por Felipe Correa*
En 2019 se celebra el XNUMX aniversario de la fundación de la Internacional Comunista o, como se la conoció históricamente, la Tercera Internacional. Esta experiencia forma parte de un cuadro más amplio de la historia transnacional de los movimientos obreros, que encuentra parte de su expresión en el comunismo y la socialdemocracia.
Cuando analizamos los esfuerzos organizativos internacionales que ha llevado a cabo, desde la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT, o Primera Internacional, fundada en 1864), por otra corriente, mucho menos conocida, a pesar de ser relevante -integrada por anarquistas, anarcosindicalistas y sindicalistas revolucionarios– es posible no sólo profundizar en esta historia, sino también encontrar aportes para una necesaria renovación del proyecto político de la izquierda brasileña.
Si bien la coyuntura brasileña es completamente convulsa y en gran medida desfavorable, parece fundamental, en paralelo a los debates y luchas coyunturales, que nos dediquemos a repensar el proyecto de la izquierda en Brasil.
Pienso que no se podrá dar el debido combate al ascenso público y organizado de la extrema derecha y la derecha neoliberal, ni solucionar problemas centrales de la propia izquierda, reproduciendo lo hecho en las últimas décadas. Y, en esta re-discusión del proyecto, creo que la historia del anarquismo, del anarcosindicalismo y del sindicalismo revolucionario tiene aportes significativos.
Uno de estos aportes se hizo durante el debate, iniciado en la Primera Internacional, en 1868, sobre el papel de los partidos políticos y la conquista del poder político en el proyecto socialista. Estudiando adecuadamente este debate – que se prolongó, en la AIT, hasta el Congreso de La Haya de 1872, y que fue, lamentablemente, bastante distorsionado en la historiografía – es posible decir que contrapuso dos tendencias, dos concepciones del socialismo.
Por un lado, los centralistas (encabezados por marxistas y socialdemócratas), que apoyaban los objetivos de la AIT: “transformar la clase en un partido de clase y conquistar el poder político”. Por otro, los federalistas (encabezados por anarquistas y sindicalistas revolucionarios), que discrepaban, pues entendían como objetivos: “la articulación de la clase en una organización de masas clasista y revolucionaria y la destrucción del Estado”.
Gestionados en el seno de la clase obrera internacional, ambos proyectos se enfrentaron y –a pesar de la exégesis realizada en la obra marxista y los estudios en el campo del marxismo– representaron, a la comprensión de los propios agentes en disputa, dos estrategias distintas para el campo socialista. ¿Cuál sería la mejor manera de promover el socialismo? Y, para ello, ¿sería el Estado un instrumento útil o incluso deseable?
Los centralistas apoyaron la lucha por el sufragio universal, la contienda electoral por los partidos socialdemócratas y entendieron que el Estado podía funcionar como palanca capaz de impulsar el socialismo. Los federalistas enfatizaron que eran las organizaciones revolucionarias y de masas de la clase trabajadora las que deberían encabezar la transformación social y que el poder político, no solo la propiedad privada, debería socializarse, a menudo refiriéndose a esto como "destrucción del estado" o como una posición en contra. la toma del poder político.
Este último entendía al Estado como un organismo político de dominación de clase, no sólo de la burguesía; Enfatizó que el propio Estado creó estructuralmente a la burocracia, otra clase dominante que no necesariamente defendía los intereses burgueses. En un eventual caso de nacionalización de la propiedad privada, argumentaron, aunque promovida por los socialistas, el Estado crearía una nueva burocracia, que seguiría dominando y explotando a los trabajadores de la ciudad y el campo.[i]
Este conflicto no solo dividió a la Primera Internacional, en 1872, sino que generó conflictos ineludibles en la Segunda Internacional, entre 1889 y 1896, y en la Tercera Internacional, entre 1919 y 1921.
