Javier Milei – seis meses de agresión, caos y resistencia

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por CLAUDIO KATZ*

El resultado de la lucha contra Milei será el verdadero determinante de un desenlace u otro. Después de seis meses, la moneda sigue en el aire, sin victorias definitivas para ninguno de los bandos.

En el primer semestre de ese año se multiplicaron las agresiones gubernamentales contra el pueblo. Pero la mala gestión estatal, la debilidad política, la regresión económica y la resistencia popular socavan esta andanada. Javier Milei intenta compensar esas inconsistencias con un mayor protagonismo en el exterior, al tiempo que aprovecha el apoyo de la derecha convencional y el desconcierto del peronismo.

Desventuras con los responsables

Ya se han batido todos los récords de destrucción de ingresos populares. Nunca ha habido una demolición tan masiva en tan poco tiempo. El nivel de vida cayó a un nivel muy cercano al de la enorme crisis de 2001. Los salarios registrados cayeron un 21%, el salario mínimo perdió un 30% y las pensiones se redujeron un 33%.

La desnutrición causa estragos entre los indigentes y más de cuatro millones de personas han caído en el inframundo de la pobreza. La clase media hace malabares para mantener el gasto en educación, salud y transporte, liquidando ahorros, endeudándose y consumiendo peores marcas.

El sufrimiento es mucho mayor para los 95.000 despedidos del sector privado y los 25.000 despedidos de la administración pública. Javier Milei está orgulloso de este derramamiento de sangre y promete despedir a otros 50.000 empleados estatales, dejando en la calle al 30% de los contratados. Ya ha establecido el principio de esta cirugía y celebra la desgracia del desempleo.

El ocupante de la Casa Rosada introdujo un inusitado sadismo en la política económica. En lugar de promover las inversiones, promover el empleo y fomentar el consumo, glorifica el sufrimiento del pueblo. Elogia la crueldad y el sufrimiento actuales como si fueran un ingrediente inevitable de la prosperidad futura. Nunca dice cuándo llegará ese alivio. Sólo elogia el ajuste como una anticipación del mítico dominio del mercado, que facilitará el bienestar general.

Javier Milei no ejemplifica sus fantasías con ningún modelo de país que haya seguido este camino. Simplemente repite las vagas afirmaciones del neoliberalismo extremo, actualmente rechazadas por la mayor parte del mundo. Su verborrea incoherente oculta el hecho de que las desgracias de la mayoría siguen enriqueciendo a un puñado de ricos.

La promesa de pagar el ajuste que penaliza a las castas ya ha sido archivada. Los privilegiados fueron protegidos del torniquete que asfixia a los empobrecidos. Javier Milei ahora culpa a los mismos indefensos por las desgracias que enfrentan.

Todos los días insulta a las familias que no pueden comer sus comidas diarias. Se supone que “harán algo” para no morir de hambre, como si la responsabilidad de ese sustento dependiera del comportamiento de cada individuo.

Javier Milei presenta la pobreza como un efecto de “vivir más allá de nuestras posibilidades”, descalificando las mejoras logradas por las personas. Como aborrece la justicia social, considera inaceptable cualquier signo de desigualdad menor. Se rebela contra “gastar más de lo que se gana”, repitiendo una falsa identidad entre familia y Estado. Esta comparación ignora el abismo que separa la política económica de la gestión del presupuesto personal. También ataca el “pasado populista”, silenciando las desastrosas consecuencias de los gobiernos neoliberales.

El libertario habla del pasado para tapar el presente. Aplasta el legado y se promociona como el salvador de un escenario explosivo que desactivó con su presidencia. Con este invento justificó la devaluación y escalada de precios que pulverizaron los ingresos populares. Ahora improvisa otros pretextos para explicar el agravamiento del desastre económico y social.

Caos deliberado

Las calamidades que el gobierno ha infligido al grueso de la sociedad no tienen precedentes. El emblema de estas afrentas es la comida almacenada en los restaurantes comunitarios vacíos. Este inmenso volumen de alimentos fue retenido para debilitar a las organizaciones sociales que protegen la alimentación popular.

Causa indignación la maldad de Javier Milei y su ministro Petrovello. Buscan destruir a grupos que alivian el hambre en un país que exporta alimentos a todos los rincones del planeta. En lugar de castigar a los capitalistas responsables de esta espantosa anomalía, bendicen a los millonarios y atacan a los activistas.

El escándalo alimentario fue tan impactante que jueces cercanos al gobierno exigieron la distribución de alimentos. Luego de retrasar el cumplimiento de este requisito, Petrovello permitió su distribución a través de una fundación privada (Conin), que las empresas del agronegocio utilizan para obtener beneficios fiscales. Esta cruda gestión de la pobreza incluyó la distribución prioritaria de cestas básicas de alimentos a los líderes de las provincias amigas, con la mediación autoritaria del ejército. La distribución se combinaba con reventas sospechosas a través de las redes sociales y suponía un coste muy superior a la gestión habitual de los restaurantes comunitarios.

A lo largo de este episodio, la corrupción surgió en un ministerio que compra productos a empresas que están exentas de control. Este fraude también reveló la existencia de una amplia red de empleados libertarios de ñoquis a los que se les paga sin trabajar. Los exóticos funcionarios nombrados por Javier Milei revelan una mayor propensión a malversar fondos que la casta rechazada de políticos convencionales.

