por EMILIO CAFASSI*
Mover bustos sobre un tablero de ajedrez y acercar a Carlos Menem a las puertas del salón es sólo el reflejo simbólico de haber traído una nueva tragedia histórica a las puertas de la vida social.
La sede del gobierno argentino, la emblemática “Casa Rosada”, alberga el “Salón de los Bustos”, un espacio diseñado para homenajear a todos los primeros líderes, aunque no sin algunas omisiones, además de la evidente exclusión de los golpistas. Javier Milei, en su afán revisionista, volvió a celebrar esta semana al que considera el mejor presidente de los últimos 40 años, inaugurando su sonriente busto y reubicando el resto para romper la secuencia cronológica de sucesivas administraciones y acentuar sus inclinaciones ideológicas a través del reasentamiento espacial. .
Así, Carlos Menem ocupa ahora un lugar destacado en la entrada junto a Bartolomé Mitre, mientras figuras como Néstor Kirchner o Raúl Alfonsín han quedado relegados a las esquinas. Ya había asestado provocativamente un golpe a la veneración proporcional el 8 de marzo al renombrar el “Salão das Mulheres” (que contenía retratos de 17 personajes de la historia nacional) como “Salão dos Heroes”, entre cuyas figuras también colocó a Carlos Menem. No falta coherencia en su lectura. Fue Carlos Menen quien inauguró la primera etapa del ultraliberalismo posdictatorial cipayo en Rio da Prata,[i] a lo que inmediatamente se sumó Lacalle Herrera, al amparo del consenso de Washington.
Si además incluyéramos las medidas más rigurosas ético-políticas que exceden y contradicen la ideología política liberal para profundizar en el aterrador escenario de la impunidad criminal, habría que profundizar aún más en el Pacto del Club Naval de Montevideo. De hecho, las amnistías y la posterior ley que expiró el primer gobierno de Sanguinetti en la costa oriental, que lamentablemente la cobardía cívica popular impidió que se revocara, pueden haber inspirado, en un oscuro eco de complicidad y olvido, los decretos de Carlos Menem que indultaron a 220 militares y 70 civiles desde 1989 y los sucesivos desde 1990 en la orilla opuesta.
El extremismo de derechas que impera en las costas que bañan el ancho río, aunque dispares en sus consecuencias inmediatas, parece reforzarse e iluminarse en etapas sucesivas. Es difícil explicar por qué prefieren que se les llame liberales.
Las sospechas al respecto, de sistematizarse, podrían contribuir a dilucidar la agenda actual de la extrema derecha en esta latitud, una tarea que obviamente va más allá de un artículo. Sin embargo, se pueden sugerir algunos pasos metodológicos que fomenten nuevos desarrollos y aportes. En primer lugar, tanto las iniciativas legislativas enviadas desde el Ejecutivo a las Cámaras como las impuestas por decreto deben ser consideradas, independientemente de su resultado posterior, porque reflejan las intenciones y advierten sobre tal agenda.
Casos como la ley de servicios públicos de Lacalle Herrera, la mayoría de cuyos artículos fueron afortunadamente derogados mediante referéndum popular, o la “ley general” de Javier Milei que se hundieron en la Cámara de Diputados de Argentina, hay que considerarlos porque reflejan la orientación de la ofensiva. Es particularmente interesante analizar lo que propone la extrema derecha permeable, es decir la genuflexión y la rendición, frente a las del norte de raíz nacionalista, a quienes no hace falta saber si pueden imponerlas o no, pero que – contrariamente a sus intentos, aunque algunos todavía fracasan, siempre producirán efectos destructivos sobre la vida y el tejido social, ciertamente no despreciables.
