libertad y participación

Imagen: Paweł L.
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por LUIZ MARQUÉS*

La democracia participativa, con el empoderamiento de la ciudadanía activa, es un tema estratégico

 

democracia social

La democracia está ligada a la idea de libertad. Significa que el gobierno del pueblo, para el pueblo, no puede ser reemplazado por ninguna autoridad. La relación gobernantes/gobernados no interrumpe el ejercicio de la libertad por parte del poder soberano. En este sentido, las medidas que se impongan al Presupuesto de la Unión deben pasar por el escrutinio de la población, con total transparencia republicana.

No en vano, el precandidato Lula da Silva propone sustituir el escandaloso esquema de enmiendas parlamentarias secretas, auspiciado por el Palacio del Planalto, por mecanismos de democracia participativa. “Vamos a tener que encontrar la manera de hacerlo”, dijo el exdiputado, quien encabeza las encuestas de intención de voto para las elecciones de 2022. O sea, no basta con poner a los pobres en el Presupuesto, es necesario incluir a los pobres en la Política para superar el modelo excluyente, que excluye deliberadamente a los ciudadanos entre elecciones. Es hora de apuntar a una democracia social. Satisfacer las demandas de derechos es extender el estatuto humano a todos.

Nunca se planteó con tanta vehemencia la participación popular, en interacción con las instituciones de la República, en vísperas de una campaña presidencial. Ante el repetido ataque neofascista contra los pilares de la Carta Magna de 1988, las fuerzas progresistas reaccionaron sabiamente exigiendo más democracia, más inclusión política y social. Las abismales desigualdades actuales debilitan el ejercicio de la libertad, pues imponen el desempleo y el hambre en sectores y regiones vulnerables. No Pasaran, a pesar de evocar un cliché, destaca la resiliencia militante del clamor lulista.

Algunas modalidades de experimentación democrática ya fueron implementadas en los gobiernos del PT, se lee en el documento Democracia Participativa: Nueva Relación Estado-Sociedad (2003-2010), publicado por la Secretaría General de la Presidencia de la República. “Todas las grandes decisiones estructurales o coyunturales del Gobierno Lula fueron objeto de diálogo con la sociedad civil”, observa Luiz Soares Dulci en la presentación del registro histórico, cuyo interés trasciende las fronteras brasileñas. Numerosas políticas públicas surgieron de las discusiones realizadas en Consejos, Conferencias, Defensorías del Pueblo, Mesas de Diálogo, Foros y Audiencias. Deben extenderse por el tejido social para hacer de la democracia una forma de vida compartida y no un proyecto de gestión.

Se trata de retomar e intensificar la participación ciudadana en diferentes áreas (educación, salud, medio ambiente, movilidad urbana, etc.) para que la gestión administrativa no ceda ante las presiones, en pro de la tecnocratización de las deliberaciones en el ámbito estatal. Esto no se traduce en una supresión abrupta de la representación, sino en la metabolización de una democracia, de hecho, masiva. La democracia necesita reinventarse para sobrevivir a los desafíos de nuestro tiempo. Sin caer en el canto de sirena de que la era de la digitalización ha enterrado de una vez por todas el cara a cara. La ayuda de Internet no elimina los compromisos.

La utopía de las clases hegemónicas ha sido siempre acabar con la política, apropiarse de la determinación del rumbo del país. La democracia nunca fue un regalo repartido “de arriba abajo”, sino una conquista “de abajo arriba” a costa de sudor y sangre. Espartaco (109 a. C. - 71 a. C.), bajo el Imperio Romano, fue el principal símbolo de la resistencia a la explotación y la opresión en la historia occidental, ya que lideró la gran revuelta de los esclavos. Insurgencia que evoca lo que Georges Burdeau llama “libertad-participación”, en La democracia (Seuil), para designar los lazos que unen a los términos del binomio en la ardua lucha por la emancipación. Participar es colectivizar.

 

experiencia de presupuesto participativo

Porto Alegre fue una referencia con repercusión internacional, gracias a la exitosa experiencia del Presupuesto Participativo (PP), que convirtió a la capital de Rio Grande do Sul en la orgullosa sede de las primeras ediciones del Foro Social Mundial (FSM), en la cambio de milenio. La derrota del PT y aliados por el Ayuntamiento, luego de cuatro mandatos consecutivos (Olívio Dutra, Tarso Genro, Raul Pont, Genro/Verle), entre 1988 y 2004, inició el desmantelamiento del proceso de cogestión. La estrella se apagó.

La recaudación, que servía de parámetro al PB, ya no corresponde a la recaudación total. El desprecio intencional por la rendición de cuentas de los trabajos generó escepticismo sobre el método. Los gobiernos retrógrados contribuyeron a la extinción del experimento elogiado incluso por el Banco Mundial. Era el regreso de las políticas clientelares de los política milenaria, el amargo retorno a la vieja tradición canalla.

