José Carlos Mariátegui – II

Imagen: Anderson Antonangelo
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por YURI MARTINS-FONTES*

Comentario a la trayectoria política e intelectual del marxista peruano

El pensamiento de Mariátegui tiene como fundamento del materialismo histórico el principio de la praxis: una perspectiva “activa” que lo aleja tanto del “marxismo parlamentario” (pasivo, pacifista) de la Segunda Internacional (la Internacional Socialista); así como del “marxismo académico”, marcadamente teórico, de la corriente luego conocida como marxismo occidental (como fue el caso de ciertos representantes de la llamada Escuela de Frankfurt, entre otros)- intelectuales encerrados en el purismo de los debates académicos, poco comprometidos con la militancia política concreta y los trabajos de base.

Por otra parte, el marxismo de Mariátegui tiene en la dialéctica otro principio básico del pensamiento iniciado por Marx y Engels, que a su vez lo aleja de ciertas interpretaciones simplistas, afectadas por el positivismo o el cientificismo moderno; por ejemplo: el “evolucionismo social” (de la Segunda Internacional), que “naturaliza” la evolución histórica humana; y las teorías “mecánicas”, que querían trasplantar rígidamente los modelos europeos a otras realidades completamente diferentes, como la “etapía” y otras proposiciones de la Tercera Internacional (la Internacional Comunista, por la que militó, pero manteniendo siempre su independencia crítica). Para Mariátegui, en América -mayoritariamente campesina, indígena y mestiza- el marxismo tiene que promover un proceso dialéctico entre el saber de la tradición y el de la modernidad.

El marxismo de Mariátegui, en definitiva, se guía por los principios de la dialéctica y de la praxis, conservando así lo que realmente puede llamarse "ortodoxia" en términos de materialismo histórico: (a) la praxis, pues no basta en teorizar, pero tiene la deber de intervenir en el mundo, desde allí repensar esta nueva realidad transformada; (b) dialéctica, en cuanto sostiene que la intervención en la realidad debe darse desde la juiciosa interpretación de cada realidad, acción operada no según copias de otras sociedades, sino a través de la orientación rigurosa de la metodología dialéctica (“brújula” que, al observar las contradicciones universales y específicas del contexto histórico de cada pueblo los apoya en la elección de sus caminos).

Regreso a Perú :polemicas con los reformistas

En 1923, al regresar del exilio, Mariátegui se reunió con Haya de la Torre, estudiante y dirigente política, quien lo invitó a participar en las Universidades Populares González Prada, germen de lo que sería la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), una organización internacional Sesgo reformista del movimiento político.

Allí daría dos docenas de conferencias para difundir el marxismo, en las que expuso su visión de un escenario mundial polarizado, en el que las tesis socialdemócratas (evolutivas) ya no tienen sentido. Para él, las organizaciones de trabajadores no pueden ser simplemente “institutos universitarios de extensión agnósticos e incoloros”, sino que tienen que ser “escuelas de clase” activas. El centro de estos debates fue la “cuestión indígena”, un tema que se convertiría en el centro de su obra.

Es importante señalar que la atracción de Mariátegui por el marxismo, a pesar de sus diferentes influencias, se deriva de su búsqueda de una explicación de largo plazo para los procesos históricos de su nación; y concomitantemente, de una propuesta revolucionaria que vinculara dialécticamente el pasado, el presente y el futuro.

Su atracción por Marx no proviene sólo de la grandeza de este pensador –como crítico del saber o luchador por el comunismo–, sino que radica en la intención práctica de una comprensión integral de la civilización indígena, atrofiada por la colonización; la necesidad de romper con esta estructura agotada.

En este sentido de búsqueda “emancipadora”, el reformismo político, sometido a las clases dominantes, no tiene nada que aportar. Es necesario promover la unión de los trabajadores y campesinos urbanos y organizar la revolución socialista.

Cuestión nacional: es necesario hacer la nación

Lima, a principios del siglo XX, ya era una capital cosmopolita, aunque tenía más que ver con Europa que con el propio interior indígena empobrecido. El Perú era un país fracturado en regiones muy separadas y con “ritmos históricos” peculiares: la costa, la sierra y la selva amazónica.

En el marco de su reflexión sobre la cuestión nacional, Mariátegui deriva de este hecho una de sus principales tesis: el Perú era todavía un “borrador”, una nación incompleta. Como analiza en su obra mayor, Siete ensayos sobre la interpretación de la realidad peruana [ 1 ], la formación peruana como nación se había interrumpido.