El complemento de esta corrupción es la ineficiencia. Las personas que aterrizaron en la administración pública compiten en la ignorancia y la improvisación. Javier Milei ya ha forzado la dimisión de una treintena de altos funcionarios públicos, batiendo todos los récords de despidos. Despidió a un burócrata cada cinco días en el cargo.

Esta ineptitud generalizada está en consonancia con un presidente que patrocina deliberadamente el desorden. Javier Milei valida la inacción ante los problemas más urgentes. La lista de esta pasividad incluye la falta de ayuda por el tornado que devastó Bahía Blanca, la indiferencia ante las inundaciones en Concordia, la apatía ante la tormenta que afectó a 68 barrios de Buenos Aires, la negativa a entregar medicamentos oncológicos, la parálisis en el Ante el accidente de trenes en Palermo y la falta de atención ante la falta de gasolina. El colofón a ese inmovilismo fue la falta de vacunas, reactivos o campañas publicitarias ante el peor brote de dengue de la historia.

Esta indolencia confirma la ideología anarcocapitalista de un presidente que promueve la “destrucción del Estado desde dentro”. Se ve a sí mismo como un Terminator embarcado en este objetivo y vive con millones de argentinos los absurdos de su inspirador americano (Rothbard). Este padrino concibió todas las locuras enunciadas durante la campaña electoral (como el derecho de los padres a abandonar a sus hijos para incluirlos en el ámbito del mercado).

El delirio de ordenar a la administración de un país que lo derribe ya no es el divertido ensayo libertario de un pueblo de New Hampshire. Allí el gobierno fue disuelto y la ciudad destruida por una invasión de animales. Javier Milei proporciona el mismo caos estatal, pero en un país mediano que forma parte del G20 y visita el G7.

A lo largo del semestre, la clase dominante toleró la desorganización del funcionamiento del Estado. Los poderosos, sus medios, jueces, políticos y economistas perdonan todas las vergüenzas imaginables de Javier Milei. El presidente gasta fortunas del presupuesto en viajes proselitistas, remodela la Casa de Gobierno para albergar a sus perros, bendice el nepotismo de su entorno y utiliza un lenguaje grosero, que es prueba de graves trastornos emocionales.

Quienes estaban en el poder nunca permitieron a ningún representante la más mínima de estas exuberancias. Los aceptan ahora porque tienen un marginal en la Casa Rosada decidido a destruir los sindicatos, barrer los movimientos sociales y destruir las organizaciones democráticas. Las clases dominantes admiten la erosión de su propio Estado para lograr esta derrota de la clase trabajadora. Aceptan el deterioro de la administración que necesitan para aumentar sus fortunas, con la esperanza de cambiar a su favor las relaciones sociales de fuerza que prevalecen en el país.

Pero el caos premeditado crea situaciones insoportables a todos los niveles. La propia inexperiencia en la gestión pública –que era considerada un activo de la burocracia frente a los vicios de la casta tradicional– comienza a pesar sobre ella como una grave adversidad. La norma del paro no sólo genera rechazo entre los afectados. También aumenta el malestar de los patrocinadores del presidente.

Represión y brutalización

La escala represiva es el principal instrumento de Javier Milei para destruir el movimiento popular. Es el componente fujimorista del plan inaugurado por Patricia Bullrich con su protocolo antipiquetes. La movilización de gendarmes y las provocaciones contra los manifestantes han sido la norma durante los últimos seis meses. Pero en la última manifestación contra la Ley Básica, la burocracia redobló su apuesta, con detenciones premeditadas para intimidar a los militantes.

Patricia Bullrich retomó las mismas cacerías de transeúntes y las mismas provocaciones a infiltrados que implementó durante la era Macri. La copia tuvo pocas variaciones. Coches incendiados con la complicidad de la policía, balas de goma, gases lacrimógenos, detenciones aleatorias y golpizas a los diputados presentes. La Ley Fundamental se apoyó en un baño de gas. Se abrieron causas contra los detenidos y se impuso prisión preventiva por el nuevo delito de protestar.

El oficialismo fomenta el miedo para disuadir a la gente de participar en las manifestaciones. Ideó un plan para encarcelar a los líderes de las organizaciones más combativas. La identificación de los manifestantes con el terrorismo y la denuncia de un absurdo golpe de Estado no fue una incontinencia verbal más de Javier Milei. Es parte del guion elaborado en la Casa Rosada con espías de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). El presidente está dispuesto a continuar su escalada de insultos con el código penal en la mano.

Pero la rápida reacción de activistas y organizaciones de derechos humanos –que llevó a la liberación de la mayoría de los detenidos– anticipa la resistencia que enfrentará el plan represivo. Las reservas democráticas acumuladas durante muchos años surgirán con fuerza para detener al gobierno.

La prioridad inmediata de Javier Milei es criminalizar a las organizaciones sociales. La pandilla de empleados que retienen, deterioran y venden alimentos de restaurantes se reclaman el derecho de acusar a quienes garantizan la alimentación del pueblo. En este mundo tan revuelto ya se han llevado a cabo redadas en las sedes de organizaciones de izquierda.