“Hoy, mantener asambleas regionales y temáticas, o el propio Consejo del PP, sin tener acceso a presupuestos reales, sin criterios previos de distribución de recursos para que cada región o tema sepa qué priorizar y tenga la garantía de que se realizará y acompañará por Cadernos de Obras e Serviços – es un mero simulacro de democracia participativa. Peor aún, con el mal ejemplo federal, municipios y estados están instituyendo la figura de las reformas parlamentarias, que transforman cualquier Presupuesto en una colcha de retazos sin planificación, sin democracia, por puro clientelismo. Un auténtico desastre administrativo. Volvemos a ser una ciudad donde el Ejecutivo y el Legislativo prescinden y hasta niegan la participación popular”, lamenta el exalcalde Raúl Pont (Brasil de Hecho / Rio Grande do Sul, 25/03/2022). De la política participativa a la apolítica del príncipe.

La libertad política no es un fin en sí mismo, sino el medio capaz de garantizar la autonomía de los gobernados, que se traduce en disposición propia, libre elección del hacer y responsabilidad por los actos realizados. La autonomización es el fundamento de la libertad-participación. La democracia, como sistema de gobierno, se desarrolla a partir de la independencia de los individuos en relación con el poder heterónomo de las voluntades externas (en sentido figurado, del padre, del cura y del patrón). Lutero y la Reforma protestante, con la prensa de Gutenberg, señalan el nacimiento de la libertad individual, un trampolín hacia la libertad política, por tanto, hacia la democracia en la Edad Moderna.

Lo curioso es que, en la actualidad, la libertad individual se ha convertido en un valor amenazado, con la pasteurización de la visión de la realidad por parte de los vehículos de comunicación, especialmente en países con una fuerte concentración de propiedad cruzada de medios. El efecto rebaño demuestra que la libertad individual se ha convertido en un fetiche, manipulado por líderes autoritarios con tendencias totalitarias (Hungría, Polonia, India, Brasil). Las corrientes políticas y religiosas, que más exaltan la independencia personal, son las que menos respetan a las personas. Idiotizando, estandarizando para la marcha de la barbarie, vaciando de pensamiento a los Bolsominions como el burócrata que banaliza el mal, en la descripción de Hannah Arendt. O el pastor satánico que oró para que muriera el actor Paulo Gustavo.

En el “capitalismo de vigilancia”, con robots y algoritmos para coordinar las tendencias del mercado y las conciencias, la libertad individual en un crescendo se desvanece en el aire. De pilar de la cultura en el liberalismo clásico, pasó a ser un instrumento para combatir los paradigmas de construcción colectiva. Esto se evidenció durante la pandemia en el comportamiento de los negacionistas que, en nombre del “derecho sagrado”, se negaron a cumplir las recomendaciones sanitarias científicas. Más: condenaron al Supremo Tribunal Federal (STF) por avalar el cumplimiento de la normativa.

 

Con los pies en el barro

Fuera del ámbito de la libertad-participación para fomentar redes inclusivas de procedimientos, con el objetivo de fortalecer la democracia participativa y mejorar el ejercicio efectivo de la democracia representativa, la libertad individual es una etiqueta para justificar el trabajo de desvirtuación en ensayos dirigidos a una civilización antirracista, antisexista y anticapitalista. En ese contexto, configura una prerrogativa estéril que sólo sirve para confirmar el aislacionismo, que excluye a la mayoría de la lista de la dignidad, en el intervalo entre fechas festivas dedicadas a manifestaciones de civismo. La democracia participativa puede llenar el vacío de los derechos y replantear la vida cotidiana superficial.

En el campo de las necesidades materiales básicas, la falta de equipamiento urbano, la actualización de la carga esclava aún viva en la insensibilidad de las élites autóctonas, la socialdemocracia se muestra como una condición para el tránsito del “reino de la necesidad” al “reino de la necesidad”. reino de la libertad”, en la famosa metáfora marxista. Lo que la democracia política, per se, no se resuelve con el repertorio de conceptos y teorías académicas sobre presidencialismo de coalición, gobernabilidad, concertación, sociedad abierta. El conservadurismo se contenta con la democracia político-representativa.

Corresponde a los “ángeles torcidos” de Drummond enfrentar los desafíos de la socialdemocracia. Para tal confrontación, la participación popular es fundamental. Sólo con los pies en el barro se puede aliviar el sufrimiento de las periferias. En el pasado, a la Teología de la Liberación no le importaba ensuciarse los zapatos. La teología de la prosperidad los ensucia. La burocratización alejó la militancia de los lugares de residencia.

Os Derechos del hombre y del ciudadano, desde la Declaración de 1789, son facultades inviolables inherentes a las personas. No alentaron la participación desde el principio. Condujeron a la abstención de la acción, por motivos de representación y tutela judicial. Para varios politólogos anglosajones, la democracia no necesita que más del 30% de los votantes se presenten a las urnas. La paradoja de la democracia sería que “como forma de vida política y social, es el reino del exceso, que significa la ruina del gobierno democrático y por lo tanto debe ser reprimido por él”. Jacques Rancière, en Odio a la democracia (Boitempo) se burla de la cuadratura falaz del círculo.

