por LUIS FELIPE MIGUEL*
Cada cuenta de redes sociales que difundió la mentira sobre Jéssica Canedo, cada internauta que comentó, dio me gusta y compartió, todos tienen las manos manchadas de sangre
Jéssica Vitoria Canedo tenía apenas 22 años.
Anunciada una página de Instagram, con más de un millón de seguidores huellas dactilares Conversaciones falsas entre ella y el comediante Whindersson Nunes.
La noticia falsa circuló ampliamente en internet, compartida por otras páginas, como Me sorprendió, que cuenta con 21 millones de seguidores en Instagram y casi otros siete millones en Twitter.
Jéssica Canedo, una persona corriente y anónima, inmediatamente se convirtió en una subcelebridad y comenzó a ser bombardeada con provocaciones y ataques. Era mujer y joven, lo que la convertía en un blanco ideal para un escándalo de este tipo. Su madre les pidió que dejaran de hacerlo, citando la frágil salud mental de la joven.
No pasó una semana y Jéssica Canedo se suicidó.
La tragedia de la joven de Minas Gerais ilustra algunas de las patologías de nuestros tiempos digitales, que no comienzan con él, es cierto, sino que parecen empeorar.
Primero, la obsesión enfermiza por los chismes “famosos”.
Si ese caso fuera cierto, no sería asunto de nadie. Ambos eran adultos. ¿Y qué sentido tiene saber que Whindersson Nunes, un notorio mujeriego, estaba teniendo una aventura con una mujer?
Si hubieran aparecido en público y fotografiado, habría sido una curiosidad tonta. Pero (finge) huellas dactilares de conversaciones privadas? ¿Cuál es el límite – o no hay ninguno?
la gente mira La coronaestá conmovida por la muerte de la princesa Diana a causa de paparazzi despistada, pero ni siquiera piensen en la situación de una niña que, de hecho, a diferencia de la princesa Diana, no buscaba visibilidad pública.
En segundo lugar, crueldad gratuita.
¿Cuál es la necesidad de ir tras Jéssica Canedo, de insultarla y hacer comentarios maliciosos, de hacer especulaciones? Ni siquiera estoy hablando de humanidad o empatía. Me refiero a esa división básica entre lo que es y lo que no es asunto mío.
En tercer lugar, la irresponsabilidad.
Cada cuenta de redes sociales que difundió la mentira, cada usuario de Internet que comentó, dio me gusta y compartió: todos tienen sangre en sus manos. Fue un caso picante, ¿a quién le importa si es cierto o qué efecto tendrá en las personas involucradas?
¿Las súplicas de su madre y de la propia Jessica Canedo? Oh, mimimí. Y pronto.
Los bolsonaristas están de carnaval, porque el Me sorprendió es amigable con Lula. Cualquiera que tenga estómago puede presenciar el espectáculo de indignación protagonizado por un sinvergüenza amoral como Nikolas Ferreira.
Que quede claro: no hay excusa para Me sorprendió. La página es basura de sensacionalismo barato, sin ningún cuidado por la calidad de la información.
Lo que le pasó a Jéssica Canedo no fue una desgracia impredecible. El modelo de negocio de Me sorprendió y páginas similares asume este riesgo.
Los responsables de ello y de todas las demás páginas implicadas (que ahora borran posts y publican declaraciones evasivas e hipócritas de sus asesores legales) deben ser considerados civil y penalmente responsables. Deberán pagar una multa. Deberían ir a la cárcel. Deberían ser excluidos de las redes sociales para siempre.
Pero también tienen las manos manchadas de sangre las big tech y sus aliados –es decir, la propia extrema derecha– que bloquean, con todas las armas a su alcance, cualquier propuesta para regular las redes.
Internet sin ley mata. Me gustaría que la tragedia de Jéssica Canedo cambiara la situación, pero, lamentablemente, ni siquiera en Navidad puedo creerlo.
*Luis Felipe Miguel Es profesor del Instituto de Ciencias Políticas de la UnB. Autor, entre otros libros, de Democracia en la periferia capitalista: impasses en Brasil (auténtico). Elhttps://amzn.to/45NRwS2]
Publicado originalmente en las redes sociales del autor.
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