periodismo de retrato

Imagen: Ciro Saurio
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por DANIEL BRASIL*

Cada vez vemos más jóvenes que ingresan a una escuela de periodismo no para enfrentar gobiernos, revelar esquemas de poder o investigar crímenes, sino para tener... una fotito en los periódicos.

¿Qué llevó al periodismo a niveles tan bajos como los que vemos hoy en periódicos, estaciones de radio y televisión? ¿Cómo es posible que el avance tecnológico haya abierto la puerta a tanta mediocridad, malos modales y halagos? ¿En qué momento histórico las escuelas de periodismo –policializadas en tiempos de dictadura por ser “guaridas de izquierda”– formaron a tantos derechistas, conservadores y reaccionarios?

La profesión de periodista surgió como una necesidad social, y no tardó en ser reconocida. Claro que antes estaban los heraldos, los narradores, los cantores de feria, los chismosos, los emisarios del rey, los grafiteros de las paredes (¡sí, son más antiguos que el periodismo!).

Con la invención de Gutenberg, llegaron a existir como profesión. Reporteros de noticias, desde el principio. Con el tiempo, algunos se convirtieron en columnistas, otros incluso en editorialistas. Pero, hasta finales del siglo XX, constituyeron un grupo casi secreto, desconocido para el gran público. El anonimato les garantizaba la posibilidad de mezclarse con la gente, escuchar conversaciones en bares, discotecas y tertulias, partidos políticos y sindicatos. Muchos usaron seudónimos. Cualquiera que conociera personalmente a un periodista ya tenía una cierta cantidad de poder, positivo o negativo. Podría delatarlo o abrir puertas. El prestigio del periodismo creció tanto que, incluso en el siglo pasado, pasó a denominarse Cuarto Poder.

Con la llegada de la televisión, el periodista empezó a tener rostro, y se convirtió en estrella. Ese tipo o sujeto que aparece todos los días en el prime time comenzó a ser objeto de burlas en aeropuertos, restaurantes y hoteles, fotografiado, idolatrado, se convirtió en tema de revistas del corazón, pide autógrafos cuando se le ve en la plaza pública. Por cierto, preguntaron, en el siglo XX. hoy hacer selfies.

La explosión de internet, como sabemos, revolucionó por completo el tránsito de información en el planeta. La circulación de periódicos y revistas semanales colapsó y los empresarios de la comunicación crearon rápidamente sitios web para recuperar la pérdida. Aquí es donde crece el periodismo de retratos, imitando a la televisión, donde cada columnista toma forma, sonríe o frunce el ceño. Los medios impresos adoptaron el concepto y el periodismo de retratos se ve cada vez más en columnas, artículos y comentarios. En la red, en revistas, en periódicos, en los medios de comunicación en general.

Y el periodista se convirtió en una celebridad. ¿Qué artista no quiere que su retrato se publique en el periódico todos los días? Músicos, actores, artistas plásticos, bailarines y escritores lo intentan, pocos lo logran. Periodista, sí. La receta de calabacín asado, el cotilleo artístico, la intriga palaciega o el análisis económico lo remata el retrato. Son objeto de burlas en aeropuertos, restaurantes y hoteles, etc.

Este personaje ya no puede investigar una noticia. No puedes entrar a una asamblea sindical, a un café, a una marcha, a un congreso, a un estadio de fútbol, ​​y hacer tu trabajo como observador-analista. Es un simulacro de periodista, un mero presentador de noticias, un cabeza hablante. Lo más trágico: se convirtió en noticia. La gente quiere saber qué hace en su tiempo libre, qué come, por qué se casó, por qué se tomó un descanso. Un periodista nunca debe estar en las noticias, dijo uno de los pioneros de la profesión.

Esto explica el declive del periodismo de investigación en la prensa convencional. Para realizar una investigación digna, profunda e imparcial, el periodista (o detective) tiene como una de sus principales herramientas el anonimato. Tu rostro no puede ser reconocido, tu vida privada no debe ser expuesta. Pero la vanidad es uno de los siete pecados capitales, como sabemos. Y cada vez vemos más jóvenes que ingresan a una escuela de periodismo no para enfrentar gobiernos, revelar esquemas de poder o investigar crímenes, sino para tener... ¡una fotito en los periódicos! Esta vanidad es naturalmente explotada por los dueños de las empresas de comunicación, cuyos intereses son muy diferentes. La información es negocio, es juego de intereses, es mercancía. Y el joven que quiera tener su retrato en el periódico aprenderá rápidamente el juego de poder para conseguir su objetivo. Moviendo la cola a los jefes y ladrando a los enemigos de los jefes.

"¡Oh tempora! Oh mores!”, como diría Cicerón, un político y orador romano que no tiene retrato en la galería de los precursores del periodismo. “Vanitas vanitatum y omnia vanitas”, complementaría San Agustín…

* Daniel Brasil es escritor, autor de la novela traje de reyes (Penalux), guionista y realizador de televisión, crítico musical y literario.

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