En la Segunda Internacional, anarquistas y sindicalistas revolucionarios –cuya presencia fue significativa y entre los que se encuentran Landauer, Reclus e. Pelloutier: criticó duramente el reformismo socialdemócrata y se opuso a la línea del SPD de crear partidos y presentarse a las elecciones.[ii]
En la Tercera Internacional, motivados positivamente por la Revolución Rusa, los anarcosindicalistas y los sindicalistas revolucionarios respondieron al llamado de la Comintern de la década de 1920 comprometiéndose con los anarquistas y otros socialistas y sindicalistas en el campo libertario que había sido severamente reprimido por los bolcheviques desde 1918.[iii] Entre 1920 y 1921, estos sindicalistas establecieron condiciones para su participación en Profintern, formada en 1921; el principal fue la independencia de clase de los partidos comunistas. En 1921, al darse cuenta de la completa sumisión del organismo al PC ruso, se escindieron organizaciones de esta línea en varios países: primero en Alemania, Suecia, Holanda y Noruega; después de España, Italia y Francia. Luego engrosarían la llamada Internacional Sindicalista.[iv]
Sin embargo, no fue sólo en estas iniciativas internacionales que estuvieron presentes anarquistas, anarcosindicalistas y sindicalistas revolucionarios. En realidad, tal corriente incluso ponía en tela de juicio esa misma numeración de los internacionales que, según sus declaraciones, no significaba más que una visión teleológica de la historia, construida posteriormente, considerando la historia de las tres Internacionales como una evolución, llegando al comunismo, el punto más alto del socialismo. Cuando extrapolamos el estudio de las tres internacionales, es posible notar que la AIT trató de reconstruirse en otras circunstancias y de diferentes maneras.
Primero, en el autodenominado sector “antiautoritario”, que continuó la Primera Internacional desde 1872 –cuando el sector centralista interrumpió sus actividades– y perdurando hasta 1877. Cuando, en 1872, en un congreso sin representación, el Consejo General expulsó Bakunin y Guillaume de la AIT y, con ello, acabó excluyendo a casi toda la base de la asociación, ésta formó una Internacional Antiautoritaria. Consideró que "la destrucción de todo poder político es el primer deber del proletariado" y que, "rechazando todo compromiso para lograr la realización de la revolución social, los proletarios de todos los países deben establecer, al margen de toda política burguesa, la solidaridad de la acción revolucionaria”.[V]
Segundo, en el Congreso Socialista Revolucionario de Londres, en 1881, cuando anarquistas, sindicalistas, comunistas y blanquistas declararon la fundación de una Internacional Negra, que, sin embargo, no tuvo mayores desarrollos. El tema central que se planteó en esa oportunidad fue la necesidad de oponerse al reformismo a través de un proyecto revolucionario y romper con discursos radicalizados sin apoyo en la práctica. A eso respondió la “propaganda por el hecho”, aprobada y reivindicada en el congreso. En el campo federalista participaron, entre otros, Kropotkin, Michel y Malatesta.[VI]
Tercero, en el Congreso Anarquista de Amsterdam, en 1907, que también declaró la fundación de una Internacional Anarquista, también desprovista de mayores desarrollos. Allí se enfrentó de manera más profunda un debate sobre la mejor manera de organizar a los anarquistas, y el sindicalismo fue parte esencial de este debate. Participaron, entre otros, Goldman, Fabbri, Dunois, Monatte.[Vii]
Cuarto, en el Congreso Sindicalista de Londres de 1913, que abogó por la creación de una Internacional Sindicalista, con la presencia de organizaciones sindicalistas revolucionarias y anarcosindicalistas. Este congreso criticó duramente el reformismo del Secretariado Internacional de Centrales Sindicales Nacionales (ISNTUC), vinculado a la Segunda Internacional, y planteó la siguiente pregunta fundamental: ¿es necesario crear una organización sindicalista y anarcosindicalista revolucionaria o es más productiva actuar en organizaciones más amplias (como el ISNTUC mismo) para influir en ellas desde dentro (confédération Générale du Travail, posición de la CGT)?
