Karl Kautsky como crítico del bolchevismo

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por RUBENS PINTO LYRA*

Algunos de sus ecos en el siglo XXI

“La tarea del socialismo en relación con el comunismo es asegurar que la catástrofe moral de un determinado método de socialismo no se convierta en la catástrofe del socialismo en general, y que esta distinción esté claramente presente en la conciencia de las masas” (Karl Kautsky, Terrorismo y Comunismo, 1919).

El anatema de Lenin al “renegado” Kautsky

Karl Johann Kautsky nació en Praga, el 8 de octubre de 1854 y murió en Ámsterdam, el 17 de octubre de 1938. Fue el principal teórico marxista de la Segunda Internacional, asociación que agrupaba a los partidos socialistas de todo el mundo, desde su fundación. inicios fundada en 1889 hasta 1916, cuando no resistió la división entre los socialistas durante la Primera Guerra Mundial y cerró sus puertas.

Con la muerte de Marx en 1883, Kautsky se convirtió en el principal colaborador de Engels y su albacea político. Fue considerado el “maestro”, o el “papa” del marxismo, incluso por Lenin, hasta que entró en desacuerdo con él sobre un asunto de capital importancia: la naturaleza de la Revolución Rusa: si debía tener un carácter democrático o socialista. contenido. Kautsky -hay que subrayarlo- lo apoyó desde el principio. Sin embargo, no estaba de acuerdo con su carácter socialista, pues entendía que el capitalismo y la clase obrera rusa, en 1917, eran todavía incipientes, y por tanto no existían las condiciones económicas, sociales y políticas para la instalación de un régimen socialista en la Rusia zarista.

Lenin, a partir de entonces, comenzó a considerar a Kautsky un traidor dentro del movimiento socialista, negando su condición de marxista y ridiculizando sus análisis de la Revolución Rusa. Sin embargo, la trascendencia de estas consideraciones obligó al propio Lenin y también a Trostky, sus máximos exponentes, -a pesar de que Rusia se encontraba en plena guerra civil y en guerra contra los países imperialistas- a reservar una parte de su precioso tiempo para responder a las críticas. del renombrado teórico de la Segunda Internacional.

Así, el anatema lanzado por Lenin contra su antiguo maestro fue de tal magnitud que se inscribe en las famosas Veintiuna Condiciones, impuestas, en 1920, en el Segundo Congreso Mundial de la Internacional Comunista, a los partidos socialistas de carácter marxista que quería unirse a esa organización. . La Primera de las Veintiuna Condiciones ya explica que: “en las columnas de los periódicos, en las reuniones públicas, en los sindicatos y en las cooperativas, donde están presentes los afiliados de la Tercera Internacional, es necesario marcar con hierro candente, sistemática y despiadadamente, no sólo a los burgueses, sino a sus cómplices, los reformistas de todas las tendencias”.

Kautsky se convirtió en el blanco principal de este texto, mereciendo incluso una referencia nominal en la Condición Séptima, contenida en el citado documento. Este último, al exigir incondicionalmente la ruptura con teóricos y líderes políticos marxistas de gran relieve, que disentían de Lenin, afirma textualmente que “no se puede admitir que notorios reformadores como, por ejemplo, Turati, Kautsky, Hilferding, Longuet y otros hayan el derecho a considerarse miembros de la Tercera Internacional”.

Kautsky continuó con la marca de renegado mientras duró la hegemonía de la ideología leninista. Este sufrió un duro golpe, tras la caída del Muro de Berlín, en 1989, con la progresiva desaparición del llamado comunismo soviético. A su crítica dedicó Kautsky lo mejor de sus energías desde los primeros meses de la Revolución Rusa hasta su muerte, exiliado en Holanda, en 1938.

Sin embargo, el “maestro del marxismo” permanece en el limbo hasta el día de hoy, con la mayor parte –y la más significativa– de su obra prácticamente desconocida, en particular la parte referida a la crítica del bolchevismo. Sus “libros notables”, para usar la expresión del respetado estudioso del marxismo Ruy Fausto, son indispensables para conocer la más importante y completa crítica, de carácter marxista, del bolchevismo y la Revolución Rusa. En efecto, sus premonitorios análisis identificaron, desde la década de 1920, las causas de la fragilidad del régimen bolchevique, apuntando a su inexorable fracaso y consecuente desaparición.

Como recuerdan eminentes estudiosos franceses, “pese a su extraordinaria cultura marxista”, el “Papa de la Segunda Internacional” fue interpretado por el intelligentsia de la izquierda -y no sólo por ella- en el basurero de la historia y del pensamiento. Pero, curiosamente, la condena que sufrió se basó en una mera sospecha teórica. No fue, por tanto, bajo verdaderos criterios teóricos que fue juzgado. No fueron tanto los argumentos de Lenin como, sobre todo, el poder de la URSS lo que refutó a Kautsky. Pero tal procedimiento, por engañoso que sea, podría resultar contraproducente para sus creadores, ya que el Estado fundado por Lenin resultó ser un formidable aparato de dictadura y muchos pudieron quedar encantados con la clarividencia de quien, desde 1918, había analizado y denunciado el advenimiento de esta dictadura” (BERGUNIOUX Y MANIN: 1979:77).

