José Carlos Mariátegui

Arte: Marcelo Guimarães Lima
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por YURI MARTINS-FONTES*

Entrada del “Diccionario de marxismo en América”

Vida y praxis política

Nacido en el sur del Perú, José Carlos Mariátegui La Chira (1984-1930) se mudó siendo niño a Huacho, ciudad cercana a la capital. Su padre, un funcionario, pronto abandonó a la familia, dejando a su madre, María Amalia La Chira Vallejos -una costurera católica de ascendencia indígena- a cargo de criar a los tres hijos. En 1902, Mariátegui sufrió un accidente en la escuela y se fracturó la rodilla, episodio que desencadenó mal, dejándolo cojeando. Sin embargo, mientras estuvo hospitalizado en Lima, se dedicó a leer los distintos libros a los que tuvo acceso y a estudiar francés, dando así un primer impulso a su amplia formación, que llegaría a ser principalmente autodidacta.

Ya en 1909 comenzó a trabajar con tipografía en el periódico. La Prensa. En la antesala de la Primera Guerra Mundial debutó en la escritura, con crítica literaria y versos, para luego publicar sus primeros artículos periodísticos con temática política. Bajo el seudónimo de Juan Croniqueur satirizó la frivolidad limeña, demostrando un amplio conocimiento que lo acercó a los círculos intelectuales y artísticos de vanguardia, así como al movimiento obrero (de línea anarquista) que se gestaba desde finales de siglo. traído a América por inmigrantes europeos.

Destacando como periodista, Mariátegui pronto se convirtió en columnista del diario EL TIEMPO (1916), en el que comenzó a dedicarse a la lucha política, denunciando la falsedad de la “democracia mestiza”: un sistema demagógico que servía a las clases dominantes como fuente de “diversión”, desviando la atención popular del hecho de que Las tierras costeras de la burguesía de la región, aliadas a los grandes terratenientes rurales del interior, convirtieron al Perú cada vez más en un “sector colonial” del imperialismo estadounidense. Sus textos de este período se desarrollaron durante una época de fuerte aumento de los precios de los alimentos y el consiguiente descontento popular, cuando el malestar de los trabajadores crecía y el dominio político de la oligarquía (financiera, extractiva y agroexportadora) estaba en crisis. Ya partidario del socialismo, el autor apoyó las huelgas y se enfrentó a la élite gobernante de Lima.

En 1918 se inició en Córdoba (Argentina) un movimiento de Reforma Universitaria que luego abarcaría todo el continente; Emocionado, Mariátegui afirmó que este era el “nacimiento de la nueva generación latinoamericana”. En el mismo año participó en la fundación de la revista efímera Nueva era, Otro hito de la política peruana de principios de siglo: una publicación que, si bien aún no esbozaba un “programa socialista”, parecía un esfuerzo ideológico en esa dirección. Con ello inició sus actividades como editor, que conformarían una parte importante de su actividad política madura: comunista.

La victoria de la Revolución Rusa y el fin de la Primera Guerra Mundial señalaron –en el Perú y en todo el mundo– un período de agitación para las clases trabajadoras. En 1919, Mariátegui y su compañero César Falcón fundaron el periódico La razón - quien pronto se convirtió en una voz destacada a favor de las demandas de los trabajadores. Ese mismo año, una huelga general fue reprimida en la capital con violencia y detenciones; Comenzó una década de populismo de derecha, económicamente proestadounidense, pero que también coqueteaba con el movimiento indigenista. Mariátegui, a través de su periódico, salió en defensa de los dirigentes sindicales presos, actitud que lo hizo ser aclamado por una multitud en las calles. Sin embargo, un mes después, la oficina del periódico fue cerrada y él, aunque discretamente, fue exiliado a Europa, recibiendo una especie de subvención del gobierno - supuestamente como propagandista del Perú en el exterior (de hecho, una bendición conciliadora, ya que ella era relacionado con la esposa del presidente Augusto Leguía).

Como relata (“Apuntes autobiográficas”, 1927), continuó luego su camino, rompiendo con su experiencia inicial de escritor “contaminado por la decadencia” (individualismo, escepticismo) y virando “decididamente” hacia el socialismo. Vivió allí durante tres años (entre finales de 1919 y 1923), habiendo visitado algunos países: Hungría, Austria, Checoslovaquia, Alemania, Suiza, Francia y, en particular, Italia, donde fijó su residencia. En medio de la influencia de la coyuntura vivida allí -en la que la Revolución Soviética resonaba con fuerza-, Europa lo acercó a las obras de Marx, Engels y Lenin, además del movimiento comunista italiano y el surrealismo. En el Partido Bolchevique vio la convergencia entre teoría e prácticaEntre filosofía e Ciência; Afirmó que Lenin era "sin duda" el "vigorizador más enérgico y fructífero del pensamiento marxista".

