Karl Kautsky como crítico del bolchevismo – II

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por RUBENS PINTO LYRA*

Confrontación de tesis sobre socialismo y democracia de Lenin y Kautsky

“El socialismo está indisolublemente ligado a la democracia. No hay socialismo sin democracia” (Karl Kautsty, en La dictadura del proletariado)

La manzana de la discordia

A pesar del antagonismo existente entre las tesis de Kautsky y las de Lenin sobre la naturaleza del socialismo y sus relaciones con la democracia, ambos teóricos socialistas tenían al marxismo como método de análisis y guía de acción.

En efecto, tanto Lenin como Kautsky basaron sus teorías y praxis en la concepción materialista de la historia cuyo núcleo básico, como recuerda Engels en su introducción al Manifiesto Comunista, considera que

“en cada época histórica, el modo de producción económica predominante y la estructura social que condiciona, forman la base material sobre la que descansa la historia política de dicha época y la historia de su desarrollo intelectual (…); que de este hecho se sigue que toda la historia humana ha sido la historia de la lucha de clases, de la lucha entre las clases explotadoras y explotadas; que la historia de esta lucha de clases llega a una etapa en la que la clase explotada – el proletariado – ya no puede liberarse del yugo de la clase que la explota y la oprime – la burguesía – sin liberarse al mismo tiempo, de una vez por todas , toda la sociedad de toda explotación, opresión, división de clases y lucha de clases” (MARX E ENGELS,1967:21).

Estos postulados básicos del marxismo guiaron la doctrina y la acción de la mayoría de las asociaciones políticas europeas, creadas en la segunda mitad del siglo pasado, con la denominación común de partido socialdemócrata. Por lo tanto, dedicaron todas sus energías a construir, a través de la lucha de clases, una sociedad socialista.

Según Bottomore, también tenían en común “un compromiso claro ya menudo reiterado con la democracia, no sólo como el proceso a través del cual la clase obrera llegaría al poder, sino también con la sustancia de la sociedad socialista” (BOTTOMORE, 1988: 338) .

Sin embargo, la disputa por este tema adquirió, con el tiempo, creciente importancia, hasta convertirse en un punto de discordia entre los seguidores de Lenin y las demás corrientes de mayor expresión en el movimiento socialista. La discusión sobre el carácter del partido revolucionario (que incluía visiones antagónicas sobre la democracia) sirvió como detonante del proceso de ruptura entre los leninistas y los demás miembros de la Segunda Internacional, partidarios del llamado “socialismo democrático”.

A continuación, estudiaremos las principales divergencias entre estas dos tendencias, contrastando, en particular, de manera sistemática, las tesis de Kautsky -principal teórico de la socialdemocracia- hegemónica dentro de la Segunda Internacional, y las de Lenin, que cimentó el bolchevismo y impulsó la creación de la Tercera Internacional, también conocida como Internacional Comunista.

Diferencias sobre la “forma de partido”

Esta divergencia se originó en el Segundo Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia celebrado en 1903. En este Congreso, los delegados se dividieron en dos grupos. La primera, encabezada por Lenin, que quería un partido de cuadros, integrado por militantes entregados, y que, por tanto, exigía “la participación activa y políticamente comprometida de los afiliados a la organización”. La segunda, encabezada por Martov, que consideraba suficientes formas de participación menos rígidas, como el simple ejercicio de actividades sindicales o la mera colaboración con el partido (LANE, 1988:34-35).

Sin embargo, como explica Lisa Foa, “esta divergencia en realidad escondía dos concepciones muy diferentes de lo que debería ser la estructura del partido revolucionario: una organización formada por militantes de tiempo completo y, por tanto, limitada en número, pero compacta y disciplinada, o una partido con lazos más elásticos y flexibles, abierto también a simpatizantes y colaboradores” (FOA, 1985: 115).

El antagonismo sobre este tema se manifestó irreductiblemente con la creación, por iniciativa de los bolcheviques, de la Tercera Internacional, que, según ellos, separaría el trigo de la paja. Por un lado, los que apoyaban el método de conquista del poder, el tipo de gobierno y el modelo de sociedad instalado por el Partido Bolchevique en la Unión Soviética; por el otro, sus oponentes socialdemócratas. En efecto, la afiliación a la Tercera Internacional estaba condicionada a la aceptación, por parte de cada partido candidato a su afiliación, de las Veintiuna Condiciones, verdaderamente draconianas, impuestas por la Tercera Internacional. La Tercera y la Duodécima, por ejemplo, relativas a la organización de los partidos, estipulaban que los partidos afiliados debían formarse sobre la base del centralismo democrático.