Esta furia contra los movimientos sociales contrasta con la pasividad frente al narcotráfico, que ha transformado algunas ciudades, como Rosário, en un campo de tiro permanente. Como Javier Milei considera al Estado una organización criminal, sitúa el enfrentamiento contra los narcotraficantes en un ámbito de bandas equivalentes. Busca emular los pasos de su colega Bukele quien, en la competencia mafiosa del estado con el maras, logró establecer un régimen autoritario. El costo de esta aventura se cuantifica en la lista de muertes inocentes, que la Argentina comienza a sufrir, repitiendo lo ocurrido en El Salvador y Ecuador.

Milei y Villaroel complementan su cruzada represiva con una batalla cultural por el desmemoria que enaltece la dictadura. Junto a sus aliados mediáticos, cuestionan el emblema de los 30.000 desaparecidos, con la reiterada objeción al número de víctimas provocadas por la tiranía militar. Pero no se atreven a concebir extender esta reparación a otras cifras de genocidio, como los 1,5 millones de armenios masacrados por Turquía o los seis millones de judíos asesinados por los nazis. Ninguno de estos números asume precisión estadística. Son importantes como símbolos de acontecimientos dramáticos.

El negacionismo de Javier Milei fomenta el vaciamiento de toda actividad de Memoria, Verdad y Justicia. Desde la Casa Rosada también se intenta resucitar la teoría de los dos demonios, con el fin de poner a prueba el indulto a militares que cumplen condena. Esta rehabilitación se promueve para recrear la intervención de las fuerzas armadas en Seguridad Nacional.

La escalada represiva complementa el ataque a todos los logros culturales del país, que Javier Milei asocia con la izquierda, el progresismo y la educación pública. Fomenta el resentimiento contra esta tradición, en estrecha conexión con los sectores evangélicos y conservadores de la Iglesia. Tú vales Las subvenciones a la enseñanza privada reforzarán esta campaña y complementarán la eliminación de 14 millones de libros que antes se entregaban a los alumnos más necesitados. Para recrear el oscurantismo se impulsa una ley que castigará el “adoctrinamiento en las escuelas”, es decir, el simple conocimiento de teorías opuestas al primitivismo liberal profesado por el presidente.

Los ataques diarios de Javier Milei a la cultura incluyeron el delirante nombramiento de un ignorante terraplanista (Lemoine) como jefe de la Comisión Científica de la Cámara de Diputados. El ataque al feminismo se complementó con la aberrante presentación de la homosexualidad como una enfermedad autodestructiva.

Milei está inmerso en una carnicería cultural para vender Tecnópolis, liquidar la Televisión Pública, subastar el cine Gaumont, vaciar el Centro Cultural Kirchner y pulverizar el Museo del Bicentenario, mientras destruye el Instituto del Cine y el Fondo Nacional de las Artes. Como no pudo cerrar el Conicet, intentará impedir que realice cualquier actividad de mayor relevancia que la clonación de sus perros.

Para escapar del rechazo que le provocaba este remanente de la Inquisición, el anarcocapitalista sustituyó la enunciación de sus disparates en la Feria del Libro por un acto propio. Pero ninguno de los que aplaudieron sus gestos y apreciaron sus gritos pudo descifrar el contenido incoherente de su discurso en el Luna Park.

Respiradores sin base propia

Con la aprobación de la Ley Fundamental en el Senado, el gobierno logró su primer éxito parlamentario en seis meses. Este triunfo le permitió superar una orfandad legislativa sin precedentes. Obtuvo una victoria salvadora, en momentos en que todos los analistas vaticinaban una implosión si Javier Milei volvía a fracasar en el Congreso.

El proyecto de ley obtuvo una pequeña mayoría en la Cámara Alta, lo que requirió un desempate para el vicepresidente. No surgió junto con el publicitado Pacto de Mayo, que los funcionarios pretendían firmar con los gobernadores. De los 664 artículos del proyecto de ley original, quedaron menos de la mitad, y la agónica aprobación implicó sólo el tratamiento general del texto. En la evaluación privada, el gobierno perdió dos votos (ganancias y patrimonio personal), que intentará superar en la revisión de los diputados. Estos descartes no cambiaron el significado de la ley, pero retrataron las adversidades que enfrentaba la burocracia.

El relevo de Javier Milei estuvo rodeado de varios escándalos. La diputada que vendió su voto a cambio de una embajada en París fue el caso más extraño de las prebendas en juego. El gobierno repartió favores y la casta fue recompensada con lo justo para conseguir su trofeo.

La mayoría del radicalismo y una minoría del peronismo acudieron en ayuda de Javier Milei, dándole el quórum y los votos que necesitaba para sobrevivir. Lo hicieron con la típica duplicidad de proclamar en público lo contrario de lo que negociaron en el Congreso. Calcularon exactamente lo que necesitaban los funcionarios para salirse con la suya, corroborando el hecho de que comparten el objetivo del gobierno de acabar con el movimiento popular.

Esta convergencia fue muy evidente en la agenda de agresión contra el movimiento sindical. A diferencia de lo ocurrido en el tema económico, los salvadores del presidente apoyaron la reforma laboral sin mayores objeciones. Coincidieron en apoyar una iniciativa que pisotea derechos, elimina indemnizaciones, facilita el despido y fomenta la informalidad. Los gobernadores, que negociaron duramente cada subsidio, validaron sin dudar el ataque a los asalariados. La descarga contra los trabajadores se disfrazó con una pálida preservación del impuesto social único.