Aún así, según él, durante este período se casó “con una mujer y algunas ideas”; la italiana Anna Chiappe, su compañera, le dio un “nuevo entusiasmo político”. Su familia era cercana al filósofo Benedetto Croce, a través de quien Mariátegui conocería la obra de Georges Sorel –un sindicalista revolucionario de quien absorbió ideas como el “mito de la huelga general” y la defensa del uso de la violencia revolucionaria. contra la violencia instituida. En Italia asistió a ocupaciones de fábricas, a congresos de trabajadores y se acercó al editor colectivo de la revista. L'Ordine Nuovo; Participó en grupos de estudio socialistas, entró en contacto con el pensamiento de Antonio Gramsci y Umberto Terracini, y vivió la creación del Partido Comunista de Italia (a partir de la escisión del Partido Socialista Italiano).

Su estancia europea fue también un mirador desde el que pudo observar Oriente: la Revolución China y el despertar de la India, los árabes y los diversos movimientos nacionalistas y antiimperialistas de la posguerra. En estos hechos constató un proceso de decadencia de la sociedad occidental. Esta concepción se vería reforzada cuando viera de cerca el levantamiento del fascismo italiano, lo que percibió como una respuesta del gran capital a una profunda crisis social y política. Paralelamente a esta efervescencia sociopolítica, Mariátegui tuvo acceso a las obras de Sigmund Freud y Friedrich Nietzsche, interesándose por la recién creada psicoanálisis, como por filosofía intuitivo (o vitalista).

Sin embargo, si al principio trajo consigo la humildad de un discípulo abierto al entonces centro del pensamiento moderno, progresivamente empezó a decepcionarse de las desgracias que presenciaba en Europa. Asumió así una perspectiva antropológica pionera –invertida en relación a lo que se hacía en la época–, logrando captar detalles de la crisis occidental hasta ahora poco notado por los europeos. Este es el caso de la decadencia de la llamada “democracia burguesa”, proceso que un poco más tarde concebiría como una nueva farsa de clase dirigente, rediseñando su poder con los rasgos autoritarios del fascismo.

Cuando regresó al Perú, en 1923, Mariátegui ya defendía abiertamente la causa comunista; además, la tragedia europea le había llevado a comprender más claramente el significado histórico de la tragedia en su América. En Lima participó en el III Congreso do Comité Central Indígena Pro Derecho Tahuantinsuyo (CCPDIT, constituido en 1919), conociendo al líder indigenista Ezequiel Urviola, con quien trabó amistad. Ese mismo año, el intelectual y político peruano Haya de la Torre lo invitó a impartir clases en Universidades Populares González Prada – la semilla de lo que se convertiría en la Alianza Popular Revolucionaria Estadounidense (APRA), un movimiento continental de tendencia reformista. Mariátegui dictó allí dos decenas de conferencias para difundir el marxismo, presentando su visión de la crisis mundial en un escenario polarizado, en el que las tesis socialdemócratas (basadas en la supuesta evolucionismo social) ya no tenía sentido; los debates también abordaron la “cuestión indígena”, tema que sería central en ella.

Al año siguiente, debido a la aparición de un tumor en su pierna sana, le amputaron la extremidad, pasando a utilizar silla de ruedas. Recuperado del shock, en 1925 fundó junto a su hermano Julio César la Prensa y Editorial Minerva, un proyecto dirigido a publicaciones “científicas, literarias y artísticas” -la editorial a través de la cual publicó sus primeros libros y expuso al público nacional a autores peruanos y extranjeros (como el indigenista Luis Valcárcel, la poeta aprista Magda Portal y el ruso Máximo Gorki).

En 1926, la labor editorial de Mariátegui se amplió con la fundación de la revista amauta (“sabio” en quechua, nombre con el que sería conocido), cuya propuesta, además del aspecto económico, era promover el debate político, especialmente marxista, y cultural socialista. Al abordar temas que iban desde el marxismo y el leninismo hasta la poesía, la literatura, el arte contemporáneo y la educación obrera, la postura de Mariátegui se volvió más aguda: radical. Con sus críticas al aprismo y a la intelectualidad mestizo-oligárquica, su acercamiento a Haya se debilitó; Luego refutó el indigenismo "paternalista" del Apra, defendiendo la idea de que en América no sólo se podía buscar una imagen reflejada del comunismo europeo, sino que sería necesaria una "creación heroica", en la que la comunidad campesina indígena -esencialmente "en solidaridad" " ” en sus relaciones sociales – se convertiría en la base del Estado socialista contemporáneo. También rechazó la teoría “racial” de algunos indigenistas que, en oposición a la corriente eurocéntrica, afirmaban que los nativos tendrían algo innato eso les llevaría a liberarse “naturalmente”; considerando ambas posiciones “racistas”, afirmó que todos están sujetos a las mismas “leyes” que rigen a los pueblos, y que lo que asegurará la emancipación indígena es el dinamismo de una economía y una cultura que “llevan en sus entrañas el germen del socialismo”. .