Sin embargo, la confirmación práctica de los análisis de Kautsky relacionados con el inevitable derrumbe del comunismo soviético –además de la pertinente revisión de algunas importantes tesis de Marx– no fueron suficientes para promover la rehabilitación política del teórico de la Segunda Internacional, ni para sacarlo del poder. limbo intelectual a que se limitó. Dichos análisis quedan casi como si no hubieran existido, cuando el derrumbe del llamado “socialismo real” debería haberles dado una enorme credibilidad.

Así, para estudiar a Kautsky con alguna exención, es necesario deshacerse de la discriminación ideológica que, a lo largo de varias generaciones, asoció el nombre de este importante estudioso y político marxista con la condición de renegado. Un buen antídoto contra ello será leer lo más relevante de su extensa y polifacética obra. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con ella, pero no tirarla a la papelera de la Historia, como sucede hasta el día de hoy.

El estudio de las tesis de Kautsky sobre el comunismo soviético, que presentaremos brevemente a continuación, nos ayudará a comprender las razones de una presunta conspiración de silencio, emprendida contra quienes proclamaban, con inquebrantable y valiente persistencia, la indisociabilidad entre régimen democrático y socialismo. .

La cuestión del método en Marx

En el debate con Kautsky sobre el comunismo soviético, Lenin lo acusa recurrentemente de revisar las tesis de Marx. En efecto, Kautsky no se atuvo, en esta polémica con Lenin, a lo que “dijo Marx”, como lo hizo el propio Lenin. La actualización del pensamiento de Marx por Kautsky fue vista por Lenin como una desnaturalización de la teoría marxista, como una traición tout court.

En contraste con el dogmatismo descrito anteriormente, Kautsky entendió que no sería posible “jurar sobre la palabra del Maestro ya que más de una vez sus palabras se contradicen entre sí. El marxismo no vino al mundo como un dogma establecido de una vez por todas, sino como una concepción que surgió de la realidad y se desarrolló junto con esta realidad, gracias a los métodos de observación. Desde el manifiesto Comunista, en 1848, hasta el último artículo de Engels, en 1895, el pensamiento de nuestros Maestros sufrió muchas modificaciones. Este simple hecho excluye cualquier ortodoxia, que de ninguna manera fue posible después de su muerte, ya que habían surgido en el mundo varios problemas de los que Marx y Engels no podían saber nada, que teníamos que resolver”.

En resumen, según Kautsky, es el “método” que es el elemento permanente, vital y duradero, lo que constituye el “alma del marxismo” y no los “resultados”, “un elemento históricamente condicionado y pasajero” (SALVADORI, 1982). :301). En efecto, la “revisión” de Kautsky no se centra en cuestiones relacionadas con el método de análisis marxista, ni en los puntos axiales de esta doctrina. Se enfoca en conceptos que el tiempo ha desmentido, o los ha dejado superados, en la perspectiva, esbozada por él, de “sacar del pensamiento de Marx y Engels todo lo que había sobrevivido en él de “utopismo” (SALVADORI, 1988:p.164). ).

Algunos de los temas objeto de la actualización del pensamiento de Marx por parte de Kautsky son de interés directo para comprender el debate entre éste y Lenin sobre el comunismo soviético: la teoría relativa al “derrumbe” del capitalismo; la dictadura del proletariado y la cuestión del autogobierno, con la extinción del Estado.

Sobre la teoría del colapso. Kautsky subraya cómo el apego de los comunistas a una tesis superada por Marx -la de la "podredumbre del capitalismo"- que conduciría a su colapso, apoyó la ilusión bolchevique de que sería posible, rápidamente, debilitar este sistema, con la instalación de regímenes de tipo soviético en Europa. Y, en esta estela, romper el aislamiento de Rusia, viabilizando, desde fuera, el régimen de los soviéticos

El teórico de la socialdemocracia alemana, contrariamente a lo que pretendían los comunistas, sostenía que el capitalismo no estaba “al borde del precipicio”, “putrefacto”, o en sus últimos estertores. Repasó sus primeros análisis al respecto, cuando se percató de que el “capitalismo regulado” tenía formas de controlar la crisis y promover, dentro de una relativa estabilidad, el crecimiento de las fuerzas productivas.

