León Trotsky: surrealismo y revolución

Artista desconocido, León Trotsky, s/d
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por MICHEL GOULART DA SILVA*

Realista o abstracto, surrealista o concreto, subjetivo o descriptivo, para León Trotsky y André Breton no había límite estético para el arte que se situaba junto a la revolución.

1.

Este octubre se celebra el centenario de la publicación del primer manifiesto surrealista. En uno de los pasajes de este documento, el poeta francés André Breton exalta la palabra “libertad”, afirmando que “[…] responde, sin duda, a mi única aspiración legítima. Entre tantas desgracias heredadas por nosotros, hay que admitir que se nos concedió la mayor libertad de espíritu. Debemos tener cuidado de no hacer un mal uso de él. Reducir la imaginación a la servidumbre, incluso si se tratara de alcanzar lo que comúnmente se llama felicidad, es rechazar lo que es, en lo más profundo de uno mismo, la justicia suprema. Sólo mi imaginación me dice lo que podría ser, y es suficiente para levantar por un momento la terrible prohibición”.[i]

En este pasaje, el poeta francés defiende la libertad y la imaginación en la creación artística. Estas ideas estuvieron entre los elementos que acercaron a Breton y a otros poetas surrealistas, como Benjamin Péret, a la corriente trotskista, especialmente por sus críticas al estalinismo y al autoritarismo estético impuesto por el realismo socialista. En 1938, André Breton y León Trotsky escribieron el manifiesto fundacional de la Federación Internacional de Arte Revolucionario Independiente (FIARI), titulado Por un arte revolucionario independiente.

Este trabajo conjunto se produjo en una situación marcada por la proximidad de una guerra mundial, por la acción política del gobierno nazi y por la política del aparato estalinista que dominó las principales organizaciones de izquierda en el mundo, influyendo también en artistas e intelectuales. en defensa de la burocracia que gobernaba la Unión Soviética.

Aunque algunas partes del manifiesto de la FIARI han sido superadas por la dinámica de la historia, como la no inminencia de una guerra mundial o sus críticas más circunstanciales al fascismo y al estalinismo, que no tienen actualmente una fuerza política e ideológica igual a la que que tenían en la década de 1930, muchos de los elementos discutidos en el documento todavía están vigentes.

El encuentro entre el poeta francés y el revolucionario ruso exiliado no se produjo por casualidad. André Breton y León Trotsky habían mostrado una profunda convergencia política y teórica en años anteriores. En 1935, Breton escribió que “la actividad de interpretar el mundo debe seguir ligada a la actividad de transformar el mundo”, siendo el papel del poeta o del artista “profundizar en el problema humano en todas sus formas”. Esta “conducta ilimitada de su espíritu” conlleva un “valor potencial para cambiar el mundo”, reforzando “la necesidad de un cambio económico en este mundo”.[ii]

León Trotsky también defendió la comprensión de la actividad del artista como una acción para transformar la sociedad: “el hombre expresa en el arte su exigencia de armonía y plenitud de existencia, es decir, del bien supremo del que es precisamente la sociedad de clases lo que lo priva. Por tanto, la creación artística es siempre un acto de protesta contra la realidad, consciente o inconsciente, activa o pasiva, optimista o pesimista”.[iii]

Otro punto de convergencia entre León Trotsky y André Breton parece tener relación con la crítica al estalinismo, incluido su modelo estético. León Trotsky dijo que “el arte de la era estalinista seguirá siendo la expresión más cruda de la profunda decadencia de la revolución proletaria”, donde “los artistas dotados de carácter y talento son, en general, marginados”.[iv]

El poeta francés, por su parte, afirmó: “Nos levantamos, en el arte, contra toda concepción regresiva que tienda a oponer el contenido a la forma, a sacrificar esta última a la primera. La transición de los poetas auténticos de hoy a una poesía de propaganda enteramente externa, tal como se la define, significa para ellos la negación de las determinaciones históricas de la poesía misma.[V]

Durante el período de redacción del manifiesto con André Breton, León Trotsky, exiliado en México, fue uno de los organizadores de una nueva internacional, cuyos objetivos eran organizar a los militantes revolucionarios que rompieron con los partidos comunistas de todo el mundo. André Breton, a su vez, así como los escritores que se mantuvieron fieles a los principios del surrealismo, habían sido desconectados del Partido Comunista Francés.