En 1927, se prohibió el funcionamiento del CCPDIT; con ello, algunos de los líderes indígenas –con quienes Mariátegui mantuvo relaciones (como Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe)– se sumaron al socialismo marxista que se consolidó en torno al “movimiento” que fue la revista amauta. Por esta época Mariátegui también se hizo cargo de la publicación de Tormenta en los Andes (1927), obra de L. Valcárcel considerada la “biblia del indigenismo radical”. En el prólogo escribió una de sus frases más emblemáticas –“la esperanza indígena es revolucionaria”–, para luego desarrollar su idea de que la “revolución socialista” era el “nuevo mito” de los pueblos indígenas, la fe transformadora sobre la cual los peruanos el comunismo construiría sus pilares. Al definir la cuestión indígena como “económica”, descartó los enfoques “filantrópicos” que prevalecían: el “problema indígena” – afirma – es el “problema de la tierra”, el “latifundio”. Intensificando sus críticas a apristas, acusó su indigenismo de haber sido creado “verticalmente” por mestizos alfabetizados de las élites, una posición que, si bien útil para condenar el latifundismo, era inapropiada para la revolución.

A mediados de este año, fruto del impulso que había alcanzado la lucha antiimperialista –con el Primer Congreso Mundial contra el Imperialismo y la Opresión Colonial (Bruselas, 1927)–, la revista amauta Tenía un número dedicado a debatir el imperialismo estadounidense. Esto derivó en la detención de Mariátegui y el cierre de la revista durante unos meses, siendo acusada –por Leguía, bajo presión de la embajada estadounidense– de ser parte de un “complot comunista”. Posteriormente, como respuesta, escribió uno de sus ensayos más impactantes, “El problema de la tierra” (1927), en el que se declaraba un marxista “convencido y declarado”.

Al año siguiente, reuniendo decenas de ensayos escritos desde 1924, publicó su clásico: Siete ensayos sobre la interpretación de la realidad peruana (1928)punto culminante de su “investigación de la realidad nacional según el método marxista”. Rompió así con el nacionalismo aprista. En una carta a Haya, expresó su desacuerdo con la política de alianza de clases. Éste respondió acusándolo de “europeismo”. Mariátegui cuestionó esto, afirmando que creía que “no hay salvación para Indoamérica” sin la “ciencia” y el “pensamiento” modernos: “mis juicios se nutren de mis ideales, de mis sentimientos, de mis pasiones”.

Todavía en 1928 fundó su partido, al que –para no agravar las persecuciones políticas que sufrían los comunistas y conseguir más seguidores– nombró Partido Socialista Peruano (PSP); sin embargo, priorizó vincular al PSP con la Internacional Comunista (CI). Mariátegui se había acercado al CI a finales del año anterior, cuando lo invitaron a participar en el IV Congreso de la Internacional Sindical Roja (Moscú, 1928) –al que enviaría representantes el PSP–, y ya no se distanciaría de él. esta organización, aunque no exenta de polémica (siempre defendiendo la independencia crítica del partido). Este fue un momento ferviente de su vida, un momento en el que inició varios choques político-filosóficos contra el nacionalismo conservador y el socialismo dogmático (que auguraba una evolución social lineal, supuestamente “natural” – y en moldes europeos).

En 1929, Mariátegui participó en la creación de la central sindical Confederación General de Trabajadores del Perú y luego el PSP envió delegados (encabezados por Julio Portocarrero y Hugo Pesce) a la I Conferencia Comunista Latinoamericana (Buenos Aires) – quienes expusieron las “tesis” escritas en gran parte por Mariátegui (“Antecedentes y desarrollo de acción clasista”, “Anti- punto de vista imperialista” y “El problema de las razas en América Latina”). Oponiéndose a la propuesta de la IC de crear estados indígenas en los Andes, las tesis sostenían que la “cuestión indígena” era fundamentalmente un problema de “clase”; que su núcleo no era la división étnica, sino la propiedad de la tierra, y esto debería definir la política del país. Por lo tanto, correspondía a los revolucionarios convencer a los pueblos indígenas, mestizos y negros de la nación a la “insurgencia”, mostrándoles que sólo un gobierno de trabajadores y campesinos unidos podría conducirlos a la liberación. En este evento, a pesar de estar ausente por problemas de salud, Mariátegui fue elegido miembro del Consejo General de la Liga contra el Imperialismo y la Opresión Colonial, entidad vinculada a la Tercera Internacional -comenzando a cambiar el nombre del PSP a Partido Comunista del Peru (que sólo entraría en vigor después de su muerte).

