Por Aldo Fornazieri
El discurso de Greta Thunberg en la ONU, el 23 de septiembre, fue el más importante, el más contundente y el de mayor alcance histórico producido por nadie en estas dos primeras décadas del siglo XXI. Ele expressa a síntese de um grito desesperado e de uma rebelião promovidos por milhões de jovens ao redor do planeta que estão perdendo o direito de sonhar, pois este lhes está sendo roubado por todo um sistema predador do mundo, encabeçado pelas elites políticas e econômicas de todos los paises.
Este grito desesperado no solo tiene sonidos humanos, tiene sonidos de todas las especies, tiene el sonido de la biodiversidad, tiene el sonido de varios ecosistemas que ya están siendo destruidos para siempre. Es un grito que trae la desesperación de la vida que arde en la Amazonía, de la vida que se desvanece en el fondo de los mares, de la vida que se roba en las afueras de las grandes ciudades del mundo.
La rebelión ambientalista de los jóvenes se convertirá en el evento sociopolítico más importante de la primera mitad del siglo XXI y se destacará como un hecho único en la historia de la humanidad, pues unirá, por primera vez, a una generación de jóvenes en torno a una causa común planetaria, de una causa común a toda la humanidad.
Greta Thunberg es el símbolo y la encarnación de esa rebelión. Tus actitudes podrían hacerte ganar el Premio Nobel de la Paz el próximo viernes. Tanto sus actitudes como el discurso que pronunció en la ONU expresan la valentía sin precedentes de esta joven, su osadía desenfrenada. Es un contraste abrumador con la mediocridad, la hipocresía y la decadencia de las generaciones de líderes políticos que proliferan hoy en todos los países.
Greta Thunberg se dio cuenta de todo el alcance de la gran tragedia en la que se hunde toda la humanidad. Las metas ambientales de las Conferencias Internacionales y de la ONU no se están cumpliendo. Por eso, en la ONU, tuvo la osadía de decirles a los líderes políticos que son hipócritas, que son ladrones de sueños, que son ladrones de vidas: “Me robaste mis sueños y mi infancia con tus palabras vacías… Y cómo ¿Te atreves a venir aquí y decir que estás haciendo lo suficiente?… Si realmente entiendes lo que está pasando y sigues sin actuar, eres malvado”.
Pocos líderes políticos en el mundo se salvan de esta dura advertencia, de la jeremiada de Greta. No fueron solo los criminales ambientales como Trump y Bolsonaro quienes se sintieron ofendidos por sus duras recriminaciones. También se han desenmascarado hipócritas como Macron y otros líderes. Ahora no será solo Jerusalén la que estará bajo amenaza de destrucción por los pecados de un pueblo. Es todo el planeta el que está en riesgo por los pecados de toda la humanidad. Todos debemos sentirnos culpables por esto para impulsar cambios en nuestras actitudes cotidianas y estimular nuestra indignación y participación en la rebelión juvenil.
La humanidad, especialmente las grandes empresas, el gran capital, no tiene derecho a seguir ejerciendo una relación depredadora de los recursos naturales. El capital no tiene derecho a seguir destruyendo las condiciones de vida en la Tierra en su criminal y demente búsqueda de ganancias.
La crisis ambiental es una crisis del modo de producción depredador, guiado por los objetivos de una explotación económica desmedida que ignora la sustentabilidad de los recursos naturales y las consecuencias sociales y ambientales de sus acciones. Pero también es el resultado de una concepción errónea y destructiva de la relación del hombre con la naturaleza y de la relación de los seres humanos entre sí. Es producto de una apropiación brutalmente desigual de los recursos naturales, que consagra tanto la desigualdad entre países como la desigualdad dentro de cada país.
Frente a este modo de producción depredador, las mayores víctimas de la crisis ambiental y los efectos que ya produce hoy son los más pobres, los habitantes de la periferia de las grandes ciudades. Estas poblaciones sentirán cada vez más los efectos de los desastres ambientales, eventos extremos como inundaciones, tormentas, huracanes, sequías, falta de agua, falta de alimentos, etc. Estudios de modelos y proyecciones científicas indican que en los próximos años el número de refugiados, la mayoría de los cuales son pobres.
Enfrentar la crisis ambiental tiene dos grandes dimensiones, dos grandes vértices: (1) el cambio de actitud de la humanidad frente al calentamiento ambiental, la degradación ambiental y la necesidad de sustentabilidad; (2) el cambio en el sistema económico y social y en el modo de producción, poniendo al capitalismo depredador bajo el foco de críticas y ataques.
No habrá una solución adecuada a la crisis ambiental sin enfrentar el capitalismo depredador y su modo de producción. Hay vínculos indisolubles entre la crisis ambiental y la crisis social y es necesario resaltarlos, haciendo que las dos luchas vayan de la mano. La lucha ambiental no puede desvincularse de la lucha por la justicia social, por la igualdad.
En este sentido, sobra decir que la mayor parte de la izquierda necesita reposicionarse frente a la crisis ambiental. Si Greta Thunberg fue atacada violentamente por la extrema derecha, lamentablemente también fue criticada por partes de la izquierda e ignorada por la mayoría. Greta está adelantada a su tiempo porque la mayoría de los líderes políticos y de partidos tienen la vista puesta en el pasado. Si líderes como Trump y Bolsonaro son francamente criminales y depredadores ambientales, si la mayoría de los líderes políticos de derecha y de centro son hipócritas frente a la crisis ambiental, la mayoría de los líderes de izquierda son indiferentes. Por lo tanto, urge actualizar la agenda y los programas de los partidos y movimientos de izquierda para que la crisis ambiental ocupe un lugar central en sus preocupaciones y acciones.
Cambiar propuestas y actualizar programas no es suficiente. El modelo de liderazgo también necesita cambiar. Los grandes desafíos, los grandes dramas y las grandes tragedias de la humanidad y de la sociedad necesitan líderes con un nuevo perfil, líderes más audaces, líderes que sepan asumir el riesgo de acciones desmedidas, como lo exigen las tragedias desmedidas.
Los jóvenes que ingresan hoy al activismo político y social deben darse cuenta de que el modelo de liderazgo de la camisa con puños de encaje ya no funciona. La azucarada cordialidad parlamentaria y la política meramente declaratoria no son capaces de responder a los graves desafíos de hoy. La grotesca agresividad de la extrema derecha no puede ser enfrentada con una repugnancia llorosa por el odio y llamamientos infantiles a la civilidad. El mundo en el que vivimos es brutal para la gran mayoría de las personas. Necesita ser enfrentado por líderes audaces, con acciones de valentía desmedida.
*Aldo Fornazieri Profesor de la Facultad de Sociología y Política (FESPSP)