El manifiesto de la FIARI pedía la construcción de una organización internacional que reuniera a artistas, intelectuales y científicos, independiente del fascismo, el imperialismo y el estalinismo. León Trotsky y André Breton propusieron una plataforma internacionalista con independencia de clase en el arte y la política, al tiempo que advertían sobre el peligro del nazismo y la burocracia estalinista para las artes. León Trotsky y André Breton comprendieron que el nazismo y el estalinismo pretendían eliminar a los artistas que se atrevían a expresar en alguna medida la defensa de la libertad, transformándolos en seguidores de las directrices defendidas por el Estado. En Alemania y la Unión Soviética se hicieron esfuerzos para eliminar o cooptar movimientos y artistas independientes, especialmente aquellos asociados con la vanguardia.

En la Unión Soviética no había espacio para que se consolidaran las corrientes artísticas independientes, ya que los artistas eran obligados a aceptar formulaciones estéticas que cumplían el papel de las ideologías estatales. Como se afirma en el manifiesto de la FIARI, “[…] el fascismo hitleriano, después de haber eliminado de Alemania a todos los artistas que expresaban en alguna medida el amor a la libertad, fuera sólo formal, obligó a aquellos que aún podían consentir a manejar una pluma o un pincel para convertirse en lacayos del régimen y celebrarlo a pedido, dentro de los límites exteriores de la peor convencionalidad. Exceptuando la propaganda, lo mismo ocurrió en la URSS durante el período de furiosa reacción que ahora ha alcanzado su apogeo”.[VI]

2.

Muchos elementos del manifiesto de la FIARI siguen siendo muy actuales. A pesar de los cambios en la situación social y política, la forma capitalista de producir vida aún persiste y es dominante en todo el mundo. El manifiesto de la FIARI no se limitó a predecir que la guerra se acercaba, sino que también señaló que la burguesía amenazaba al mundo con sus armas y modernas técnicas de muerte, que todavía se utilizan en los campos de batalla. Por lo tanto, aunque el manifiesto haya sido escrito en una situación diferente, al mismo tiempo persiste una sociedad dominada por el capital y, aunque cambien los gobiernos o incluso los regímenes políticos, persiste la dominación de clase, que en cada situación puede adoptar las más variadas caras.

Por otro lado, el tema del estalinismo, si bien sus aparatos estatales han colapsado, no ha perdido su relevancia, pues aún persiste una de sus políticas más poderosas que son los gobiernos de colaboración de clases. Estos gobiernos, basados ​​en la unidad política de los partidos obreros con sectores de la burguesía, en lo que respecta al arte, han tomado la postura de elegir una cultura “popular” para transformarla en mercancía.

Bajo el discurso de preservar la “tradición” –aunque sea chauvinista, sexista, racista– estos gobiernos esbozan una política que privilegia las manifestaciones culturales que supuestamente expresan el “pueblo” y las formas locales de “cultura”. Sin embargo, esta cultura elegida como tradicional expresa mucho más dominación de clase política y económica que las manifestaciones culturales de estos grupos sociales en su conjunto. Como consecuencia, sólo se valora una cultura elegida como “popular”, creando artificialmente identidades comunes al “pueblo” e ideologías que justifican la dominación y transformando el patrimonio cultural en un atractivo turístico y, por tanto, en una mercancía.

Otro elemento relacionado con la FIARI que sigue vigente es la defensa de la libertad de arte, oponiéndose a cualquier coerción externa. En el manifiesto se afirma que “el arte no puede consentir sin degradación en someterse a cualquier directiva extranjera y venir dócilmente a cumplir las funciones que algunos creen que pueden atribuirle, con fines pragmáticos y extremadamente estrechos”.[Vii] Se requiere que el artista tenga libre elección de temas, sin restringir el campo de exploración de su creatividad: “en materia de creación artística, es esencialmente importante que la imaginación escape a cualquier coerción, y que no se le permita bajo ningún pretexto imponer cualquier disfraz”.[Viii]

Además, ante la presión para que el artista consienta en que el arte sea “sometido a una disciplina que consideramos radicalmente incompatible con sus medios”, el manifiesto se opone a “un rechazo ineludible y nuestra voluntad deliberada de aferrarnos a la fórmula: toda licencia en el arte. "[Ex]

Sólo así se puede llegar a un arte que no se contente con variaciones de modelos prefabricados, sino que se esfuerce por expresar las necesidades internas del hombre y de la humanidad. Para los fundadores de FIARI, este arte debe ser revolucionario, “debe aspirar a una reconstrucción completa y radical de la sociedad”, aunque su objetivo sea sólo “liberar la creación intelectual de las cadenas que la bloquean y permitir a toda la humanidad elevarse .alcanzar alturas que sólo genios aislados han alcanzado en el pasado”.[X]