La secuencia de accesos al poder y el impacto potencial de algunas administraciones sobre otras también pueden ser interesantes. Por ejemplo, apoyo la hipótesis de que el demoledor corpus político del actual proyecto de Milei encuentra fuertes raíces en la gestión de Lacalle Pou, aunque nos parezca más oculta, pero dejaremos esa posibilidad para otro momento. En otras sincronías pueden ocurrir caminos diferentes. Como no está previsto colocar bustos de presidentes uruguayos en la Casa Rosada, la propuesta será una periodización histórica cronológica que deberá incluir:
Años 80: Sanguinetti-Menem. El legado anticonstitucional de la violación de la igualdad ante la ley y la consagración de la barbarie y la impunidad: (i) ley de caducidad en Uruguay (primer gobierno de Sanguinetti) (ii) decretos de indulto de Menem en Argentina (incluidos los de 1990)
Años 90: Menem-Lacalle Herrera-Sanguinetti. La demolición de Estados y el robo: (a) Ley de emergencia económica argentina (Menem); (b) Ley de Reforma del Estado Argentino (Menem); (c) Ley de Empresas Públicas de Uruguay (Lacalle Herrera); (d) Ley de AFJP Argentina (Menem); (e) Ley de AFAP de Uruguay (Sanguinetti, segundo gobierno).
Siglo XXI: Lacalle Pou-Milei. (1) 10 medidas económicas que liberalizan la economía argentina (Macri); (2) Ley de Urgente Consideración de Uruguay (Lacalle Pou); (3) Ley de Reforma de la Seguridad Social de Uruguay (Lacalle Pou); (4) Protocolo de seguridad argentino (Milei a través de Bullrich); (5) Decreto Argentino de Necesidad y Urgencia (Milei); (6) Ley Ómnibus Argentina (Milei); (7) Ley de Medios (Lacalle Pou).
Casi todas estas iniciativas parecen basarse en una táctica de sorprendente urgencia y amplio alcance que tiene en cuenta las particularidades de cada país, cada etapa histórica e incluso confronta diferentes estilos de liderazgo. Todos fueron lanzados al inicio de cada administración y en magnitud e iniciativa con amplias aspiraciones. Especificar continuidades o diferencias requerirá varias operaciones comparativas de cierta profundidad.
Comencemos con un resumen muy superficial y rápido que sugiere la disposición de los bustos con la que comencé estas líneas, fundamentalmente en relación con las políticas económico-sociales, ya que no son comparables en la dimensión represiva que debería ser tema de otro artículo. Para ello es recomendable comparar los ley general por Javier Milei y su DNU, con las cuatro leyes de Carlos Menem antes señaladas.

A pesar de la distancia temporal y de que no sólo las iniciativas de Carlos Menem tienen validez jurídica y sus políticas han sido adoptadas, sino que el único vigente hasta el momento de Javier Milei es su DNU, tomaremos su ley general como prueba de tus propósitos. En este sentido, se puede ver en el cuadro que, echando un vistazo rápido a sólo seis grandes ejes de intervenciones económicas, las influencias menemistas son notables.
En ambos casos, al mismo tiempo, se sobreimpone el carácter presidencial en detrimento de la deliberación y negociación parlamentaria: artículo del diario conservador La Nación, de noviembre de 1996, calculó que Menem dictó 398 decretos en siete años, a razón de 4,5 por semana. Sin embargo, en el caso de Carlos Menem, no pareció tener mayor resistencia en las cámaras debido a la fragilidad de su radicalismo por su temprana salida del gobierno, el control que logró sobre el aparato del partido peronista y su relación con el partido. gobernadores, en su mayoría también peronistas.
Aunque Javier Milei ha encontrado una oposición significativamente dialógica, la correlación de fuerzas no es idéntica, como tampoco lo es su nivel de experiencia y dominio político. Ni siquiera el umbral de índices socioeconómicos con el que cada uno inicia su gestión, además del reparto del flagelo inflacionario, lo que hace más devastadoras las consecuencias de medidas similares en el contexto actual. Quizás por esta última razón, o por la multiplicidad del tejido histórico, el gobierno de Javier Milei debe recurrir a un rigor represivo y una crueldad sin precedentes, rayando en la vigencia de libertades constitucionales básicas.
Mover bustos sobre un tablero de ajedrez y acercar a Carlos Menem a las puertas del salón es sólo el reflejo simbólico de haber traído, con sus políticas, una nueva tragedia histórica a las puertas de la vida social.
*Emilio Cafassi es profesor titular de sociología en la Universidad de Buenos Aires.
Traducción: Arturo Scavone.
nota del traductor
[i] En Argentina, el término “cipayo” se utiliza de manera peyorativa para referirse a una persona que actúa de manera servil, sumisa o servil hacia intereses extranjeros, especialmente en detrimento de los intereses nacionales. Es una expresión con una connotación negativa, asociada a la traición o al sometimiento a potencias extranjeras.
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