A este congreso asistieron 38 delegados, en representación de 12 países de Europa y América Latina y 250 trabajadores – Cornelissen fue un personaje central. Ese esfuerzo se detuvo temporalmente con el estallido de la Primera Guerra Mundial.[Viii]
La Internacional Sindicalista
Fue sólo en el paso de 1922 a 1923, con la fundación de la Internacional Sindicalista, que esta reconstrucción de la Primera Internacional -buscada durante años por anarquistas, anarcosindicalistas y sindicalistas revolucionarios- tuvo éxito. Con los conflictos en la Tercera Internacional, esta corriente de federalistas herederos de la AIT decidió continuar el proyecto de 1913 y fundó la homónima Asociación Internacional de Trabajadores, luego llamada Internacional Sindicalista. En el momento de su fundación, esta asociación -para sus fundadores, continuación legítima de la AIT, por ser una asociación de masas, de tipo sindical, como lo fue la Primera Internacional, y no una internacional de partidos, como la Segunda y la Segunda Tercera Internacional, representaron a 1,5 millones de trabajadores de 13 países de Europa y América Latina.
Sus principales organizaciones fueron: Federación Obrera Regional Argentina (FORA, Argentina); Confederación Nacional del Trabajo (CNT, España); Unione Sindacale Italiana (USI, Italia); Confederación General del Trabajo (CGT, Portugal); Freie Arbeiter Union Deutschlands (FAUD, Alemania). En su apogeo, esta “Internacional de Berlín” -con la destacada participación de Rocker, Schapiro, D'Andrea y Souchy- llegó a representar a 3 millones de trabajadores, formando, en 1923, la tercera fuerza sindical más grande del mundo. Constituyó una alternativa a las internacionales de “Amsterdam” (socialdemócrata) y “Moscú” (comunista). Celebró, después de 1922-1923, otros cinco congresos, hasta 1938, y entró en crisis en el contexto del ascenso del fascismo y la guerra civil en España.[Ex]
A continuación se resumen los diez principios de la Internacional Sindicalista, a fin de explicar su línea política y estratégica propuesta para el movimiento popular socialista. Se propone:
(1) establecer, entre los trabajadores de todos los países, una asociación económica de base (enfocada en necesidades concretas), clasista y revolucionaria, para luchar contra el capitalismo y el Estado; su objetivo final es el comunismo libre. (2) promover un modelo de sociedad futura basado en la autogestión y el federalismo de las ciudades y el campo, tomando como base los ayuntamientos; oponerse al Estado, los partidos políticos y las dictaduras. (3) defender las luchas reivindicativas y su conciliación con el mencionado objetivo revolucionario, autogestionario y federalista. (4) garantizar la autonomía, independencia, autogestión y federalismo de los trabajadores en sus luchas; su organización debe ser “de abajo hacia arriba” (de abajo hacia arriba). (5) alentar el antiparlamentarismo y la oposición a la colaboración con gobiernos y parlamentos.
Y sin embargo: (6) promover el internacionalismo, rechazar el nacionalismo y las fronteras. (7) oponerse al militarismo y las guerras de estado. (8) fomentar la acción directa, las huelgas, los boicots, los sabotajes y las huelgas generales. (9) ser conscientes de que muchas veces la violencia será necesaria para realizar y defender cambios y transformaciones. (10) asegurar el protagonismo de las masas como camino hacia estos cambios y transformaciones.[X]
A renovar la izquierda brasileña
Finalmente, considero que estos principios ofrecen alternativas a la citada renovación de la izquierda brasileña. Entre ellos, destaco algunos.
(a) la necesidad de romper con el reformismo conciliador y la defensa del orden que ha sido la regla en la izquierda brasileña; y levantar una vez más la bandera del renovado socialismo revolucionario y democrático.