Pero consideró positiva esta evolución, ya que no esperaba “la victoria del socialismo de la decadencia económica del capital, sino del ascenso y consolidación moral, intelectual y política del proletariado”. (1989: 26). Esta victoria podría hacerse realidad, a pesar de que el capitalismo controle sus crisis, ya que este sistema productivo no pudo eliminar la raíz de la lucha por el socialismo: la explotación del proletariado a través de la plusvalía.

Mientras los “marxista-leninistas” apostaban por una revolución hambrienta, ya que el capitalismo reduciría a las masas proletarias a una situación de miseria creciente, Kautsky creía lo contrario: si la clase obrera se hubiera hundido en una miseria cada vez mayor, sería incapaz de liberar. Por el contrario, debido a que, bajo el capitalismo, mejoró sus condiciones de vida, escapando así de la brutalización, ahora puede luchar por su emancipación: “El socialismo, es decir, el bienestar general de la civilización, se vuelve posible solo a través del inmenso desarrollo de las fuerzas productivas provocadas por el capitalismo, por la enorme riqueza creada por él, y concentrada en manos de la clase capitalista” (1979: p. 57).

Por tanto, a juicio de Kautsky, el advenimiento del socialismo no sería obra del proletariado hecho jirones, ni la violencia sería el instrumento de su realización. Por el contrario, gracias a la educación política, posibilitada por el mejor nivel de vida alcanzado por la clase obrera, ésta tendrá la fuerza para emprender reformas sociales pacíficas que allanarán el camino al socialismo.

En suma, tanto el capitalismo desarrollado, generador del crecimiento cuantitativo del proletariado y condición de su “madurez”, como la vigencia de la democracia, capaz de viabilizar las reformas, constituyen elementos indispensables para que los trabajadores, cuando conquisten el poder del Estado, lo asuman. la gestión de las empresas socializadas y promover la expansión de la democracia, hasta el punto de eliminar sus límites de clase.

Em La revolución del proletariado, Kautsky repasa el pensamiento de Marx sobre el concepto de dictadura del proletariado y sobre el fin del Estado. Sobre la cuestión de la dictadura del proletariado se expresa en los siguientes términos: “es cierto que la democracia no garantiza una transición pacífica, pero indefectiblemente esta transición es imposible sin democracia” (1979:30).

En 1919, propuso reemplazar el término “dictadura” por “dominio”, de tal manera que no se indujera a pensar que el régimen de transición al socialismo sería antidemocrático. Tomó como ejemplo la Comuna de París, pero entendiendo que “la Comuna no significaba el aniquilamiento de la democracia, sino que se fundaba en su aplicación más profunda, sobre la base del sufragio universal. El poder de gobierno debe estar sujeto al sufragio universal” (1979: 30).

En 1921, Kautsky da un paso adelante y propone superar la tesis de la extinción del Estado, como hacen hoy la mayoría de los marxistas. Califica esta propuesta de utópica. La dictadura ejercida por los bolcheviques demostró que no es posible concebir la eliminación de la burocracia, ya que las empresas, sindicatos y cooperativas y partidos políticos no pueden prescindir de empleados especializados ya que el pueblo no puede administrarse a sí mismo. Tiene “necesidad de órganos propios para la realización de los asuntos concernientes a la administración de sus organismos. Sobre todo, necesita al más poderoso de sus organismos: el Estado. En lugar de autogobierno, es mejor hablar de autodecisión del pueblo” (SALVADORI, 1988: 534).

Así, para Kautsky el Estado como organismo regulador es necesario en el socialismo, aunque expurgado de su contenido de clase. Esto se debe a que la sociedad seguiría necesitando un órgano para contener sus impulsos particularistas. Se trata de crear un nuevo Estado, basado en una “democracia sin clases” (KAUTSKY: 1979, p. 83).

* Rubens Pinto Lyra Es Doctor en Derecho (en el área de Política y Estado). Publicó, entre otros libros, Le Parti communiste français et l'intégration européenne (Nancy, CEU, 1974) ySocialismo: callejones sin salida y perspectivas (São Paulo, Scritta, 1991).

Referencias


BERGOUNIOUX, Alain y MANIN, Bernard. La socialdemocratie ou le compromiso. París: Presses Universitaires de France, 1979. 216 p.

GIRAULT, Jacques y ROBERT, Jean Louis. 1920: El Congreso de Tours. París: Messidor/ Éditions Sociales, 1990. 188 p.

KAUTSKY, Karl. La dictadura del proletariado. São Paulo: Librería Editora Ciências Humanas, 1979, p.1-90.

SALVADORI, Máximo. Kautsky entre la ortodoxia y el revisionismo. En: Historia del marxismo. vol. II. Río de Janeiro/Sao Paulo: Ed. Paz y Tierra, 1982.

SALVADORI, Massimo. Crítica marxista al estalinismo. En: Historia del marxismo, vol. VIII. São Paulo, Paz e Terra, 1986.

 

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