No es la apatía de los ciudadanos, sino el exceso de compromiso lo que pone en riesgo al régimen idealizado en las “élites del atraso”. Se toleran los vicios de la democracia representativa, mientras que se restringen las virtudes de la democracia participativa por su potencial subversivo para el establecimiento. Se fomenta el formato de una democracia delegativa, con representantes que eximan a los contribuyentes de las diatribas públicas. El impulso a la “privatización de la existencia” es lo que el filósofo greco-francés Castoriadis (que asistió a las asambleas del Presupuesto Participativo en Porto Alegre) considera la esencia de la “alienación”.

Adam Przeworski, en Crisis de la democracia (Zahar), por cierto, escribe: “El populismo participativo tiene sus raíces en Rousseau, quien creía que el pueblo debía gobernarse a sí mismo. El programa del populismo participativo consiste en reformas institucionales destinadas a dar más poder a la voz del pueblo. Sin embargo, por muy justa que sea la insatisfacción con las instituciones, lo cierto es que ser gobernados implica decisiones que no apoyamos. En realidad, 'el pueblo', como entidad singular, no existe; lo que existe son personas, en plural, con diferentes intereses, valores y normas. Además, ¿es realmente cierto que la gente quiere gobernarse a sí misma? La cita es larga pero ilustrativa de la mentalidad liberal. “Intereses, valores y normas” se refieren a individualidades, no a clases sociales que se disipan por completo en el transcurso del argumento.

 

empoderar a la ciudadanía

Para saber si las personas quieren participar o no, es necesario forjar las herramientas que permitan la intervención directa en temas relevantes para alinear el desarrollo del cuerpo social. O Atlas Mundial de Presupuestos Participativos revela que, cuando se instituyen accesos concretos a la participación popular y criterios consensuados para la asignación de los recursos existentes, la población se abalanza por miles, otorgándose el papel de sujeto político de deliberación y, en consecuencia, de fiscalización para la ejecución de los aprobados colectivamente. Mira el "centralismo democrático".

Además, señalan los estudiosos, la democracia participativa corresponde a una especie de correctivo del profundo desgaste que afecta a la representación partidaria (“todos iguales, no me representan”). La crisis se agudizó en Europa central con el giro neoliberal de los partidos, del amplio espectro de la muy confusa socialdemocracia. Un fenómeno político que sugería el declive de las diferencias ideológicas entre la izquierda y la derecha. En el vacío, la extrema derecha ha estado pisando el acelerador.

La Revolución que inauguró la modernidad enfatizó los derechos individuales. Las Constituciones, con pocas excepciones, acompañaron la evolución de las ideas al afirmar los derechos sociales colectivos. El derecho al trabajo, el derecho a una remuneración digna, el derecho al esparcimiento y el derecho a la seguridad social son hoy elementos de legislación positiva. Para seguidores de liberalismo, como Hayek y Mises, prueba de la rendición de statu quo a los llamamientos socialistas. Para los socialistas, testimonio de que la organización y la movilización despiertan el “derecho a tener derechos” en las clases subalternas. Un reconocimiento que va más allá de las barreras naturalizadas por los gobernantes antipopulares. En cambio, se vislumbran los reveses que nos victimizaron al impedir la gobernabilidad legítima, con el golpe de Estado de 2016.

Sin duda, la reconstrucción de Brasil será difícil. El impulso destructivo desatado con el ascenso de la dupla patria, Michel Temer y Jair Bolsonaro, desorganizó la política, la sociedad y el Estado, comprometiendo el futuro de la nación. Lula tendrá mucho trabajo por hacer en el próximo cuatrienio. Encontrará un Congreso con una composición encabezada por Centrão y, los progresistas, con una bancada en desventaja. La democracia participativa, con el empoderamiento de ciudadanos activos (sindicatos, asociaciones, movimientos sociales, partidos de base gubernamentales), es un tema estratégico mañana.

Vale la pena continuar, paso a paso, hacia un horizonte emancipado de todas las formas de dominación. La socialdemocracia apunta a la igualdad posible entre los individuos, que los esfuerzos de liberación construyen con la solidaridad de muchos. En las muchas batallas del futuro, en la parra de los recuerdos de la larga caminata, ya se escucha el vibrante saludo inmortalizado en el cuento por Gorki.

“En una vida llena de animosidad sorda y reprimida, en corazones envenenados por ofensas infinitas, en conciencias obstruidas por las mentiras cegadoras de los fuertes, en esa vida difícil y triste, llena de amarguras, de humillaciones, una palabra sencilla y luminosa vino a tierra: - ¡Camarada!

* Luis Marqués es profesor de ciencia política en la UFRGS. Fue secretario de Estado de Cultura de Rio Grande do Sul durante el gobierno de Olívio Dutra.

 

 

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