Pero el alivio logrado por Javier Milei no resuelve otras adversidades legislativas. La Cámara de Diputados ya aprobó una nueva fórmula de movilidad jubilatoria, que el gobierno amenaza con vetar, pese a la ínfima recuperación que propone de lo perdido. El consenso alcanzado para aprobar la ley de Bases no alivia los vaivenes de la derecha convencional y las interminables disputas dentro del bloque libertario. La ambición de poder entre los aventureros de este grupo es imparable.

Javier Milei no logró unir sus tropas improvisadas y su desprecio por los “degenerados fiscales” que legislan en el Congreso corroe al gobierno. El presidente tampoco pudo compensar su soledad parlamentaria con ningún apoyo en las calles. Es cierto que las encuestas le dan un porcentaje de aprobación respetable, pero ese número siempre ha seguido la primera mitad del mandato de cada presidente. Es un apoyo pasivo que no alcanza para sostener la drástica remodelación de la Argentina que auspicia el libertario.

A diferencia de Trump, Bolsonaro, Meloni o Le Pen, el libertario argentino no se asienta en partidos, iglesias, instituciones o religiones. Su versión anarcocapitalista es ajena a la traición liberal criolla y profesa una vertiente de extrema derecha muy alejada del viejo nacionalismo reaccionario. Hasta la fecha no ha compensado estas carencias originales con el surgimiento de un movimiento identificado con su figura.

La asistencia a sus recientes eventos en Buenos Aires y Córdoba estuvo por debajo de lo necesario para formar esta agrupación. Con la aprobación de la Ley Básica, las especulaciones sobre el oscuro destino de Javier Milei disminuirán, pero los poderosos mantienen en marcha el Plan B alternativo que traman con Villaroel y Macri.

Fracasos y disputas económicas

Javier Milei lidera un experimento de ultraderecha para hacer frente a una gran crisis económica. Es por eso que sus pares en otros lugares lo observan tan de cerca. Su plan inicial era hacer un ajuste rápido para equilibrar las finanzas públicas y ganarse la confianza de los acreedores. Con este recurso esperaba obtener el crédito necesario para estabilizar la moneda y reducir la inflación, con la ayuda de una breve recesión.

Con ese resultado en mente, imaginó una serie de leyes de traspaso y una lluvia de inversiones suficientes para ganar las elecciones de mitad de período. La cirugía que Menem inició con la convertibilidad después de dos años convulsos, Javier Milei esperaba comenzar con la dolarización a finales del primer semestre. Sin embargo, después de este período, está lejos de lograr sus objetivos.

La única parte completada de su programa es el ajuste monumental del ingreso popular. El empobrecimiento que perpetró se puede ver en la furiosa disminución del consumo de pan, leche y carne. La adquisición de estos alimentos básicos nunca ha sido tan reducida. En otros puntos de su plan reinan la ficción y el fracaso.

El sistema tributario es una invención. Caputo muestra el dinero posponiendo pagos y utilizando malabarismos contables para ocultar continuos desequilibrios. Cambió un tipo de bonos públicos (Leliqs) por otro (pases, Bopreal), transfirió el déficit del Banco Central al Tesoro, postergó la cancelación de importaciones y obligó a refinanciar cuantiosas deudas energéticas con proveedores del Estado.

A medida que la recesión continúa reduciendo los ingresos tributarios, los ahorros que logra Javier Milei al reducir el gasto se diluyen por la caída de los ingresos. Es la misma secuencia que afectó a otros programas que se muerden la cola, en un círculo vicioso de cortes inútiles. Al igual que sus predecesores, está contrarrestando el déficit fiscal con más deuda.

La baja de la inflación que tanto celebra el gobierno es otro espejismo, pues mantiene el costo de vida promedio por encima del gobierno anterior. Lo que se está aliviando es la superinflación que generó Javier Milei cuando llegó a la Casa Rosada. Pero el piso de inflación se mantiene en los mismos niveles que en los últimos años, y el retraso en el aumento de los aranceles presagia una continuación traumática.

El libertario también enfrenta una contradicción inesperada con el tipo de cambio. Como la fuerte inflación del primer semestre del año no estuvo acompañada de devaluaciones equivalentes, la economía argentina se ha encarecido en dólares y la presión para otra devaluación monetaria está a la orden del día. Los economistas del círculo rojo que promueven este aumento (Cavallo, Broda, Melconian) están en desacuerdo con la Gurkas del oficialismo (Stuzzeneger, De Pablo), quienes proponen corregir el bache con más recesión. Esta divergencia se procesa en un escenario de tensiones repentinas en los indicadores financieros (dólar blue, riesgo país, liquidación de exportaciones del agronegocio).

Como las reservas ya están cayendo, Javier Milei busca la salvación en conseguir dólares por cualquier medio. Logró introducir un blanqueo de capitales más irrestricto en la Ley Fundamental y promovió privatizaciones improvisadas para obtener esta moneda.

Pero la oferta efectiva de dólares depende del FMI, que en el primer semestre del año negó los préstamos concedidos a Macri. Las cautelas del Fondo se deben a la insolvencia de Argentina, que es el principal deudor del organismo y afronta vencimientos en 2025 que no podrá afrontar. Además, el país se ve obstaculizado por los compromisos con acreedores privados y las exigencias de los tribunales de Nueva York.

