justicia tardia

Imagen: Magali Magalhães
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por JEAN PIERRE CHAUVIN*

Es necesario que esta nación vuelva a proponer no un espurio “gran acuerdo nacional”, sino un pacto civilizatorio

Se haga justicia. De no ser por las artimañas de un exjuez (de quinta categoría) aliado de lo peor del Congreso Nacional, al amparo de EE.UU., en 2018 no hubiéramos necesitado pasar por cuatro años de oscuridad, en lo social , político, económico, educativo, habitacional, religioso, ambiental, cultural, científico, académico, periodístico, sanitario y…, también en mi caso, en el profesoral.

Sí, porque el actual gobernante en jefe solo tiene una habilidad desde sus días en los cuarteles: promover el caos y pretender actuar contra más de lo mismo. Es evidente que este discurso solo "engañaba" a quienes pretendían creer que actuaría "dentro de las cuatro líneas de la constitución" -como tuvo el descaro de afirmar en los últimos días, al anunciar otra de sus casi siete mil bravatas-. Apoyado por noticias falsas.

El mayor problema es que el odio se propaga más rápido y de manera más insidiosa que el amor. Siguiendo el antiejemplo del jefe de la milicia y líder de los pseudo-pastores televisivos, todos sus asesores, ministros y simpatizantes se vieron autorizados a pensar, decir y cometer atrocidades, pretendiendo confundir nacionalismo con servilismo, CBF con civismo, descortesía con la verdad, la privación de derechos con la modernización, y el prejuicio con la sinceridad.

El balance positivo es que, a pesar del mantenimiento de mentiras durante toda la campaña; de los “datos” tomados del más allá; la polémica actitud de la PRF durante el 30 de octubre; los intentos de intimidar a los neonazis; y la campaña no disimulada de numerosas estaciones de radio y televisión, respaldadas por sujetos que desprecian el pasado y desconocen nuestra historia reciente, Luiz Inácio Lula da Silva fue reelegido en el cargo de Presidente de la República por tercera vez. Como señaló en varias oportunidades el expresidente, era necesario que un hombre humilde, con una infancia dolorosa, similar a tantas vidas de personas menos favorecidas, trajera una mirada diferente a las personas, permitiendo que clases y sectores sociales jugaran un papel protagónico. papel que nunca habían tenido en cuenta los gobernantes de un pseudo país tan acostumbrado a los golpes de Estado.

Hay que celebrar mucho la hazaña de Lula y de los militantes. Sobre todo, esta nación necesita volver a proponer no un espurio “gran acuerdo nacional” –como el pronunciado por Romero Jucá en 2016–, sino un pacto civilizatorio, preferentemente contemplando cláusulas pétreas, dentro y fuera de la Constitución: salud, educación y la vivienda debe ser el pilar de un país efectivamente democrático, libre y soberano.

Este año viví la actividad política como si tuviera veinte o treinta años menos. Asistí prácticamente a todos los grandes actos de São Paulo, tanto en las calles como en las Universidades. Aunque había leído y estudiado menos de lo habitual, me dediqué con más ahínco a textos de menor alcance, asumiendo que algunas reflexiones, por modestas que fueran, podrían ayudar en la ardua tarea de convertir el voto de algún votante que pudiera estar indeciso ( aunque, a decir verdad, nunca comprendan cómo alguien puede sufrir de indecisión ante una mala gestión que se destacó en destilar prejuicios, burlarse de la muerte, poner todo en secreto secreto y detonar los derechos del pueblo).

Ayer fue uno de los días más memorables de esta exigua existencia. Yo, que soy poco más que un profesor de literatura, tuve la rara oportunidad de seguir la votación contando con políticos del partido, simpatizantes y periodistas. Confiaba en la victoria del país contra los neonazis. El margen fue pequeño, repito, probablemente por los chantajes y estafas de esta pandilla de sujetos malévolos, que idolatran el dinero y odian al pueblo, lo que explica que nunca gobernaran para otros, más que megaempresarios, agrolos niños, madereros, así como , mercenarios, sin currículum ni discurso utilizable).

Una vez completadas las encuestas, admiré el discurso de Fernando Haddad, una rara muestra de sobriedad y civismo, en defensa de la disputa democrática. Del hotel subí hasta la Avenida Paulista, que atravesé alegre y despacio, saboreando el aire nuevo que se avecinaba. Y pensar que hace unas semanas, un tipo así imponente y orgulloso de su rudeza, le preguntó a su colega en tono burlón “¿dónde estaban los PT?”. No me atreví a desafiarlo, consciente de mi pequeña talla y de la persona prudente que soy. Hoy respondería que estábamos intimidados porque el otro lado está lleno de gente armada, incluidos seres inhumanos que ocupan cargos políticos que, hipotéticamente, representan los deseos de la población.

Brasil seguirá… A partir del lunes, es probable que el precio de los combustibles, alimentos y medicinas vuelva a subir, al ritmo del dólar –lo que favorece a un ministro de Economía que vive en los años 1970, eructando la modernidad y el despegue económico. Solo un ciego y/o cabrón puede dar crédito a estos muchachos y, peor aún, enorgullecerse de ser cómplice de los 700 muertos y de la situación que enfrentan miles más, que pasaron a vivir en las calles en condiciones de miseria, bajo la mirada altiva de trabajadores precarios, tercerizados y asalariados sin ningún derecho.

Y ojo, son las doce y veintiséis. Todavía escucho bocinas y gente diciendo “Hola, hola, hola, hola. ¡Lula, Lula! El mar rojo cubrió y redescubrió su lugar en la ciudad.

*Jean Pierre Chauvin Es profesor de la Facultad de Comunicación y Artes de la USP. Autor, entre otros libros, de Mil, una distopía (Guante de editor).

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