Leonora de Barros

Imagen: Leonora de Barros
Whatsapp
Facebook
Twitter
Instagram
Telegram

por PEDRO PENNYCOOK*

Consideraciones sobre la exposición en exhibición en la Pinacoteca, en São Paulo

Quién visitará la exposición Mi lengua inmediatamente será captado por el esfuerzo de Lenora de Barros por articular diferentes dispositivos para expresar la singularidad. Justo en la primera sala de la Pinacoteca encontramos idioma, pieza que sintetiza temas fundamentales para su ejercicio creativo: en esta secuencia fotográfica hay un deseo de expresar la materialidad del lenguaje, despojándolo de sus pretensiones representativas y tomándolo como una expresión encarnada. Contrariamente a lo que nos enseñan milenios de metafísica, aquí el cuerpo se vuelve loci de producción real. Es a través de él que el lenguaje encuentra fuerza para enfrentarse a la sumisión ascética de la razón.

idioma, 1990-2022. Foto: Diogo Barros[i]

La artista expone aquí la intimidad de su propio lenguaje, plasmado en distintas décadas, para expresar siempre una singularidad fisurada por la enunciación: Lenora de Barros nos recuerda cómo todo sujeto habita en los surcos que el lenguaje produce en el cuerpo. Debido a que es un músculo expuesto y exteriorizado, la lengua es un caso particularmente interesante de contacto entre socius e soma; el lenguaje resquebraja la carne y, hasta cierto punto, la fabrica. Lo fabrica como recordándonos que no hay cuerpo a priori, sólo hay cuerpo como resultado de su fabricación a través de la sociabilidad.

Lo interesante de esta secuencia son las modificaciones en los rasgos esculpidos por el tiempo. Graban en la carne la sucesión de encuentros con el habla, con el sexo, con la comida que nos hace ser quienes somos. Las huellas del lenguaje están ahí, perpetuamente modificadas, como un fragmento expuesto de la verdad: nos recuerdan cómo el cuerpo se inscribe en lo social al multidiversificar su presencia en nuestros tejidos, así como la historia de un cuerpo singular es siempre la historia de encuentros que la produjeron.

Como órgano, el lenguaje organiza una cierta socialización de la singularidad delineando enunciaciones posibles. Sus “dibujos” no son adornos, como diría Eduardo Viveiros de Castro. Funcionan como cartografías de nuestras experiencias concretas con la realidad: son las estrías que resultan del contacto con el otro, del roce con el mundo. Vemos el interés constante de Lenora de Barros por estos contactos, por experimentarlos en sus peligros inherentes, a lo largo de toda la exposición.

Em Poema, la lengua del artista recorre una máquina de escribir. Este encuentro podría interpretarse como una metáfora de la representación, ya que sólo traduciendo por máquina sería posible comunicar lo que vibra en el lenguaje. Pero creo que es más interesante pensarlo desde el punto de vista de su carácter de choque. Si pensamos que el poema es precisamente la capacidad del lenguaje de producir lo nuevo subvirtiéndose desde dentro, desde una suspensión de sus propias reglas, la obra adquiere otro sentido, no exactamente análogo a la representación. Podríamos, en cambio, acentuar la fricción que producen dos tecnologías del lenguaje que colisionan sensualmente, que se dejan confrontar en sus distintos regímenes de expresión.

Poema, 1979-2014. Foto: Diogo Barros.

Hay algo de la insistencia en la irreconciliabilidad entre el habla y la escritura aquí. No deja de aludir a nuestras dualidades tan viciosas: razón y afecto, cuerpo y mente, órgano y máquina, técnica y teoría, metal y carne. Confrontadas en las fotografías, nuestras aparentes dicotomías se confunden. Lo hacen no como una forma de dignificar un polo sobre otro, sino para seguir siendo productivos en un encuentro que choca máquinas de diferentes configuraciones.

El evento estético salvaguarda algo del poder de suspender nuestras formas de vida actuales, liberando objetos para nuevos significados. Buena parte del esfuerzo artístico contemporáneo es equilibrar dualidades, como la existente entre objetos técnicos y objetos artísticos. Poema problematiza tales barreras estetizando la realidad concreta y dignificando el arte con cierta capacidad tecnológica, a saber, la fuerza para intervenir y transformar la realidad.

La lengua de Lenora recorre la máquina de escribir como si la engrasara; baila con sus llaves, penetra sus engranajes; desestabiliza su sistematización para encontrarse con lo radicalmente diferente, para crear un medio de expresión que produzca también al otro. Finalmente reunidos, el deseo y la tecnología brindan una nueva forma de relacionarse con el cuerpo.