El FMI observa a Javier Milei sin emitir veredictos. Está muy satisfecho con el brutal ajuste y está empezando a considerar la posibilidad de conceder un rescate, para que el libertario pueda seguir sirviendo a los financieros. Al sopesar los pagos de intereses en medio de una contracción de otros gastos, indujo a China a renovar un fuerte intercambio, cuyo pago provocaría el colapso de las reservas.

Curiosamente, Washington alentó una actitud amistosa de su rival de Beijing hacia Buenos Aires, para evitar la catástrofe que implicaba esta exigencia de pago. Queda por ver si el apoyo del FMI fue un episodio cíclico, o si fue un apoyo estratégico al plan libertario para eliminar los controles de cambio (“bloqueo”).

En lo inmediato, el FMI está observando el resultado del tipo de cambio, favoreciendo al bloque devaluador, que también está patrocinando un cierto giro hacia el pragmatismo regulatorio. Este aspecto enfrenta a quienes abogan por mantener el rumbo actual con más batidoras y más motosierras. Este último curso presupone una enorme desaceleración económica, que apoyaría alguna versión atenuada de la dolarización (canasta de monedas).

Tres pilares y una regresión

Javier Milei cuenta con el ferviente apoyo local de financieros, unicornios y extractivistas. El primer grupo se ha beneficiado en gran medida de los privilegios otorgados a los acreedores, la pedaleo de bonos públicos y la celebración de acciones y bonos denominados en dólares.

Dentro de este espectro de beneficiarios, el gobierno apoya a los segmentos que patrocinan la desregulación financiera, para redistribuir el pastel del crédito y la gestión del dinero corriente. El gobierno promueve al creciente grupo Mercado Pago con licencias que otros países niegan. Le permite operar violando las reglas que regulan la actividad de las instituciones tradicionales.

Este apoyo ilustra la remodelación financiera que impulsa el gobierno. Cuando Javier Milei proclama su intención de quemar el Banco Central, en la práctica está patrocinando un régimen sin controles ni garantías de depósitos, con el consiguiente riesgo para los ahorradores. Su intención es convertir a Argentina en un conejillo de indias para la desregulación internacional, creando un paraíso financiero sin restricciones.

Esta aventura la comparten unicornios tecnológicos que exaltan lo libertario. Reúnen a un segmento transnacionalizado de proveedores de servicios de TI, que actúan como una élite influyente en las redes sociales.

El viajero de Casa Rosada utiliza este apoyo para promover las fantasías que crea mientras recorre California. En sus entrevistas con Musk, Pichai, Altman y Zuckerberg, se imagina a sí mismo como el creador de un Silicio Milei, que utilizaría Inteligencia Artificial para remodelar el Estado. Netanyahu ya aplica estos inventos para perfeccionar la masacre de palestinos y su admirador argentino espera emplear las mismas tecnologías para sostener el ajuste. Supone que podrá gestionar a los empleados estatales como si fueran piezas de un juego de ordenador.

También cree que atraerá inversiones para instalar plantas de datos de gigantes tecnológicos en Argentina. Pero, por ahora, no negocia este aterrizaje. Sólo se está tramitando un modesto contrato con Google, para que viva el absurdo de gestionar el Estado con el dedo de la Inteligencia Artificial.

El tercer apoyo del libertario son las empresas extractivas involucradas en el saqueo de los recursos energéticos y mineros. Techint logró ponerse al mando de este pelotón. Ha aportado su personal principal a la gestión de varios ministerios, promueve alianzas con sus socios occidentales contra China y tiende a remodelar su actividad industrial para apoyar el negocio de los combustibles.

Javier Milei es partidario de esta reconversión que transformaría a la Argentina en un enclave de grandes empresas petroleras, gasíferas y mineras. El Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI), aprobado por el Senado, respalda este objetivo. Con esta ley las empresas obtuvieron mucho más de lo que imaginaban. Pagarán menos impuestos, disfrutarán de estabilidad fiscal durante 30 años, podrán renunciar a audiencias públicas y estarán exentos de demandas por destrucción ambiental.

RIGI introduce un régimen fiscal que no existe en el resto del mundo, que eximirá a las empresas del pago de retenciones en origen y de determinadas partidas de ingresos brutos. Se les permitirá impedir el ingreso al país de divisas obtenidas de sus exportaciones, tendrán acceso al dólar oficial y podrán importar insumos a cualquier costo.

Esta increíble legislación dará a las empresas concesionarias beneficios muy superiores a los de los competidores establecidos. Tus peticiones serán aprobadas en un tiempo récord y sin revisar los avisos. Desarrollarán islas de exportación desconectadas de la producción y del abastecimiento de proveedores locales. La libre disponibilidad de divisas que tendrán a su favor dividirá la economía en dos y afectará a un Estado endeudado, que perderá el manejo de las divisas necesarias para refinanciar sus pasivos.

Los agronegocios tienden a quedar en medio de la gran división oficial entre ganadores y perdedores. Está muy favorecido por la liberalización de la economía, pero está por ver si la gestión del tipo de cambio no terminará afectando su rentabilidad, como ocurrió durante la convertibilidad.

El daño al sector manufacturero es obvio. Sufrirá otra escalada de la misma remodelación regresiva que enfrentó bajo Videla, Menem y Macri. Las quejas de grandes industriales, como Madanes, ilustran esta adversidad, que se refleja en los efectos de la recesión. Argentina será el único país de la región que sufrirá una gran caída en los niveles de actividad (3,5%) debido al torniquete aplicado por Javier Milei.