Poco después, en abril de 1930, la salud de Mariátegui, que era frágil, volvió a deteriorarse. En vísperas de su muerte, el todavía joven marxista instó a los revolucionarios a estudiar el “leninismo”. Murió antes de cumplir 36 años y a su funeral asistió una multitudinaria procesión de admiradores.

Aportes al marxismo

La formación de José Carlos Mariátegui se produjo en un momento histórico convulso, en el que, por un lado, con la Primera Guerra, las potencias capitalistas llevaron a la humanidad a conocer uno de sus mayores horrores; por otro lado, la experiencia soviética de construcción socialista propuso en la práctica una alternativa a ese sistema, que ya mostraba signos de decadencia. Dedicado autodidacta, tuvo varias influencias teóricas, pero con la evolución de su militancia política y su pensamiento pionero se consolidó como uno de los marxistas más importantes, no sólo de su país o continente, sino de su tiempo.

Destacando en su corta existencia como escritor, periodista, editor, científico social, filósofo y dirigente comunista, se observa que su atracción por el marxismo nació sobre todo de la búsqueda de una explicación del larga duracion para los procesos históricos de su país, así como una propuesta revolucionaria concomitante, que vincule dialécticamente el pasado,el presentar y el futuro. De esta manera, se dedicó a obtener un conocimiento profundo de la civilización andina nativa –atrofiada por la colonización– y a pensar en las posibilidades de romper con esa estructura.

Lima, a principios del siglo XX, ya era una capital cosmopolita, aunque tenía más que ver con Europa que con el interior de su propio país –indígena y empobrecido–. Perú era un país fracturado, dividido en regiones bien separadas entre sí y con ritmos históricos peculiares: la costa (Pacífico), la sierra (Andes) y la selva (Amazonía). De este hecho Mariátegui deduce una de sus principales tesis: el Perú era todavía un esbozo – una nación incompleta. Entiende que la formación nacional peruana había sido interrumpida; que se dio su proceso revolucionario por la parte superior, a través de una especie de vía no clásica – una concepción original y cercana a las de A. Gramsci (por Italia) y Caio Prado Júnior (por Brasil). Era necesario, por tanto, constituir El pavo.

En su país, como en tantos otros de Estados Unidos, la élite todavía se guiaba por modelos extranjeros, y sólo el indigenismo, alrededor de los años veinte, había interrumpido parcialmente esta tendencia. Hasta entonces, lo que prevalecía –incluso en el ámbito socialista– era la idea de que la emancipación de los pueblos indígenas consistiría en hacerlos “civilizados” (según el modelo de Europa occidental). Esto sólo empezó a cambiar con la acción de los propios nativos, quienes en la década de 1920 inauguraron un nuevo ciclo en su larga historia de resistencia contra la dominación del Estado colonial y los terratenientes. Uno de los hitos de esta transformación fue su participación en la Guerra del Pacífico (1910-1879), contra Chile, que sirvió para que el entorno socialista produjera una autocrítica: las poblaciones indígenas no necesitaban ser “despertadas” – pero era necesario que los propios revolucionarios relativizaran sus referencias eurocéntrico, prestando atención a la experiencia práctica de las movilizaciones indígenas. Al entrar en debates sobre la llamada “cuestión indígena”, Mariátegui somete las tendencias de su época a una crítica socialista radical. Este es el caso del “nacionalismo criollo”, posición defendida por la élite mestiza peruana; a juicio de Mariategu, las clases dominantes del país eran solidarias con el colonizador – constatación que lo llevó a proponer la construcción de un nacionalismo de vanguardia, que reivindicaba el “pasado inca”.

En el camino, las concepciones y la praxis política de Amauta se distinguirían especialmente por su atención al conocimiento indígena (a su pertinencia y valor revolucionario), así como al espíritu vital despertado en todo el mundo por la Revolución Rusa. Considera que, en medio del proceso de alienación política y existencial –propio del capitalismo–, esta Revolución logró despertar al “hombre mañanero”, este cansado de la Noite “artificialmente ilustrados” (decadencia burguesa de posguerra). Para la construcción social de este nuevo ser humano hay que absorber los bienes de todas las fuentes de conocimiento a las que el mundo contemporáneo podría tener acceso: no sólo el conocimiento moderno, sino también el conocimiento tradicional –de pueblos como los andinos (“El alma matinal”, 1928). Relacionando aspectos económicos y culturales, investiga cualidades de diferentes períodos históricos, reflexionando sobre la fuerza del “mito revolucionario”: este utopía concreto. Entiende que es necesario trabajar la dialéctica entre objetividad e subjetividad, entre otros contrastes creativos, como la síntesis que propone entre el conocimiento desde el pasado y presentar. En su concepción, el conocimiento de los nuevos tiempos debe abarcar elementos de conocimiento que él, imprecisamente, llama “occidentales” (en el sentido de filosofías, ciencias y técnicas actuales –en realidad, frutos del intercambio universal milenario) y “orientales” (eso es el no occidental, tradicional, autóctono, campesino –relativo a personas vinculadas a la tierra).