En su interpretación, describe un proceso revolucionario que se da “desde arriba”, de una manera no clásica – tema que discuto en el libro Marx en América: la praxis de Caio Prado y Mariátegui [ 2 ]. Es un análisis original, que se abstiene de copiar modelos clásicos europeos – y se acerca al elaborado por Gramsci (para Italia), o el de Caio Prado Júnior (para Brasil).

Según Mariátegui, lo que se necesita es Perú, un país cuya élite se guió casi siempre por modelos foráneos, hasta que el indigenismo, allá por la década de 1920, interrumpió parcialmente esa tendencia. En ese momento, lo que prevalecía, incluso en el ámbito socialista, era la idea eurocéntrica de que la emancipación de los pueblos indígenas consistiría en hacerlos “civilizados” (en términos occidentales). Esto sólo comenzó a cambiar con la acción de los propios indígenas, quienes en la década de 1910 inauguraron un nuevo ciclo en su larga historia de resistencia contra la dominación del Estado colonial y los terratenientes, cuyo hito fue su participación en la Guerra de los Pacífico.

Este conflicto con Chile fue el detonante de la autocrítica del medio socialista peruano, que se percató de que no había que “despertar” a las poblaciones indígenas, sino que los propios revolucionarios debían relativizar sus referencias eurocéntricas, atendiendo a la práctica. experiencia de las movilizaciones indígenas.

Por un comunismo latinoamericano

En su debate sobre la cuestión del indio, Mariátegui pretende someter las diferentes tendencias de la época a una crítica socialista radical. Es el caso del “nacionalismo criollo”, defendido por la élite mestiza, subalterna al extranjero –y que aspira a ser “blanca”: una porción de la clase dominante que, a pesar de sus pretensiones “nacionalistas”, es solidaria con el colonialismo.

Contrario a esto, Mariátegui propone un nacionalismo de vanguardia, que reivindica el “pasado inca”, una sociedad indígena que concibe como “agraria comunista”.

Con la fundación en 1926 de la revista Amauta (“sabio”, en quechua) –nombre con el que sería conocido– su acercamiento al APRA se debilitó. En polémica con esta organización, critica su “indigenismo paternalista”. Argumenta que en América Latina no se podría tener sólo una imagen o copia del comunismo europeo, sino que sería necesaria una “creación heroica”, en la que la comunidad campesina nativa, esencialmente “solidaria” en sus relaciones sociales, se convirtiera en el base del estado contemporaneo: comunista.

También rechaza la teoría de ciertos indigenistas basados ​​en teorías “racistas” que, en oposición simétrica a los racistas eurocéntricos, afirmaban que los indios tenían algo innato en su especie que los llevaría “naturalmente” a liberarse. La “raza” por sí sola no es emancipatoria –reflexiona Mariátegui–, los indios, así como los trabajadores de la ciudad, están sujetos a las mismas “leyes” que rigen a todos los pueblos. Lo que asegurará la emancipación indígena es el “dinamismo” de una economía y cultura “comunista agraria” que lleva “en sus entrañas el germen del socialismo”.

Es el papel del revolucionario, insta, convencer a los indios, mestizos y negros de que sólo un gobierno de trabajadores y campesinos unidos, representativo de todos los grupos étnicos, puede liberarlos de su opresión.

Cuestión indígena: la “esperanza” revolucionaria

En 1927, Mariátegui se hizo cargo de la publicación de “Tempestad en los Andes”, una obra indigenista radical del historiador y antropólogo Luís Valcárcel. En el prólogo, el pensador peruano escribe la frase que se convertiría en emblema de su marxismo: “la esperanza indígena es absolutamente revolucionaria”. A partir de ahí desarrolla la idea de que la revolución socialista es el “nuevo mito” del indio, el principio movilizador del revolucionario, la “fe” transformadora sobre la cual el comunismo andino debe construir sus pilares.

Descartando enfoques “filantrópicos” del problema indígena, entiende la cuestión como de carácter económico. El problema del indio es el problema de la tierra: es el latifundio.

Discutiendo con el APRA, acusó a su “indigenismo” de ser paternalista, una teoría creada “verticalmente” por mestizos de las clases alfabetizadas; algo que, a pesar de ser útil para condenar el latifundismo, destila una filantropía que no es adecuada ni útil para la revolución: no se puede confundir comunismo con paternalismo.