Este descenso no se debe a ninguna tendencia del ciclo económico. Es exclusivamente consecuencia de la política contractiva introducida por los libertarios al paralizar más de 6.000 obras públicas. En su imaginación de plenitud mercantil, la recesión productiva que destruye el empleo es tan irrelevante como cualquier sufrimiento popular.

Un menemismo fuera de tiempo

Javier Milei intenta acumular poder en el exterior para contrarrestar sus inconsistencias internas. Con una frenética sucesión de giras, aspira a convertirse en una figura global de la ultraderecha, para aumentar su autoridad en Argentina. Celebra tu rostro en la portada de Hora, que lo presenta como el presidente más exótico del planeta.

Pero no se colocó en este podio por mérito propio, sino por simple servilismo hacia Estados Unidos. Javier Milei muestra mucha mayor lealtad a Washington que a las clases dominantes del país y se ha convertido en un pilar de la contraofensiva que está llevando a la potencia estadounidense a recuperar la primacía en el ajedrez global.

Ningún gobierno anterior demostró una sumisión tan humillante al imperialismo yanqui. Los jefes de la CIA, el Pentágono y el Departamento de Estado desembarcan una y otra vez en Buenos Aires, para asegurar la llegada de infantería de marina hasta la Hidrovía del Paraná, la Triple Frontera y la próxima base militar en Tierra del Fuego. Por casualidad, vendieron al país un lote de viejos aviones de guerra que Dinamarca almacenaba como chatarra.

La prioridad de Washington es limitar la presencia económica de China, bloqueando proyectos ya firmados con Argentina (centrales hidroeléctricas en Santa Cruz, una central nuclear, el puerto de Río Grande). También pretende impedir el suministro de redes digitales 5G, las inversiones en litio y la llegada de más empresas agroalimentarias a la costa.

El embajador yanqui impulsa una campaña para presentar los observatorios astronómicos científicos que Beijing administra en Neuquén como peligrosas bases militares. El improvisado ministro de Asuntos Exteriores, Mondino, validó esta provocación con disparates verbales, a los que China respondió con serias advertencias. Argentina tiene una gran deuda con la potencia asiática y los errores diplomáticos del libertario tienen graves consecuencias.

La enemistad con Rusia, que alienta el Departamento de Estado, también tiene efectos adversos. Científicos de Moscú, que exploran el subsuelo antártico en busca de hidrocarburos, han descubierto una inmensa reserva en territorios disputados por Argentina, Chile y Gran Bretaña. Este descubrimiento no fue comunicado al país, en un gesto de rechazo al alineamiento ciego de Javier Milei con su líder estadounidense.

También es probable que aumente la tensión con Rusia debido al apoyo fanático a Ucrania. Javier Milei no sólo suscribe todas las iniciativas de Zelensky, sino que incluso sugirió enviar ayuda militar a Kiev si la confrontación militar no amaina.

Estos anuncios no son fanfarronería. El gobierno quiere recuperar el protagonismo del ejército, recuperar el tráfico de armas que floreció durante el menemismo y decayó tras los atentados a la embajada y a la AMIA. El poder judicial apoya esta revitalización de las fuerzas armadas con una renovada campaña para presentar a Irán como el principal culpable de las explosiones. No presenta pruebas de esta culpabilidad y encubre la evidente participación de militares y espías argentinos en estos crímenes.

Javier Milei también demuestra un apoyo sostenido al genocidio de Israel en Gaza. Formó una estrecha alianza con los rabinos ortodoxos, quienes justificaron esta masacre con argumentos místicos, e internalizó este engaño con su propia conversión al judaísmo. Por eso Argentina fue el único país latinoamericano que votó en contra del pedido palestino de membresía en Naciones Unidas y el embajador en Tel Aviv participa como invitado en las reuniones de gabinete. Este favoritismo permitió a la empresa de agua Mekorot inspeccionar los recursos hídricos del país y convertirse en un socio privilegiado en futuras empresas extractivas.        

Para cumplir con las demandas de Washington, Javier Milei pospone frecuentemente su toma de posesión e insulta a los líderes que desagradan al Departamento de Estado. Las provocaciones contra Venezuela incluyen el robo de un avión y el cierre de Telesur. La andanada contra Cuba pasa por la suspensión de la ruta aérea Buenos Aires-La Habana, y los atentados contra Petro y López Obrador han sacudido como nunca las relaciones diplomáticas con Colombia y México.

Si se confirma que Javier Milei concederá asilo político al grupo de bolsonaristas acusados ​​de participar en el intento de golpe de Estado, las tensiones con Brasil seguirán aumentando. Lula ya sugirió un posible veto al suministro de gas que Argentina necesita en caso de escasez.

El presidente viajero no actúa como un subordinado más del poder estadounidense. Es un peón del proyecto de Trump y forma parte de la red de lacayos que gestiona el ambicioso magnate republicano. Javier Milei hace payasadas con otros seguidores del candidato presidencial yanqui para causar impacto en las redes sociales. No oculta su fascinación por la forma en que Elon Musk combina la virulencia contra los sindicatos con la promesa de llegar a Marte.

