Javier Milei y las universidades “contaminadas”

Imagen: Duca Mendes
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por EMILIO CAFASSI*

Frente a la violencia bestial contra el conocimiento, ponemos al frente, en las calles, en las pinturas, en las narrativas y en las páginas en las que confiamos, el conocimiento de la bestialidad.

El Foro Económico Mundial de enero pasado fue testigo de dos momentos sorprendentes que sacudieron parte de la característica previsibilidad indolente y rutinaria. Un encuentro que reúne anualmente, en la ciudad suiza de Davos, a líderes políticos, empresas, agencias de crédito internacionales, sociedad civil y medios de comunicación de todo el mundo para trabajar en los que llaman “los principales desafíos globales”. Es la cima de la pirámide de privilegios globales.

El primer momento comenzó con la carta titulada “Orgulloso de pagar más”, firmado por 250 multimillonarios de 17 países que llaman la atención sobre la colosal desigualdad social, cuya solución no se puede encontrar en donaciones específicas o filantropía, y exigen que los Estados graven a los muy ricos, como los propios firmantes, algunos como Abigail Disney o Valerie Rockefeller, claras personificaciones de la absurda concentración de la riqueza.

En él, destacan que la solución no está en donaciones esporádicas o filantropía, sino en impuestos a los muy ricos, lo que no afectaría sustancialmente su nivel de vida ni el crecimiento económico de las naciones, pero sí transformaría la riqueza improductiva en una inversión para el futuro democrático común. El historiador holandés Rutger Bregman destacó en su intervención la necesidad de dejar de hablar de filantropía y empezar a hablar de impuestos, comparando la situación con estar en una conferencia de bomberos donde nadie puede hablar de agua.

Asimismo, la ONG Oxfam informó que la brecha social ha aumentado significativamente desde la epidemia de coronavirus, citando el aumento del 114% en términos reales en las fortunas de los cinco hombres más ricos del mundo (que no firmaron la carta), entre ellos Elon Musk y Jeff Bezos. Ninguno de los participantes del Foro cuestiona el mercado, la propiedad privada o las relaciones capitalistas de producción. Al contrario, quieren reproducirlos ampliamente con estabilidad e incluso de forma permanente. No se cuestiona la explotación, sólo el equilibrio eficiente que realmente genera ganancias.

El segundo momento, especularmente invertido, estuvo encabezado por el presidente Javier Milei, quien fue uno de los varios jefes de Estado que intervinieron. Presentado por el presidente del Foro, Klaus Schwab, quien dijo que es una persona extraordinaria, “quizás mucho menos radical de lo que la gente piensa”, y que busca volver a poner a la Argentina en el “camino del Estado de derecho”. Nada más empezar a leer su discurso, Javier Milei desmintió al alemán y desconcertó a todos los presentes anunciando que había venido a decir que “Occidente está en peligro” y acusando a toda la elite política de estar “cooptada por un visión que conduce al socialismo y la pobreza”.

Para los argentinos, Occidente está marcado por múltiples variantes de “colectivismo” que incluyen comunistas, fascistas, nazis, socialistas, socialdemócratas, keynesianos, progresistas, populistas, nacionalistas y globalistas. Y el propio Foro, contaminado por una agenda que introduce una “lucha ridícula y antinatural entre el hombre y la mujer” o “el hombre contra la naturaleza”, negando que sean los seres humanos los que causan daños al planeta y que éste debe ser protegido. Aprovechó para denunciar supuestos mecanismos de control poblacional con la “agenda sangrienta del aborto”.

Para la ponente, la igualdad de género y el equilibrio medioambiental ya están garantizados por el “creador”. Todo esto sería producto de la cooptación de los medios de comunicación, la cultura, “las universidades y, sí, también las organizaciones internacionales” por parte de los neomarxistas. No está dentro del alcance de este artículo comentar el resto de la pieza oratoria repleta de números y ejemplos históricos, actuales y del siglo XIX (descritos con tierna nostalgia), todos ellos carentes de fuentes, rayando en el absurdo. El asombrado público se dio cuenta de la esencia de este fundamentalismo jurásico-mercantil.

Javier Milei ya ha dado algunas pistas sobre sus fuentes teóricas, en parte poniendo a sus perros nombres de economistas, a los que llama “niños de cuatro patas”, pero, más precisamente, explicando su adhesión a la escuela austriaca. Al finalizar el Foro IEFA Latam, encuentro de empresarios del sector energético del que fue el último expositor, destacó que, en el ámbito académico, “autores que son verdaderamente dañinos para la historia de la humanidad y, en particular, a Argentina” se discuten.

En línea con lo que dijo en Davos sobre las universidades “contaminadas”, ironizó que en la Universidad de Buenos Aires (UBA), si a la Facultad de Ciencias Económicas le preguntaran quién era Ludwig von Mises, responderían que era el número 9 del ranking. la selección holandesa, pese a ser para él, junto a Murray Rothbard, el mejor economista de todos los tiempos. Esta opinión es parte de la ofensiva bestial contra el sistema científico y universitario público, primero desfinanciandolo y luego interviniendo contra él en cada oportunidad pública. Como afirmó muy acertadamente un eurodiputado, la extrema derecha está creciendo y volviéndose cada vez más radical, mientras que la izquierda se está volviendo cada vez más moderada.