El capitalismo no permite esta libertad al arte. Su lógica interna, de intensa apreciación de los bienes y reproducción de la plusvalía, sólo permite que la disidencia se adapte y se convierta en un producto vendible: “[…] en la época actual, caracterizada por la agonía del capitalismo, a la vez democrático y fascista, el artista, sin necesidad siquiera de dar una forma clara a su disidencia social, se ve amenazado con la privación del derecho a vivir y continuar su trabajo bloqueando todos sus medios de difusión”.[Xi]

3.

El capitalismo en decadencia es incapaz de ofrecer condiciones mínimas para el desarrollo de las corrientes artísticas. En consecuencia, en la sociedad capitalista, lo que el arte preserva de la individualidad, “en lo que desencadena cualidades subjetivas para extraer un hecho determinado que conduce al enriquecimiento objetivo”, todo ello “aparece como fruto de un azar precioso, es decir, como un manifestación más o menos espontánea de necesidad”.[Xii]

En respuesta a esta situación del arte en la sociedad capitalista, André Breton y León Trotsky afirman: “[…] el verdadero arte, que no se contenta con variaciones de modelos prefabricados, sino que se esfuerza por dar expresión a las necesidades internas del hombre y de la sociedad. La humanidad de hoy, debe ser revolucionaria, debe aspirar a una reconstrucción completa y radical de la sociedad, aunque sólo sea para liberar la creación intelectual de las cadenas que la bloquean y permitir a toda la humanidad alcanzar alturas que sólo genios aislados han alcanzado en el siglo XIX. pasado."[Xiii]

Este arte se define en su relación con la revolución. La “oposición artística”, según el manifiesto, es “una de las fuerzas que pueden contribuir eficazmente al descrédito y a la ruina de regímenes que destruyen, al mismo tiempo, el derecho de la clase explotada a aspirar a un mundo mejor y a cada uno de ellos”. sentimiento de grandeza e incluso de dignidad humana”.[Xiv] En este sentido, para León Trotsky y Breton, la “tarea suprema del arte” en la sociedad capitalista sería la participación consciente y activa en la “preparación de la revolución”, pero advierten: “[…] el artista sólo puede servir a la lucha emancipadora cuando es consciente subjetivamente de su contenido social e individual, cuando pasa por sus nervios el significado y el drama de esta lucha y cuando busca libremente dar una encarnación artística a su mundo interior”.[Xv]

Estas formulaciones expresan algunas de las tesis de León Trotsky sobre la literatura, presentadas en 1924, en Literatura y revolución. León Trotsky afirmó que el arte no puede permanecer “[…] indiferente a los trastornos de la época actual. Los hombres preparan los acontecimientos, los llevan a cabo, sufren sus efectos y cambian bajo el impacto de sus reacciones. El arte, directa o indirectamente, refleja la vida de los hombres que realizan o viven los acontecimientos”.[Xvi]

Sin embargo, para León Trotsky, esta comprensión no significa defender un arte en la línea del realismo socialista o incluso una cultura proletaria, defendida por el estalinismo. Era “falso oponer la cultura y el arte burgueses a la cultura y el arte proletarios”, en la medida en que el régimen proletario es transitorio. Para el revolucionario ruso, “el significado histórico y la grandeza moral de la revolución proletaria residen en el hecho de que sienta las bases de una cultura que no será de clases, sino por primera vez verdaderamente humana”.[Xvii]

Estas declaraciones se desarrollan en el entendido de que “[…] el arte de la revolución, que refleja abiertamente todas las contradicciones de un período de transición, no debe confundirse con el arte socialista, para el cual aún no existen los fundamentos. No se puede olvidar, sin embargo, que el arte socialista surgirá de lo que se haga durante este período”.[Xviii]

Esta comprensión del desarrollo del arte bajo el socialismo también la expresa André Breton, especialmente en el Segundo manifiesto del surrealismo, publicado en 1930. Breton afirma que no cree “en la posibilidad de que la existencia actual de una literatura o un arte expresen las aspiraciones de la clase trabajadora”. Para Breton, “en el período prerrevolucionario el escritor o artista, con formación necesariamente burguesa, es por definición incapaz de traducirlo”.[Xix]

El poeta surrealista, en el mismo sentido que León Trotsky, afirma que “[…] cualquier iniciativa para defender e ilustrar una literatura y un arte llamados 'proletarios' en una época en la que nadie puede reivindicar una cultura proletaria sería falsa, porque Excelente razón para no saber si esta cultura aún podría realizarse, incluso bajo un régimen proletario”.[Xx]

4.