El alineamiento con el neofranquista Vox adopta el mismo tono e incluye la exportación a España de lawfare, que la derecha latinoamericana ha perfeccionado para derrocar presidentes. En esta conspiración participa Javier Milei, difundiendo las típicas acusaciones de corrupción que alimentan estas tramas. Su hiperactividad en Europa pretende aprovechar la ola de ultraderecha que sacude el Viejo Continente.

El libertario también ofrece a la Argentina como un espacio para experimentar el modelo político trumpista. Experimentar una nueva forma de gestión con mecanismos autoritarios para poner a prueba el despotismo del poder ejecutivo. En su primer semestre insinuó esta modalidad con un gobierno basado en la emisión de decretos.

La tiranía proyectada por el presidente requiere de un clima de confrontación permanente, para dirigir la acción política con ira y furia. Se eligen enemigos cambiantes para oponerse a la autoridad del autócrata de derecha. Javier Milei lleva este procedimiento al extremo, para reforzar su figura entre la nueva élite de la extrema derecha global.

Pero este liderazgo deseado se ve muy afectado por la distancia que separa su fanatismo ultraliberal del creciente estatismo de sus colegas. Ni siquiera Bolsonaro o Bukele en la región comparten su apoyo ciego al mercado. Los pesos pesados ​​de la ola parda son más contundentes. Favorecen los subsidios, defienden el proteccionismo, alientan la inversión estatal y aprueban un aumento del gasto público. Las políticas económicas de Trump, Meloni o Le Pen son las antípodas del anarcocapitalismo criollo.

Javier Milei es un menemista fuera de tiempo. Realizó un gran homenaje a su precursor, sin darse cuenta de lo lejanos que estaban los años 1990, con la globalización, las odas al libre comercio y los elogios a las privatizaciones. La batalla que Estados Unidos está librando para resolver la primacía con China se basa en una drástica reintroducción de la regulación estatal.

Por eso Javier Milei parece predicadores solitarios cuando declama el rescate nostálgico del liberalismo extremo de los austriacos, frente a la moderación de los economistas neoclásicos convencionales. No sólo apuesta solo cuando elogia a Mises y Hayek frente a Samuelson. Sus diatribas contra Keynes tienen poca resonancia entre los intervencionistas de la extrema derecha global.

Resistencia en múltiples flancos

El rechazo activo del gobierno ha sido muy significativo a lo largo del semestre y el desenlace del enfrentamiento sigue abierto. Hasta el momento, Javier Milei no ha logrado doblegar al movimiento popular.

Tiene que abordar la centralidad de la clase obrera, que tiende a recuperar su protagonismo desde la contundente huelga del 24 de enero. La segunda huelga del 9 de mayo fue más significativa y tuvo un nivel de participación superior al promedio de los últimos 20 años. El éxito de estas dos acciones estimuló protestas de otros sectores y, en el caso de Misiones, condujo a una convergencia sin precedentes de policías y docentes.

Javier Milei adoptó una postura de indiferencia al sugerir que las protestas no cambiaron la situación, pero no pudo disimular el impacto del descontento. Sus portavoces mediáticos critican el coste de las huelgas, presentando estimaciones de pérdidas millonarias, que nunca calculan cuando se trata de medir la cantidad expropiada a los trabajadores. El énfasis dado al costo monetario de las huelgas confirmó, de paso, que los asalariados son los verdaderos generadores del valor creado en la actividad económica.

La reciente movilización del 12 de junio contra la ley de Bases volvió a tener gran repercusión y contó con gran presencia sindical. Pero la deserción de los gordos de la CGT redujo el carácter masivo de la concentración. La deserción de todo el sector conservador del sindicalismo fue acordada con los legisladores del justicialismo, para facilitar la aprobación de la ley deseada por Javier Milei. La burocracia desertó a cambio de pequeñas concesiones en el capítulo laboral del proyecto. Pero el alivio que le dieron a Milei no anula la preeminente tendencia combativa.

El segundo hito de la resistencia fue la marcha monumental del 23 de abril en defensa de la educación pública. Fue la mayor movilización de las últimas décadas, con la presencia de alrededor de 800.000 manifestantes. La misma afluencia masiva se observó en Mar del Plata, Tucumán, Misiones, Mendoza y el bastión cordobés de Liberdade Avança.

Javier Milei quedó desconcertado por este exabrupto. Primero repitió su guion habitual contra los políticos, intentó ridiculizar las “lágrimas de izquierdistas” y denunció la corrupción en las universidades, que propuso transparentar mediante auditorías.

Pero, pocos días después, suavizó los insultos y negoció con la UCR [União Cívica Radical] una desescalada del conflicto. Bloqueó la subejecución presupuestaria y aumentó los recursos asignados al funcionamiento diario de las universidades. Al darse cuenta del peligro de un cambio importante en la oposición de la clase media, optó por el pragmatismo, dejó de lado el manual beligerante y redujo el ajuste. Repitió la concesión previamente introducida con un límite a los aumentos en los planes de salud prepagos.

El ingenio juvenil afloró con fuerza en la movilización, con carteles didácticos, divertidos e irónicos, que contrastaron con el desplante de Javier Milei. Los libros fueron elogiados como señal de protesta y la defensa de la educación pública volvió a estallar como un gran dique de contención en la derecha. Obtener un título universitario sigue siendo un objetivo para las familias empobrecidas, que lo ven como una forma de recuperar sus ingresos. La vieja aspiración de ascender en la escala social se convirtió en una modesta expectativa de contener el colapso. Esta esperanza en la educación pública se extendió a la nueva generación de origen popular que llegaba a las universidades de la ciudad.