En el texto "El problema de la Tierra(1927), Mariátegui se declaraba marxista “convencido y declarado”.[ 3 ] Al año siguiente, reuniendo decenas de ensayos escritos desde 1924, publica su clásico Siete ensayos sobre la interpretación de la realidad peruana – punto culminante de su “investigación de la realidad nacional según el método marxista”.

Por esta época se produce la ruptura con el nacionalismo aprista. En una carta a Haya, expone su disconformidad, especialmente en cuanto a la política de alianza de clases. Haya responde acusándolo de europeísmo. En su réplica, Mariátegui defiende la citada síntesis dialéctica del conocimiento: “Creo que no hay salvación para Indoamérica sin la ciencia y el pensamiento occidentales”; “mis juicios se nutren de mis ideales, mis sentimientos, mis pasiones”.

En defensa de la Internacional Comunista

Aún en 1928, Mariátegui coordinó la fundación del Partido Socialista Peruano, priorizando su vinculación con la Internacional Comunista, organización de la que nunca más se distanciaría, manteniendo siempre la independencia de sus críticas.

Para él, su partido (que no usó el nombre de “comunista” por una razón táctica) debía adecuar su accionar a las condiciones sociales peruanas, pero sin dejar de observar criterios universales, ya que las circunstancias nacionales estaban sujetas a la historia mundial. El método de lucha del Partido Socialista – declara – es el marxismo-leninismo, y la forma de lucha, la revolución.

Fue un momento fervoroso de su vida, momento en el que inició grandes polémicas político-filosóficas. Cuestiona no sólo el nacionalismo conservador, sino también el dogma europositivista que preveía una cierta “evolución natural” del socialismo (siempre en la línea de la historia europea).

En ensayo"Punto de vista antiimperialista(1929), profundiza su crítica a la idea de “burguesía nacional”: en América Latina no existe una parte de la burguesía identificada con el pueblo. Entiende que las élites latinoamericanas no tienen interés en enfrentar al imperialismo, como creen “ingenuamente” los reformistas. Esto se debe a que, a diferencia de los pueblos orientales, las élites no están vinculadas al pueblo por una historia o cultura común. Al contrario: “los aristócratas y los burgueses” desprecian lo “popular”, lo “nacional”; ante todo “se sienten blancos”, y el pequeño burgués mestizo los imita.

Sólo la revolución socialista puede frenar radicalmente al imperialismo - dice en El problema de las razones en América Latina (capítulo de “Ideología y política”).

Poco después, en 1930, la salud del pensador y activista peruano volvió a complicarse. En vísperas de su muerte, el aún joven marxista instó a los revolucionarios a estudiar “leninismo”.

Dialéctica del saber: entre la tradición comunitaria y la modernidad

Según Mariátegui, en medio del proceso de alienación política y existencial inherente al capitalismo, la revolución soviética despertó al “mañanero”, el estar cansado de la noche artificialmente iluminada de la decadencia europea burguesa de posguerra. Y para la construcción social de este hombre nuevo, el socialismo debe absorber –dialécticamente– los activos de todas las fuentes de conocimiento a las que el mundo contemporáneo podría tener acceso: no sólo los aportes occidentales, sino también los de otros pueblos, como los indígenas.el alma de la mañana].

Confrontando aspectos económicos y culturales, el autor analiza cualidades de diferentes periodos históricos y modelos socioeconómicos, ofreciendo conceptos importantes para el pensamiento marxista: una utopía revolucionaria concreta que propone una síntesis dialéctica entre saberes occidentales y orientales (en el sentido de no occidentales), entre lo moderno y lo antiguo, entre objetividad y subjetividad, entre otras oposiciones potencialmente creativas.

La intención de Mariátegui es revitalizar la praxis marxista, en su momento asfixiada por el reformismo contaminado por las ideas positivistas de la Internacional Socialista. Entiende que el hombre contemporáneo necesita “fe combativa”. La Primera Guerra mostró a la humanidad que existen “hechos superiores a la predicción de la Ciencia” y, especialmente, “hechos contrarios al interés de la Civilización” – escribe en El ocaso de la civilización (capítulo de “Señales y obras”).

Su convicción es que el progreso irreflexivo, promovido por el capitalismo, se traduce en un aumento de la barbarie. Del mero progreso técnico no se obtiene “naturalmente” la evolución humana, sino por el contrario, observando la totalidad del conjunto social, se ve el recrudecimiento de la desorientación humana, en un proceso civilizatorio autodestructivo.