Volviendo al manifiesto de la FIARI, se puede destacar como otro aspecto relevante el tema de la organización de los artistas. Los autores del manifiesto partieron del entendimiento de que “miles y miles de pensadores y artistas aislados, cuya voz está cubierta por el odioso tumulto de los falsificadores regimentados, se encuentran actualmente dispersos por todo el mundo”.[xxi] En ese contexto, el fascismo, por un lado, difamaba como “degeneración” cualquier tendencia progresista que reivindicara la independencia del arte y, por el otro, el estalinismo declaraba fascistas a esas mismas tendencias.

Ante esta situación, los autores del manifiesto afirman que su objetivo es “[…] encontrar un terreno para reunir a todos los defensores revolucionarios del arte, servir a la revolución a través de los métodos del arte y defender la propia libertad del arte contra los usurpadores de la revolución. Estamos profundamente convencidos de que es posible reunirse sobre este terreno para representantes de tendencias estéticas, filosóficas y políticas razonablemente divergentes”.[xxii]

O Cartel hace un llamado al arte revolucionario independiente a unirse contra la persecución, en defensa de su derecho a existir, siendo dicha unión la propuesta organizativa central de la FIARI. Realista o abstracto, surrealista o concreto, subjetivo o descriptivo, para León Trotsky y André Breton no había límite estético para el arte que se situaba junto a la revolución. No le correspondería a la revolución seleccionar y censurar las elecciones estéticas tomadas por los artistas, en una postura autoritaria y burocrática, como la del estalinismo y su imposición de la estética del realismo social. Como afirma el manifiesto de la FIARI, “la revolución comunista no teme al arte”.[xxiii]

*Michel Goulart da Silva Tiene un doctorado en historia por la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC) y un título técnico-administrativo del Instituto Federal de Santa Catarina (IFC)..

Notas


[i] BRETON, Andrés. Manifiestos del surrealismo. São Paulo: Brasiliense, 1985, pág. 35.

[ii] BRETÓN, 1985, p. 184.

[iii] LEÓN TRÓTSKY, León. Arte y revolución. En: FACIOLI, Vicente (org.). Bretón y León Trotsky. São Paulo: Paz e Terra/Cemap, 1985, p. 91.

[iv] LEÓN TRÓTSKY, 1985, p. 95.

[V] BRETÓN, 1985, p. 184.

[VI] BRETON, André; LEÓN TRÓTSKY, León. Por un arte revolucionario independiente. En: FACIOLI, Vicente (org.). Bretón y León Trotsky. São Paulo: Paz e Terra/Cemap, 1985, p. 37.

[Vii] BRETÓN Y LEÓN TRÓTSKY, 1985, p. 40.

[Viii] BRETÓN Y LEÓN TRÓTSKY, 1985, p. 41.

[Ex] BRETÓN Y LEÓN TRÓTSKY, 1985, p. 42.

[X] BRETÓN Y LEÓN TRÓTSKY, 1985, p. 37-8.

[Xi] BRETÓN Y LEÓN TRÓTSKY, 1985, p. 44.

[Xii] BRETÓN Y LEÓN TRÓTSKY, 1985, p. 36.

[Xiii] BRETÓN Y LEÓN TRÓTSKY, 1985, p, 37-8.

[Xiv] BRETÓN Y LEÓN TRÓTSKY, 1985, p. 39.

[Xv] BRETÓN Y LEÓN TRÓTSKY, 1985, p. 43.

[Xvi] TROTSKY, León. Literatura y revolución. Río de Janeiro: Zahar, 2007, pág. 35.

[Xvii] TROTSKI, 2007, pág. 37.

[Xviii] TROTSKI, 2007, pág. 180.

[Xix] BRETÓN, 1985, p. 130.

[Xx] BRETÓN, 1985, p. 130-1.

[xxi] BRETÓN Y LEÓN TRÓTSKY, 1985, p. 45.

[xxii] BRETÓN Y LEÓN TRÓTSKY, 1985, p. 45.

[xxiii] BRETÓN Y LEÓN TRÓTSKY, 1985, p. 39.


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