Es decir, dichos partidos estarían sujetos a una “disciplina de hierro”, en el modelo de la “disciplina militar”, con su dirección “dotada de plenos poderes y las más amplias competencias”. Más: la Condición Decimoquinta establece que “los programas de todos los partidos afiliados a la Internacional Comunista deben ser aprobados por el Congreso Extraordinario de la Internacional Comunista, o por su comité ejecutivo”. La Tercera Condición determina además que "dado que los comunistas no pueden tener ninguna confianza en la ley burguesa (...) deberían crear en todas partes un aparato ilegal". Finalmente: la XXI determinó que, entre sus miembros, aquellos que rechazaran las condiciones y tesis de la Internacional Comunista debían ser “excluidos del Partido” (En: GIRAUD y ROBERT: 124 y 126).

Esta concepción de la organización del partido fue enérgicamente refutada por los socialdemócratas. En su libelo contra el poder discrecional ejercido por los bolcheviques en la Rusia soviética, titulado La dictadura del proletariado, Kautsky, en una evaluación premonitoria, preveía la relación entre las características del partido revolucionario, tal como lo concebía Lenin, y el aniquilamiento de la democracia. , tanto en el partido como en la sociedad rusa.

Según Kautsky, “no se puede organizar ilegalmente a las masas y, además, una organización ilegal no puede ser democrática. Este tipo de organización conduce siempre a la dictadura de uno o más jefes, y los miembros comunes se transforman en meros ejecutores. Tal situación se vuelve necesaria sólo donde los estratos oprimidos están completamente privados de democracia. Y esta situación, lejos de favorecer la autonomía e independencia de las masas, no hace sino reforzar la creencia que los líderes tienen en ser mesías, así como su tendencia a la dictadura” (KAUTSKY, 1979: 15).

Desacuerdos sobre la conquista del poder, la dictadura del proletariado y la transición al socialismo

Lenin llevó a cabo, en la Rusia zarista, una revolución de tipo insurreccional, con el derrocamiento, de un golpe, del Estado capitalista, a través de una minoría de activistas. Además, consideró esta forma de conquista del poder como un modelo universal, aplicable a todos los países dominados por el capitalismo.

El líder de la Revolución Rusa defendió abiertamente -respecto al régimen de transición hacia el socialismo- la “dictadura del proletariado”, entendida como el “uso del terror” contra los opositores al poder soviético. En su concepción “el proletariado no puede triunfar sin romper la resistencia de la burguesía y aplastar a sus adversarios”. En suma, la dictadura del proletariado debe funcionar como un poder que “descansa directamente en la fuerza y ​​no está sujeto a ninguna ley, y por tanto los “explotadores” deben ser “aplastados” por la clase oprimida y “excluidos de la democracia” (1970). :31 y 110).

A diferencia de Lenin, los socialdemócratas rechazan el uso de la fuerza como medio para obtener el poder. Sólo lo admiten excepcionalmente, cuando un país ha sido dominado por un gobierno tiránico. Como regla general, la revolución debe lograrse “por el llamado método pacífico, de lucha de clases, que se limita al uso de medios no militares, como el parlamentarismo, huelgas, manifestaciones, periódicos y otros medios de presión similares”. ”, así como por “medidas económicas, legislativas y morales” (KAUTSKY, 1979, p. 28).

Es, por tanto, un proceso revolucionario que requiere una preparación larga y paciente, basada en la lucha y la reivindicación política y en el trabajo duro para convencer a las masas, hasta que “estén maduras para la revolución”. “Para que la victoria alcanzada no se pierda y se mantenga”, dice Kautsky, “será necesario iluminar y convencer a las masas mediante una propaganda intensiva, antes de que empecemos a emprender la ejecución del socialismo” (1979, p. 24). En este sentido, la aproximación del pensamiento de Gramsci al de Kautsky es clara.

Kautsky considera que la democracia es necesaria, no sólo para promover el derrocamiento del capitalismo, sino que también constituye “la base indispensable para la construcción del modo de producción socialista”. Y es sólo gracias a los efectos de la democracia que subraya “que el proletariado adquiere la madurez necesaria para la realización del socialismo” (1979, p. 24).

Y concluye Kautsky: “un régimen que cuente con el apoyo de las masas sólo utilizará la fuerza para defender la democracia, y no para aniquilarla. Se suicidaría de verdad si quisiera destruir su fundamento más seguro: el sufragio universal, fuente profunda de una poderosa autoridad moral” (KAUTSKY, 1979: 32).

Diferencias sobre el valor y alcance de las instituciones democráticas en el régimen capitalista

Según el líder de los bolcheviques, la democracia “sigue siendo y no puede dejar de ser, bajo la dominación capitalista, un régimen tímido, mentiroso, hipócrita, un paraíso para los ricos, una trampa, un señuelo para los explotadores y los pobres. Así, sería un error apostar por este tipo de democracia, porque “cuanto más desarrollada”, asegura Lenin, “más se alejan las masas de la participación en el gobierno, la libertad de reunión, de prensa, etc. (LENÍN, 1979: 106).