No sé exactamente qué fuentes y conocimientos desarrolla la circulación cognitiva en esta facultad, ya que no pertenezco a ella, aunque varios amigos me sugieren algo bastante contrario: un conocimiento débil de Marx y un tratamiento amplio de las teorías marginalistas en general. En mi facultad de Ciencias Sociales de la misma universidad, yo mismo imparto cursos sobre la obra de Marx, pero también y fundamentalmente sobre la escuela austriaca, ya que ésta nació precisamente del desafío lanzado por Friedrich Engels, antes de la publicación del libro III de la obra. La máxima de Marx, La capital, sobre cómo el autor resolvería el problema teórico de transformar valores en precios.

Quizás las universidades “contaminadas” Milei incluso ignore que el fundador de la escuela que admira, Eugene Böhm Bawerk (con quien se graduó Von Mises, así como muchos otros economistas como Schumpeter o Hilferding) escribió su obra principal “Karl Marx y el cierre de su sistema(1896) precisamente como una revisión crítica y respetuosa de la obra de Marx, tratándolo como una “inteligencia de primer orden”. Su crítica se centra en el punto de partida y amplitud del concepto de riqueza, que traslada a la psicología, pero afirma que “trabajó con nociones fundamentales y premisas cómodas, mostrando una maravillosa habilidad en su género, hasta lograr, de manera supuestamente deductiva, los resultados que había propuesto y esperado” (Zum Abschluß des Marxschen Systems). Un trato muy diferente a los exabruptos del presidente.

Más significativo que el desconocimiento de sus propios fundamentos es el desconocimiento del sistema universitario y científico público argentino, heredero de la reforma universitaria de 1918, que estableció la libertad de cátedra, la meritocracia, la modernización cognitiva, la secularización, la periodicidad de las cátedras y la sustitución de profesores titulares, además de autonomía y gobierno compartido.

En la Universidad de Buenos Aires (UBA), una disciplina cuenta con varias cátedras que la abordan desde diferentes perspectivas teóricas y a cuyos cargos se accede mediante concursos públicos periódicos. Esta forma de organización surgió hace más de un siglo, fruto de un imaginario desaristocrático y anticlerical. Un profundo espíritu antifeudal anuló el carácter hereditario y vitalicio de los puestos docentes y allanó el camino para el comienzo de la universidad crítica y de masas. Es imposible que nadie imponga externamente el estudio de tal o cual autor en detrimento de otros.

Javier Milei, formado como economista en la Universidad de Belgrano (UB, privada), conoce otro tipo de organización. Es una institución sin cátedras paralelas, sin ningún tipo de libertad, donde los profesores son seleccionados según cualquier criterio, sin excluir el nepotismo o la amistad con el propietario, y que, al mismo tiempo, carece de investigación y producción científica relevante. Tengo muchas dudas sobre los criterios que aplican los rankings internacionales para evaluar las universidades, pero nunca hasta el punto de excluir todos los parámetros comparativos. La semana pasada, el ranking británico QS colocó a la Universidad de Buenos Aires en el puesto 69 a nivel mundial, y a mi carrera, Sociología, en el puesto 40.

La UB, que formó al presidente, ocupa el puesto 770. Por otro lado, el ranking Scimago publicó que las Ciencias Sociales del Conicet ocupan el 1° lugar a nivel Iberoamericano y el 10° a nivel mundial, de un total de 1870 organizaciones de Ciencia y Tecnología. La magnitud de la ofensiva contra el conocimiento es tal que 68 premios Nobel de Medicina, Física, Química y Economía enviaron una carta en la que advierten sobre las consecuencias de desfinanciar el sistema no sólo para el pueblo argentino, sino para el mundo. Según ellos, las políticas de Javier Milei provocarán la “destrucción de un sistema que tardó muchos años en construirse y muchos más en reconstruirse”.

Uruguay y Argentina comparten un raro privilegio internacional. Sus universidades públicas son las únicas en el mundo que han logrado preservar plenamente, y profundizar aún más, los derechos reformistas que, hace más de un siglo, iniciaron ese terremoto político: educación gratuita, admisión irrestricta, autonomía y gobierno compartido. La expansión geométrica y la consolidación de las clases medias y sus altas calificaciones laborales comparativas en el Río de la Plata durante el último siglo no están ajenas al movimiento reformista.

Mientras impartimos clases en las calles en señal de protesta y visibilización, este martes 23 se realizó una marcha universitaria federal, prácticamente inédita por el alcance de la convocatoria, como la convoca el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN). que reúne a los decanos de 73 universidades públicas, el Conicet, así como a sindicatos, organizaciones estudiantiles, organizaciones de derechos humanos y algunos partidos políticos. Frente a la violencia bestial contra el conocimiento, ponemos el conocimiento de la bestialidad en las calles, en las pinturas, en las narrativas y en las páginas en las que confiamos.

*Emilio Cafassi es profesor de sociología en la Universidad de Buenos Aires.

Traducción: Fernando Lima das Neves


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