La intención de Mariátegui era revitalizar la praxis marxista, que en su época estaba sofocada por el reformismo de la Internacional Socialista (EI), una organización contaminada por un “positivismo mediocre”. Declara que la Primera Guerra Mundial había demostrado a la humanidad que existen “hechos superiores a las predicciones de la ciencia” y “contrarios al interés de la civilización”; más allá de la razón, el ser humano necesita “fe”, “pasión”, “esperanza” combativa.

Al respecto, observaría más tarde el marxista Florestan Fernandes: Mariátegui se dio cuenta de que el progreso irreflexivo, impulsado por el capitalismo, había resultado en un aumento de la barbarie (una realidad subestimada desde la “perspectiva eurocéntrica”); que no se puede lograr un mero progreso técnico espontáneamente una evolución Humana, Social; por el contrario, observando la sociedad en su conjunto (guerras, genocidios, hambre, desigualdad), se ve el agravamiento de la desorientación, de las contradicciones “implosivas” de este proceso civilizacional autodestructivo.

Con el objetivo de cuestionar la estrechez del cientificismo moderno, Amauta se interesó por ciertos conceptos de Freud y Nietzsche, siendo uno de los primeros marxistas en traer concepciones de estos pensadores –críticos de deificación desde la razón operada en la modernidad – hasta el debate comunista. Allí buscó elementos que le permitieran abarcar la irracionalidad humana en la interpretación marxista de todo real (ampliando así la perspectiva cognitiva de la realidad social concreta). Parte de estas ideas identificaron sólidas armas interpretativas para denunciar la alienación, la impotencia, la artificialidad del ser humano inserto en la estructura sociocultural represiva burguesa y cristiana.

Sin embargo, es importante señalar que Mariátegui está lejos de cualquier propuesta de síntesis ecléctico, que pretendía fusionar principios del materialismo histórico con otros contradictorios o ajenos a este pensamiento revolucionario. Al apropiarse de algunos de los conocimientos psicológico y especialmente vitalistas (y esto a pesar de despreciar el “escepticismo” y el “relativismo”, viendo el “nietzscheanismo” como una “enfermedad” del espíritu), el propósito de Mariategu es reforzar la lucha por una concepción efectivamente marxista. dialéctico, a diferencia del reformismo (determinista, mecanicista) que afectó –y aún afecta– a influyentes corrientes socialistas, posturas lineales que él define como una “fosilización académica” del marxismo. En resumen, su preocupación es valorar la dimensión ética que compone la noción marxista de praxis: el deseo de libertad, la esperanza de reconstruirse, el sentimiento emancipatorio que impulsa a la acción al ser humano deseoso de autonomía, justicia y felicidad. Para ello, frente a la apatía reformista (parlamentaria, evolucionista), está abierto a teorías que investiguen el inconsciente, las pasiones humanas, la cuestión subjetiva de la “fe” revolucionaria, del “mito” que anima el espíritu combativo de los oprimidos. . Entiende la esfera sentimental del marxismo como un factor poderoso, necesario para la revolución.

En este sentido, su concepción marxista resalta el valor de las tradiciones comunitarias, destacando ciertos aspectos que permitieron a los indígenas disfrutar de una mejor calidad de vida antes de la invasión europea -como la "solidaridad", característica del "comunismo agrario" de la sociedad incaica-. en franco contraste con el ventaja competitiva elogiado por el capitalismo. Sin embargo, afirma que si en el pasado los indígenas trabajaban con gusto y más plenitud, en el presente ya no sería posible renunciar a los diversos conocimientos que ha alcanzado el mundo contemporáneo. Es necesario, por tanto, relacionar los mejores frutos del conocimiento actual (técnicas avanzadas, ciencias modernas y, en particular, el pensamiento marxista) con los conocimientos tradicionales (se refiere particularmente al pueblo inca, cuyo vigor revolucionario se materializa en el hábito de la cooperación mutua). y su fe en la revolución).

