Libertad de elección

Imagen: ColeraAlegría
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por JEFFERSON NASCIMENTO & LEONARDO SACRAMENTO*

Afinidades electivas entre neoliberales y negacionismo.

Comencemos por la central: el neoliberal necesita negar la historia y el conocimiento científico contextualizado porque sus fundamentos no resisten un análisis serio de los hechos.[i] Comenzar de esta manera puede parecer una especie de provocación, pero es un diagnóstico. No es casual que componentes del pensamiento neoliberal, como la meritocracia, la negación de la acción del Estado en la economía con finalidad social y el discurso del emprendimiento, alcancen un alto grado de difusión a partir de dos aliados que también se nutren de una base ahistórico: la posmodernidad y el entorno caótico de las redes sociales.

El fundamento posmoderno, al problematizar la Historia y el saber histórico, se construye a partir de la lógica en la que se discute la noción de verdad, razón, identidad y objetividad. Con esto, la posmodernidad cuestiona teorías de amplio alcance bajo la etiqueta de “grandes narrativas” que “sólo la violencia teórica podría forzar”. La historia sería discontinua y el mundo “contingente, gratuito, diverso, inestable, impredecible, un conjunto de culturas o interpretaciones desunidas generando cierto grado de escepticismo en relación a la objetividad de la verdad, la historia y las normas”[ii]. El avance de esta desconfianza sobre la historia y sobre las explicaciones sistémicas favorece los discursos fragmentarios y, por tanto, si todos los contextos son imprecisos, la Historia no puede ser muy distinta de otra narrativa como la Literatura. Sérgio Rouanet daría una definición interesante: la posmodernidad trata de exorcizar lo viejo sin construir nada nuevo; es una “conciencia posmoderna” sin referente empírico.[iii]

El caótico ambiente de las redes, al mismo tiempo que cobra fuerza gracias a cierto avance de la llamada “conciencia posmoderna”, retroalimenta esta permanente búsqueda de negar la historia y “exorcizar lo viejo sin construir nada nuevo” e incluso difunde ciertos modos de pensar que difícilmente resistiría en una lógica que valora la estructura y la totalidad. Es aquí donde la doctrina económica neoliberal gana importantes aliados para expandirse como racionalidad, como “filosofía neoliberal”.

Un ejemplo de su funcionamiento es el tratamiento que se le da al “Índice de Libertad Económica – ILE” (o Índice de libertad económica). Este índice fue utilizado por grupos de expertos, algunos escritores, por youtubers y similares con un estatus explicativo que el índice no tiene: este indicador mostraría que a mayor grado de libertad económica, mayor el éxito del capitalismo. Más que eso: en algunos enfoques, el índice pasó a tener poder explicativo, es decir, explicaría el grado de desarrollo, jerarquizando a todos los países bajo conceptos arbitrarios y abstractos. El problema es que no hay evidencia en ese sentido y ni siquiera se hacen la pregunta banal: ¿los países con mayor grado de libertad económica se desarrollaron porque garantizaron mayor libertad económica o confirieron mayor libertad económica porque se desarrollaron? Sin esta pregunta, los entusiastas neoliberales, como siempre, ignoraron todo el proceso histórico, todo análisis científico, recortando la realidad y explicándola de la manera más conveniente, después de todo, el contexto en el que vivimos acepta fácilmente la desconfianza en relación a las explicaciones científicas que demanda análisis estructural y sistémico. El contexto en el que vivimos acepta que la Historia puede ser sólo una narración como las demás y, por tanto, acepta que el escepticismo respecto a la objetividad de la verdad se convierta en la primacía de la opinión ante la infinidad de coyunturas actuales. El caso es que aun con el libro “El Fin de la Pobreza”, por Jeffrey Sachs, demostrando que el índice no tiene potencial explicativo porque no hay significancia entre éste y el desarrollo, la circulación del argumento no se redujo. Así, el índice mágico sigue siendo capaz de explicar el éxito de algunos países que, irónicamente, beneficiada por siglos de Mercantilismo, décadas del Estado de Bienestar (Estado de bienestar) o que, como Estados Unidos, se enfrentó a una guerra civil cuya esclavitud, aunque algunos digan lo contrario, no fue una preocupación mayor para los industriales del Norte en la Guerra Civil (1861-1865) que la defensa del proteccionismo económico, que fue combatido por los terratenientes del Sur.

