por FERNANDO NOGUEIRA DE COSTA*
La austeridad fiscal es la liturgia neoliberal que sacrifica vidas en el altar de la deuda. Mientras los mercados rezan por tasas de interés altas, la gente paga la factura con salud y educación. ¿Justicia fiscal? Una herejía en el catecismo del capital.
El discurso de la austeridad fiscal es uno de los más saturados de eufemismos tecnocráticos y "palabras mágicas". Naturalizan el sacrificio de la mayoría en nombre de una supuesta responsabilidad.
A continuación, presento un texto estándar, con lenguaje propio de la prensa o de las inteligencias artificiales. A continuación, contrapongo una versión crítica, categórica y políticamente contextualizada.
Texto estándar neoliberal (estilo prensa/inteligencia artificial)
“Ajuste fiscal y sostenibilidad de las cuentas públicas”
Ante el escenario de aumento de la deuda y restricciones presupuestarias, muchos países, incluido Brasil, se enfrentan al reto de equilibrar sus cuentas públicas. En este contexto, se suelen adoptar políticas de austeridad, como recortes del gasto, para garantizar la sostenibilidad fiscal y preservar la confianza de los inversores.
Los expertos argumentan que controlar el gasto es esencial para evitar desequilibrios, ya que comprometen el crecimiento económico a largo plazo. Si bien existe debate sobre los efectos sociales de estas medidas, muchos analistas las consideran necesarias para mantener la credibilidad y atraer inversión.
Aun así, es importante encontrar maneras de preservar los programas sociales esenciales y al mismo tiempo promover la gestión responsable de los recursos públicos”.
Versión crítica, categórica y sistémica (y vista como de izquierda)
“La austeridad fiscal es un proyecto de clase”
“El discurso de la austeridad —basado en recortar el gasto social en lugar de gravar a los más ricos— no es una necesidad económica, sino una opción política guiada por intereses de clase.
La idea de que el control del gasto es condición para la confianza de los inversores sirve como chantaje permanente contra cualquier política redistributiva. La llamada sostenibilidad fiscal es, en la práctica, la priorización sistemática del pago de intereses de la deuda pública en detrimento de la salud, la educación, la vivienda y la infraestructura.
Mientras tanto, la tributación sobre las ganancias, los dividendos y las grandes fortunas sigue siendo simbólica o inexistente. La carga fiscal brasileña sigue siendo altamente regresiva: penaliza el consumo y las rentas del trabajo, a la vez que preserva los privilegios del capital.
El ajuste fiscal no es neutral: impone el costo de la rendición de cuentas a quienes están en la base para proteger la rentabilidad de quienes están en la cima. Recortar el gasto social mientras se niega a tocar los ingresos es una forma encubierta de mantener la desigualdad estructural.
La solución no pasa por más recortes, sino por una reforma fiscal verdaderamente progresista. Esta confrontará los intereses de los más ricos y reorientará el presupuesto hacia la reproducción de la vida, no hacia la deuda.
Ya sea en la derecha o en la izquierda, los clichés son implacables y tediosos. Tampoco son efectivos. Al fin y al cabo, los lectores pasan por alto lo ya conocido… y no les sorprende «más de lo mismo» como la eterna «denuncia del capitalismo».
La sátira es una herramienta pedagógica irónica para desnaturalizar estos discursos hegemónicos. Una narrativa satírica en forma de letanía neoliberal, inspirada en el estilo periodístico económico de... Terrae Brasilis —lleno de "palabras mágicas", jerga corporativa y abstracciones vacías. Se repiten como un mantra tecnocrático.
Letanía de responsabilidad fiscal: un rosario neoliberal en siete puntos
En nombre del trípode, del ancla y de la confianza, amén.
Hermanos y hermanas, es hora de hacer sus tareas.
Porque el desafiante escenario exige ajustes estructurales, en nombre del clima de negocios y de la previsibilidad macroeconómica.
El Estado hinchado debe ser contenido con firmeza y responsabilidad.
Es necesario recortar, es necesario sangrar, porque gastar más no es una solución sostenible.
Al fin y al cabo, no hay nada gratis, excepto para aquellos que se benefician de los intereses.
Alabado sea el límite del gasto y el marco fiscal, instrumentos sagrados capaces de liberarnos de la tentación de invertir en la gente.
Porque el foco debe estar en la eficiencia, y la eficiencia, como sabemos, está donde el Estado no llega.
¿Impuestos a las grandes fortunas?
Tema complejo, poco viable, difícil de implementar.
Es mejor ampliar la base, modernizar los registros… y, sobre todo, fomentar el emprendimiento.
Los ricos, después de todo, son héroes de la meritocracia, no contribuyentes.
El mercado reaccionó bien.
El informe fue bien recibido.
La agencia de calificación crediticia elevó las perspectivas.
Y la confianza inversionista, esa entidad mística y exigente, sonrió discretamente ante la nueva contingencia sanitaria.
Los desafíos sociales, por supuesto, persisten.
Pero es importante mantener el compromiso con las reformas.
Avanzar en la consolidación fiscal, reducir las ineficiencias, ajustar la combinación de políticas públicas a la nueva normalidad del capital globalizado.
En nombre de la primaria positiva, de spread gobernanza controlada e intertemporal de la deuda, seguimos comprometidos con la sostenibilidad fiscal a largo plazo.
Y oremos para que nunca nos falte la confianza de los mercados, aunque nos falte el pan.
Amén.
*Fernando Nogueira da Costa Es profesor titular del Instituto de Economía de la Unicamp. Autor, entre otros libros, de Brasil de los bancos (EDUSP). Elhttps://amzn.to/4dvKtBb]
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