Es en este itinerario donde Mariátegui desarrolla su concepción de un “nuevo romanticismo” –que entiende como “espontánea y lógicamente socialista”. Su objetivo es relacionar el impulso vigorizante e idealista de subjetividad romántico a la conflictiva concreción de objetividad realista. Así, reelabora el concepto de “mito” (de G. Sorel), transformándolo, profundizándolo: el “mito revolucionario” es una “esperanza sobrehumana” que aporta a las personas un nuevo encanto hacia la vida. De esta manera, actualiza lo antiguo y abstracto. espíritu romántico, incorporando en él la objetividad epistémica del “realismo proletario” (antipositivista, consciente de la imperfección humana) -para cultivar, de manera más realista, la energía subjetivo presente en la esperanza de una nueva sociedad. En resumen: el romanticismo y el realismo son para él dos posturas intrínsecas al marxismo, que contribuyen a la transformación revolucionaria, según una dialéctica que se puede llamar romantico-realista.

En lo que respecta a la historiografía, uno de los principales aportes mariateguianos es su análisis de la cuestión nacional peruano, elaborado en la perspectiva histórica materialista –reflexión que, en parte, extendería a las naciones latinoamericanas en general. En este contexto, entre sus aportes de mayor impacto político está su conclusión de que en América no se ha formado una “burguesía nacional” (supuestamente interesada en convertirse en aliado a los socialistas en la confrontación con el imperialismo). En tal debate, la llamada posición “aliancista” defendió la propuesta de una coalición de clases que debería ser comandada por sectores burgueses supuestamente progresistas, mientras que los socialistas solo tenían una posición sumisa. Sin embargo, según Mariátegui, las elites latinoamericanas no tendrían ningún interés en enfrentar al imperialismo, ya que, a diferencia de otros pueblos (como los asiáticos), no tenían vínculos con el pueblo –ni historia ni cultura común. Al contrario: el burgués peruano, “blanco”, despreciaba lo “popular”, lo “nacional”, sintiéndose sobre todo blanco; los “pequeños burgueses”, los “mestizos”, lo imitaron. Sólo la revolución socialista – afirma – podría detener al imperialismo de manera radical. Y es en la Revolución Rusa donde ve lo mejor. ejemplo a seguir, no en el sentido de un “modelo” a copiar, sino de una “guía” para las decisiones que cada pueblo debe tomar por sí mismo.

En posesión de este Brújula - Una experiencia Bolchevique–, el marxista andino polemizó con los revisionistas, los nacionalistas, con el reformismo socialdemócrata de la Segunda Internacional (EI) y, posteriormente, con algunas tesis de la Tercera Internacional (CI) que consideraba eurocéntricas. Si bien apoyó desde temprana edad al CI, y luego se incorporó a él (vinculando a su partido), Mariátegui criticó la propuesta de esta organización según la cual los comunistas peruanos deberían promover la creación de “repúblicas nativas independientes”, considerándola una lectura errónea de las tesis de Lenin sobre la autodeterminación de los pueblos. En su opinión, el problema de su país era la “cuestión agraria” no resuelta y, dado que las tres cuartas partes de la población eran indígenas, este pueblo, en su mayoría campesinos, serían los protagonistas del proceso revolucionario.

Pionero de un pensamiento marxista adecuadamente Como estadounidense, Mariátegui influiría en varios movimientos sociales en la historia del siglo XX, desde grupos de resistencia campesinos e indígenas hasta grupos guerrilleros y políticos de diversas tendencias revolucionarias –y, hoy en día, con la intensificación de las críticas al eurocentrismo, sus ideas han adquirido proyección aún mayor.

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Los escritos de José Carlos Mariátegui abordan una amplia gama de temas, que van desde la filosofía, la historiografía, la sociología y la economía, hasta la literatura, la psicología, la crítica de arte y la educación, entre otros campos del conocimiento. Dada su temprana muerte (1930), sólo se publicaron dos libros en vida (por su editorial Minerva), quedando tres más organizados. Sus otros escritos fueron seleccionados y comenzaron a publicarse (bajo el sello de Empresa Editora Amauta) tres décadas después de su muerte, a partir de un emprendimiento editorial dirigido por su esposa Anna y sus hijos, en colaboración con compañeros como H. Pesce y Albert. Tauro.

Tu primer libro, la escena contemporánea (Lima: Minerva, 1925) es una selección de artículos que se centran en figuras y aspectos de la realidad internacional, tratando temas como: fascismo, “crisis” de la democracia liberal y del socialismo reformista, literatura revolucionaria, “hechos e ideas” del Revolución rusa y ensayos sobre los pueblos del Este.