Un cuerpo insumiso, radicalmente único e inevitablemente erótico. El erotismo ocurre donde se suspenden nuestras pretensiones reflexivas de develar al otro. En ese soplo de tiempo, nos abrimos a la experimentación somática con el deseo. Poema nos muestra cómo, al desear, somos impulsados ​​por un impulso hacia lo insólito.

las ranuras de idioma salir de encuentros como este. Encuentros con singularidades cuyas velocidades difieren de las nuestras y que escriben sus marcas para expulsarnos de la insipidez de la mismidad o la privatización del cuerpo. Nos recuerdan lo poco o nada que hay de natural en la corporeidad; o más precisamente, las naturalezas, siempre múltiples, de nuestros cuerpos son fabricadas por encuentros entre sí, sus naturalezas resultan de la interacción con los otros.

Michel Foucault habló de un contacto sináptico entre cuerpo y poder. Creo que es una metáfora demasiado cerebral. Sería mejor hablar de fisuras en los tejidos, de caminos que se adentran en la carne. El lenguaje salvaguarda corporalmente algo de la exposición ontológica que nos constituye en el campo social: en cierta medida, hace presente su tejido (simbólico) desgarrándolo en nuestros tejidos (musculares). Siempre pequeñas rasgaduras, pequeños cortes, caminos erráticos. Las piezas nos invitan a enfrentar este desgarro no como violencia, es donde la vida se vuelve posible. Son formas de experimentación, laboratorio de infinitas bacterias, microorganismos significativos.

cosa en sí, 1990. Foto: Diogo Barros

Este cultivo de bacterias de la lengua se intensifica en cosa en sí misma. Como buen investigador en filosofía, me llama la atención la referencia a Kant. Debe entenderse como el llamado final a disolver la tiranía de la representación sobre nuestros cuerpos. Se trata de recordar cómo lo más decisivo se precipita de la carne, como una superficie lisa, a la vista, y que se desliza sobre la piel. Este es el golpe final de Lenora de Barros para deponer su juicio, si se me permite bromear con Artaud y Deleuze.

Vemos esta singularización de la corporeidad en piezas como Homenaje a George Segal e No dije nada. Las impurezas que fermentan en la lengua se esparcen por todo el cuerpo, explotando en configuraciones que aún no encuentran forma. Nos despojan de nuestros anticuerpos, de nuestro olvido de la carne, al producir en nosotros anticuerpos: cuerpos que no se someten al juicio racional, cuerpos que no se adaptan a lo comunicable porque son fértiles de negatividad.

Lenora de Barros juega con diferentes modos de percepción. A través de entornos sonoros y visuales, como en La cara. La lengua. el vientre e toque de ojos, desestabiliza nuestros circuitos de sensibilidad adicta. El arte comienza a funcionar como una reevaluación de nuestras formas de relación singular con la norma. Toda singularización ocurre a través de experimentos inusuales. Permite el surgimiento de nuevas corporeidades al intervenir directamente en lo sensible, algo que la filosofía siempre ha excusado. Mientras la filosofía conserve su miedo a mezclarse con la experiencia estética, seguirá siendo platónica, en el sentido de cerrar los ojos a la materialidad de lo real.

El filosofismo enseña a morir porque rechaza la vida, renuncia a su infinitud. Seguiremos siendo aprendices de la muerte, aprendiendo sin cesar a negar la fuerza productiva de la negación, soñando con la verdad estática y pálida de nuestros párpados. La artista nos enseña, en la línea de este modelo, que lo más decisivo late en la carne, en su afán por fabricar nuevas formas de socialización de lo singular.

*Peter Penny Cook es estudiante de maestría en filosofía en la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE).

La Pinacoteca de São Paulo acoge la exposición Lenora de Barros: Mi Líagua, curada por Pollyana Quintella, hasta el 9 de abril de este año.

Nota


[i] Las fotos de las obras fueron extraídas del artículo “Cuerpo y lenguaje en la obra de Lenora de Barros”, publicado en el blog Alma artística, y sus créditos son de autoría íntegra del crítico Diogo Barros. El artículo adjunto es también un interesante comentario sobre la exposición. Está disponible en https://blog.artsoul.com.br/corpo-e-linguagem-na-obra-de-lenora-de-barros/

Ver todos los artículos de

10 LO MÁS LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

Ver todos los artículos de

BUSQUEDA

Buscar

Temas

NUEVAS PUBLICACIONES

Suscríbete a nuestro boletín de noticias!
Recibe un resumen de artículos

directo a tu correo electrónico!