
La posibilidad de una boleta Lula-Alckmin genera urticaria en parte de la militancia de izquierda, pero es necesario entender la grave situación del país. No, Alckmin no suma una gran cantidad de votos al precandidato del PT, hoy favorito en las encuestas. Lo que hace Alckmin es abrir puertas.
No se sabe si prosperará la articulación, pero la reacción de los columnistas lavajatistas, que trabajan como escribanos para el mecenazgo mediático, demuestra que la conversación entre Lula y el (casi) ex tucán cambia las reglas del juego. Josías de Sousa (UOL) y Vera Magalhaes (El Globo) están entre los que atacaron el plato que nadie sabe si existirá. Pero ya da miedo.
La reacción en los medios, seguida de críticas de empresarios extremistas como Salim Mattar (otro que criticó la conversación entre Lula y Alckmin), es una clara señal de que el lavajatismo quiere que el petista se quede atrapado en la esquina izquierda del ring, con la (falsa) imagen de “defensor radical de las dictaduras” martillada en los titulares.
El boleto Lula-Alckmin rompe esta narrativa.
¿Podría Lula ganar las elecciones con una candidatura de centroizquierda de “pura sangre”? Tal vez… Pero recuerden: en 1989, 1994 y 1998 (cuando apareció acompañado de Bisol/PSB, Mercadante/PT y Brizola/PDT), Lula perdió. En 2002 y 2006, con un diputado moderado, Lula se expandió y ganó las elecciones.
¡Ah, pero Alckmin apoyó el golpe de 2016! Es verdad. Fue uno de los menos vociferantes del golpe, se posicionó en contra, pero luego se embarcó en la aventura. La dura realidad es que el golpe de Estado de 2016 nos llevó a una situación de degeneración de la Democracia. No vivimos en la normalidad democrática. Y la izquierda sola, me parece, no tiene la fuerza para sacar al país del atolladero. No basta con ganar en las urnas, es necesario crear gobernabilidad.
En la década de 1970, JK y Carlos Lacerda (quien había apoyado el golpe de 64) se sentaron a conversar con Jango para formar un frente amplio por la Democracia y contra la dictadura. Posteriormente, un personaje como Teotônio Vilela (del conservador partido Arena) jugó un papel fundamental en la apertura democrática, denunciando los abusos autoritarios y exigiendo amnistía. No creo que Alckmin tenga la misma estatura que estos personajes. Pero el paralelo es posible. Situaciones excepcionales requieren soluciones excepcionales.
No pretendo endulzar la píldora: Alckmin es conservador y privatizador (pese a que, en 2006, declaró que no llevaría a cabo la privatización de Petrobras y del Banco do Brasil); por otro lado, es un interlocutor leal y correcto en las negociaciones, como lo atestigua Fernando Haddad, quien habló con él cuando el candidato del PT era alcalde y gobernador de Alckmin.
La extrema derecha tiene hoy dos personajes en busca de complot: Bolsonaro o Moro pueden bloquear a la derecha (agroindustria, mercado, militares, medios) y convertir el 2022 en un infierno salpicado de antiPTismo y terrorismo electoral. Alckmin con Lula significa romper el bloque de la derecha, significa tomar una pieza que está “de ese lado” y traerla “a este lado” del tablero.
No sé si el conservador Alckmin será, al final, el diputado de Lula. Pero la conversación, por sí sola, cambia el tablero, asusta a la derecha y le permite a Lula abrir puertas aún cerradas con el empresariado y la clase media conservadora. Lula-Alckmin no es tan importante, quizás, para ganar las elecciones. Pero para crear gobernanza en 2023.
Finalmente, el arreglo desbloquearía el marco en São Paulo, creando las condiciones para la derrota del bloque Dória y para terminar con el tucán de ciclo largo en el estado más rico del país.
*Rodrigo Viana es periodista y tiene una maestría en Historia Social de la USP.
Publicado originalmente en Portal Brasil 247.