Siete ensayos sobre la interpretación de la realidad peruana (Lima: Minerva, 1928) es su obra más difundida e importante. Con decenas de ediciones y varias traducciones, reúne ensayos en los que aplica el materialismo histórico para comprender la realidad de su país, abordando temas como: la evolución de la economía nacional, la “cuestión indígena” y “la cuestión de la tierra”, la educación pública, el “factor religioso” en la formación del Perú, el problema del “regionalismo” y el “centralismo” peruano y la literatura nacional.

Entre los libros póstumos que dejó reenviados se encuentra Defensa del marxismo: controversia revolucionaria (Santiago-Chile: Ediciones Nacionales y Extranjeras, 1934), escrito entre 1927 y 1929 y centrado en cuestiones filosóficas, en las que presenta puntos de vista fundamentales de su filosofía marxista. Partiendo de un análisis del revisionismo “desencantado” de Henri de Man, critica la economía liberal, el reformismo socialdemócrata, el evolucionismo y el pragmatismo obrero británico y la “literatura conformista”; analiza las limitaciones de la filosofía moderna, mostrando cómo el marxismo (sólo “en parte” una filosofía) las superó y seguirá siendo válido mientras persista la sociedad de clases; y, aún así, en un ensayo pionero sobre el tema (cuando pocos se habían dedicado al tema) enumera el pensamiento de Marx y Freud, señalando afinidades.

Ya El alma de la mañana y otras estaciones del hombre de hoy. (Lima: Amauta, 1950) es una selección de textos de 1923 a 1929 en los que analiza diversos temas relacionados con la filosofía y la cultura, tales como: la literatura contemporánea, la historia del arte, la cultura italiana moderna y la “emoción de nuestro tiempo” – opuestas de la impotente perspectiva “escéptica” de la sociedad burguesa en crisis al renovado espíritu “romántico” (que anima el nuevo “mito”, el “socialismo”).

La tercera obra, La telenovela y la vida. (Lima: Amauta, 1955), muestra que Mariátegui mantiene en la madurez su brío literario juvenil. Como lo describe el autor –que valoró mucho la literatura en el proceso de construcción socialista–, se trata de un “cuento”: “una mezcla de cuento y crónica, de ficción y realidad”. Basada en un curioso caso judicial ocurrido en Italia, la trama involucra a una maestra supuestamente sin memoria que una mujer afirma que es su marido desaparecido, comenzando así a vivir otra realidad (la de un trabajador de una fábrica).

Sólo tres décadas después de su muerte comenzaron a salir a la luz ediciones (incluidas las populares) que recogían sus otros escritos. Iniciada en 1959, la colección titulada trabajos completos (Lima: Editora Amauta), aunque lejos de contener la prolífica obra del marxista, reúne 16 volúmenes (de sus textos), además de los libros ya mencionados, los siguientes títulos: ideología y política (1959), que aborda el indigenismo y la filosofía política marxista de Mariátegui; Temas de Nuestra América (1959); El artista y el tiempo. (1959); signos y obras (1959); Historia de la Crisis Mundial: Conferencias (1959); cartas de italia (1969); Peruanicemos a Perú (1970); temas de educación (1970); es Figuras y aspectos de la vida mundial. (1970), publicado en tres volúmenes divididos por períodos (I: 1923-1925; II: 1926-1928; III: 1929-1930). La colección también trae algunos volúmenes extra con escritos. sobre el trabajo del autor - como el libro Poemas a Mariátegui (con prólogo del poeta Pablo Neruda).

Más recientemente, se inició el trabajo. total mariátegui (Lima: Amauta, 1994), edición conmemorativa del centenario del marxista, que en dos volúmenes (con cuatro mil páginas) incluye, además de los textos ya publicados en libros anteriores, también sus escritos juveniles, correspondencia y álbum fotográfico.

Entre los principales ensayos mariateguianos (contenidos en las ediciones mencionadas), merecen especial atención aquellos en los que el autor aborda temas que fueron centrales para él, como la filosofía marxista y la praxis política revolucionaria: “El crepúsculo de la civilización” (1922 ), que analiza la decadencia de la “civilización capitalista” (“esencialmente europea”); “El hombre y el mito” (1925), que analiza el nuevo “mito”, la “revolución social”; “Dos concepciones de la vida” (1925), que acusa un “respeto supersticioso” a la idea de “progreso” y defiende la “necesidad de la fe” para, como “los bolcheviques, avanzar hacia la utopía”; “Crisis de la democracia” (1925), que muestra el fascismo como una reacción a la crisis del “envejecido” régimen burgués, una adaptación de la élite a los nuevos tiempos del “imperialismo monopolista” en los que la “democracia liberal” ya no les servía; “¿Existe un pensamiento hispanoamericano?” (1925); “Heterodoxia de la tradición” (1927); “Mensaje al Congreso Obrero” (1927); y algunas cartas de periodo italiano. Además, para comprender su pensamiento político conviene remitirse a los “Principios programáticos del Partido Socialista” (1928), en los que sostiene que es necesario adaptar las acciones del partido a las condiciones sociales del país, pero sin incumpliendo criterios universales, ya que las circunstancias nacionales se someten a la historia mundial, declarando que el método de lucha del PSP era el "marxismo-leninismo", y la forma, la "revolución".