Negar la historia y la ciencia no es sólo una consecuencia no deseada, es, sobre todo, una necesidad. Sin la dictadura de la opinión a expensas del conocimiento, esta filosofía neoliberal no puede sobrevivir y circular.

Veamos un ejemplo: “En conversaciones con fuentes gubernamentales, las respuestas son las siguientes: aunque la receta es obligatoria, se cree que muchas farmacias venderán sin receta, lo que conduciría a un uso abusivo e indiscriminado del medicamento; Los médicos no preparados también pueden recetar medicamentos en exceso, con las mismas consecuencias; los ricos, temerosos de la epidemia, comprarán todo en las farmacias y se quedarán sin existencias. ¿Tiene sentido? Primer punto: el análisis considera que los brasileños no saben cuidarse y, con libertad de elección, actuarán en contra de sus verdaderos intereses”.[iv]

Ahora bien, el núcleo de la libertad de elección para consumir un medicamento, en medio de una pandemia, es lo que sustenta la defensa de la cloroquina, la ivermectina, el tratamiento temprano y similares. En términos generales, lo que se dice es que, a falta de un medicamento de probada eficacia, si el médico prescribe, con su libertad en el ejercicio de la profesión, y el paciente acepta, en el ejercicio de la libertad de elección, cuál es la ¿problema? Sin embargo, la cita anterior no se refiere a la cloroquina, sino al Tamiflu. No fue Bolsonaro quien lo defendió, sino el economista y periodista Carlos Alberto Sardenberg, en 2009, en la epidemia de H1N1. Hay quienes podrían argumentar que, a diferencia de la cloroquina, el Tamiflu se usó ampliamente en la lucha contra el H1N1. Sin embargo, “la Colaboración Cochrane, una red de científicos independientes que analizan la efectividad de los medicamentos comercializados, ha revelado que el antiinfluenza Tamiflu, utilizado para tratar la influenza A H1N1, no previene la propagación de la enfermedad ni reduce las complicaciones que puede causar. causa. De hecho, según el estudio, tendría el mismo efecto que el paracetamol (popular analgésico)”.[V]

Es decir, según los investigadores, el fármaco demostró ser efectivo solo en casos de pacientes hospitalizados graves con enfermedades crónicas, sin capacidad preventiva.[VI], con una serie de informes de eventos adversos graves, en particular eventos neuropsiquiátricos asociados con el fármaco[Vii]. Además, la mayoría de los estudios que avalaban la seguridad y eficacia de Tamiflu para la profilaxis y el tratamiento de la gripe se habían realizado con financiación de la empresa farmacéutica Roche (que comercializaba y promocionaba el fármaco).[Viii]. Sin embargo, lo que estaba en juego para Sardenberg no era la evidencia científica ni la eficacia o no del medicamento, sino la suposición de que la libertad de elección es un principio universal y que no debe relativizarse ni siquiera en estos casos más graves, que implican salud. El Estado, en ese caso, debería aceptar como un hecho incuestionable que las personas no actuarían en contra de sus propios intereses. Y hay más: “Además, ¿por qué los médicos del sector privado (incluidos los de planes y seguros de salud) estarían menos preparados que sus homólogos del sector público? En resumen, estas objeciones del personal gubernamental contienen no solo la idea de que la gente no sabe cuidarse, sino también la sospecha de que los médicos privados, que atienden a más de 45 millones de personas con planes o seguros de salud, no están preparados o movido por otros intereses. Pero imaginemos que pasa todo lo que teme la gente del gobierno: que se vendan sin receta millones de viales, que los médicos distribuyan o vendan millones de recetas y que haya una corrida en las farmacias, con agotamiento de existencias y precios altos en el tipo de cambio negro. (ya que los precios en la farmacia están tabulados). ¿Y?".[Ex]

Ignorando la especificidad de un contexto epidémico que exige una constante actualización frente a investigaciones que perseguían la evolución de la enfermedad, Sardenberg abordó el tema de la “competencia” como un atributo moral y no técnico. Cómo advertir sobre el riesgo de desconocimiento sobre una nueva enfermedad, descalificaría al profesional. No todos los médicos siguen siendo investigadores. El protocolo apunta precisamente a orientar a ese profesional -obviamente importante para la salud- que acude a la consulta y no puede acompañar en tiempo real las investigaciones sobre desarrollo y aplicación de medicamentos. ¡Apenas eso!