Hay que tener en cuenta que, aunque lejano, todavía no se ha llevado a cabo un proyecto de socialismo verdaderamente igualitario y libertario (y, por tanto, el “socialismo real” del siglo XX no es una alternativa) y, por tanto, debe ser discutido y discutido, concebido como un distinguido proyecto finalista. Recordemos que socialismo no significa nacionalización de los medios de producción, ni “igualdad de oportunidades”, y mucho menos una socialdemocracia limitada que busca pequeñas ganancias para los de abajo, socialismo significa socialización de los medios de producción y, como afirmó en la Internacional Sindicalista, también de poder político. Democratización radical, de base: ese es el verdadero significado de la democracia.
(b) el entendimiento de que los movimientos populares (sindicatos, movimientos sociales, etc.) deben constituir el foco de articulación de los trabajadores, desde abajo. Movimientos que no se vacían de sentido y radicalidad por disputas electorales, intereses corporativos, etc., pero que pueden articular a la clase trabajadora en su conjunto (incluidos los informales, “precarios” y desocupados), según sus necesidades concretas, para la lucha. y confrontación; por la conquista de las reformas y por la práctica revolucionaria. Según cómo se lleven a cabo, las luchas por las reformas pueden contribuir a un proyecto revolucionario.
(c) la concepción de que estos movimientos pueden ser una escuela de igualdad y libertad, y que pueden estimular, en la práctica y en la teoría, la construcción de los sujetos de transformación. Tales movimientos necesitan tener autonomía e independencia de las instituciones del capital y del Estado, y enfocarse en el conflicto social y la lucha de clases directa, y no en la disputa formal por el espacio en el Estado y en las diferentes burocracias.
Siempre es bueno tener en cuenta que el lema “la emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores” no es algo que deba reservarse para un futuro incierto, sino que hay que empezar a impulsarlo hoy, dentro de la en medio de luchas y enfrentamientos diarios. . Los trabajadores deben liderar y autogestionar sus luchas, impulsando los cambios y transformaciones necesarios. No pueden ni deben servir de palanca para colocar en el poder a minorías o burocracias de cualquier tipo (de sus propias organizaciones y/o del Estado) que, una vez empoderadas, continuarán con su explotación y dominación. Las organizaciones políticas (partidos) deben ser vistas como enemigas, oponentes o aliadas, dependiendo de cómo y si contribuyen a este proyecto.
(d) estos movimientos necesitan combatir los nacionalismos y militarismos de todo tipo, y entender que estos cambios y transformaciones no suceden con el pacifismo. Las reformas y, en especial, las revoluciones, exigen romper con esta posición atrasada, que ve en las acciones más combativas algo que sólo fortalece al enemigo. Los niveles más avanzados de conflictividad social son imprescindibles, aunque estén dirigidos más a las posiciones sociales que a las personas.
* felipe correa es profesor universitario, investigador y editor; coordina el Instituto de Teoría e Historia Anarquista (ITHA)
Referencias
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ANTONIOLI, Mauricio (org.). El Congreso Anarquista Internacional: Amsterdam (1907). Edmonton: Gato Negro, 2009.
BERTHIER, René. Socialdemocracia y anarquismo en la Asociación Internacional de Trabajadores 1864-1877. Londres: Anarres, 2015.
CORREA, Felipe. Libertad o muerte: teoría y práctica de Mikhail Bakunin. São Paulo: Faísca / ITHA, 2019.
DE JONG, Rodolfo. “La AIT de Berlín: de 1922 a la Revolución Española” (y anexos). En: Historia del Movimiento Obrero Revolucionario. São Paulo: Imaginario, 2004.
ECKHARDT, Wolfgang. El primer cisma socialista: Bakunin vs. Marx en la AIM. Oakland: PM Press, 2016.
GUILLAUME, James. L'Internationale: documentos y recuerdos, 4 vols. París: Gérard Lebovici, 1985.