A pesar de los esfuerzos editoriales de las últimas décadas, la mayoría de los aproximadamente tres mil textos escritos por Mariátegui (muchos de ellos, artículos para revistas) permanecen dispersos en revistas del Perú y del extranjero (como Mundial e Variedades).

Respecto a la pequeña parte de su obra que ya ha sido traducida al portugués, destacan: dos ediciones de Siete ensayos sobre la interpretación de la realidad peruana, Alfa Omega (1975), prologado por F. Fernandes, y Expressão Popular/Clacso (2008); las colecciones Política (Ática, 1982), y Por un socialismo indoamericano (Editora UFRJ, 2006); y la edición ampliada Defensa del marxismo: polémicas revolucionarias y otros escritos (Boitempo, 2011), que, además de su libro sobre filosofía marxista, presenta ensayos inéditos en portugués sobre temas como la Revolución Rusa y el feminismo.

Los volúmenes de la colección. trabajos completos están disponibles en la red, en portales como patria roja (https://patriaroja.org.pe), Archivo Chile (www.archivochile.com) o Marxistas (www.marxistas.org). Además de estos libros, el Archivo JC Mariátegui – en cooperación con el Universidad Nacional Mayor de San Marcos (que, gracias a una donación de la familia, conserva su biblioteca privada)viene impulsando la organización y digitalización de una extensa documentación sobre el marxista, estando disponibles en su portal (https://archivo) numerosos ejemplares de sus manuscritos, correspondencia y documentos originales, así como fotografías (como las utilizadas en sus publicaciones). .mariategui.org). ) y la colección completa de la revista. amauta. En cuanto a los estudios sobre el pensamiento de Mariategu, también se encuentran accesibles en la web varias colecciones y ensayos de investigadores sobre el tema.

*Yuri Martins-Fontes es escritor, docente y periodista; Doctorado en Historia Económica (USP/CNRS). Autor, entre otros libros, de marx en america (Avenida).

Publicado originalmente en el Núcleo de Praxis-USP.

Referencias


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DEVEZA, Felipe S. “Mariátegui, González Prada y el indigenismo radical en el Perú de los años veinte”. Hora, UFF (Niterói), v. 28, núm. 2, mayo-agosto. 2022. Ver este enlace.

FERNANDES, Florestán. “Significado actual de José Carlos Mariátegui”. Colección de principios, No. 35, 1994-1995. Ver este enlace.

FLORES GALINDO, Alberto. La agonía de Mariátegui. Lima: Desco, 1980. Disp: www.catedramariategui.com [Cátedra JC Mariátegui] (https://amzn.to/3YPWGKY).

LUNA VEGA, Ricardo. Sobre las ideas políticas de Mariátegui. Lima: Ediciones Unidad, 1984.

MARTINS-FONTES L., Yuri. marx en america. São Paulo: Alameda/Fapesp, 2018 (https://amzn.to/47NZyfq).

______. El marxismo de Caio Prado y Mariátegui. Tesis (Doctorado en Historia Económica) – USP/CNRS, 2015. Ver este enlace.

______. “Mariátegui y la filosofía de nuestro tiempo” [Introducción]. En: MARIÁTEGUI, JC Defensa del marxismo: polémicas revolucionarias y otros escritos [org. y traducción: Yuri Martins-Fontes L.]. São Paulo: Editorial Boitempo, 2011 (https://amzn.to/3sCfuRC).

MELIS, Antonio. José Carlos Mariátegui llegó al siglo XXI (Cuadernos de recibo) [1994]. São Paulo: Dpto. Letras Modernas/FFLCH-USP, 1996. Ver este enlace.

OBANDO M., Octavio. Orden cronológico de las obras completas populares de JC Mariátegui. Lima: Espigón, 1999. Disponible: www.archivochile.com. Ver este enlace.

QUIJANO, Aníbal. “José Carlos Mariátegui: reencuentro y debate”. En: MARIÁTEGUI, JC Siete pruebas... Caracas: Biblioteca Ayacucho, 2007. Ver este enlace.

ROUILLON D., Guillermo. La heroica creación de José Carlos Mariátegui [2 volúmenes]. Lima: Editorial Arica, 1975.

SÁNCHEZ VÁZQUEZ, Adolfo. De Marx al marxismo en América Latina. Ciudad de México: Ítaca, 2012. Ver este enlace.


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