Esta lealtad duradera a un ideal educativo que dio forma a la historia del país resistió la penetración de la ideología neoliberal. El individualismo de mercado y la glorificación de la privatización no han prevalecido en este ámbito. Por eso los discursos radicalizados que apelan a los jóvenes atraídos por Javier Milei tuvieron gran protagonismo en la movilización.

La suma de todos los participantes en las movilizaciones del primer semestre muestra un número muy elevado de participantes en la resistencia contra el ajuste. La marcha del 24 de marzo tuvo más participación que las anteriores y las dos manifestaciones del movimiento feminista fueron impresionantes. Es cierto que el gobierno mantiene la lealtad de sus votantes, pero esa lealtad es la norma en el debut de cualquier administración. Ningún gobierno ha perpetrado jamás un ataque tan virulento y ninguno ha enfrentado jamás una reacción tan contundente en las calles. El resultado de esta oposición se conocerá en los próximos meses.

Dos posibilidades inmediatas

En la batalla contra Javier Milei se definirá el perfil del peronismo, que tiene aristas muy contradictorias. Una primera variante fue cooptada por la burocracia con cargos de todo tipo. El ex candidato presidencial Scioli acudió al ministerio que le ofreció el libertario y elogia descaradamente a su nuevo jefe. Otra lista de camaleones incluye a una alta funcionaria del Ministerio de Capital Humano (Leila Gianni), quien logra gestionar el tatuaje de Néstor y Cristina de su brazo sin borrarlo.

Una segunda variante del justicialismo facilita la administración libertaria desde el Congreso, sin ingresar formalmente al gobierno. La mayoría de ellos responden a gobernadores que negocian votos a cambio de asignaciones presupuestarias. Otros llegaron al Senado vestidos con ropas del peronismo y se cambiaron a cambio de regalos.

La tercera alineación que enfrenta a Javier Milei y tiende a forjar una alternativa electoral en torno a Kicillof. El contenido de las fuertes disputas que corroen el espacio kirchnerista aún es muy oscuro y no está definido si Grabois elegirá su propio camino.

Pero en sus innumerables variantes, este campo persiste como reserva del progresismo, en tensión con la vertiente que busca recrear el viejo macartismo justicialista (Guillermo Moreno). Al contrario de lo que ocurrió durante la era Macri, el grueso del peronismo logró mantener cierta cohesión, pero sin mostrar liderazgo, proyectos alternativos o planes de resistencia. Desde el Vaticano, Francisco intenta paliar este vacío, consolidando vínculos con todo el espectro justicialista.

La izquierda sigue siendo una valiente corriente de oposición en las calles y, por tanto, es blanco de las fuerzas represivas. Javier Milei pretende ilegalizar estas organizaciones y arrestar a sus líderes. Este resentimiento se debe a la consecuencia de la lucha que caracteriza a este espacio. Actúan con el mismo convencimiento que demostró a lo largo de su vida la fallecida Nora Cortiñas.

Esta gran figura de las Madres supo superar la desaparición de su hijo y dedicó su vida a apoyar la lucha de los oprimidos. Estuvo presente en todas las resistencias, sin especular sobre la conveniencia de esta participación. Puso su cuerpo al servicio de las ideas y se convirtió en símbolo de todas las batallas. Su afinidad con la izquierda coronó la madurez política de una práctica militante de medio siglo de antigüedad.

Norita siempre ha priorizado la unidad en la lucha contra el principal enemigo. Este principio es muy pertinente en el contexto actual. El resultado del enfrentamiento en curso definirá toda la secuencia posterior. De imponerse el ajuste prevalecerá un escenario completamente opuesto al que resultaría de una derrota de Javier Milei.

Por eso, las acciones comunes entre la izquierda y el peronismo son fundamentales para bloquear el oficialismo. Las críticas correctas a la burocracia sindical deben presentarse en el marco de esta convergencia. Al interior del FIT [Frente de Esquerda e dos Trabalhadores] no hay una posición consensuada sobre esta demanda, y los vaivenes tienden a prevalecer en cada circunstancia.

Javier Milei logró una tregua con la votación en el Senado, pero hay dos posibles consecuencias de este alivio. Si se repite lo que sucedió con la legislación de pensiones de Macri de 2017, el éxito legislativo será un alivio temporal del deterioro posterior. La ley no evitará el fracaso del gobierno. Si, por el contrario, se reproduce lo ocurrido en el debut del menemismo, el tormentoso éxito en el Congreso será el presagio de una estabilización más duradera. Queda por ver cuál de los dos contextos prevalecerá en los próximos meses. Javier Milei apuesta a que una victoria de Trump en las elecciones estadounidenses abrirá el segundo camino.

El resultado de la lucha será el verdadero determinante de un desenlace u otro. Después de seis meses, la moneda sigue en el aire, sin victorias definitivas para ninguno de los bandos. Pero se acerca la caída de este metal, con la consiguiente primacía de uno de los dos bandos. El movimiento popular apuesta al éxito, en una lucha que definirá el futuro de Argentina.

*Claudio Katz. es profesor de economía en la Universidad de Buenos Aires. Autor, entre otros libros, de Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo (Expresión popular) [https://amzn.to/3E1QoOD].


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