PATEMAN, Barry. “Conferencia Internacional Socialista Revolucionaria”. Biblioteca Kate Sharpley, 2013/2017.
SKIRDA, Alejandro. Los anarquistas rusos, los soviets y la revolución de 1917. São Paulo: Intermezzo, 2017.
THORPE, Wayne. “Hacia una Internacional Sindicalista: El Congreso de Londres de 1913”. En: Revista Internacional de Historia Social, vol. 23, 1978.
_____. “Los trabajadores mismos”: sindicalismo revolucionario y trabajo internacional, 1913-1923. Ámsterdam: IIHS, 1989.
VAN DER WALT, Lucien. “David Berry y Constance Bantman (eds.) Nuevas perspectivas sobre el anarquismo, el trabajo y el sindicalismo: el individuo, la nación, lo transnacional”. En: Estudios anarquistas, 20.1, 2012.
WOODCOCK, Jorge. Historia de las Ideas y Movimientos Anarquistas, vol. 2. Porto Alegre: L&PM, 2002.
Para leer más (en portugués):
CORREA, Felipe. Black Flag: re-discutiendo el anarquismo. Curitiba: Prismas, 2015. [https://ithanarquista.wordpress.com/2018/10/31/felipe-correa-bandeira-negra-rediscutindo-o-anarquismo-pdf-do-livro/]
VAN DER WALT, Lucien. “Revolución Mundial: por un balance de impactos, organización popular, luchas y teoría anarquista y sindicalista en el mundo”. En: FERREIRA, Andrey C. Pensamiento y prácticas insurgentes: anarquismo y autonomías en los levantamientos y resistencias del capitalismo en el siglo XXI. Niterói: Alternativa, 2016. [https://ithanarquista.wordpress.com/2017/02/15/lucien-van-der-walt-revolucao-mundial-para-um-balanco-dos-impactos-da-organizacao-popular-das-lutas-e-da-teoria-anarquista-e-sindicalista-em-todo-o-mundo1/]
_____. "Fuera de las sombras: la base de masas, la composición de clase y la influencia popular del anarquismo y el sindicalismo". En: FERREIRA, Andrey C. Pensamiento y prácticas insurgentes: anarquismo y autonomías en los levantamientos y resistencias del capitalismo en el siglo XXI. Niterói: Alternativa, 2016. [https://ithanarquista.wordpress.com/2016/10/12/lucien-van-der-walt-fora-das-sombras-a-base-de-massas-a-composicao-de-classe-e-a-infiuencia-popular-do-anarquismo-e-do-sindicalismo/]
[i] Sobre este conflicto y el debate en la AIT, ver: Corrêa, 2019, pp. 324-386; Eckhardt, 2016; Bertier, 2015.
[ii] Becada, 2002, vol. 2. Incluso después de 1896, hubo presencia de sindicalistas revolucionarios en la Internacional Socialista, especialmente dentro de los partidos que intentaron conciliar esta forma de sindicalismo con la disputa de las elecciones. Entre ellos destacan: PSI, en Italia; SPA, en EE.UU., con Bill Haywood (IWW); SLP, en Estados Unidos, con De Leon. Así como el Secretariado Internacional de Centrales Sindicales Nacionales (ISNTUC). (Van de Walt, 2012)
[iii] Sobre la represión bolchevique de anarquistas y anarcosindicalistas en la Revolución Rusa, ver: Avrich, 2005; Skirda, 2017.
[iv] Thorpe, 1978; DeJong, 2004.
[V] Guillermo, 1985, vol. III, pág. 8.
[VI] Becada, 2002, vol. dos; Pateman, 2/2013.
[Vii] Antonioli, 2009.
[Viii] Thorpe, 1978, 1989.
[Ex] De Jong, 2004; Thorpe, 1989. En este proceso, en 1929, se destaca la fundación de la Asociación Continental Americana de los Trabajadores (ACAT), rama del Sindicato Internacional en América Latina.