En cuanto al Parlamento, por muchas ilusiones que los reformistas cultiven al respecto, lo cierto es que “son más dependientes de la Bolsa y de los banqueros cuanto más desarrollada está la democracia” (1979:109). Dichos parlamentos son, en efecto, “un organismo ajeno a sus intereses (los del proletariado), un instrumento de opresión de la burguesía contra los proletarios, la institución de una clase hostil, de una minoría de explotadores” (LENIN, 1979: 110) .

En estas condiciones, la participación en las instituciones burguesas no puede ser estratégica, aceptándolas efectivamente, ya que, de hecho, son visceralmente antidemocráticas. Es, como no deja duda Lenin, una mera presencia táctica, instrumental, que no desprecia ninguna oportunidad de aprovechar los resquicios de la “democracia” capitalista, pero sin perder nunca de vista la “estrechez y relatividad del parlamentarismo burgués” (LENIN, 1979: 109).

Mientras que Lenin destaca las debilidades, a su juicio, intrínsecas, de lo que llama democracia burguesa, necesariamente “miserable, una farsa, una democracia exclusivamente para los ricos” (1970: 111). Kautsky demuestra que su existencia es fundamental para que el proletariado “gane madurez de año en año” ya que la praxis democrática da lugar a “la organización, la propaganda y la conquista de las reformas sociales”. “Por otro lado, el régimen democrático en el capitalismo brinda a los trabajadores la oportunidad de discutir y deliberar sobre las formas de lucha más apropiadas para generar cambios. Así, a través de las conquistas obtenidas –como la reducción de la jornada laboral– la “masa del pueblo” amplía su tiempo libre, adquiere experiencia en la práctica cotidiana de la autogestión y, por tanto, es capaz de luchar, ella misma, por la autogestión. revolución” (KAUTSKY, 1979: 24).

La conquista de la hegemonía, posibilitada por el ejercicio de la democracia en el capitalismo, requiere, para consolidarse políticamente, “organizaciones independientes, integradas por ciudadanos, instituyendo la autogestión en colectividades y provincias”. Según Kautsky, el socialismo está condenado a seguir siendo una utopía mientras el proletariado no adquiera la capacidad de autogestión de todas las organizaciones de las que se apodera, incluido el Estado (KAUTSKY, 1979, 24).

“De esta forma, la clase obrera, que crece sin cesar en número, fuerza e inteligencia, se convertirá, gracias a las prácticas antes referidas, en “la clase más importante de la población”. En este momento “estará habilitada para conquistar el poder político, mediante el sufragio universal e igualitario, como única forma racional de elegir la sociedad actual y, en consecuencia, de instalar, con la aquiescencia de la población, una sociedad socialista” (Kautsky, 1979). : 21).

* Rubens Pinto Lyra Profesor emérito de la UFPB y autor, entre otros libros, de La Gauche en France y la construcción europea (París, 1978) y Socialismo: callejones sin salida y perspectivas (ed.) (Escrito).

Para leer la primera parte haz clic en https://dpp.cce.myftpupload.com/karl-kautsky-como-critico-do-bolchevismo/

 

Referencias


BOTTOMORE, Tom. Democracia social. En: Diccionario del pensamiento marxista. Río de Janeiro: Zahar, 1968.

FAUSTO, Ruy. La controversia sobre el poder bolchevique. En: Revista Luna Nueva, nº 53, pág. 29-67. São Paulo, 2001.

FOA, Lisa. bolchevismo. En: Bobio, Norberto. Diccionario de Política. Brasilia: UNB, 1985.

KAUTSKY, Karl. La dictadura del proletariado. São Paulo: Librería Editora Ciências Humanas, 1979, p.1-90.

KAUTSKY, Karl. El bolchevismo en el callejón sin salida. París: Presses Universitaires de France, 1982.

KAUTSKY, Karl. Terrorismo y comunismo. París: ed. Jacques Povolovsky, 1919.

QUINIO, Yvon. La muerte de Lenin, la vida de Marx. En: LYRA, Rubens Pinto (org). Socialismo: callejones sin salida y perspectivas. São Paulo: Scritta, 1992. 203 p.

MARX, Karl y ENGELS, Friedrich. manifiesto Comunista. São Paulo: Ed. Claridad, 1967.

ALVADORI, Massimo. Kautsky entre la ortodoxia y el revisionismo. En: Historia del marxismo. vol. II. Río de Janeiro/Sao Paulo: Ed. Paz y Tierra, 1982.

 

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