Finalmente, el temor de que estos profesionales estén “movidos por otros intereses” no puede tener sentido desde el punto de vista en el que habla: las personas tienen libertad de elección, toman decisiones racionales que no sean contrarias a sus propios intereses y el mercado es el instancia perfecta, que regula y corrige todo lo imperfecto de la sociedad. Aquí está el misterio de la fe. El dogma en la infalibilidad del mercado y la competencia, nunca probado, pero siempre movilizado.

Avance rápido 12 años, cambie H1N1 a SARS-CoV-2 y Tamiflu a cloroquina, hidroxicloroquina, ivermectina y/o tratamiento temprano. Los argumentos son los mismos. Pero, entonces, ¿por qué la lógica bolsonarista se considera oscurantista y negacionista y la de Sardenberg no? Lo que cambia son los hechos. Sardenberg no fue confrontado con los hechos. En su momento, el país logró vacunar rápidamente a su población y, entre otros factores, se logró controlar la epidemia. Por tanto, el texto de Sardenberg no es más que un banal juego retórico que alimenta una reflexión basada en la “filosofía neoliberal”. Bolsonaro y el bolsonarismo no tuvieron tanta suerte de dejar sus posiciones en las trincheras de la confrontación ideológica. Los hechos prevalecieron, el desbarajuste del gobierno y la dificultad para acceder a la vacuna se saldaron con más de 450 muertos, por lo que es difícil olvidar la defensa de los medicamentos sin pruebas científicas como parte de la tragedia. Ni siquiera Sardenberg (como él mismo dijo en CBN, felizmente vacunado) puede ignorar el trágico resultado, aunque haga críticas formales e insustanciales y disimule su adhesión a la lógica que nos llevó a este caos.

*jefferson nascimento é profesor del Instituto Federal de São Paulo (IFSP). autor del libro Ellen Wood – rescatando la clase y la lucha por la democracia (Apris).

*leonardo sacramento Presidente de la Asociación de Profesionales de la Enseñanza de Ribeirão Preto/SP (APROFERP). autor del libro La universidad mercantil: un estudio sobre la universidad pública y el capital privado (Apris).

Notas


[i] Para Max Weber, “la afinidad electiva es el proceso por el cual dos formas culturales -religiosa, intelectual, política o económica- entran, a partir de ciertas analogías significativas, ciertos parentescos íntimos o afinidades de significado, en una relación de atracción e influencia recíproca, selección y refuerzo mutuo y convergencia activa” (LÖWY, Michel. “Sobre el concepto weberiano de 'afinidad electiva'” [traducido por Lucas Amaral de Oliveira & Mariana Toledo Ferreira]. Revista plural, v.17.2, São Paulo, 2011, pág. 139-140).

[ii] EAGLETON, Terry. Las ilusiones del posmodernismo. Río de Janeiro: Jorge Zahar, 1998. p. 50-52.

[iii] ROUANET, Sérgio P. “La verdad y la ilusión de lo posmoderno”. Revista de Brasil, Río de Janeiro: Gobierno del Estado de Río de Janeiro/Secretaría de Ciencia y Cultura; Ayuntamiento del Municipio de Río de Janeiro, año 2, n. 5, 1986.

[iv] SARDENBERG, Carlos A. “Por una caja de Tamiflu”. Personas, Sección de Economía, São Paulo, 10 de agosto. 2009. Disponible en: .

[V] Para ver: .

[VI] "Tamiflu sólo está indicado para tratar el H1N1 en casos graves, como los que afectan a enfermos crónicos, mujeres embarazadas, ancianos y niños menores de dos años." Para ver: .

[Vii] GUPTA, Yogendra K; MEENU, Meennakshi y MOHAN, Prafull. “El fiasco de Tamiflu y las lecciones aprendidas”. Diario indio de farmacología, v.47 (1), enero-feb. 2015, pág. 11-16. Para ver: .

[Viii] Ibid.

[Ex] SARDENBERG, op. cit. (ver nota N° 4)

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