Esta es una realidad clara a los ojos y cuerpos de la periferia del sistema, hoy cada vez más evidente, pero siempre subestimada desde la perspectiva eurocéntrica.

Un marxista “romántico-realista”: mito e acción revolucionarios

La concepción marxista mariateguiana exalta el valor de las tradiciones comunitarias de América, destacando factores que permitieron al indio gozar de una mejor calidad de vida, antes de la invasión europea -como es el caso de la "solidaridad" característica del pueblo inca (en contraste a la “competitividad” de la sociedad capitalista).

Sin embargo, Mariátegui tiene claro que, si en el pasado el indio trabajaba con gusto y más plenitud, hoy ya no sería posible renunciar a la ciencia moderna. La tarea es, por tanto, relacionar los mejores frutos del pensamiento “occidental” contemporáneo (cuyo vértice es el marxismo), con el mejor legado de la sabiduría “oriental” (en el caso peruano, se refiere al conocimiento “no occidental” de los pueblos andinos), materializados en sus hábitos de mutua cooperación y fe revolucionaria).

En este sentido, defiende la idea de un “romanticismo socialista”: un espíritu romántico renovado que, incorporando la postura epistémica objetiva del “realismo proletario” (percepción antipositivista, que percibe al hombre como un ser imperfecto), cultiva la energía subjetiva presente en la esperanza de una nueva sociedad.

Como reacción a la modernidad deshumanizada –al hombre burgués acomodado, “escéptico”, “nihilista”–, reelabora el concepto de mito revolucionario (a partir de la idea de Georges Sorel): una “esperanza sobrehumana”, utopía. que trae un nuevo encanto ante la vida. Su esfuerzo es unir el impulso vigorizante e idealista de la subjetividad romántica con la concreción siempre conflictiva de la objetividad realista.

Romanticismo y realismo son para Mariátegui dos posturas intrínsecas al marxismo, que compiten por la transformación revolucionaria –según una dialéctica romántico-realista.

*Yuri Martins Fontes Doctor en Historia por la FFLCH-USP/ Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). autor de Marx en América: la praxis de Caio Prado y Mariátegui (Avenida).

Para leer la primera parte ir a https://dpp.cce.myftpupload.com/jose-carlos-mariategui/

Referencias


Las principales obras filosóficas e histórico-políticas de Mariátegui -además de su correspondencia, crítica literaria, etc. – fueron publicadas en 1959, en versión popular, por la editorial Amauta (Lima), en 16 tomos escritos por el autor, con el título trabajos completos.

En 1994, en el hito conmemorativo de su centenario, la misma editorial publicaría total mariátegui, edición más completa, que incluye sus primeros escritos y extensa correspondencia.

más allá del clásico Siete pruebas..., entre sus libros, destacan la escena contemporánea (1925); y las obras póstumas que el autor dejó preorganizadas:

– “Defensa del marxismo – polemica revolucionaria” (1928–1929/ publicado en 1934), cuya primera edición en portugués (Defensa del marxismo: polémicas revolucionarias y otros escritos”) aparece recién en 2011, en una edición de Boitempo que también trae otros textos clave del autor [ 4 ];

El alma de la mañana y otras estaciones del hombre de hoy. (1923–1929/publicado en 1950);

La telenovela y la vida. (1955).

Además de estos libros, sus editores organizaron posteriormente selecciones de sus textos, así como Temas de Nuestra América, Peruanicemos a Perú, cartas de italia, signos y obras, y en particular ideología y política (libro que trata sobre el indigenismo, el socialismo en el Perú y la posición político-filosófica marxista de Mariátegui).

Notas


[1] MARIÁTEGUI. Jose Carlos. Siete ensayos sobre la interpretación de la realidad peruana. São Paulo: Expressão Popular/Clacso, 2008.

[2] MARTINS-FONTES, Yuri. Marx en América: la praxis de Caio Prado y Mariátegui. São Paulo: Alameda/ FAPESP, 2018.

[3] “El problema de la tierra” se convertiría en uno de sus siete ensayos, componiendo su libro clásico junto a los siguientes escritos: “Esquema de Evolución Económica”; “El problema del indio”; “El proceso de instrucción pública”; “El factor religioso”; “Regionalismo y centralismo”; y “El proceso de la literatura”.

[4] MARIÁTEGUI. JC; MARTINS-FONTES, Y. (org., trad. e introducción). Defensa del marxismo: polémicas revolucionarias y otros escritos. São Paulo: Boitempo, 2011.

 

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